Sábado, 23 de junio de 2012.
Llegamos pronto al pequeño pueblo de Luquin, en Navarra, donde nació en
octubre de 1910 el Beato Justo Gil Pardo, uno de nuestros
mártires. Todo estaba preparado para la celebración de la eucaristía en honor
del Beato.
Su sobrina, María José Gil, que siguió muy de cerca todo el proceso de
la beatificación, comenzó a preparar esta fiesta apenas llegó la noticia de la
beatificación.
Y eligió esta fecha, porque ese mismo día, 23 de junio, cumplía 92 años
una hermana de Justo, presente, y en primera fila, en la celebración.
Presidió la Celebración Mons.
Francisco Pérez, arzobispo de Pamplona y Obispo de Tudela.
Uno de los muchos sobrinos del Beato, resumió, de modo claro y conciso,
algunos de los rasgos más significativos del Justo Gil, desde su nacimiento, al
lado de la iglesia en la que nos encontrábamos, así como la ilusión de su
familia y de todo el pueblo por la próxima ordenación sacerdotal, que no llegó
a realizarse, a causa del martirio
sufrido el 28 de noviembre de1936.
Hizo también la presentación de todos los concelebrantes:
Juan Manuel Apesteguía, Abad emérito del
Monasterio benedictino de Leyre,
José Antonio Pedro Arena, monje benedictino
del monasterio de Leyre
Isaac Castejón, monje benedictino del
monasterio de Leyre.
(El beato Justo tenía un hermano; Pedro, monje benedictino en
el monasterio de Leyre, que participó como valioso testigo en el proceso de
beatificación y falleció pocos años después de terminado el proceso).
Amador de Lucas, O.M.I.
Eutimio González, O.M.I.
José Ignacio Hernández, Párroco de Luquin
José Antonio Goñi, delegado de Pastoral
Litúrgica
Florentino Ezcurra (que ese mismo día firmaba
un precioso artículo en el Diario de Navarra, sobre el Beato Justo).
Juan Zabala, sacerdote muy interesado
siempre en la beatificación de Justo.
Las voces del Coro Iglesia Parroquial de Luquin, acompañados por el órgano y con el muy
valioso refuerzo de algunos miembros y solistas del conocido Orfeón
Donostiarra, dieron un tono de especial solemnidad a toda la celebración.
En la Homilía el Sr. Arzobispo, después de saludar y
felicitar a los familiares, especialmente a la hermana del Beato Justo, a los
concelebrantes y a todo el pueblo de
Luquin , respondió con claridad y emoción a la pregunta qué él mismo se formuló
¿Por qué fue mártir?
Por el
vivo y pleno testimonio de fe, de esperanza y caridad, las virtudes llamadas
teologales que sintetizan el conjunto de toda vida cristiana.
Con
una breve alusión a cada una de ellas
fue conjugando con claridad contagiosa el testimonio del Beato Justo y la aplicación a nuestra vida concreta de cada día. Destacó,
por la emoción con que lo decía y el modo cercano y fraterno de dirigirse a quienes
le escuchábamos, el hecho del perdón en el mártir, como supremo testimonio de caridad
que también nosotros debemos imitar.
Fueron varios los familiares (en la familia
fueron 11 hermanos) que participaron en las lecturas, peticiones y presentación de ofrendas.
Hasta la ejecución de una breve pieza de
guitarra que Ander Eugui Gil, sobrino nieto de Justo, dedicó con emoción a su
tío bisabuelo.
La celebración litúrgica concluyó con la
bendición de un cuadro, con la foto, bien retocada, del Beato Justo, preparado
por una sobrina y colocado en un lugar destacado del templo parroquial.
María José Gil, la entusiasta organizadora
del acto, que ya con motivo de la beatificación en Madrid supo interesar a
familiares y extraños, a todo el pueblo, en la Causa de su tío Justo, rebosaba satisfacción y alegría
y supo transmitirla también a todos los presentes, con sus sentidas palabras de
agradecimiento a todos.
Y justo es destacar, también aquí, las palabras
de elogio y gratitud para los Misioneros Oblatos de María Inmaculada, “que
tanto bien han hecho y siguen haciendo en la Iglesia ”, tanto por parte del Sr. Arzobispo, en su homilía,
como de los familiares de Justo, en la oración de los fieles y en las palabras
de acción de gracias.
A muy
pocos metros de la iglesia parroquial y muy cerca de la casa natal del Beato Justo,
continuó la fiesta, familiar y popular, de todo el pueblo en familia,
con sencilla y fraterna acogida a todos los
que habíamos llegado de otros lugares, ofreciendo con generosidad y sobreabundancia, productos de la tierra y
del sabio quehacer de las amas de casa
de Luquin.
De todos y para todos: comida, bebida, encuentro, conversación, fraternidad,
cercanía. Y el manifestado proyecto de poner una placa conmemorativa en la casa
natal del Beato Justo y la sugerencia, hecha allí mismo deseo popular, de que
la plaza del Luquin ,- en ella estábamos- pueda llamarse pronto Plaza del Beato
Justo Gil Pardo. Eutimo
González, o.m.i.
No hay comentarios:
Publicar un comentario