¡Qué dicha morir mártir!
Así escribía a su familia,
poco antes
de sufrir el martirio,
el P. Gregorio Escobar García
Gregorio había nacido en la monumental
ciudad de Estella (Navarra) el 12 de septiembre de 1912. Fue bautizado en la
iglesia parroquial de San Pedro de la Rúa, donde su padre ejercía de sacristán.
Crece en el seno de una familia numerosa y profundamente cristiana. Tenía sólo
16 años cuando Dios le dio a beber el cáliz amargo de la pérdida de la persona
que más quería, su madre. Ni siquiera había hecho el noviciado; pero ya
entonces, en esa dura prueba familiar, dejaba entrever el arraigo de su fe en
Dios y su fervor apostólico. Emotiva la carta que su padre escribiría a los
Oblatos en esa ocasión. Al llegar del juniorado a casa, “Gregorio se
encontró con su querida madre enferma de gravedad. Él se cuidaba de todo,
a todos animaba a prepararnos para el día que Dios tenía asignado. Pasaba el
día y la noche sentado a la cabecera de su madre. Como si fuera un
sacerdote, la preparaba para la hora de la muerte. Llegó el día en que Dios la
llamó, el 8 de septiembre de 1928. ¡Con qué animo y con qué cariño hablaba a
todos para la resignación! ¡Como un santo!"
Su hermana María Puy, casada, católica practicante,
nacida en Estella como su hermano Gregorio, pero residente en Zaragoza, aporta con su testimonio valiosos
datos sobre su vida virtuosa: su fervor eucarístico, su caridad para con los
pobres, confianza en Dios y deseo de martirio. Afirma que ella misma y varias
personas más se han encomendado a él con fruto. Entregó al Postulador de la
Causa varias cartas y documentos. Se puede leer a continuación el...
Virgen del Puy, Patrona de Estella
Testimonio de María del Puy Escobar García
Nuestros padres
llamaban Hilario y Felipa. Nuestro padre fue sacristán de la parroquia de San
Pedro (La Rúa) durante muchos años. Mi madre murió en 1928, y mi padre contrajo
segundas nupcias el 23 de febrero de 1936, con una mujer que nos había ayudado
mucho y que era muy buena persona.
Además de sacristán
de la parroquia, mi padre era también electricista, y en relación con la
condición socioeconómica de la familia, no nos sobraba, pero tampoco nos
faltaba. Hemos sido nueve hermanos, dos de los cuales murieron siendo muy
pequeños. De los siete restantes, seis murieron en el plazo de diez años,
siendo yo la única que vive de los hermanos.
La conducta moral y
religiosa de mi padre, así como de mi madre y de mi madrastra, era de gente
profundamente cristiana, muy devotos de la Santísima Virgen bajo su advocación
de Ntra. Sra. del Puy, y con muchísima devoción a la Eucaristía.
Fama de bueno y caritativo
La relación de mi
hermano Gregorio con la familia, era muy grande. No sólo con los padres, sino
también con cada uno de los hermanos, a los cuales nos escribía por nuestros
cumpleaños.
En cuanto a si mi
hermano Gregorio destacaba por alguna práctica o devoción especial, lo hacía en
las que había vivido toda la familia, es decir, a la Eucaristía y a la Virgen
del Puy.
Por las referencias que tengo, no sólo de la familia sino también de la
gente del pueblo, sé que mi hermano era un chico muy bueno. Iba a ayudar a misa
como monaguillo. Las mujeres del pueblo le decían que iba a llegar a “cura”, y
él decía que no quería serlo. Como anécdota puedo contar que cuando un pobre
vino a pedir a mi casa, fue Gregorio quien le bajó la limosna y el pobre le
contestó que habría de llegar a ser obispo.
Tenía una gran ilusión por ser sacerdote, como se desprende de sus
cartas, y llegó a culminar esa ilusión ordenándose, según hace referencia la
carta del 6 de junio de 1936. Mi padre y su esposa vinieron (a Madrid) para la
ordenación sacerdotal, y no nos trajeron a los demás hermanos porque pensaban
que unos días después vendría Gregorio al “cantamisa” en Estella. Mi padre
tenía mucha ilusión porque mi hermano fuese a “cantar” allí la Misa y fuera a
predicar en la fiesta de la Patrona, Ntra. Sra. del Carmen.
Ferviente
devoción a Jesús Eucaristía
No recuerdo ningún defecto de mi hermano. Cuando yo le conocí en Estella
era muy bueno y muy simpático. Se entretenía mucho con los niños jugando con
ellos y tenía mucha aceptación.
Era muy piadoso y cuando volvía de comulgar se le cambiaba la cara.
Cuando vino al pueblo en el año 34, porque estaba haciendo el servicio militar,
entonces obligatorio incluso para los religiosos, cuando regresó de comulgar
volvió con algo especial en el rostro. Al salir de misa, unas señoras comentaban
entre ellas que quién era aquel “soldadico”
que parecía tan santo, y yo les respondí orgullosa que era mi hermano, que era
fraile y que estaba haciendo el servicio militar.
Experiencia del
ambiente hostil en su ordenación
Sobre el ambiente que reinaba en Madrid, y en concreto en Pozuelo de
Alarcón, en estas fechas de junio y julio de 1936, puedo contar dos anécdotas.
La primera, relativa a cuando mi padre y su mujer vinieron para la ordenación de
mi hermano el 6 de junio. Estando mis padres en el Convento de los Oblatos,
oían los insultos que dirigían a los frailes los que pasaban por la carretera.
La otra anécdota fue que al volver de la capilla del seminario conciliar de Madrid,
donde mi hermano fue ordenado sacerdote, mis padres con mi hermano y otro
religioso cogieron un taxi y hubieron de parar ante una comitiva oficial. Estando
parados se les acercó uno que, por la ventanilla, les dijo: Éstos, con una botella de gasolina, qué bien
arderían.
Este ambiente en el que vivían queda también reflejado, al menos, en una
carta de mi hermano fechada el 4 de mayo de 1936, en la que, hablando de las
posibles fechas de su ordenación, hace referencia a las dificultades para encontrar
un obispo que le ordenara de diácono porque
estando como están las cosas no vienen fácilmente a Madrid, y si vienen es de
incógnito, así que no hay quien los encuentre. Efectivamente, de diácono
fue ordenado en Carabanchel Alto (Madrid), en el teologado de los Salesianos,
por D. Marcelino Olaechea, en aquel entonces Obispo de Pamplona. Esto lo sé
porque mi padre, con ocasión de que D. Marcelino vino al pueblo en la festividad
de la Virgen del Puy, hizo que todos los hermanos, cuando le besamos el anillo,
le diésemos las gracias por haber ordenado diácono a nuestro hermano Gregorio.
Refugio en la
clandestinidad
Sobre los hechos de la detención de la Comunidad en Pozuelo, y todo lo
que, tanto mi hermano como los otros Oblatos, hubieron de sufrir, yo lo único
que puedo decir es por referencias, entre otros de un sacerdote Oblato ya fallecido
llamado Antonio Aguirre. Por él supimos que a los dos días de comenzada la
Guerra Civil, los milicianos entraron en el convento de Pozuelo y que, ya allí
mismo, se llevaron a siete.
Posteriormente, los llevaron a la Dirección General de Seguridad donde
les dejaron libres y cada uno se refugió en donde pudo. En concreto, mi hermano
lo hizo en la casa del sastre de la comunidad y siempre estuvo con el Superior
de la misma, el P. Vicente Blanco. Después los volvieron a detener y los
llevaron a la Cárcel Modelo, y de ésta a la de San Antón. Cuando pensaban en
otro traslado, fue cuando los llevaron a un pueblo llamado Paracuellos del
Jarama y allí los asesinaron.
Perdonar como
hizo él
También nos dijeron que murieron gritando: “¡Viva Cristo Rey!” y perdonando
a sus asesinos. Sobre esto tengo un hecho, y es que, al enterarnos de la muerte
de Gregorio, los más pequeños reaccionamos de forma airada, y mi padre nos dijo
que si Gregorio había muerto perdonando, nosotros también lo teníamos que
hacer. En la carta del 1 de marzo de 1936, mi hermano afirma que el mejor
sacerdocio al que podíamos aspirar todos era al del ofrecimiento del propio
cuerpo y sangre a Dios nuestro Señor. Y dice: ¡Qué dicha sería la de morir
mártir!.
Fama de Mártir
en familia y en Estella
Desde el momento en el que nos enteramos de la muerte de mi hermano, toda
la familia lo ha tenido por mártir, y no solamente la familia, sino todas las
personas que nos conocen en Estella. Yo, muchas veces, le oí comentar a mi padre
que Gregorio era mártir, y el párroco, que se llamaba don Pedro Arbizu, lo
tenía por mártir. Esta fama, con el paso de los años se ha mantenido siempre
viva y tanto yo, personalmente, como gente de mi familia, nos encomendamos a
él.
Agradecida a
Santiago Carrillo
Con las beatificaciones de otros mártires de la Guerra Civil, en mi
familia pensábamos que ya le tocaría el “turno” a Gregorio, y voy a contar una
anécdota del sentimiento que tenemos en la actualidad en mi casa, y yo personalmente,
sobre la muerte de mi hermano. Es de todos conocido que uno de los grandes
responsables de las muertes de Paracuellos fue el líder comunista Santiago
Carrillo. Yo no sólo lo he perdonado, sino que, en cierta forma, le estoy
agradecida porque la actuación que tuvo, hizo que en la familia pudiésemos
contar con un mártir, y no tengo ningún reparo en decirlo así a mis amigas.
Buen intercesor
ante Dios
Ya he dicho que me encomiendo a mi hermano. Yo padecí de muchos pinchazos
y dolores en una pierna, y prácticamente no me podía mover, hasta que un día me
encomendé a mi hermano de esta manera: ¡Ay,
Gregorio, ayúdame! El dolor desapareció instantáneamente y no volvió a aparecer.
Una familiar, que sufría mucho porque no se hablaba ni con su madre ni
con sus hermanos, me decía que gracias a la intercesión de mi hermano Gregorio
habían hecho las paces.
Uno de mis cuñados me decía que todo lo que pedía a Gregorio, se lo concedía,
aunque nunca me ha dicho cuál era el objeto de sus peticiones. María del Puy Escobar
García
Recordatorio de su ordenación sacerdotal. Texto:
En tus manos,
Madre amantísima del Puy de Estella,
pongo el Sacerdocio
que de las de tu Hijo divino he recibido
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