El Padre Juan Wauthier, o.m.i.
(1926 – 1967)
Mártir de la caridad en Laos,
murió por la fe el 16 de diciembre de 1967 en Ban Na
Este es el mejor resumen de la vida del P. Juan Wauthier,
Oblato de María Inmaculada.
Había ido a pasar dos días con los catecúmenos del pequeño pueblo de Ban
Ban. A 800 metros de allí había un pequeño puesto militar. Los que querían quitarle
la vida simularon un ataque de la guerrilla. Inmediatamente salió del poblado, porque
en esa región en guerra permanente, siempre había que estar prontos para huir a
la selva. Toma consigo a los dos niños que vivían con él y a tres catecúmenos,
y los pone al seguro en una hondonada, recomendándoles: “No os mováis, no tengáis
miedo, rezad”, les dijo. Él se aleja para darse cuenta de la situación y camina
un poco rezando el rosario. Los muchachos oyeron: “Matad al Padre”. Se oyó un
disparo. Herido al cuello, el misionero suplica a sus agresores, agazapados detrás
de un seto: “¿Por qué me disparáis? ¡Parad! ¡Me duele mucho!” “¡Cállate!”, le contestan,
y se reanuda el tiroteo. Recibe tres balas en todo el pecho, y se desploma. Los
muchachos huyen aterrados.
El P. Juan Wauthier acaba de dar su vida para que el Evangelio sea
fecundo en Laos.Sigue...
Los
años de preparación
Juan WAUTHIER nació
el 22 de marzo de 1926 en el Norte de Francia, en una péquela ciudad de
Fourmies (59). Fue bautizado en la iglesia parroquial Notre-Dame de esa misma
ciudad, perteneciente a la diócesis de Cambrai.
Juan, en su adolescencia,
conoció las penalidades del éxodo de 1940 –la huida de la población civil ante
la invasión alemana-, que condujo a su familia por los caminos del exilio hasta
la otra punta de Francia, en Sainte-Livrade (47). Tras dos años en el seminario
menor de Solesmes (al Norte) y algunos meses en el Colegio de Saint-Pierre de
Fourmies, terminará por fin sus estudios secundarios (de enero 1941 a Junio
1944) en el seminario menor de la diócesis de Agen, en Notre-Dame de Bon Encontre.
En noviembre de 1944
es admitido en el noviciado de los Misioneros Oblatos de María Inmaculada en
Pontmain (Mayenne), y profesa como Oblato de María Inmaculada el 1º de
noviembre de 1945, fiesta de Todos los Santos.
Tras dos años de
estudio de filosofía, primeramente en La Brosse-Montceaux (Seine-et-Marne)
después en la Abadía de Solignac (Haute-Vienne), es llamado a cumplir el
servicio militar. Cuerpo robusto, entereza moral a toda prueba, elige hacer el
servicio militar en el cuerpo de paracaidistas.
De regreso al
escolasticado de Solignac para hacer los cuatro años de teología, es uno de
esos que no les echan para atrás los trabajos manuales más pesados, en aquellos
años del arreglo de la antigua abadía de san Eloy a la que llegan más de un
centenar de jóvenes Oblatos. Allí, el 8 de diciembre de 1949, Juan
Wauthier hará sus votos perpetuos en el
seno de la Congregación de los Misioneros Oblatos. El 17 de febrero de 1952 es
ordenado sacerdote en la iglesia abacial.
Dos meses antes había
escrito al Superior general de los Oblatos:
Desde mi infancia yo
aspiraba siempre por la vida misionera. Por esto entré en la Congregación, ese
es el único objetivo por el que yo he pasado mis años de escolasticado. Entre
las numerosas misiones oblatas que he podido admirar, desde el noviciado me sentí
cautivado por el deseo de ir a llevar el
Evangelio a tierras laosianas. No he cambio de idea desde entonces. Mi director
de conciencia no contrarrestó esas aspiraciones; siempre me animó esforzándose
a que fueran cada vez más espirituales.
Por esto, Muy
Reverendo Padre, yo le pido que me envíe a Laos. (…) Creo tener las aptitudes
físicas necesarias. Soporto bien el frío, también he podido constatar durante
mi servicio militar al Sur de Marruecos que el calor no me da ningún miedo.
Durante el escolasticado nunca estuve enfermo. Finalmente, los trabajos
manuales, a veces pesados, durante estos seis últimos años y mi servicio
militar como paracaidista parecen demostrar
que tengo una buena resistencia física.
Sea como
fuere, yo estoy dispuesto a aceptar cualquier campo de apostolado. En esta
primera obediencia no quiero ver más que la voluntad de Dios, mandándome al
mejor lugar allí donde yo más fácilmente pueda santificar a los demás y llegar
yo mismo, con la ayuda de la Santísima Virgen, de San José y de nuestro
Venerado Fundador, « usque ad apicem perfectionis[1]
».
Así fue,
pues, como con la mayor alegría Juan recibe al final del año académico su
« obediencia » – su destino misionero- para Laos.
En
misión en Laos
Apenas
llegado a ese país el 26 de octubre de 1952, le
ponen sin más al servicio de los más pobres, los Kmhmu’. Estará casi
siempre con la gente de los mismos pueblos, a la cual sigue en sus
desplazamientos en los años de guerra.
Él mismo les propone abandonar Nam Mon, donde han sido bautizados, para ir a
Khang Si, un emplazamiento mejor, donde podrán beneficiarse del arrozal inundado.
Instala un sistema de conducción de agua mediante cañas de bambú, lo que hace
la dicha de los aldeanos. Desgraciadamente esta instalación durará muy pocos
años: a partir de 1961, todo el pueblo
tiene que replegarse a orillas de la Plaine des Jarres (Llanura de las
Vasijas), primero en Ban Na y después en Hin Tang.
Tras la
alerta de enero de 1961 Juan se retiró temporalmente de ese sector. Estuvo durante dos años en el seminario menor de
Paksane (oct. 1961 – dic. 1963). Le confiaban todo tipo de servicios, ya fuera
en la enseñanza, el deporte o la música.
Los sábados abandona el seminario para la pastoral dominical en los pueblos del
entorno. Pro está claro que él está deseando regresar lo antes posible con sus
montañeses.
En diciembre
de 1963 se une al equipo de apostolado entre los Kmhmu’. Será un frecuente ir y
venir entre Vientiane, donde se trabaja sobre todo en la formación de los
catequistas que serán enviados a las aldeas, y la montaña. Allá arriba, entre
todos los refugiados a quienes la guerra obligó a huir de sus casas, reina la
miseria: cosechas inseguras, ataques, minas por todas partes a lo largo de las
rutas, carencia de medicamentos…
Juan pasa la
mayor parte de sus últimos años en Hin Tang y se dedica a la difícil tarea de
distribuir equitativamente la ayuda humanitaria. Es ahí donde se trama el
drama, porque incluso en el seno de la
peor miseria hay explotadores y explotados. Él defiende LOS POBRES Kmhmu’, pero sin favorecerlos,
porque sabe ponerse al servicio de todos. Su modo de actuar disgusta a las fuerzas especiales, que se arrogan el
derecho de servirse copiosamente los primeros. Desde ese momento Juan es consciente
de que su vida está amenazada.
El
primer acto
La noche del
16 al 17 de diciembre de 1967 Juan Wauthier fue asesinado, casi a quemarropa.
Había ido a pasar dos tardes en el pequeño pueblo de Ban Ban, en catecumenado
desde hacía unos tres años, en una región cerca de la Plaine des Jarres. A 800 metros de allí, en un alto, hay un
pequeño puesto militar. Los que querían quitarle la vida simularon un ataque de
la guerrilla.
Inmediatamente
se pone de pie, mochila a la espalda –porque en esa región en guerra
permanente, siempre había que estar prontos a saltar hacia el bosque. Toma
consigo a los dos niños que vivían con él y a dos o tres catecúmenos, y baja
con ellos hacia un arroyo que fluye a 200 o 300 metros por debajo de la aldea.
Los pone al resguardo en una hondonada del terreno recomendándoles: “No os
mováis, no tengáis miedo, rezad”, le dijo.
Se aleja para
darse cuenta de la situación y da algunos pasos rezando el rosario. Los
muchachos oyeron: “Matad al Padre”. Se oyó un disparo. Herido por debajo del
cuello, Juan Wauthier suplica a sus agresores, agazapados tras un pequeño
cercado: “¿Por qué me disparáis? ¡Parad! ¡Me duele mucho!”
–« ¡Cállate ! », le responden. Y el tiroteo se reanuda. Recibe
tres balas en todo el pecho, y se desploma. Los muchachos huyen aterrados. El
Padre Juan Wauthier acaba de dar su vida para que el Evangelio sea fecundo en
Laos.
Llevaron el
cuerpo de Juan a Vientiane. Descansa en tierra laosiana, en el cementerio
católico de la ciudad.
Las
razones de un asesinato
El desarrollo
de los acontecimientos de la noche fue fatal para Juan Wauthier, y los
motivos que armaron las manos de sus
asesinos han sido esclarecidos por el Padre Lucien Bouchard, o.m.i., que en ese
momento era su colaborador[2] más cercano. He aquí el resumen de su
testimonio:
Yo visitaba al Padre
Wauthier de vez en cuando en su campo de
refugiados: le llevaba sus envíos postales y medicamentos para su gente.
Durante unos dos años de su permanencia al lado de los refugiados kmhmu’, había
vivido justo al lado de otro campo de refugiados de otra etnia. Las autoridades militares del
lugar eran de esa misa etnia… Los dos campos eran abastecidos de arroz
simultáneamente por lanzamientos en paracaídas. Las autoridades militares decidían
la cantidad de arroz a distribuir en
cada campo.
Como era tan evidente
que los militares acaparaban para sí mismos la parte del león, el Padre
Wauthier fue a encontrar al comandante militar para hacerle saber que los
refugiados kmhmu’ no recibían la parte que les correspondía. A esas
reivindicaciones hicieron oídos sordos…
Fue entonces cuando
los refugiados kmhmu` del Padre Wauthier fueron trasladados a otro lugar para
que el abastecimiento de arroz por paracaídas llegara a ellos directamente.
Cuando se llevó a cabo el traslado de lugar, los jefes militares entraron en
furia contra los Kmhmu’ y contra el Padre Wauthier: los suyos ya no podían
cebar sus cerdos con la parte de arroz destinada a los Kmhmu’. Precisamente esa historia de los cerdos fue
lo que provocó la rebelión del Padre Wauthier.
El Padre Wauthier
vivió cerca de un año o dos en la nueva ubicación. Unos días antes de su muerte
hizo un viaje a pie para visitar el antiguo pueblo: en ese sector habían
quedado en la aldea algunos catecúmenos kmhm’ en la aldea de Ban Na, y él
quería visitarlos.
Durante su corta
estancia en la aldea, los militares simularon un ataque con la aldea de Ban Na,
y aprovecharon de ello para matar al Padre Wauthier durante ese ataque fingido.
El Padre Wauthier llevó un grupo de gente con los niños para ponerlos al seguro, un
poco lejos del pueblo, y fui allí donde fue asesinado por un militar del pueblo
vecino.
Yo juzgo que el Padre
Wauthier es un mártir, porque murió a causa de su lucha por la justicia, que
reivindicaba a favor de sus refugiados.
El día siguiente a la
muerte del Padre Juan Wauthier, uno de los catequistas escribía a su familia:
« El Padre Juan ha muerto porque nos amaba y
no quiso abandonarnos. »
[1] « Jusqu’au
sommet de la perfection », expression utilisée par Saint Eugène de Mazenod
pour exhorter les Oblats à se sanctifier eux-mêmes pour être de bons
missionnaires.
[2] Lucien Bouchard, o.m.i.,
nació en 1929, llegó a Laos en 1956.
Un alto en el camino: el P. Wauthier en gira misionera
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