Mons. Félix Erviti es un Oblato navarro, hombre de fe inquebrantable, entusiasta y trabajador incansable. Vivió en Pozuelo, casa martirial, varios años como profesor y superior de la comunidad oblata; pero no fue victima de la persecución: en esa época se hallaba en Francia. Efectivamente, siendo aún niño, las hermanas de la Sagrada Familia de Burdeos, a quienes la familia Erviti había favorecido durante el exilio en Navarra, la invitaron a trasladarse a Martillac (Burdeos) al servicio de la comunidad religiosa. Félix conoció allí a los Oblatos y se enroló en sus filas. Adolescente aún, ingresó en el juniorado de Nuestra Señora de Lumières. El noviciado y escolasticado los hizo también en Francia. Fue ordenado sacerdote en 1933 y más tarde, joven sacerdote, se incorporó a España.
En
1954 la Santa Sede creó la Prefectura Apostólica del Sáhara y la confió a los
Oblatos. El padre Erviti fue nombrado primer Prefecto Apostólico y allí
permaneció por 4º largos años. Al cumplir los 75 años, conforme a las normas
canónicas, presentó al Papa Juan Pablo II su dimisión; pero sólo le fue aceptada
10 años más tarde, bien cumplidos 85. A esa avanzada edad, llega a Madrid y comienza
a teclear en el ordenador. Se entusiasma con la informática, que le será muy
útil para su labor de traductor impenitente. Los penitentes acudían a su
confesionario de la parroquia Virgen Peregrina de Madrid, donde, sin hacer
ruido ni molestar a nadie, entregó su espíritu a Dios.
Como
él mismo declara, en la inmediata
postguerra convivió con algunos Oblatos supervivientes de la persecución. Ávido
de conocer lo ocurrido, les pide información exhaustiva, que depondrá, bajo
juramento, ante el tribunal diocesano de Madrid.
Mons. Félix Erviti Barcelona
Datos generales del testigo
El parentesco que me une con los Siervos de
Dios es que somos miembros del mismo instituto, la Congregación de los
Misioneros Oblatos de María Inmaculada.
Conocí al
hermano Angel Bocos siendo yo junior
en el Seminario Menor de Lumières (Francia) en los años 1924-1925. Le recuerdo
como una persona más bien baja de estatura, regordete, con barba, que hacía muy
bien las cosas y que era el encargado del comedor. Decían que tenía una
habilidad especial para el tratamiento del vino; en aquella zona cercana a Aviñón
nos regalaban una importante cantidad de litros de vino que el hermano Angel
Bocos embotellaba. Tenía los calendarios con anécdotas o historias. Cuando
había alguna interesante, me la pasaba a mí, como único español en la Comunidad,
para que la leyese.
Yo le vi rezar en la Capilla, lo hacía con
piedad y puedo decir que era un hombre muy serio, espiritual y que en su cuarto
tenía varias imágenes que expresaban su piedad. Lumières donde vivía la
Comunidad era un santuario de la Santísima Virgen y en la cripta íbamos a hacer
los ejercicios de piedad, en los que destacaba el hermano Angel Bocos.
Su carácter era apacible y pacifico, y que
yo sepa no tuvo ningún incidente con ningún miembro de la Comunidad. Era
humilde y callado.
Después de 1925 el Siervo de Dios fue
trasladado a otra comunidad y yo ya no volví a tener contacto con él.
Los demás Beatos
Sobre el resto de los Siervos de Dios no
conocí a ninguno personalmente, pero sí por referencias, y referencias directas
de aquel entonces. Sobre la situación en que se vivía en España, tuve noticias
por los Misioneros Oblatos que, o bien fueron repatriados a Francia, por ser de
nacionalidad francesa o bien porque a lo largo de la contienda civil pudieron
evadirse a la llamada entonces “zona nacional” y desde allí pasar a Francia. Las
primeras noticias que tuve fueron las proporcionadas por el padre Pavillet, de
nacionalidad francesa que pertenecía a la Comunidad de Hortaleza (Madrid) y que
pudo refugiarse en la embajada francesa y ser evacuado a su país. Al llegar a
Lyon, donde yo me encontraba destinado nos dijo que, dada la situación que se
vivía en España y en concreto en Madrid, si nuestros hermanos no eran sacados
con prontitud, íbamos a tener muchos mártires.
Terminada la guerra civil española, fui
destinado como profesor al Seminario Mayor de Pozuelo de Alarcón, por lo que
fui compañero en la misma Comunidad, con los que habían sido compañeros
supervivientes de los Siervos de Dios.
Detención de los Siervos de Dios
Las referencias que yo tuve cuando llegué a
Pozuelo son que la Comunidad de 1936 era una Comunidad fervorosa, que estaban
con perspectivas alarmantes de lo que podía ocurrir, ya que desde abril o mayo
veían que había manifestaciones en contra de lo religioso. Incluso había gritos
contra los curas y frailes cuando dichas manifestaciones pasaban frente al
Seminario Mayor de los Oblatos. Después lo que oí, especialmente del padre Monje,
superviviente, y de otros supervivientes como el padre Jesús Alonso, el padre
Cincunegui y el padre Emilio Alonso, fue lo que ellos contaban sobre el
ambiente de Pozuelo en aquella época y cómo pensaban que los Siervos de Dios
habían sufrido un autentico martirio.
Contaban que los milicianos invadieron el
Convento; que a la Comunidad la encerraron en una habitación, en el locutorio
de la entrada. La Comunidad se arregló para ir a la Capilla y consumir las
formas consagradas.
Contaban también que los milicianos
reunieron a la Comunidad y leyeron una lista de siete Oblatos que fueron
sacados junto con un seglar, que, según decían era muy buena persona, buen
católico; este señor se llamaba Cándido Castán. A todos estos los sacaron y los
mataron sin que se supiese el lugar exacto donde los inmolaron.
Los Siervos de Dios fueron detenidos por
ser precisamente religiosos y la misión que desempeñaban, tanto antes de la
detención como en el momento de ser detenidos era la propia del ministerio
sacerdotal en los Superiores y formadores de seminaristas que se estaban
preparando al ministerio sacerdotal y de sus colaboradores, los hermanos
coadjutores. Ninguno de ellos tenía ninguna significación política, ni nunca se
había dedicado a la política; tampoco pertenecían a ningún partido político.
Como ya he indicado anteriormente, todo
esto lo he sabido por los supervivientes al terminar la guerra civil.
Vida de los Siervos de Dios en la clandestinidad y en
la prisión
Según las mismas referencias citadas, la
Comunidad fue llevada a la Dirección General de Seguridad en Madrid, donde
fueron interrogados en varias ocasiones y después puestos en libertad.
Entonces, atendiendo a las indicaciones de los Superiores, se dispersaron
acudiendo unos a la Casa Provincial de Diego de León, otros a casa de
familiares o de personas conocidas que les daban amparo.
Según contaban, la vida que pasaron en la
clandestinidad fue siempre con temor, pero intentando hacer el bien, por
ejemplo los padres llevando la comunión a las casas. Como ejemplo concreto
puedo citar al padre superviviente Mariano Martín, que aunque sea
superviviente, da idea del ambiente que procuraban vivir.
También, como hecho concreto, el padre
Francisco Esteban, que era Provincial, visitaba a los refugiados de su
Congregación, preocupándose por ellos y atendiéndoles en lo espiritual.
Supe que, poco a poco, los distintos
miembros de la Comunidad fueron detenidos y conducidos, unos a la Cárcel Modelo
y otros a la Cárcel de Porlier, que era un colegio de los padres Escolapios que
habían convertido en cárcel. Los Siervos de Dios estuvieron en las prisiones
hasta el mes de noviembre, y la detención tuvo lugar hasta el mes de octubre,
por lo que estuvieron en las cárceles alrededor de mes y medio.
Ellos, en la prisión, procuraban unirse lo
más posible y rezar, uniéndose también a otros compañeros de prisión, no sólo
religiosos, sino también seglares que se encontraban en la misma situación y
muchos de ellos el único “delito” que habían cometido era el de ser católicos.
Como hecho anecdótico, el padre Monje, superviviente, fue compañero del
comediógrafo y dramaturgo Muñoz Seca.
Como un hecho concreto y por referencias de
otro superviviente, supe que al hermano Serviliano Riaño, cuando fue leído su
nombre en la lista de los que “sacaban”, se acercó a la celda donde había
sacerdotes, en concreto el padre Mariano Martín, y le dijo: “Padre, me llevan,
deme la absolución”.
El martirio de los Siervos de
Dios
Sobre si los Siervos de Dios preveían el
martirio, se prepararon para ello. Esta preparación venia desde el primer
momento cuando los milicianos asaltaron el Convento, y posteriormente, con todo
lo que hubieron de padecer tanto en la clandestinidad, como en la cárcel y
fueron preparándose para el martirio. Eran conscientes de que si los mataban,
era por cosa religiosa y en consecuencia por odio a la fe cristiana.
El martirio de estos Siervos de Dios tuvo
lugar en Paracuellos del Jarama, aunque no todos en el mismo día; la mayoría
fue el día 28 de noviembre.
Según referencias, la reacción ante la
muerte fue, conscientes de lo que hacían, y perdonando a los verdugos. Estas
referencias son de los contemporáneos de los Siervos de Dios y míos. No
pudieron librarse de la muerte una vez en la cárcel, ya que siempre se
confesaron como sacerdotes y religiosos. Se contaba que el padre Esteban, en el
momento de la muerte, dio la absolución a todo el grupo que estaba con él.
Fama de martirio
Desde el primer momento en la Provincia
Oblata de España, se les consideró como mártires, porque los que estaban en
otras casas sabían que era una persecución religiosa, y los que veníamos de
fuera, yo mismo que venia de Francia, los considerábamos como mártires.
En el Seminario Mayor de Pozuelo se les ha
tenido siempre como mártires. En los años 1939 ó 1940 se levantó en el patio
una cruz conmemorativa de los mártires de Pozuelo. Teníamos los retratos de los
mártires en un pasillo, en lugar visible. La cruz fue sustituida por una placa
en el vestíbulo de la nueva casa del Escolasticado construida al lado de la
antigua. Desde la época de los años 1939-1941 la fama de martirio también
cundió entre las gentes del pueblo, prueba de ello es que existe una calle
llamada “Mártires Oblatos”.
Esta fama, no solamente ha ido a menos,
sino que se ha incrementado con el paso del tiempo y en toda la Congregación se
tiene a los Siervos de Dios por mártires. En la Congregación les rezamos, y en
concreto lo hacemos en la Comunidad de Diego de León (Madrid) y Pozuelo. Yo los
tengo por mártires y me encomiendo a ellos.
Fe y caridad
Por referencias directas de los que
sobrevivieron y convivieron con los Siervos de Dios supe que el Padre
Provincial Francisco Esteban era una
persona de fe acendrada, rígido consigo mismo, con gran austeridad personal, y
cariñoso con los demás y cuya confianza en la divina Providencia era notoria
para todos aquellos que lo conocían, hasta el punto que su confianza en Dios la
manifestaba ante todos los problemas que había de solventar en la provincia
religiosa, que en aquella época carecía de todo.
También el
padre Francisco Esteban destacaba por su profundo amor a la Congregación que
era fuera de lo corriente. También los que conocieron al padre Vicente Blanco se hacían lenguas de él como un religioso ejemplar. Del padre José Vega, que había estudiado en Roma,
decían que era muy buen teólogo y un gran defensor de la vida y virtudes
religiosas.
Espíritu sobrenatural y pobreza
extrema
Entre los
supervivientes y lo que yo mismo pude vivir en la Comunidad después de la
guerra, heredera de las virtudes de la Comunidad de 1936, era proverbial la
regularidad en la observancia de la vida religiosa y en consecuencia de la
prescripciones y mandatos de la Iglesia: espíritu de mortificación, de
abnegación, de fidelidad a los ayunos y demás leyes de la Iglesia, de dominio
en las propias inclinaciones y en los instintos naturales. Esto era algo
connatural en todos los que vivíamos la vida religiosa en aquellas épocas.
Hay una
anécdota que, aunque vivida en 1940, puede ser orientativa del clima que se
vivía no sólo en esa época sino en la anterior: el ecónomo de la casa de
Pozuelo, el padre Basilio Leal, vino a Madrid , a la Casa Provincial, para
pedir algo de dinero con el que poder comer. Al final hubo de recorrer las
celdas de los padres para conseguir 50 céntimos que era lo que costaba el tren
de vuelta a Pozuelo.
«Juro haber
dicho la verdad y confirmo cuanto he
declarado».
No hay comentarios:
Publicar un comentario