Juan José Caballero, soldado en África,
amigo de los pobres, ancianos y niños.
amigo de los pobres, ancianos y niños.
Desde Extremadura, tierra de conquistadores y de María
Santísima, la de Guadalupe, traemos aquí un nuevo testimonio de un entusiasta
de nuestros Mártires y familiar de uno de ellos. Se trata de Florencio Caballero Álvarez, 59 años,
casado y profesor, nació y reside en
Fuenlabrada de los Montes (Badajoz), testifica sobre lo que ha visto y
oído sobre su tío Juan José Caballero Rodríguez. Tiene conocimiento
directo especialmente sobre su infancia y adolescencia. Sigue...
En la foto: Juan José con sus hermanos de comunidad
La familia del
Mártir Juan José
Los padres de Juan José fueron Jesús María
Caballero García, casado en segundas nupcias con Baudilia Rodríguez Lucas. De
este segundo matrimonio nacieron dos hijos, que fueron Elisa y el Siervo de
Dios. Del primer matrimonio habían nacido dos hijos: Arsenio y Epifanio
Caballero Molina, mi padre.
La condición socioeconómica de
mis abuelos era baja. Mi abuelo se dedicaba a la agricultura y, también, por
sus conocimientos culturales, poco corrientes en aquellos pueblos, era la ayuda
del párroco y de los vecinos.
El ambiente familiar de los
hermanos de Juan José era religioso cien por cien. Su padre era una de las
personas más religiosas en la localidad. Esa religiosidad la manifestaba a
través del cumplimiento normal de las obligaciones del cristiano, ayudando en
la parroquia en las tareas de sacristán, perteneciendo a las cofradías del
Santísimo Sacramento, donde era secretario, y la de Jesús Nazareno, donde fue
Hermano Mayor.
La relación de Juan José con su
familia era la normal en una familia cristiana. Existía un gran cariño y muy
buenas relaciones entre los miembros de la familia a pesar de que Epifanio, mi
padre, se fue a vivir con sus abuelos maternos. Juan José destacaba por su
vocación misionera, aunque, al principio, la mantuvo oculta, dada las necesidades
que existían en su familia y que requerían su presencia. Recuerdo que el
hermano mayor de Juan José, Arsenio, le hizo un arado de madera con yugo de
vacas y se lo entregó a su hermano para que jugara con él. Poco después
descubrió a su hermano, no jugando con el arado, sino haciendo una cruz con el
arado y el yugo.
Todo
esto lo he sabido desde siempre por tratarse de vivencias familiares.
Parece que, ya desde
la escuela, era un alumno aventajado…
De la época de su asistencia a la escuela sé, por uno de sus compañeros
de clase que todavía vive, Pedro Fabián, que ninguno llegaba a la altura de
Juan José y que éste siempre estaba dispuesto a ayudar a los demás. Cuentan que
el maestro tuvo que reprenderlo porque era totalmente cumplidor de sus deberes
y su ritmo de aprendizaje era ideal. Este ritmo se pudo deber a su capacidad
intelectual, su esfuerzo y constancia, la cultura de su padre...
Escolar cumplidor, ¿y
fuera de la escuela?
De su comportamiento en casa recuerdo que el Siervo de Dios iba a visitar
a una señora a la que llamaba “abuela” y ésta decía que “Este niño es un santo
y no como su primo que no deja de hacer trastadas”.
En cuanto a la relación con sus compañeros, Pedro Fabián me dijo que Juan
José era uno de esos niños que no tuvo nunca un “quítate allá con nadie”,
expresión usada en aquellas tierras para indicar que nunca tuvo un
enfrentamiento. Cuando salía a jugar a la calle rechazaba los juegos violentos
y era capaz de convencer a sus amigos y compañeros para jugar de manera más
pacífica. Normalmente solía jugar poco tiempo, más bien se dedicaba al estudio
y a sus oraciones.
No había entonces Oblatos en Badajoz ¿cómo surgió su vocación?
Acerca del origen de su vocación misionera yo
sólo sé lo que me han contado mi padre y Marcelina, hermana de lactancia de
Juan José. Ambos me dijeron frases sueltas de él como por ejemplo: “Si yo
estudio ha de ser para cura”, “Padre, el día que yo sea cura ¿cuánto bien podré
hacer por los demás?”; al párroco le dijo en alguna ocasión: “Don Victoriano, ¿sabe
lo que he pensado esta noche en que no me podía dormir? En cuánta tarea hay
aquí y cuánto le podré ayudar cuando yo sea sacerdote”.
Su contacto con la congregación de los
Misioneros Oblatos fue a través de Cecilia Esteban Lacal, hermana del P. Francisco Esteban Lacal, quien se
ofreció para ayudar a Juan José a entrar en el Seminario Menor de los Oblatos,
ya que, por su situación económica, la familia del Siervo de Dios no podía
permitirse el que Juan José saliera a estudiar fuera del pueblo.
¿Qué sabes de sus años de religioso profeso?
Comenzó el Escolasticado en el curso de 1930-31 en Pozuelo y recuerdo que
mi abuelo mandó a mi padre y a mi tío Arsenio a visitar a Juan José, porque
estaba preocupado por la quema de conventos que se produjo en Madrid en 1931,
para tratar de llevarse a Juan José al pueblo, donde estaría más seguro. Al
llegar a Pozuelo, se encontraron con que Juan José y los demás escolásticos
habían sido trasladados a Urnieta, por seguridad, para terminar allí el curso,
y sólo encontraron, en Pozuelo, a tres padres Oblatos y al seglar Ramón,
hermano del Siervo de Dios Francisco Esteban.
Durante los años del Escolasticado sabemos que el Siervo de Dios sólo
estuviese en dos ocasiones en el pueblo, una de ellas poco después de haber
fallecido su padre, en marzo del 34.
En Pozuelo destacó como buen compañero y por su participación en la
Academia de Misiones, donde fomentó su vocación misionera.
Todos estos conocimientos, como ya he ido manifestando en ocasiones
anteriores, los tengo por mis vivencias y recuerdos que tengo de mi familia.
Fue soldado y destinado a África.
¿Es verdad que esto
reforzó su vocación misionera?
Sé que, durante los años de Pozuelo, hubo de incorporarse al Servicio
Militar que cumplió en el Protectorado que, en aquel entonces, España tenía en
el norte de África. Estimo que es importante subrayar el hecho de que, tanto a
la ida como a la vuelta desde Pozuelo a África, en ambas ocasiones fue
directamente al Seminario de Pozuelo sin pasar por la casa familiar de
Fuenlabrada de los Montes (Badajoz), porque consideraba el Seminario de Pozuelo
como su verdadera casa. Al regresar de África, se sintió muy animado en su
vocación misionera por lo que había vivido en esta zona del norte de África, en
contacto con sus habitantes.
El clima antirreligioso en España ¿tuvo repercusión en
Pozuelo?
Sobre
el ambiente socio-político que existía, no sólo en Madrid a mediados del 36, sino
en toda España, da cuenta el hecho de que en aquella época, en los testamentos,
era normal que se pusiese el deseo de ser enterrado con cruz alzada. Este
deseo, expresado por mi abuelo en su testamento, no pudo ser cumplido en su
totalidad debido a las circunstancias antirreligiosas, que prohibían toda
manifestación pública.
Este clima antirreligioso venía, al menos, desde la constitución de la
República en 1931. En ese año, como antes he referido, mi padre y mi tío
vinieron a Pozuelo a verlo y se encontraron con que la Comunidad había sido
trasladada por razones de seguridad a Urnieta.
En 1935, vinieron de nuevo mi padre y mis tíos a Pozuelo a ver a Juan
José. Él les acompañaba a la estación de tren cuando grupos de jóvenes y otras
personas les insultaron e, incluso, amenazaron. Entonces decidió volverse al
Convento para que sus familiares pudiesen ir con tranquilidad hasta la estación
de tren.
Ese clima se debía al sentimiento antirreligioso que prendió en la
sociedad española en esos años.
Habrás oído cómo fueron sorprendidos…
Por referencias de uno de los supervivientes, sé que a mediados de julio
del 36, los milicianos asaltaron el Convento de los Oblatos en Pozuelo. Aquella
noche, del 22 al 23, los milicianos interrogaron a algunos de los Oblatos de la
Comunidad, los encerraron en el comedor y, por la noche, les dejaron dormir en
sus camas. Esa misma noche, los milicianos elaboraron una lista de siete
oblatos a los que sacaron del Convento y de los que no se supo nada más. Sé que
junto a los siete oblatos se encontraba también un seglar de Pozuelo, del que
no puedo precisar más datos, y que se lo llevaron junto con ellos.
¿Por qué te
parece que fueron detenidos? ¿No preverían ese peligro?
La causa de la detención no es más que una: que eran religiosos. La única
misión de mi tío y sus compañeros oblatos era el estudio y la oración. Nunca
jamás he sabido que tuvieran ninguna actividad de tipo político.
Sobre si preveían su detención, visto lo que estaban viendo a su
alrededor, pienso que la preveían. Yo creo que no pudieron evitar la detención
porque estaban encerrados en su casa y cumpliendo con su cometido.
Sobre la reacción y conducta ante la detención de los Siervos de Dios,
por las referencias que tengo, deduzco que asumieron sus obligaciones como
religiosos oblatos con todas las consecuencias.
¿Dónde y cómo vivió el período de clandestinidad?
Sé que del Convento de Pozuelo fueron llevados a la Dirección General de
Seguridad, donde les pusieron en libertad después de interrogarlos. Como mi tío
era uno de los que no tenían familiares ni conocidos en Madrid, fue a
refugiarse con otros oblatos a la Casa Provincial. Allí permaneció por el
espacio de unos quince días, hasta que unos milicianos, por orden del
Ministerio de Cultura, se incautaron de la casa y expulsaron a los oblatos que
allí estaban. Después fue a alojarse con el P. Esteban a una pensión en la
calle Carrera de San Jerónimo. Al parecer, durante el tiempo en que estuvo en
la pensión, fue movilizado, vistió el uniforme militar aunque no llegó a
incorporarse. El hecho de vestir de militar le permitió poderse mover con
libertad por Madrid y servir de enlace y ayuda para sus compañeros oblatos.
La familia, ¿estuvo al corriente de su situación?
Durante este tiempo, mi familia no supo nada de Juan José y pensaban que
habría sido trasladado a otra casa oblata de mayor seguridad como ocurrió en el
31. Una tía de Juan José recibió una carta suya en septiembre del 36 donde
decía: “Querida tía: comprendo que he tardado demasiado en dar señales de vida.
Yo estoy bien, por mí nada temáis. Dígaselo Vd. a mis hermanos.” Esta tarjeta
postal iba sin firmar y no estaba dirigida al hermano de Juan José sino a su
tía. La explicación que encuentra mi padre sobre este hecho es el siguiente:
una manifestación de la exquisita prudencia de Juan José que, para no
comprometer a sus hermanos, personas de derechas en un pueblo dominado por las
izquierdas, se dirige a su tía que, por estar considerada su familia como de
izquierdas, no podía levantar sospechas.
¿Cómo fue el final de su Viacrucis?
Por referencias de las mismas fuentes mencionadas anteriormente, sé que
Juan José y sus compañeros residentes en la pensión de la calle Carrera de San
Jerónimo, en una operación que llamaron “Limpieza contra la Quinta Columna”,
son detenidos y llevados a la Cárcel Modelo, donde permanecieron un mes,
aproximadamente, hasta que el Frente se situó en las proximidades de Madrid, en
la Ciudad Universitaria. De ahí, al desalojar esta prisión, les llevaron a la
Cárcel de San Antón hasta que les llevaron a Paracuellos del Jarama, donde
fueron fusilados. De estos hechos tenemos referencias documentales por una
carta del P. Emilio Alonso, Superior Provincial de los Oblatos después de la
guerra. En esta carta nos decía cómo Juan José y sus compañeros oblatos fueron
fusilados en Paracuellos del Jarama como componentes de la “saca” llamada “de Muñoz
Seca”, por ser este comediógrafo la persona más conocida.
Fue martirizado el 28 de noviembre de 1936 en Paracuellos del Jarama.
Ante el momento de su martirio, sé por la carta que escribió el P. Emilio
Alonso a mi familia, ya mencionada anteriormente, que los Siervos de Dios
Oblatos murieron perdonando a sus verdugos y con las palabras: “¡Viva Cristo
Rey!”.
De su vida concreta, ¿destacarías algún particular?
Su atención hacia pobres,
ancianos y niños.
Lo
puedo concretar, por las distintas opiniones que he ido recabando, a lo largo
del tiempo, en el pueblo, es que el Siervo de Dios era una persona con gran atención
hacia los pobres, los ancianos y los niños. En cuanto a los pobres, sé que
durante su época de Seminario Menor, en unas vacaciones, le dijo a su madre de
leche: “Madre Encarnación, ni un pobre sin limosna”. También visitaba a los
ancianos y enfermos, y le gustaba jugar con los niños. Por ejemplo, la visita a una
anciana, lo supe por una señora que se llama Felipa Camacho, a cuya madre
visitó Juan José.
Al apellidarme como él preguntaba a los que le conocieron. Recuerdo que el padre Lázaro Sáez me dijo que Juan José Caballero era muy tranquilo y pacífico.
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