Respondiendo a la petición de la comunidad
oblata de Pozuelo, que quería recabar datos y testimonios de los Oblatos
asesinados, el padre del Beato Gregorio Escobar, escribía:
Muy
señores míos y de mi mayor aprecio.
Habiendo
recibido mi hijo Francisco una carta , comunicando diese detalles de su hermano
Gregorio, de su infancia, para ser provechosos para la Comunidad y familia, he
tenido el gusto y la satisfacción de
detallar su vida tal y conforme la practicó a mis órdenes como padre. No tuve
falta de imponerme para nada con Gregorio, sabía bien su obligación como hijo,
como católico y como Religioso. Para mí que tenía algún don de Dios. Tengo que decirles a ustedes que siento mucho,
muchísimo, no se dirigieran a mí como padre. Nunca he olvidado a los Oblatos de
María Inmaculada. Las tías monjitas me aconsejan les mande las cartas que poseo
como una reliquia de mi hijo Gregorio. Según mi hijo Francisco ese Hno. Angel Arnáez,
que escribió, es de Abárzuza (Navarra).
Hilario Escobar, padre del Beato Gregorio Escobar, escribe:
A los
tres años le llevaron los abuelos a Villatuerta (Navarra), donde pasó en
compañía de los abuelos hasta los seis años. En Villatuerta se dedicó como un
chico bueno en bajarles a los pobres las limosnas muy contento.
Cuando
el abuelo le preguntaba ¿Tú que has de ser?, contesta. Obispo. Siempre la misma
contestación. Un día llamó un pobre anciano; al entregarle la limosna, el anciano
le dijo: “Tú serás santo”. Al oír esto, Gregorio corrió a contarlo al abuelo
saltando de contento.
A los
7 años entró en la escuela de Párvulos que dirigen las Hermanas de la Caridad
de Santa Ana en Estella.
Para
los 8 años ya sabía ayudar a Misa. Las Hermanas de santa Ana, al ver sus cualidades
y su bondad, lo destinaron para Acólito. Le daban tres pesetas al mes, el desayuno
y a veces a comer, de contentas que las Hermanas estaban con él.
No
tenía amigos, sus amigos eran los libros y sus hermanos. También fue acólito de
la Parroquia de San Juna Bautista de Estella.
Para
la edad de once años estábamos de Sacristanes de la Parroquia de San Pedro, La
rúa Mayor de Estella. Hasta la edad de doce años cumplidos. Él se encargaba de
preparar la ropa para la santa Misa y de ayudar, y ayudar a su difunta madre a
barrer y a limpiar la iglesia.
De
mayor, de la escuela de Párvulos del Colegio de Santa Ana, pasó a los Señores Maestros.
Su ingreso en los Oblatos
Ya en
la escuela de mayores pasó por Estella en Julio o agosto del 1924 un Padre Oblato
de María Inmaculada, el cual lo apuntó para religioso. El día 12 de septiembre
de 1924 a la 1 ½ de la tarde lo entregué en el convento de Urnieta (Guipúzcoa).
Las
primeras vacaciones: El día 22 de junio de 1925 vino a casa. Las vacaciones las
pasó en cuidarse de la iglesia y de casa como si fuera un muchacho de servicio,
descansado a su padre como sacristán, y a su madre. No se avergonzaba por nada
di por nadie, cogía la cesta y la lechera y a la compra. Así eran sus
vacaciones los años que vino a casa. El único recreo que tenía era andar con la
bici y le gustaba mucho.
La muerte de la madre
El
cuarto año de vacaciones, las pasamos amargas, pues Gregorio se encontró con su
querida madre enferma de gravedad. Él se cuidaba de todo, a todos animaba a
prepararnos para el día que Dios nos tenía asignado.
Gregorio
pasaba los días y las noches sentado a la cabecera de su madre, como si fuera
ya sacerdote que la preparaba a su querida madre para la hora de la muerte.
Llegó
el día en que Dios la llamó. El día 8 de septiembre de 1928.
¡Con
qué amor y con qué cariño hablaba a
todos para la resignación! ¡Como un santo! Por la muerte de su querida madre.
Razón
tenía el pobre anciano al que entregó la limosna en Villatuerta a los 5 años:
Tú serás santo”.
De
aquí pasó al convento del Noviciado de Las Arenas (Bilbao). A continuación a Pozuelo
de Alarcón.
El servicio militar
Le
toca en Pamplona (Provincia de Navarra) durante trece meses. Todos los día iba
a la Santa Misa. Varios días le tocaba ayudar
a D. Felipe Elguezábal, Canónigo y Notario Mayor del Obispado.
Venía
a casa muchos sábados hasta el lunes. Sus conversaciones con los familiares
eran de ir a misiones a buscarse el martirio, por Dios y por las almas. Decía:
yo quisiera me dejasen en España mientras viviera mi padre, pero ante todo el
martirio; yo no negaré la fe por nadie de este mundo.
Así
era mi querido hijo Gregorio. Vivió y murió como un santo. Su querido padre:
Hilario Escobar.
Dado
en Estella a 29 de septiembre de 1948, día de San Miguel Arcángel.
N. B. Gregorio escribía con frecuencia, muy
agradecido, a D. José María Sola, el sacerdote que lo orientó hacia los Oblatos
y le pagó el equipo de ropa para ingresar en el Juniorado. Lo consideraba en
cierto modo como su primer director espiritual. He aquí el extracto de una carta
en la que le da cuenta de su vida de piedad durante el servicio militar:
Bendición
y acción de gracias, mentales, a las comidas y el rezo del Santo Rosario que
suelo hacer en la cama. Misa y comunión hasta ahora únicamente los domingos que
he pasado aquí. Además, casi todos los días por la tarde procuro visitar alguna
iglesia, con preferencia la de S. Ignacio, en que está el Santísimo expuesto
todo el día. Esto lo hago durante las dos horas que tenemos de paseo todos los
días. Ésta es aquí mi vida religiosa. Estoy con otros dos de mi convento. Hemos
visitado al Vice-Rector del Seminario que nos ha dado facilidades para pasar
algún rato con él. Así mismo he visitado otro conventos, pero como no conocemos
a nadie…
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