miércoles, 28 de mayo de 2014

"Ya no te quieren los frailes"


Por perder un ojo, ¿tendría que renunciar a su vocación? He ahí el dilema de este joven aspirante al sacerdocio. Cecilio Vega Domínguez nació en Villamor, a orillas del Órbigo. Hijo de labradores, no será ni labrador ni pescador de truchas en ese río: el Señor parecía haberle llamado a trabajar en su viña o para hacerlo pescador de hombres allende los mares. Crece en el seno de una gran familia, sencilla y profundamente religiosa. La pérdida de la vista de un ojo es todo un drama, porque ese imprevisto, al parecer del párroco, podía bloquear su ideal misionero, ideal que se verá trocado por el martirio. Cuando s incia la quema de conventos y arrecia la persecución, su padre le invita a volver a casa para evitar la muerte; pero él no se echa atrás y le responde que está dispuesto a morir.


Su hermana Manuela, con más de 80 años, imposibilitada para acudir ante el tribunal diocesano de Madrid, en 1999 hizo una declaración jurada ante el párroco, avalada por el obispado de Astorga, que se puede leer a continuación.


Villamor: talla del Mártir,en un altar lateral de la iglesia 

DECLARACIÓN DE SU HERMANA

Me llamo Manuela Vega Domínguez, nacida el 4 de julio de 1916, en Villamor de Órbigo, provincia de León y diócesis de Astorga. Soy hija de Juan y Micaela. Casada, con cuatro hijos. Católica practicante. Domiciliada en Villamor de Órbigo.
Soy hermana del Siervo de Dios Cecilio Vega Domínguez. Hemos sido nueve hermanos: Jacinta, Elisa, Cecilio, yo misma, Virginia, Fermín, Ángel (ya fallecido), Maria Purificación (que murió cuando sólo tenía una semana) y Ángel, que llevó el nombre de su hermano fallecido. En la actualidad solamente vivimos dos, Ángel, que está muy sordo y es muy difícil comunicarse con él, y yo.

Mi hermano Cecilio era un buen muchacho. No era muy trasto. Los mayores dicen que era muy humilde y que era un niño más bien tímido.
Me acuerdo de cuando hizo la primera comunión. Por aquel entonces era un día alegre. Íbamos a la casa del señor cura a tomar chocolate, pero no era como ahora.
En la familia rezábamos el Rosario y teníamos la Sagrada Familia (capillita) que todos los meses venia y viene por las casas. El Rosario lo rezábamos todo el tiempo, y, en tiempo de verano, cuando había mucho trabajo, mi padre nos rezaba el Rosario de la Buena Muerte, que era más rápido. Y, por supuesto, íbamos siempre a Misa.

Cecilio tenía una devoción especial al Santísimo Sacramento y también a la Virgen María. Y yo creo que también a San Antonio. Él me enseñó la oración de San Antonio.
Me acuerdo de cuando fue al seminario de los Oblatos. El estaba en la escuela y fue un fraile a la escuela. No era un fraile conocido de aquí. Y cuando Cecilio vino de la escuela le dijo a mi padre: “Voy a ir a los frailes”.
Y mi padre le dijo: “Y ¿cómo te da por ir a los frailes? Dime por qué”.
Y Cecilio contestó: “Porque allí es otra cosa muy distinta a la de aquí.
Mi padre le dijo: “Aquí, el que quiera ser bueno, también puede serlo”.
Él se empeñó en que tenía que ir y mi padre le dijo: “Bueno, hijo, tu alma tu palma. Haz lo que quieras”.
Mi madre sintió que marchara, pero bueno. Él dijo que vendría de vacaciones. Antes había ido el P. Angel Vega. Creo que se fue a los Oblatos por el fraile que fue a la escuela. Acaso también porque estaba el P. Vega. No lo puedo precisar bien.

Villamor: iglesia parroquial 

Cuando venía de vacaciones seguía siendo un buen muchacho. Antes de ir a los frailes nos peleábamos alguna vez, pero después, nunca. Y delante de mi padre y de mi madre, nunca.
 Vino de vacaciones. Era catequista. Iba a ayudarle al señor Cura. Nos enseñaba muchos cantos, sobre todo para la comunión, aunque ya no me acuerdo de ellos. Sí recuerdo uno que decía: "La puerta del Sagrario, quién la pudiera abrir; Jesús, entrar queremos, llegar a Ti"

El drama del ojo

Y el tercer año, cuando vino, iba con mi padre a las tierras, a regar. Y mientras trabajaba, le dijo a mi padre: "¡Padre, que perdí un ojo!"
Le saltó una piedra muy pequeña a un ojo y sangraba. Le llevaron a Astorga y le hicieron una cura, pero la piedrecilla aquella no se la sacaron.
Después, cuando vino a casa y fue a ayudar a misa, le dijo el señor Cura, que se llamaba Don Emilio Prada:
- A ti ya no te quieren los frailes
- ¿Por qué?
- Porque los frailes son muy escogidos, y gente enferma y gente tonta no la quieren.
        Vino para casa, cuando vino de misa, llorando a gritos.
Mi padre le dijo: “No te preocupes, si quieres ser bueno, igual puedes ser aquí que allí. También hay gente buena en el mundo, que no están retirados".
Y luego mi padre le dijo: “Tú les escribes a los frailes”.
Y les escribió diciéndoles lo que le pasaba. Y los frailes le contestaron diciéndole que estuviera tranquilo.
De esa carta me acuerdo yo estupendamente. Le decían: "Cuando vaya el padre a recogerlos - no recuerdo qué padre era - que te lleve a la estación de Veguellina tu padre, y allí te recogemos nosotros. Y así fue la cosa.
Yo creo que era ya el último año que vino de vacaciones. Y después, en el colegio, cuando estaba en los frailes, iba perdiendo vista. Escribió un fraile diciendo que Cecilio perdía mucha vista, que le lleváramos a un oculista, pero que no fuera el que le atendió la primera vez, porque le dejó muy mal curado.
Vino para casa y lo llevó mi padre a León, y estuvo ocho días en León, en casa de José Guerra, mientras le hacían las curas. Y cuando escribió a los Padres diciéndoles que ya estaba en casa y que había recuperado bastante vista, le dijeron que, cuando llegara el tiempo, vendrían a recogerlo a Veguellina.
Después no volvió más. Escribía cartas y en las cartas decía que estaba bien, que andaba como todos, que iba de paseo. José Guerra era compañero suyo en Urnieta, y debían ser buenos amigos. Pero después ya no supimos más de él.

Noticia del martirio

La noticia de la muerte de Cecilio nos llegó por medio del señor Modesto, el padre de Juan Antonio Pérez, de Santa Marina. El vino a traemos la noticia, porque a nosotros no nos mandaron carta ninguna. Nos dijo que le habían dicho que nos lo comunicara a nosotros. No me acuerdo muy bien cuándo fue. Recuerdo que no se había terminado la guerra.
Sí llegó una carta de él, pero cuando ya le habían matado.

Ante la situación que se vivía, porque se oía que estaban quemando conventos, mi padre le había escrito una carta diciendo que viniera para casa, y Cecilio contestó diciendo que no, que en el convento no entraba nadie, porque estaba muy amurallado, y que podíamos estar tranquilos. Y recuerdo que decía: "Si es que tengo que morir, igual da que vaya para casa que no vaya, porque me buscan por donde quiera que esté." Estas palabras sí que puedo asegurar que las decía en la carta aquella.
En aquella carta, al fin y al cabo, decía que estaba dispuesto a morir. Y cuando su carta llegó a nosotros, él ya había muerto.
Cuando llegó la noticia, no había consuelo para mi padre ni para mi madre. Lo mismo para uno que para otro. Lo pasamos muy mal. Mi madre decía que si no pasaba aquello, que ella enfermaba.

Un auténtico Mártir

A Cecilio, como a los otros, le mataron por ser religioso. La gente del pueblo daba el pésame a mis padres diciendo que son cosas de Dios, que tuvieran paciencia..
La gente lloraba, lo mismo cuando llegaba la noticia de los que morían en el frente. Pero al tratarse de un religioso era otra cosa.
Cuando moría un religioso la gente los sentía más, porque aquí todos somos de Iglesia. Me acuerdo de que mi hermana Elisa siempre decía que eran mártires, no sólo Cecilio, sino todos los que murieron como él. Y mi madre también decía que murieron mártires, que fueron sacrificados como Jesucristo.
Yo creo que les mataron porque eran religiosos, porque tenían fe. Además él podía haber venido para casa y quiso quedarse en el convento, sabiendo que los podían matar.
Mi padre decía: "¡Qué vamos a hacer!” Y toda la vida dijo que le mataron por ser fraile, que si no hubiera sido fraile no le hubieran matado. Y la gente del pueblo decía lo mismo, de Cecilio y del P. Anselmo, que era un Pasionista, aquí del pueblo, al que también mataron.
Decían que murieron mártires. Y la gente que iba a casa a pasar un rato con mis padres, lo decían también, que murieron mártires, que marcharon derechos al cielo, por el martirio que sufrieron.

Le mataron por ser buenos, porque ellos no hacían mal a nadie. Y no quisieron renegar de su fe en Jesucristo.
Yo creo que está en el cielo, y cuando rezo, le rezo para que me guíe por el buen camino. Y le rezo como se reza a San Antonio o a San Roque, porque para mí es un santo como ellos.

Intercesor ante Dios

Mi hermana Elisa me dijo que le había pedido una cosa y que se  la había concedido, pero nunca me dijo qué había sido. Decía que era un milagro, pero nunca me dijo lo que había pedido. También decía que en sus necesidades acudía a él y que muchas veces le había ayudado.
Mi madre también le rezaba y le pedía que nos concediera la gracia a todos...

Fama de Santo

En el pueblo, la gente, lo mismo a Cecilio que al P. Anselmo, el Pasionista, le ponen algo especial en su muerte.
Quiero que les beatifiquen, y lo pueden hacer por el martirio que llevó y por lo que fue Cecilio en su vida.
Primeramente quiso ir a los frailes y mis padres, de momento, le dijeron que no fuera.
En segundo lugar porque después perdió el ojo y vino llorando, porque él quería ser religioso..Y en tercer lugar por la carta que había escrito mi padre, diciendo que viniera para casa, que iba a estallar la guerra y lo primero que hacían era quemar conventos, y la contestación que él dio, diciendo que estaba dispuesto a morir.
Yo creo que está en el cielo y que, por su intercesión se me conceden algunas cosas. También creo que en la familia le rezarnos todos y todos creemos que es mártir.
Y creo que todos quieren que lo beatifiquen. Y lo quiere todo el pueblo.
Cuando dijo el señor Cura que iban a iniciar la Causa, todo el mundo nos daba la enhorabuena. Ha sido algo parecido a lo que decían a mis padres, cuando llegó la noticia de la muerte de Cecilio.
          Villamor de Órbigo, 12 de agosto de 1999

                      Fdo.: Manuela Vega Domínguez.


Villamor: retablo del altar mayor.
                      
En el margen izquierdo aparece el sello en forma ovalada con el dibujo en el centro de san Julián y alrededor la leyenda que dice: “IGLESIA PARROQUIAL DE SAN JULIAN   VILLAMOR DE ORBIGO”.

Yo, Constantino Prieto, Cura Párroco de Villamor de Órbigo, doy fe de que Manuela Vega Domínguez ha firmado ante mí la Declaración que antecede.
Fdo.: Constantino Prieto

Vº Bº: C. Otero, Can. Sro. Firmado y rubricado.
En el margen izquierdo aparece sello en forma circular con el dibujo de un escudo en el centro y alrededor la leyenda: “CANCILLERÍA SECRETARÍA DEL OBISPADO – ASTORGA –



Río Órbigo


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