"Justín", diminutivo típicamente leonés, era el nombre con que se designaba en casa al Benjamín de la familia. Hoy nos habla de él su sobrino Manuel Fernández Álvarez, 66 años, casado, profesor jubilado, licenciado en Filología Románica.
Observaciones sobre el testigo y el contenido de su deposición: Manolo es sobrino carnal por línea paterna del Mártir Justo Fernández. Tiene referencias directas de los miembros de su familia y de los Oblatos supervivientes con los que ha convivido durnte años, porque estuvo en el Seminario Menor, el Noviciado y el seminario Mayor. Aporta además varias cartas de Justo a su familia.
Familias profundamente cristianas
Los padres del Siervo de Dios se llamaban Gorgonio Fernández y María González, naturales de Huelde (pueblo hoy desaparecido bajo las aguas del Pantano de Riaño), tuvieron doce hijos, siendo mi tío Justo el menor y mi padre el mayor. Sobre la conducta religiosa de los padres del Siervo de Dios, únicamente he de decir que, de los doce hijos, tres fueron religiosas de la Sagrada Familia de Burdeos; dos sacerdotes diocesanos; un franciscano; y un oblato además de Justo. De los consagrados a Dios solamente vive una, sor Dionisia. Los otros cuatro hermanos estaban casados.
Observaciones sobre el testigo y el contenido de su deposición: Manolo es sobrino carnal por línea paterna del Mártir Justo Fernández. Tiene referencias directas de los miembros de su familia y de los Oblatos supervivientes con los que ha convivido durnte años, porque estuvo en el Seminario Menor, el Noviciado y el seminario Mayor. Aporta además varias cartas de Justo a su familia.
Mártires Oblatos de España. Justo, al cento de la fila más alta
Familias profundamente cristianas
Los padres del Siervo de Dios se llamaban Gorgonio Fernández y María González, naturales de Huelde (pueblo hoy desaparecido bajo las aguas del Pantano de Riaño), tuvieron doce hijos, siendo mi tío Justo el menor y mi padre el mayor. Sobre la conducta religiosa de los padres del Siervo de Dios, únicamente he de decir que, de los doce hijos, tres fueron religiosas de la Sagrada Familia de Burdeos; dos sacerdotes diocesanos; un franciscano; y un oblato además de Justo. De los consagrados a Dios solamente vive una, sor Dionisia. Los otros cuatro hermanos estaban casados.
El ambiente familiar de los padres, así como de los hermanos
carnales del Siervo de Dios, estaba sólidamente anclado en el cristianismo.
Conocimiento de los otros Mártires y sus
familias.
De familiares de los otros Siervos de Dios Oblatos, aunque el
trato que he tenido con ellos ha sido poco, conozco a dos hermanas de
Serviliano que son religiosas de la Sagrada Familia de Burdeos; un sobrino y
una sobrina de él. También conozco parte de la familia del Siervo de Dios
Clemente Rodríguez que tiene una hermana religiosa también en la congregación
de la Sagrada Familia de Burdeos, un Oblato, el Padre Miguel, ya fallecido, y
el Padre Felipe, Franciscano.
Conocí
también al hermano del Siervo de Dios Padre José Vega, llamado Álvaro Vega,
misionero Oblato ya fallecido.
También
conocí al Padre Máximo Prado o.m.i., hermano del Siervo de Dios Eleuterio
Prado.
Por
lo que yo conocí, el ambiente religioso de estas familias era bueno, del mismo
espíritu y ambiente que la nuestra.
Origen de la vocación de Justo
Dadas las prácticas
religiosas y la solidez cristiana de la familia, donde la madre era de comunión
diaria y se rezaba el rosario en familia, el Siervo de Dios se educó en ese ambiente
religioso. Él, que era el menor de los hermanos, a la edad de 11 ó 12 años manifestó
su deseo de ser misionero como su hermano Tomás, que era Oblato y fue ordenado
sacerdote en San Antonio (Texas).
Podría decirse que la vocación del Siervo de Dios nació también
en el ambiente familiar. Como anécdota que yo he escuchado en el seno de
mi familia, puedo decir que el
Siervo de Dios fue enviado un curso a
Riaño con un “Domine”, que era una especie de preceptor y preparador para los
que iban al Seminario; Mi tío Justo iba con un cierto retraso en los estudios
por culpa de un maestro que no se aplicaba convenientemente en la formación de
los niños. Al volver de Riaño, su padre, por gastarle una cierta broma, le dijo
que no valía para ir al Seminario; él se echó a llorar desconsoladamente.
En la carta fechada en la Escuela Apostólica de Urnieta
(Guipúzcoa) el 13 de octubre de 1929, puede verse una serie de faltas de
ortografía y que escribía guiándose sobre todo por el sonido de las palabras.
Puede notarse la formación humanística con el paso de los años entre esta carta
de octubre de 1929 y las de años posteriores. Muy probablemente esta carta
fuese la segunda que escribiese en su vida, un mes después de entrar en el
Seminario Menor.
Inquietudes religiosas en su infancia
Otra anécdota es, que acompañando a su madre a la Iglesia y
viendo que la imagen de san Justo no tenía velas, le preguntaba las razones por
las cuales no las tenía. De lo que yo he oído en mi casa, siendo niño, tenía
inquietudes sobre las cuestiones religiosas, pues le preguntaba mucho a su
madre.
Hay también otra anécdota que marca su religiosidad siendo
niño, pues tendría alrededor de los 11 años. Estaba con otros dos niños guardando
el rebaño y oyeron tocar a muerto. El Siervo de Dios les invitó a rezar un
Padre Nuestro “por el alma de tío Francisco”, que era familiar suyo. Los tres
se pusieron de rodillas a rezar.
Sobre la preparación a la primera Comunión, he oído a la tía
sor Dionisia, hoy religiosa en la Sagrada Familia de Burdeos, que le ayudó a prepararse
para recibir el sacramento.
Como se puede observar, la infancia y adolescencia del Siervo
de Dios transcurrieron en un ambiente familiar de piedad.
Su orientación hacia la vida religiosa
Sobre el origen y desarrollo de su vocación religiosa, primeros
indicios de vocación e ingreso en los Oblatos, ya he declarado anteriormente,
que tenía un hermano Oblato y tres hermanas de la Sagrada Familia de Burdeos,
congregación muy unida a los Oblatos. El Padre Alonso o.m.i. era también muy
amigo de nuestra familia. Todo esto influyó en su vocación para ingresar en los
Oblatos.
Con relación a cuándo ingresó en los Oblatos, fue en septiembre
de 1929, y tendría alrededor de los 13 años.
Sobre el Noviciado lo único que puedo decir es que el día de la
Profesión estuvo acompañado por su madre, su hermano oblato Tomás, su otro
hermano franciscano, fray Felipe y los otros dos hermanos sacerdotes
diocesanos.
En cuanto al Seminario
Mayor, lo que sí puedo decir con toda certeza, es que solamente estuvo un año,
porque después de los cinco años de Seminario Menor, uno de Noviciado, pasó al
Seminario Mayor en Pozuelo de Alarcón para hacer el curso 1935-36.
Clima sociopolítico en España y en Pozuelo
El ambiente general sociopolítico de 1936 era en contra de la
Iglesia, de persecución a la misma, con quema y saqueo de conventos.
Sobre el clima que se respiraba en Pozuelo de Alarcón contra
los Misioneros Oblatos, ya estando yo en el Seminario Menor de Las Arenas, el
Padre Superior Isaac Vega, ya nos contaba cómo fueron perseguidos, encarcelados
y cómo el mismo Convento de Pozuelo fue convertido en cárcel al poco tiempo de
estallar la guerra, aproximadamente el 22 de julio. Dos días antes, el 19 de
julio los milicianos habían hecho una primera entrada en el Convento so pretexto
de requisar las armas que tuvieran los
frailes.
También, antes del estallido de la guerra, el 18 de julio,
había gentes que se metían con los Oblatos, bien cuando pasaban por delante del
Convento, bien cuando los mismos Oblatos habían de salir a la parroquia para
participar en actos de culto. Ese clima o actitud se debía al clima de
persecución y al odio contra la fe en el que se vivía en esa época y Madrid y
sus alrededores.
Como corderos llevados al matadero
El Siervo de Dios fue detenido con los demás compañeros el día
22 de julio. Digo que fue detenido, porque toda la Comunidad quedo privada de
libertad en el mismo Convento, de manera que puede decirse que fue su primera
cárcel. Yo esto lo he sabido, como he declarado anteriormente, por los comentarios
de mis Superiores, que fueron supervivientes de todos aquellos acontecimientos.
En cuanto a si preveían su detención, por las cartas que acabo
de entregar a la Comisión Delegada, se ve que era un tanto optimista, aunque yo
pienso dado que eran escritos dirigidos fundamentalmente a su madre, intentaría
apaciguar y calmar las noticias que pudiesen llegar al pueblo.
Una vez que los milicianos habían entrado por primera vez en el
Convento el día 19 de julio, por las referencias a las que anteriormente he
hecho mención, supe que la Comunidad preveía que podían volver de nuevo y ser
detenidos. Por los datos que tengo estimo que no pudieron evitar la detención.
Sé por referencias de los supervivientes y porque lo he leído que días antes
hubo una reunión del Consejo de profesores y decidieron quedarse. Las razones
de tal decisión las desconozco, pero considero que si optaron por esa decisión,
sería porque creyeron que era la más oportuna.
Mi tío y sus compañeros fueron detenidos por los milicianos y
su reacción y conducta fue como “corderitos”. Algún superior, en el primer
momento, manifestó sus interrogantes ante la actitud de los milicianos pero
tanto ellos como el resto de la Comunidad de los estudiantes no podían hacer
otra cosa que obedecer.
Asesinan al primer grupo
Por referencias de oídas y de lo que también he leído, a los
Siervos de Dios los cachearon en el mismo Convento de Pozuelo; los bajaron al
comedor que también hizo de dormitorio. La noche del 23 al 24 llamaron a los
primeros 7 Oblatos, junto con el laico Cándido Castán, y éstos ya no volvieron
ni se supo más de ellos. Se comentaba que los hubieran podido matar en las
tapias del Cementerio de Aravaca, en la carretera de Boadilla o en la Casa de
Campo. Posteriormente, el día 24 al mediodía sacaron a toda la Comunidad, ya
pensaban que los llevaban al martirio, los condujeron a la Dirección General de
Seguridad donde los interrogaron y al
día siguiente los dejaron en libertad. Se dispersaron por donde
pudieron, buscando el refugio, unos en la Casa Provincial de Diego de León 32,
otros en casas o pensiones conocidas.
Confesión sin ambages
He oído comentar dentro de mi familia que mi tío Justo fue a
refugiarse en casa de unos señores de la tierra, en donde se hospedaba un primo
suyo llamado Alfredo, de profesión abogado, que pertenecía a la Acción Católica
y militante de la CEDA (partido de derechas fundado por Gil Robles). No puedo
precisar los días que estuvo allí. En cuanto a la nueva detención, hubo una especie
de registro general y que los milicianos entraron en muchas casas y pensiones.
Preguntaron a mi tío Justo cuál era su profesión, a lo que contestó que estudiante.
Le preguntaron de nuevo qué era lo que estudiaba y contestó que seminarista
religioso. Su primo Alfredo contestó a los que hacían el registro que si por ser
seminarista religioso se lo iban a llevar, lo que le valió también que se lo
llevasen a él. Por referencia de mi familia supe que la novia de Alfredo, días
después, se enteró de que lo habían matado en las tapias de la Almudena y fue a
cerciorarse de este hecho.
Su mayor anhelo en la cárcel: ser Mártir
Se sabe que el día 15, mi tío Justo estaba con todos los demás
en la cárcel Modelo. Sobre la vida en general de la cárcel, lo único que puedo
decir es lo que he leído y también lo que he oído a los supervivientes, como
por ejemplo a los padres Adolfo Labiano, Isaac Vega, Basilio Leal. Estos
hablaban de que estaban prácticamente sin ropa de abrigo, hacinados, muy mal
alimentados, con mucho frío y temerosos cada vez que oían el grito de “¡oído!”,
que era cuando llamaban para sacarlos y fusilarlos. A mí me impresionó
muchísimo, estando yo en el Seminario Menor, en una ocasión en que el Padre
Martín, superviviente, fue por allí y nos contó el caso del estudiante Serviliano
Riaño. El día 8 de noviembre después del grito de “¡oído!” y escuchar el nombre
de Serviliano Riaño Herrero, éste se dirigió a la celda donde estaba el Padre
Martín y por la mirilla le dijo sollozando: “Padre Martín, deme la absolución,
que me llevan”. Su cuerpo apareció después en el lugar llamado Soto de Aldovea
y pudo ser reconocido gracias a un resguardo que llevaba en el bolsillo del
pantalón de una cantidad de dinero que le habían requisado en la cárcel. Sus
restos, posteriormente, fueron depositados en una fosa común en Paracuellos del
Jarama.
Por lo que he oído también a estos padres, de la cárcel Modelo
los condujeron a la Cárcel de San Antón y allí se debieron establecer
“tribunales populares” tipo “checa” y los sometieron a interrogatorios.
En casa de mi
abuela, en el comedor, siempre vi una foto de mi tío Justo, que luego pasó a
casa de mi padre, en un cuadro de unas dimensiones de 40x50 cm.; en el centro
está la foto de mi tío; hacia la derecha, mirándolo de frente un texto que
dice: “fusilado por los rojos en Madrid, el 28 de noviembre de 1936”; a la
izquierda otro texto que según quiero recordar, dice: ”Su mayor anhelo en la
cárcel fue ser mártir de Cristo”. Abajo aparece el nombre de mi tío y también
la palma del martirio y la bandera nacional.
El móvil que los guiaba era sobrenatural y por los testimonios
que tengo oídos, eran conscientes de que los mataban por odio a la fe, que la
causa de su muerte era el ser religiosos y que podían haberse librado si
hubiesen mentido. Ya he declarado anteriormente, que mi tío, cuando estaba en
la casa con su primo Alfredo, declaró que era seminarista religioso.
El martirio tuvo lugar el 28 de noviembre de 1936 en Paracuellos
del Jarama.
Fama de martirio
En mi familia, desde
siempre, la fama, convicción y creencia es que mi tío Justo es mártir. Siempre
vi un recordatorio tipo carpeta con su foto y el texto de “mártir” o “martirizado
el 28 de noviembre de 1936”. Además el cuadro-foto del que ya he hecho mención
anteriormente. A mi abuela, así como a mis tías, yo siempre les he oído hablar
del “mártir Justín”, así como también siempre he oído hablar, en el seno de mi
familia de los “mártires Oblatos”. Yo he visto a mi abuela María, la madre de
mi tío Justo, al emitir la expresión de “mártir Justín” cómo se emocionaba y
lloraba entre resignada y jubilosa.
La fecha del 28 de noviembre, en aquellos primeros años posteriores
a la guerra, se recordaba con afecto y devoción, y tengo la idea lejana de que
alguna vez se celebró el funeral de cabo de año. También tengo oídas conversaciones
en las que se manifestaba que la muerte del tío Justo fue porque era religioso.
Yo era niño y me impresionaba la edad que tenían los Siervos de Dios cuando fueron inmolados.
Además de mi familia, y también como vivencias personales, pude
vivir en mis años de Seminario Mayor en los Oblatos cómo se les consideraba
mártires. En un pasillo estaba un cuadro con la fotografía general de todos; en
el patio había una cruz como recordatorio de los mártires donde con frecuencia
se oraba. Estando en la Comunidad de los Oblatos, al menos fui dos veces a
Paracuellos del Jarama y una tercera lo hice con la tía monja, sor Dionisia, y
mi tío Oblato Tomás Fernández.
Se encomiendan a él
Yo me encomiendo a mi tío Justo y a los otros Siervos de Dios
con un recuerdo afectivo, y sé que en mi familia, no sólo mi abuela, sino
también los otros miembros, han rezado y rezan al tío Justo. La fama de
martirio también ha seguido viva en la Congregación de los Oblatos, y en el
mismo pueblo de Pozuelo existe una calle que se llama “Mártires Oblatos”.
Sobre si sé que se haya obtenido algún favor por intercesión de
mi tío Justo, puedo decir un hecho que me ocurrió a mí. Siendo niño, tuve un accidente
de bicicleta y como consecuencia del mismo la rotura del cúbito y el radio del
brazo izquierdo. Me hicieron una cura en la localidad de Riaño y me enyesaron
mal el brazo, ya que, como consecuencia de esta cura los huesos soldaron mal.
Hubo que intervenir quirúrgicamente por dos veces y como consecuencia de la
segunda intervención, los dedos de la mano se pusieron negros y el cirujano
manifestó a mi tía Alfonsa, religiosa de la Sagrada Familia, que si en 24 horas
no desaparecía ese estado de la mano, tendría que cortar el brazo. Mi tía sor
Alfonsa me puso por la parte de arriba del brazo una estampa del fundador de su
Congregación y por debajo el recordatorio del tío Justo y me encomendó, e
invitó a los demás miembros de la familia y religiosas de la clínica a que me
encomendasen al tío Justo para que me curara. A la mañana siguiente empecé a
mover los dedos y salvé el brazo.
Sobre otras gracias, mi tía sor Alfonsa contaba, que en la clínica
en la que ella se encontraba destinada, había una mujer que había tenido graves
problemas en el parto con riesgo de su vida. La encomendó al “mártir Justín” y
aquella señora salvó la vida.
Estando destinada en una clínica de Málaga, una señora con un
mal importante de riñón también salvó la vida, al encomendarla al Siervo de
Dios.
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