El P. Camilo, 69 años, nació, como su tío en Prioro, León.
En el momento de su deposición, residía en el Sáhara, donde ha pasado la mayor
parte de su vida misionera: La Güera, Villa Cisneros y El Aaiún. Residencia:
Misión Católica, B.P. 31. Laayoune (Marruecos).
Es sacerdote y religioso profeso en la
Congregación de los Misioneros Oblatos de María Inmaculada. Declara sobre el
Mártir Serviliano, pero hace alusiones a Eleuterio Prado:
conoce algo de él, por ser hijo del mismo pueblo.
Los 23 Mártires de Pozuelo. Serviliano, extremo derecha
Soy sobrino carnal del Siervo de Dios Serviliano Riaño Herrero. No llegué a conocer personalmente a mi tío, pero tengo muchas referencias de él porque yo, siendo niño, viví con los padres del Siervo de Dios, que son mis abuelos, y, posteriormente en la Congregación, también he tratado directamente con supervivientes que vivieron en la cárcel con él.
Su familia
Los padres del Serviliano se llamaban Rosendo Riaño Herrero y Gabina Herrero Martínez. Su condición socioeconómica era la de unos labradores y ganaderos. Gente sencilla, no adinerada, pero que no pasaba necesidad. Era una familia muy religiosa, de hecho dos de sus hermanas, Sabina y Consuelo, son religiosas de la Congregación de la Sagrada Familia de Burdeos. La familia estaba compuesta por los padres y siete hermanos. El ambiente familiar era muy bueno, rezaban el rosario en familia diariamente, participaban en la Eucaristía dominical, en el viacrucis en cuaresma. Mi abuelo era cofrade del Santísimo Sacramento.
Al conocer su muerte, mi abuelo me pidió que ocupara su
lugar
De la niñez y
adolescencia sé que tenía una gran memoria, una capacidad especial para la poesía.
En el aspecto religioso, sé por el maestro del pueblo, que más tarde fue mi
profesor, que tenía un recuerdo de mi tío como un niño aplicado, formal. Sé que
sus compañeros de colegio le admiraban por lo que éstos me comentaron.
Mis abuelos tenían buen recuerdo de todos sus
hijos, pero un sentimiento especial hacia su hijo Serviliano por su entrega a Dios.
Cuando fue asesinado, mi abuelo lo sintió profundamente y me expresó el deseo
de que yo ocupase su lugar como religioso.
El origen de su vocación está relacionado con
dos Oblatos que eran de su pueblo. Uno de ellos, el P. Máximo Prado, le inició
en el camino de la vocación oblata. Los primeros indicios de su vocación religiosa
se manifestaron, aproximadamente, hacia los once o doce años. No puedo precisar
la fecha en que ingresó en el Seminario Menor de los Misioneros Oblatos.
El Mártir Eleuterio
Prado Villarroel, también de Prioro
Los 3 Oblatos de Prioro: Eleuterio, Máximo y Serviliano
Los padres de Eleuterio eran gente sencilla
como mis abuelos y como éstos, se dedicaban a la agricultura y ganadería.
Recuerdo que la madre de Eleuterio, Dominga Villarroel, se dedicaba a vender quesos
por los otros pueblos, ocasión que aprovechaba para hablar de la Asociación de
las Marías de los Sagrarios a la que ella pertenecía; en sus viajes también
aprovechaba para visitar a otros miembros de dicha asociación.
Todo lo que he declarado hasta ahora lo he
sabido por el conocimiento directo que he tenido, tanto con mis abuelos, con mi
familia y con la familia de los Prado.
En vacaciones, ayudaba en la parroquia en las
misas.
Por referencias del P. Isaac
Vega, su compañero de curso, y del P. Julio Rodríguez, que, siendo mayor que
él, convivió con él algún año. Sé que mi tío era un buen compañero y estudiante,
a juzgar por los resultados que obtenía. Sé que destacaba en él la devoción a
la Eucaristía y a la Santísima Virgen.
Por testimonios de
profesores del Siervo de Dios, sé que mi tío se mostró en todo momento como un
buen religioso. El ministerio apostólico que el Siervo de Dios desempeñó fue el
propio de un seminarista de aquella época: dar catequesis en parroquias de los
alrededores como Aravaca, Húmera.
Estas referencias me
fueron dadas cuando yo estudié en el Seminario Mayor.
Odio a muerte contra el P. José Vega
El ambiente sociopolítico
que existía en Madrid y sus alrededores a mitad del 36 era muy tenso, muy incierto
y sobrecogedor para los católicos. Por las referencias que tengo de los que
vivieron en aquel momento y lograron sobrevivir, había un grupo izquierdista
que tenía en entredicho al P. José Vega por su cercanía con los trabajadores.
Este sentimiento de rechazo se extendía hacia el resto de la Comunidad de los
Misioneros Oblatos. Los católicos no podían hacer nada por miedo a la cárcel.
Desde la calle se insultaba y amenazaba a los Misioneros Oblatos.
Este clima se debía a
una descristianización general, que se vivía en un gran núcleo de la población
de Madrid y que se iba extendiendo cada vez más llegando hasta el odio a la fe.
Sobre la detención de
los Siervos de Dios, Serviliano, Eleuterio y los otros compañeros Oblatos, por
las referencias que yo tengo, el día 19 de julio, los milicianos hicieron una
primera entrada en el Convento, efectuando un registro. Fue el día 22 de julio
cuando los milicianos entraron y tomaron posesión del Convento.
Esta casa ya no es vuestra
Las referencias que
tengo sobre lo que sucedió es que les metieron a todos en el comedor mientras
los milicianos registraban los cuartos. Les despojaron de los instrumentos
cortantes (navajas) que pudieran tener en los bolsillos. Les impusieron
vigilancia hasta para ir al servicio. Se les dijo que aquella casa ya no les
pertenecía, sino que pertenecía al pueblo y al partido. Creo que les
permitieron subir a la Capilla, consumir el Santísimo y devueltos al lugar
donde les tenían encerrados, sin permitirles hacer ningún comentario.
Al día siguiente, en la
madrugada del 23 de julio, los milicianos leyeron una lista de siete a quienes
se llevaron y de los que no se volvió a saber nada. Al día siguiente fue el
Alcalde de Pozuelo al Seminario y les dijo que no tuvieran miedo, que
estuvieran tranquilos porque no les iba a pasar nada. Uno de los Padres Oblatos
le respondió: “¡Cómo que no pasa nada! ¿Dónde están los siete que se llevaron?”
La tarea del P. José
Vega era profesor de moral; la del P. Juan Antonio Pérez, dar filosofía; la del
P. Francisco Esteban el Superior Provincial de los Oblatos; la tarea de mi tío
Serviliano, Eleuterio Prado y los otros Siervos de Dios oblatos, la propia de
seminaristas. Ninguno de los Siervos de ellos tuvo alguna tarea o trabajo con
significación política.
Testimonio de dos supervivientes
Acerca de la conducta de
los Siervos de Dios ante la detención, recuerdo que el P. Delfín Monje expresó más tarde:
“Nunca estuve mejor preparado para morir”.
Todo lo que he declarado,
y cuando digo por referencias, hago relación a lo que nos contaban los testigos
directos supervivientes. Los que más cerca estaban de mi tío Serviliano eran el
P. Mariano Martín y Porfirio Fernández.
Por referencias que
tengo, el Alcalde de Pozuelo consiguió trasladar a la Comunidad de Pozuelo a la
Dirección General de Seguridad para librarles de las manos de los milicianos.
Allí les tomaron declaración y les dejaron en libertad, marchando cada uno a
refugiarse donde pudo, sin que pueda precisar dónde se refugió concretamente mí
tío, ni Eleuterio. Lo que sí puedo decir es que en casa de mis abuelos estaban
muy preocupados porque, mientras tenían noticia de los otros dos hijos que
estaban en el frente, de su otro hijo Serviliano, no sabían nada. Esto lo sé
por referencias de mi familia.
Ya he declarado que no
sé dónde se refugiaron y, por tanto, no puedo decir el tiempo ni el lugar donde
estuvo ni tampoco la causa de la nueva detención. Lo que sí sé por referencias
directas de testigos que estuvieron con él es que fue llevado a la Cárcel
Modelo de Madrid.
Si tú sales vivo de aquí, di a mis padres que muere
contento
Sobre este punto, creo
importante declarar que el P. Porfirio Fernández, compañero de mi tío
Serviliano, me contó que mi tío le dijo: “Si tú sales vivo de aquí, ve a mi
padre y a mi madre y diles que no se preocupen por mí, que muero contento...” Puedo
manifestar que el P. Porfirio cumplió con su palabra y fue a darles esa noticia
a los padres del Mártir.
Al “sacarlo”, pide la absolución al P. Martín por la
mirilla
También puedo declarar
que cuando, en la Cárcel Modelo, mi tío Serviliano fue llamado entre los de la
lista que iban a llevarse, se acercó a la puerta de la celda del P. Mariano
Martín y por el orificio de la mirilla, le pidió la absolución. Me lo dijo el
mismo P. Mariano Martín, que fue posteriormente mi maestro de novicios.
Por el testimonio
directo de los que sobrevivieron, los PP. Mariano Martín y Delfín Monje, sé que
los Siervos de Dios preveían su muerte violenta. Por el testimonio del P.
Porfirio sé que mi tío Serviliano iba contento al martirio. El único móvil que
les podía guiar al martirio era de carácter sobrenatural.
Los Siervos de Dios
sabían que eran asesinados por su condición de religiosos y por el odio a la
fe.
Soto de Aldobea: la Cruz señala el lugar donde fue encontrado su cuerpo
De todos los Mártires Oblatos, el único cuerpo
identificado
En cuanto al lugar del
martirio, el cadáver de mi tío fue identificado en un lugar llamado Soto de
Aldovea. Recuerdo que llamaron a mi abuelo al pueblo para que viniera a identificar
a su hijo. Se supo que era él por un papel que llevaba en la chaqueta, de un
dinero que le habían requisado en la Cárcel Modelo. Posteriormente el cadáver
fue llevado y enterrado en una fosa común en Paracuellos del Jarama.
Fama de martirio
El primer dato que tengo
sobre la fama del martirio de mí tío es que el P. Mariano Martín escribió a una
de las hermanas religiosas de Serviliano, Consuelo Riaño, manifestándole la
gran suerte que tenía por tener un hermano mártir. En mi familia siempre se ha
considerado a mi tío como un mártir.
Anagramas comunistas en el convento
En los Oblatos, a los
que yo llegué en el año 43, en el Seminario Menor, ya se vivía el ambiente de
martirio de los Siervos de Dios. En el Seminario Mayor este ambiente era mucho
mayor por ser el mismo lugar donde les retuvieron. Yo mismo he podido ver en
las paredes del Seminario los anagramas de la “C.N.T.”, de la “F.A.I.”, recuerdos vivos de que
habían estado los milicianos en el Convento y se habían apoderado de él.
Laudemus Viros… (En la foto, D. Antonio Jambrina explica la "lápida" al Vicepostulador, P. Eutimio González)
En el patio de dicho Convento existía una cruz en recuerdo de los Siervos de Dios, y también la comunidad hacía algún viaje a Paracuellos para recordar a nuestros mártires. Actualmente en el Convento no existe la cruz, pero sí una lápida encabezada con el título: “Laudemus Viros gloriosos qui plantaverunt Ecclesiam sanguine suo”.
La fama de martirio no
ha desaparecido sino que continúa viva en nuestras familias, en la Congregación
de los Misioneros Oblatos, en la que existe una costumbre de rezar, todos los
días, después de las laudes, una oración por la beatificación de los mártires.
Una sobrina mía, llamada Guadalupe Díez, le reza todos los días.
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