viernes, 22 de agosto de 2014

Testimonio global





Nombre y apellidos del testigo: Joaquín Martínez Vega
Estado y profesión. sacerdote y religioso profeso en la Congregación de los Misioneros Oblatos de María Inmaculada, Superior provincial de la Provinica de España, de 65 años de edad (al momento de hacer esta declaración).

Observaciones sobre el testigo y contenido de su deposición:
Ha oído y convivido con varios de los supervivientes. Resume la “tradición oral” o memoria viva que se ha mantenido entre los Oblatos de los hechos. Aporta algunos datos de los Siervos de Dios Justo Gil y Gregorio Escobar. Habla de la Historia de la Causa que ha promovido durante su mandato como Superior Provincial.



 Yo no he conocido personalmente a ninguno de los Siervos de Dios, sin embargo, he tenido referencias por parte de los mismos supervivientes con los que he convivido e, incluso, de familiares de los Siervos de Dios.
También conozco algo de la familia del Siervo de Dios Justo Gil Pardo por referencias de su hermana Nieves. Era asiduo a ayudar a las misas a las dos iglesias de pueblo, algunos días permanecía en ayunas toda la mañana ayudando a los sacerdotes en la Misa, en su pueblo Luquin. En la familia se distinguió por su vida de piedad.

Contactos personales con las familias de los Mártires

Una de las funciones de mi cargo actual (como Provincial) es la de contactar, siempre que hay oportunidad, con las familias de los Oblatos, vivos o difuntos. Por esta razón he entrado en contacto con las familias de los Siervos de Dios y he descubierto que, prácticamente, todos ellos nacieron y se educaron en familias profundamente cristianas. En concreto, he podido contactar con las familias del P. Juan Antonio Pérez Mayo: su hermano Tomás, que vive todavía, al entregarle la hoja de propaganda de los mártires donde viene la foto de todos los Siervos de Dios y ver la foto de su hermano exclamó: “Es un santo” y la besó.

Del Siervo de Dios Gregorio Escobar García, su hermana María del Puy me contaba como aconsejaba cristianamente a su padre, incluso para contraer segundas nupcias. Del Siervo de Dios Serviliano Riaño Herrero me hablaron su hermana Consuelo, religiosa de la Sagrada Familia de Burdeos, su sobrina Sabina, religiosa de la misma Congregación y su sobrino Camilo González Riaño, sacerdote y religioso de la congregación de los Misioneros Oblatos. Del Siervo de Dios Clemente Rodríguez Tejerina, la primera noticia que tuve fue por los años cincuenta comunicándome con su hermana religiosa María Josefa que me habló de su hermano oblato como un mártir. El siervo de Dios Justo Gil Pardo, durante las vacaciones en su pueblo, trataba de recomponer las posibles tensiones en la familia y era muy devoto de la Eucaristía a la que trataba de no faltar un solo día.
En resumen, he podido observar cómo con todas las familias con las que me he puesto en contacto existe, no sólo el rescoldo cristiano, sino también el profundo recuerdo de su familiar Misionero Oblato y la convicción de que murió como Mártir de Jesucristo.

Una comunidad observante y ferverosa

Las referencias que tengo sobre la vida en el Seminario Mayor de los Siervos de Dios son por el testimonio de Oblatos que han vivido con ellos y me dijeron que aquella comunidad era, no sólo observante, sino también fervorosa. Por el ambiente hostil que había en aquellos años en Pozuelo de Alarcón en torno a la Comunidad, tenían que ser religiosos más auténticos. La comunidad estaba constituida por el superior, los formadores, los hermanos coadjutores y los estudiantes que ya habían hecho todos al menos la Primera Profesión.
Vivían con ilusión su consagración a Dios y alimentados por el deseo de ser sacerdotes y por el impulso misionero que les empujaba hacia la Misión ad extra. De un modo especial, toda la comunidad tenía sus ojos puestos en la misión que nuestra Congregación había confiado a la Provincia española en América Latina. Yo esto lo sé, no solamente por referencias, sino porque lo he vivido desde muy pequeño; me refiero al espíritu misionero y a la ilusión que tenían por las misiones, y de hecho, la mayoría los supervivientes, compañeros de los Siervos de Dios, terminaron yendo a Hispanoamérica. Entre los pioneros de esa misión (Uruguay y Argentina), se encontraba mi tío, el hermano Santiago Martínez García, hermano de mi padre, que había profesado como Oblato en 1917, razón por la cual oí hablar en familia de las misiones de los Oblatos desde mi niñez.
También puedo manifestar, como un hecho concreto, la ilusión con que vivían su futuro sacerdocio y misión, como en la casa de Justo Gil, cuya familia estaba preparando los ornamentos de su inminente ordenación sacerdotal.

Ministerio pastoral en Pozuelo

Como he dicho anteriormente, la Comunidad estaba constituida por sacerdotes, hermanos coadjutores y estudiantes religiosos. Sé que los sacerdotes, además de ser formadores, realizaban algún ministerio fuera de la Comunidad, como era el caso del P. Vicente Blanco que colaboraba en la Parroquia de Ntra. Sra. del Carmen, y el P. José Vega que era capellán de la comunidad de las Franciscanas del Buen Consejo y también animaba algunos grupos apostólicos de la parroquia anteriormente mencionada. Los estudiantes religiosos o escolásticos colaboraban en las catequesis de las parroquias de alrededor.

Clima altamente hostil contra los Oblatos

El ambiente socio-político que existía en Madrid a mediados del 36 era, además de los enfrentamientos políticos, era de una auténtica persecución religiosa, un ambiente agresivo en contra de todo lo religioso. Concretamente, en Pozuelo de Alarcón, había varios católicos que sentían un profundo afecto hacia los Misioneros Oblatos, pero también había otro grupo de izquierdas, comunistas, que al ir contra todo lo religioso y la propia Iglesia, al ser lo más significativo como grupo de Iglesia en Pozuelo la Comunidad de los Misioneros Oblatos, existía un clima de animosidad y odio hacia ellos. Todo esto lo he podido declarar por el conocimiento de la Historia de la Nación y por las referencias concretas de los propios compañeros de los Siervos de Dios supervivientes, con los que he podido contactar. Por ejemplo, éstos me contaban cómo al salir a la calle les insultaban e, incluso, lo hacían también al pasar por delante de la casa.
Según las referencias de los supervivientes, el asalto, propiamente dicho, al convento tuvo lugar el día 22 de julio. La misión de los Siervos de Dios al ser detenidos era la propia del ministerio sacerdotal, en el superior y formadores, y la propia de unos estudiantes que estaban en el Seminario preparándose para el sacerdocio y las misiones. Nunca tuvieron ninguna tarea ni trabajo con significación política alguna.

Dilema: quedarse en Madrid o salir para el Norte

Ya he dicho anteriormente que la Comunidad era observante y fervorosa; frente a lo que se preveía que iba a ocurrir, el superior y formadores de la Comunidad, se plantearon el dilema de quedarse allí o ir a otra casa del norte de España que los Oblatos tenían en el Guipúzcoa. Ciertamente, quizá no captaron las consecuencias tan graves que iban a suceder y prefirieron salvar los valores de la Comunidad religiosa que para nosotros, los Oblatos, es muy importante. Yo supe de esta decisión por las conversaciones que tuve con los supervivientes.
Sobre los hechos concretos de la detención, de cómo los bajaron al comedor convirtiéndolo también en dormitorio, de cómo se incautaron de la casa, poniendo letreros de la C.N.T., F.A.I., en las distintas habitaciones de los superiores, y de la primera llamada a siete de los componentes de la Comunidad, de los cuales no se supo más hasta después de la guerra, son hechos que forman parte de la Historia de la Provincia de España de los Misioneros Oblatos.

Asalto y detención

Acerca de la reacción de los Siervos de Dios ante la detención, puedo decir que se sorprendieron enormemente y que lo supieron vivir con espíritu de fe y resignación cristiana.
Entre los Oblatos es también conocido el hecho de que al día siguiente de la toma del Convento por los milicianos, se personó el Alcalde de la localidad para tranquilizar a la Comunidad y fue informado, por la misma Comunidad, que la noche anterior habían sacado a siete Oblatos. Existe la sospecha de que el traslado que se hizo de la Comunidad a la Dirección General de Seguridad, en Madrid, fue justamente para evitar el que se hiciese una matanza allí.

El Provincial socorría a sus hermanos, con riesgo de su vida

Sobre la vida en la clandestinidad tengo referencia concreta del trabajo que hizo el P. Francisco Esteban, Superior Provincial, procurando acomodar a los miembros de la Provincia en lugares más seguros, e incluso, hizo algo semejante con las religiosas de la Sagrada Familia de Burdeos, de las que eran capellanes y confesores los Oblatos. Recuerdo una anécdota que se ha contado entre nosotros y es que acompañando a una religiosa de esa Congregación, sospecharon de la identidad de los dos y les llevaron ante un comité. Al pedirle su identificación, confesó desde el primer momento que era religioso y sacerdote. El que presidía ese comité le dijo: “No diga usted eso porque entonces está perdido”.
El P. Esteban arriesgaba su vida al ir a visitar a los oblatos escondidos. También se jugó la vida en varias ocasiones visitando a los que estaban refugiados por distintas pensiones y casas de Madrid. A la salida de la Dirección General de Seguridad, el P. Blanco les dijo que no podían volver a casa y, por consiguiente, que los que tuviesen familias acudiesen a ellas a ver si les acogían. Muchos de ellos vinieron a la Casa Provincial, que a los pocos días hubieron de dejar porque se incautaron de ella.
Otro dato que puedo aportar sobre el P. Francisco Esteban en estos momentos, es que cuando fue detenido por segunda vez, estando en la pensión de la Carrera de San Jerónimo, les dijo sin rodeos que estaban indocumentados porque eran religiosos y sacerdotes que habían sido expulsados del Convento del que se habían incautado, razón por la cual estaban en esa pensión.

Agustinos, Hospitalarios y otros religiosos, compañeros de prisión

De la pensión fueron llevados detenidos a la cárcel Modelo donde se volvieron a encontrar todos los Siervos de Dios supervivientes. Desde allí, a algunos los condujeron también a otras cárceles. Por la historia de la Congregación, sé que estuvieron detenidos desde mediados de octubre hasta finales de noviembre en que fueron ejecutados.
Sobre el trato en la prisión he oído contar que vivían en unas condiciones infrahumanas, sometidos no solamente a un maltrato físico, sino también, moral, por lo que suponían las vejaciones, insultos, y esperar a que fuesen llamados para la “saca”. En cuanto a los compañeros que tenían, no solamente estaban los Misioneros Oblatos, sino también otros religiosos como Agustinos, Hermanos Hospitalarios de San Juan de Dios y otros religiosos. Todo esto lo sé porque siempre lo he oído y vivido en la Congregación y, de manera especial, por lo que he oído a los supervivientes de la persecución.

A la espera de la oblación definitiva y cruenta

Los Siervos de Dios preveían el martirio desde su situación en la clandestinidad y en la prisión. Máxime cuando eran llamados como, Serviliano Riaño que, al pasar por la celda donde se encontraba el P. Mariano Martín, le pidió la absolución porque estaba seguro de que iban a ejecutarlo, y a Porfirio Fernández, superviviente, le pidió que le despidiese de sus padres.
El lugar de la ejecución de los Siervos de Dios fue en Paracuellos del Jarama excepto los siete primeros, ejecutados y tal vez sepultados en La Casa de Campo, y Serviliano Riaño Herrero que fue martirizado en  Soto de Aldovea.
Antes del martirio uno de los Siervos de Dios pidió permiso para dar la bendición a sus compañeros. Por la descripción que nos han hecho de esta persona creemos que se trataba del P. Francisco Esteban. Se dirigió a los ejecutores diciéndoles que sabían que les mataban por su condición de religiosos y que les perdonaban.

Diversos testimonios de los supervivientes
     
Por lo que he podido conocer y vivir, puedo declarar lo que recibí ya en el Seminario Menor. El P. Jesús Alonso, misionero en California, nos visitó y los formadores le invitaron a que nos hablase a los aspirantes. Este padre había estado detenido con los Siervos de Dios y nos habló con mucho entusiasmo de lo que teníamos que ser como futuros misioneros y nos proponía como ejemplo a seguir el heroísmo de nuestros Mártires Oblatos.
En mi Noviciado participamos en un concurso literario promovido por los estudiantes de Pozuelo en honor de los Mártires. Durante seis meses tuve de Maestro de Novicios al P. Mariano Martín, compañero de detención y de prisión de los Siervos de Dios, quien lógicamente nos habló reiteradamente de los Mártires.
Tras el año de noviciado, al llegar a Pozuelo, en septiembre de 1954, nos dio los ejercicios espirituales el P. Delfín Monje, y en los recreos le acosábamos a preguntas sobre la historia de los Mártires. Él fue detenido y estuvo preso y salió de la cárcel maniatado al estudiante Juan José Cincunegui para ser fusilado. Relatándonos su vivencia, a un cierto momento exclamó: “¡Qué lástima no haber muerto entonces! Nunca estaré mejor preparado para presentarme ante el Señor” (para más información, ver arriba, en PÁGINAS, P.Monje).
En mis siete años de estudios eclesiásticos en Roma, en el escolasticado internacional, se leía el necrologio de los Oblatos difuntos del día. Al llegar la fecha del 24 de julio y, sobre todo, del 28 de noviembre, mis compañeros de otros países (éramos alrededor de ciento veinte de Comunidad de los cinco continentes), se interesaban por los pormenores del Martirio.
En mis doce años de estancia en la comunidad de la casa de Pozuelo, tanto los retratos de los Siervos de Dios en uno de los pasillos, como la lápida en la nueva casa, reavivaban mi convicción del martirio de los Siervos de Dios y mi devoción hacia ellos.

Decisión de iniciar la Causa de Canonización

Al comienzo de mi mandato como Provincial, en enero de 1994, se celebró una Asamblea Provincial de los Misioneros Oblatos y se propuso a todos los asistentes la oportunidad de comenzar la Causa de Beatificación. Todos los presentes asintieron unánimemente. El Consejo Provincial asumió esta decisión de la Asamblea y consideró oportuno consultar a todas y cada una de las comunidades oblatas. Todos y cada uno de los miembros de las comunidades oblatas de la Provincia de España respondieron unánimemente y firmaron a favor de iniciar la Causa de Beatificación de los Mártires Oblatos. Por lo cual, lo pusimos en conocimiento del Superior General y su Consejo para obtener el visto bueno para iniciar el proceso de canonización. Actualmente, en el ámbito de toda la Congregación se constata un interés creciente por esta Causa como lo he podido comprobar en septiembre de 1998 con ocasión del Capítulo General.
Personalmente, siempre he sentido una gran admiración y devoción hacia los Siervos de Dios y, sobre todo, a lo largo de mi mandato como Superior Provincial les he confiado asuntos importantes de la Provincia.




P.S. Al transcribir esta declaración, deseo reiterar mi gratitud al P. Eutimio González como Vicepostulador y a sus colaboradores por su impagable labor en el proceso diocesano. Quiero así mismo resaltar mi satifacción de haber colaborado en la promoción de la Causa en la fase apostólica (Roma) en calidad de Postulador General y, como tal, la alegría de haber culminado la Beatificación, celebrada en la catedral de Madrid el 17 de noviembre de 2011. ¡Laus Deo! ¡Bendito sea Dios!

Joaquín Martínez Vega, o.m.i.




El Postulador General agradece al Cardenal Amato, Delegado del Papa, por la Beatificación 


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