Monasterio de El Escorial con medalla conmemorativa de los Mártires Agustinos
“Si
no nos vemos más, hasta el Cielo”
Este era el saludo de los mártires en prisión, presagiando el final que les esperaba. Hoy nos habla del martirio un testigo que nos aporta una novedad: el eco de religiosos Agustinos, prisioneros y supervivientes a la tragedia, que fueron sus profesores y formadores en el Monasterio de El Escorial.
Se trata de Eleuterio
Prado Díez, nacido en Prioro (León) y residente en Barcelona, casado, de profesión industrial, católico
practicante.
Observaciones sobre el testigo y contenido de
su deposición: Es sobrino de Eleuterio Prado Villarroel. Aporta datos de la
familia y de la vida de Oblatos y Agustinos en la cárcel, según lo que oyó a su
tío Felipe, agustino, que compartió la cárcel con los Mártires Agustinos y
Oblatos.
Prioro, comidad cristiana viva, semillero de numerosas vocaciones
Soy sobrino carnal, por línea paterna, del Siervo de Dios Eleuterio Prado
Villarroel. Mi padre era el hermano mayor de Eleuterio, y también he tenido
mucha relación con mi tío, el P. Máximo Prado, que, como el Siervo de Dios,
pertenecía a la Congregación de los Misioneros Oblatos, y tenía más edad que el
Siervo de Dios. Las referencias que tengo del Siervo de Dios son por mi
familia, especialmente por mi abuela, la madre de Eleuterio, popularmente
conocida como “la tía Dominga”; también por parte de mi padre, Bernabé, hermano
del Siervo de Dios, y por parte de mi tío, el P. Máximo Prado, mencionado
anteriormente.
En el seno de una familia muy religiosa
Los padres del Siervo de Dios eran Juan
Francisco Prado y Dominga Villarroel. Su condición socioeconómica era de gente
humilde, labradores, pero que, ante todo, preferían compartir sus bienes con
los pobres y la gente del pueblo. La conducta moral y religiosa era de personas
profundamente cristianas. No había pobre que llamase a casa de mis abuelos, que
no fuera recibido inmediatamente, compartiendo la comida e, incluso, el mismo
techo en los meses de invierno en que el pueblo sufría grandes nevadas. Por
otra parte, mi abuela era conocida en los pueblos de alrededor, porque fue fundando
y visitando a las “Marías de los Sagrarios”.
El ambiente familiar en que se desarrolló la
infancia y adolescencia de mi tío era muy bueno. Eran cuatro hermanos, dos de
los cuales, los dos últimos, eran Misioneros Oblatos. La relación con sus
padres, según mis referencias, era muy buena. Destacaba en la familia la
devoción a la Eucaristía y el rezo del santo Rosario diariamente.
Infancia y vocación
Mi padre me contaba que Eleuterio era un niño muy bueno, obediente y,
sobre todo, servicial y caritativo, y esta misma referencia la tengo también
por parte de la abuela. Puede decirse que ese espíritu de caridad y de ayuda a
los demás lo sacó de su madre. Incluso, del Siervo de Dios, decía mi padre que
tenía buen carácter, pues lo comparaba con su hermano Gregorio, del que decía
que era bueno pero que tenía mal carácter.
Las virtudes y devociones del Siervo de Dios en esta época eran las
mismas de la familia: una gran devoción a la Eucaristía y al Rosario.
La vocación religiosa nace en el seno de esta familia tan religiosa, y, en concreto, en la vocación a los Misioneros
Oblatos de Eleuterio, pudo influir el que su hermano Máximo fuese ya Oblato.
Ambiente entre los Agustinos
Yo fui alumno de los Agustinos en el Monasterio de El Escorial e,
incluso, hice una primera profesión de Votos Simples. Allí tuve relación con
profesores que eran supervivientes del martirio de los Agustinos, los cuales
compartieron prisión y martirio con los Misioneros Oblatos de María Inmaculada.
Cuál era el ambiente que se vivía en Madrid y sus alrededores lo dice a las
claras el hecho de que los Agustinos hubieron de cerrar el Seminario Menor de
Leganés (Madrid), la Universidad de María Cristina y el Colegio de Alfonso XII,
enviando a sus alumnos a sus casas en las vacaciones de la Semana Santa.
Sobre
las causas de este clima contra la Iglesia, por las referencias que tengo de
mis formadores de El Escorial, sé que la Iglesia tenía una fuerte influencia en
el campo de la catequesis y de la enseñanza, lo que hacía que los de mentalidad
marxista procurasen por todos los medios eliminar la influencia cristiana. A
esta causa es a lo que yo alego, en concreto, uno de los factores de la
persecución.
Paralelismo entre lo
sucedido a los Agustinos y a los Oblatos.
Por las referencias de mi tío, el P. Máximo Prado, con el cual comentaba
el paralelismo de lo sucedido en el Convento de Pozuelo con el de los Agustinos
en El Escorial, sé que mi tío fue detenido, con toda la Comunidad, en el
Convento de los Oblatos en Pozuelo. De allí fueron conducidos a la Dirección
General de Seguridad de Madrid. Dejados en libertad, cada uno buscó refugio
donde pudo hasta que los volvieron a detener.
En la
prisión de la Cárcel Modelo y, posteriormente, en la de la Cárcel de San Antón,
mi tío Eleuterio tenía mucho contacto con los religiosos del pueblo que fueron
compañeros de prisión, todos ellos Agustinos, más Serviliano Riaño. Entre ellos
estaba el P. Felipe Fernández, que había sido rector de la Universidad de El
Escorial, y mis referencias son de lo que me contó, tanto a mí como a mi
abuela, el referido P. Felipe, que a su vez era también familiar mío. Me contó
que prácticamente se reunían todos los días en el patio de la Cárcel y que el
Siervo de Dios estaba siempre sonriente. Comentaban que ya habían “sacado” a
dos del pueblo que eran Genaro Díez, Agustino, y Serviliano Riaño, Oblato.
Comentaban, y mi tío Felipe insistía mucho en ello, que estos dos muy probablemente
ya hubiesen sido asesinados y que eran mártires.
Testimonio
de mi tío Felipe, Agustino, encarcelado con mi tío Eleuterio.
Mi tío Felipe ponía mucho énfasis, y a mí me quedó muy grabado, que en
ese grupo, el 27 de noviembre de 1936, se comentaba el hecho de que se estaba
preparando una gran “saca”, como así fue, que era muy fácil que les tocase a
alguno de ellos, y que, a modo de despedida, comentaban: “Si no nos vemos más, hasta el
Cielo”. Cuando mi tío comentaba esto a la madre del Siervo de Dios,
aunque yo no la vi llorar, se notaba la fuerte emoción por la que atravesaba y mi tío Felipe le decía:
“Dominga, tú tienes un hijo mártir”. El día 28 de noviembre, por la mañana,
este grupo de religiosos del pueblo que estaba prisionero fueron a buscar al
Siervo de Dios Eleuterio y ya no lo encontraron. Esto fue en la llamada “Cárcel
de San Antón” a donde les habían trasladado desde la Cárcel Modelo a mediados
del mes de noviembre, porque se temían la llegada de las tropas de Franco desde
la Casa de Campo. Esto también lo supe por mi tío Felipe y los comentarios de
los supervivientes de los agustinos de El Escorial.
Actitud de los prisioneros y
maltrato de los carceleros
Sobre la vida que llevaban en las prisiones de la Cárcel Modelo y la de
San Antón quiero señalar dos aspectos. Uno fue la dedicación que tuvieron los
religiosos en general hacia los demás en cuestión de enseñanza y, dentro de las
posibilidades, de vivir una vida de piedad, incluso rezando en común el santo
Rosario. Incluso, mis profesores supervivientes, por los que me han llegado
estos datos, comentaban que llegaron a tener veladas literarias.
El segundo de los aspectos era el trato que recibían por parte de los
carceleros. Fue muy duro, intentando separar a los más jóvenes, buscando que
blasfemasen y que apostatasen de la fe, comentando entre los milicianos que si
no podían con los más jóvenes, con los mayores sería imposible. Llegaban inclusive
al maltrato físico dándoles culatazos en los pies, siendo ésta una de las
torturas más frecuentes. Los milicianos comentaban que no podían ni con los
jóvenes ni con los mayores llegando a decir: “Éstos no tienen remedio”.
Las condiciones físicas eran muy duras porque no les daban de comer con
regularidad, y además la comida era mala; apelotonamiento en las celdas,
pasando frío. Pero, por las referencias que tengo, todo esto no les debía de
importar mucho, puesto que contaban casos de verdadera caridad, despojándose de
su propia ropa para dársela a otros.
En la Cárcel de San Antón, según las mismas referencias, las condiciones
fueron aún peores, porque se trataba de un antiguo Convento de Escolapios
convertido en cárcel, y el hacinamiento era tal que algunas noches tenían que
dormir de pie.
Nunca perdió la alegría
Por los datos que tengo, y que ya he declarado, pienso que mi tío
Eleuterio preveía el martirio, y, como ya he dicho, en las conversaciones que
tenía el grupo de religiosos del pueblo hablaron de la gran “saca” que se
preparaba y se despidieron “hasta el Cielo”. Por eso mismo, la reacción de mi
tío ante esta previsión fue de tranquilidad y también puedo decir que, según
las referencias a las que he hecho anteriormente alusión, nunca perdió la alegría.
Sobre el móvil que le guiaba es claro: por todas las referencias antes
indicadas, todos los que estaban allí, y también mi tío Eleuterio, eran
conscientes de que si les mataban era por odio a la fe cristiana y que si estaban
en la cárcel era por su condición de religiosos.
Agustinos, Oblatos y
Hospitalarios, martirizados juntos
Sobre el hecho de la muerte, puedo decir lo siguiente: los Agustinos y los
Oblatos, así como los Hermanos de San Juan de Dios, fueron martirizados el
mismo 28 de noviembre en la “saca” de la que formaba parte mi tío Eleuterio. En
la Cárcel de San Antón, uno de los empleados, como funcionario de prisiones,
era hermano de uno de los Agustinos, llamado José Rabanal. Este Agustino comentó
que los milicianos le decían a su hermano que los frailes morían todos cantando
y rezando, que daba gusto ver cómo morían, y que algún miliciano comentó que
prefería morir así a la muerte de algún compañero suyo en el frente, que lo
hacía maldiciendo. Repito que todo esto se lo he oído a mis superiores supervivientes
e, incluso, me lo han llegado a comentar particularmente.
Ni uno solo apostató
El martirio tuvo lugar en Paracuellos del Jarama. Sobre si pudo librarse
de la muerte, a mí me han contado que les hacían una especie de juicio informal
en el que le preguntaban que si era fraile, que tenía cara de ello. Que podía
librarse si no creía en Dios y renegaba de la fe. Ninguno renegó, ni de los
Hermanos de San Juan de Dios, ni de los Oblatos, ni de los Agustinos.
Eleuterio Prado Díez
Prioro celebra la beatificación de los Mártires hijos del pueblo
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