El último número del Boletín de los Mártires Oblatos (nº 26, mayo-junio
2015), salió de imprenta ya hace un par de meses. Sin embargo, por algunos imprevistos,
aún sigue bloqueado en la Casa Martirial de Pozuelo, que se encarga de su
expedición. La intención era que hubiese llegado a manos de los suscriptores (como
me llegó a mí a Roma) antes de las vacaciones veraniegas. Espero les llegue antes
de septiembre.
Para los legítimamente impacientes adelantamos aquí su contenido, en el
cual pueden ver el icono de Los Mártires del Siglo XX en una iglesia de Madrid:
http://martiresomimadrid.blogspot.it/2015/04/algunos-martires-de-madrid-suben-un.html y la última entrega de El Calvario del Escolasticado de Pozuelo, relato martirial de primera clase y testimonio vivencial del P. Delfín Monje Cuevas, OMI, quien, excepto la muerte cruenta, vivió en primera persona todo el largo Viacrucis de nuestro Mártires. Se puede leer TODO en este Blog pinchando en la cabecera P.Monje.
Existe un folleto impreso. Se puede pedir a la Casa Martirial de Pozuelo, Avenida Juan Pablo II 45 (calle Mártires
Oblatos 4), 28224 Pozuelo, Madrid. Teléf. 91 352 34 16. Se lo enviarán
gratis.http://martiresomimadrid.blogspot.it/2015/04/algunos-martires-de-madrid-suben-un.html y la última entrega de El Calvario del Escolasticado de Pozuelo, relato martirial de primera clase y testimonio vivencial del P. Delfín Monje Cuevas, OMI, quien, excepto la muerte cruenta, vivió en primera persona todo el largo Viacrucis de nuestro Mártires. Se puede leer TODO en este Blog pinchando en la cabecera P.Monje.
Texto del Boletín nº 26, hacer clic quí, en Más información:
Boletín informativo de
la Causa de
Canonización. Número 26
Redacción: JMV, Misioneros Oblatos de María
Inmaculada Vía Aurelia 290 - 00165 Roma - Telf. (+ 39) . 06 398771
Expedición: Casa
Martirial - Avenida Juan Pablo II, 45 -
28224 Pozuelo de Alarcón (Madrid) Telf. (+34) 91 3523416
Los
Mártires del Siglo XX e una iglesia de Madrid
En el centro
de la Capital de España se ha colocado un icono en el que se pueden venerar conjuntamente
a todos los Mártires de Madrid que ya han sido canoniza- dos o beatificados.
Como son muy
nu- rosos, se han elegi- do sólo alguno que represente a los di- versos grupos.
De los Oblatos
de Pozuelo figuran 2: el P. Francisco
Es- teban (1>) y Cándi- do Castán (<2 o:p="">2>
Este icono
es un oleo pintado sobre una tabla que mide 2,27 x 1,53. En su
Parte superior
apa- recen 12 santos mártires que resu- men la historia la historia universal
del martirio, desde San Pedro y San Pablo, pasando por Santiago, San Juan
Bautista y dos san- tas hispanas Eulalia y Leocadia hasta los Mártires del
siglo XX en el mundo.
En la parte
inferior aparecen 36 santos mártires que repre-sentan a los 402 már- tires del
siglo XX en Madrid.
En el
territorio madrileño hay 32 lugares matiriales
donde se veneran a ese blanco
ejército de mártires. Son la Memoriae
Martyrum (memoria de los Mártires).
El lugar martirial de los Mártires
Oblatos, además de Paracue- llos, es la Casa de Pozuelo.
Los
Santos Mártires, en este icono, se agrupan bajo la Cruz gloriosa y en torno a
la Madre de Dios, e su advocación de la Almudena, flanquea- da por San Isidro,
Patrono de Madrid, su esposa, Santa María de la Cabeza.
Este icono se halla en la Iglesia de
la Concepción Real de Calatravas (c/ Alcalá nº 25). El gran retablo del altar
mayor de este templo es obra de José
Benito de Churriguera, y está dedicado a la Inmaculada Concepción, cuya imagen
campea en el centro. La iglesia formaba parte del monasterio de las monjas
cistercienses de Calatrava. Expulsadas del convento en 1868, construyeron
después otro fuera de Madrid. En los años más duros de la persecución del siglo
XX (1936-1939) la iglesia fue dedicada a usos impropios. En los sótanos se
celebraba, a escondidas, la Santa Misa y desde aquí se llevaba la comunión en
secreto a muchas personas, fortalecidas así para soportar icluso el martirio.
En el retablo lateral izquierdo se halla el icono de los Mártires.
EL CALVARIO DEL ESCOLASTICADO DE POZUELO
Por el P. Delfín Monje Cuevas, o.m.i..i.
Para dar a conocer de
primera mano los pormenores del martirio,
proseguimos publicando “por entregas”,
el relato y vivencia escritos por el
P. Delfín Monje, que sufrió el “Calvario”
con los Mártires,
pero sobrevivió a la
matanza.
6ª y ÚLTIMA ENTREGA: En el penal de Alcalá
¿Qué diré ahora de nuestracarcelaria
en Alcalá de Henares?
Aquí,
como en San Antón, las celdas individuales habían sido sustituidas por seis
grandes dormitorios con doscientos presos cada uno. Esta cifra fue disminuyendo
según se iban concediendo libertades y se verificaban nuevos traslados a Madrid
y a otras cárceles de Levante.
La
vida de Alcalá podríamos llamarla gráficamente “el régimen de patio”. A las
ocho de la mañana estábamos ya dando vueltas por él como el burro de la noria y
acababa nuestra última bastante anochecido.
El
frío que nos pasamos en aquel patio donde en aquella época del invierno eran
escasas las horas de sol, tardaremos en olvidarlo. Más tarde se habilitó una
sala para lectura y otra para cobijarse los días de lluvia. En esta última el
polvo y el olor del tabaco hacían la atmósfera irrespirable, por lo que era
preferible mil veces seguir dándose codazos bajo la pequeña marquesina del
patio.
El
ocho de diciembre por la tarde pasaron sobre la ciudad, en dirección a
Guadalajara, 24 trimotores de bombardeo. A las baterías antiaéreas rojas se les
ocurrió saludarlos. Uno de ellos correspondió al saludo arrojando unas cuantas
bombas que alarmaron a la población.
La
hazaña de “los piratas del aire” indignó a la gente que corrió amotinada a las
puertas de la cárcel pidiendo a gritos la cabeza de los presos. Quienes más se
desgañitaban eran las mujeres.
Afortunadamente
para nosotros coincidió el motín con la presencia en la cárcel del director
general de Prisiones, Melchor Rodríguez, que aunque de la FAI, se mostró
siempre humano con los presos. Él fue quien puso coto a las expediciones
fraudulentas que en el mes de noviembre acabaron en matanzas horribles.
Este
señor se encaró con los amotinados, les echó en cara sus instintos de fieras y
les dijo que si alguien se sentía valiente, no muy lejos de allí estaba el
frente de combate. Allí se mostraba el valor y no a las puertas de una cárcel.
Una
de las mayores molestias del presidio era la falta casi absoluta de higiene.
Escaseaba el agua para lavarse. Todas las mañanas se formaban en los
respectivos dormitorios largas colas que nunca acababan.
Hubo
quienes, por no formar en ellas, nos levantábamos a las cinco, nos lavábamos y
volvíamos a nuestro jergón, libres ya de una de nuestras más importantes preocu-
paciones.
Si
no había agua para lavarse, menos la había para lavar la ropa. Había, es
verdad, en la cárcel, un lavadero mecánico; pero, ¿quién entregaba la ropa, si
volvía más sucia que antes? No sólo volvía sucia, sino que a más de la miseria
propia, traía repartida la miseria de los demás.
Porque,
hay que decirlo, en Alcalá los piojos campaban por sus respetos. Era imposible
descastarlos. A más de la falta
de
limpieza pasaba allí lo que pasa dondequiera que hay multitudes. Los había
despreocupados. Había individuos que, aunque los comiesen los piojos, nunca se
tomaban la pena de darles caza. Y así, el descuido de unos neutralizaba el
cuidado de los demás.
Espectáculo
deprimente el de aquellos reclusos ocupados, al levantarse, en examinar una por
una las diversas prendas de vestir!
- ¿A cuántos “trimotores” has dado caza hoy?, era la
pregunta invariable del preso al amigo que tenía a su lado.
Todas
las mañanas había caza abundante y desgraciadamente quedaba semilla para el día
siguiente.
Tampoco
había inodoros. Porque ¡qué eran cuatro en el patio para mil doscientos
individuos que llegó a haber en Alcalá los meses de diciembre y enero?
Así,
la cola para tan inapelable necesidad fisiológica era permanente. Varias veces
vi a algunos con desarreglos intestinales, los cuales por favor pedían pasar
enseguida, porque aquello no admitía espera.
No
quisiera recordar la Noche Buena en Alcalá. Por una de esas fatalidades que
ocurren en la vida, aquella noche las lentejas estaban tan quemadas que no hubo
quien les pudiera hincar el diente. Muchos, no obstante, tuvieron su pequeño
banquete en los dormitorios con las previsiones que de fuera les habían
mandado. A nosotros nada nos llegó, porque en la cárcel nos vimos completamente
solos, y con el estómago vacío nos fuimos a dormir.
El
21 de enero (1937) salía en libertad el Hermano Juan José Cincunegui. Le abría
las puertas de la cárcel el Partido Nacionalista Vasco.
Me
alegré mucho de la suerte de este Hermano, pero cuando me vi solo en la cárcel,
se apoderó de mí una morriña imponente. El Hermano Cincunegui había sido un
compañero excelente. Juntos rezábamos, juntos lavábamos la ropa, juntos
comíamos, juntos dábamos vueltas al patio recordando a menudo a los compañeros
caídos y haciendo cábalas sobre nuestra suerte.
El
día de Reyes llegaron los jueces “populares” a tomarnos nuevamente declaración.
Nos formaron expediente, esta vez con apariencias de legalidad. Se nos acusaba
de desafectos al régimen. A nosotros nos tocaba probar nuestra inculpabilidad.
Las
paredes de la cárcel se cubrieron de cartelones con ditirambos a la justicia
del pueblo.
“La justicia del pueblo – decían – viene del
pueblo y es para el pueblo y por el pueblo. No admite ni recomen- daciones, ni
privilegios, ni dádivas”.
Los
que habíamos visto salir de la cárcel a no pocos gracias a dádivas y
recomendaciones, dudamos de la pureza de aquella tan decantada justicia, que no
admitía reco- mendaciones y nos invitaba a buscar el aval de algún par- tido
adscrito al Frente Popular. Hubo presos
que batieron
el
récord de vales haciéndose con media docena de ellos.
A
mediados de marzo comenzó a salir gente para las Salesas. Terminado el juicio,
sin que el acusado se hubiera visto una sola vez con el abogado defensor
nombrado de oficio entre los del Frente Popular, muchos procesados pasaban a nuevas
cárceles a sufrir condenas de dos, tres y cinco años. Otros, puestos en
libertad por los jueces, quedaban retenidos en San Antón o Porlier hasta que el
director general de Seguridad mandaba ponerlos en la calle. Algunos se tiraron
varios meses aguardando esta autorización.
El
12 de abril salía yo para las Salesas. Llevaba un aval del Partido Nacionalista
Vasco y, en Madrid, momentos antes del juicio, me llegó otro de la C.N.T.
La
causa se sustanció en pocos minutos, los precisos para la lectura del expediente.
En vista de que contra el procesado no había ficha ninguna en la Dirección de
Seguridad, el fiscal mismo pidió la absolución, que fue otorgada por el
presidente y los dos jueces adjuntos.
Me
dieron ganas de levantarme del banquillo y decir a aquellos jueces:
-¿Y para esto tienen ustedes a un ciudadano
encerrado seis meses en la cárcel? Mas ellos bastante hacían con ponerme en
libertad.
Firmé
la sentencia y poco después entraba en la cárcel de Porlier. Ocho días estuve
alojado en la segunda galería, donde me vi con los Hermanos Escolásticos
Jambrina, Porfirio Fernández y José Oti.
Durante
aquella semana recibí la visita de dos policías que vinieron a tomarme la
filiación.
A
las seis de la tarde del 19 de abril salía de la cárcel. Cogí un tranvía en
Torrijos y poco después llegaba a la casa X que había sido para nosotros
durante la revolución algo así como el cuartel general.
El
día 6 de mayo, a las cinco de la tarde me ocultaba en una casa oficialmente
protegida por pabellón extranjero. Allí estuve, sin salir una sola vez a la
calle, hasta el 20 de enero de este año, día en que marchaba para Caldetas
(Barcelona) con la expedición de 500 refugiados políticos comprendidos en edad
militar.
Tres
meses duró mi peregrinación hasta llegar a Turín el 17 de abril.
Mas esto merece capítulo aparte. Fin del relato El Calvario de Pozuelo
“En septiembre
de 1954 el P. Delfín Monje dio los
ejercicios espirituales a la Comunidad de Pozuelo. En los recreos lo acosábamos
a preguntas sobre la historia de los Mártires. Él fue detenido, estuvo preso y
salió de la cárcel (para ser ejecutado) maniatado al estudiante Juan José
Cincunegui. A un cierto momento exclamó: “¡Qué lástima no haber muerto entonces!
Nunca estaré mejor preparado para presentarme ante el Señor”
(Mártires
Oblatos, Positio super Martyrio, Testigo nº 11, Joaquín Martínez, SUMMARIUM, página. 66, Roma 2003)
Otra beatificación a la vista: seis nuevos mártires Oblatos
Las dos Causas han sido iniciadas y promovidas por
los Misioneros Oblatos, pues, entre esos 17 Mártires, 6 son Oblatos: Jean Wauthier,
Louis Leroy, Michel Conquelet, Vincent L’Hénoret, Joseph Boisel y Mario Bozaga (siguien-do
el orden de la foto, de izda. a dcha.). Éste último es italiano, de Trento, y los cinco restantes, franceses. Merecen
público reconocimiento, por la ardua labor de investígación y promoción, los
dos Vicepostuladores de ambas Causas: el P. Angelo Pelis para la Causa de Mario Borzaga y su Catequista Pablo
Thoj Xyooj, y el P. Roland Jacques para la de los 15 restantes
Este Boletín se envía gratuitamente
a todos los Amigos de los Mártires Oblatos y a cuantos se sientan interesados. De todos
modos, tanto la edición como el envío por correo postal conlleva unos gastos… Quien voluntariamente quiera ayudarnos tanto
para el Boletín como para la Causa de Canonización de nuestros Mártires, ya
beatificados, puede hacerlo enviando su donativo a la Casa Martirial de Pozuelo
o a la c/c: Desde
España y Europa: CCC (Código Cuenta Corriente): IBAN ES73
0182 1722 1102
0150 1898 Internacional (fuera
de Europa): Código BIC BBVAESMMXXX IBAN
ES73 0182 1722
1102 0150 1898 Indicar
siempre “Para Causa Mártires Oblatos”.
Muchas gracias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario