El 29 de julio a mediodía se llenaba la iglesia de Santa Marina del Rey (León) para honrar a sus dos Mártires Oblatos: Juan Antonio Pérez Mayo y Marcelino Sánchez Fernández.
La Misa fue presidida por D. Camilo Lorenzo Iglesias, Obispo de Astorga, arropado por un nutrido grupo de concelebrantes, algunos de ellos, naturales de Santa Marina. La música, impecable, gracias al coro parroquial, magistralmente dirigido por un ilustre músico hijo del pueblo. Antes de iniciar la celebración de la Eucaristía, el Obispo bendijo los retratos de los dos nuevos Beatos, que ya habían sido colgados en la pared, sumándose a otro Mártir más, un hermano de las Escuelas Cristianas, beatificado con el numeroso grupo del 2007.
Además de la homilía de D. Camilo (ver Martir Oblato de Villamor), al final de la Misa, oímos otros testimonios, a cargo de tres sobrinos, que resaltaban las figuras de los tres Mártires de la parroquia. La intervención de Pedro Antonio Pérez Rueda puede leerse al final de esta crónica.
También el Postulador General de los Oblatos dijo unas palabras, resaltando la devoción eucarística de Santa Marina, donde sigue viva la Adoración Nocturna y cuyos Beatos, de niños, habían sido “Tarsicios”. Hubo algo de improvisación. Con un poco más de previsión la celebración hubiera sido muy lucida.
P. Joaquín Martínez Vega, Postulador de la Causa, en la casa natal del Beato Juan Antonio Pérez
Unas palabras sobre Juan Antonio Pérez Mayo:
Hijo de Modesto Pérez y Beatriz Mayo, nació
el 18 de noviembre de1907, en la calle Norte nº 6. Fue bautizado el 23 del
mismo mes por el párroco D. Joaquín Martínez.
Ingresa en el Seminario de los Padres Oblatos
a los catorce años. Cuando venía de vacaciones al pueblo seguía trabajando en
las tareas del campo. . De niño tenía sus travesuras. Se dice que en la
celebración de “la tinieblas”, en Semana Santa, en una ocasión clavó las sayas
de alguna anciana al suelo, entonces de tabla. También tenía su apodo: Pepe
Soria, que era de su edad, me dijo que le llamaban “Guerrita”.
Como todos los niños de su tiempo, pertenecía
a los Tarsicios, practicando la comunión frecuente. Hace unos días he recibido
una nota de un señor de Filipinas que dice: Soy Lloid V. Miranda de 29 años de
edad. Soy Vicepresidente Nacional Ejecutivo del Consejo Nacional de los
Tarsicios, una organización cuyo carisma principal es servir, proteger y honrar
a Jesús en el Santísimo Sacramento. En agosto de 2011, mis médicos me detectaron
una enfermedad llamada “diverticulitis”. Tenía
que ser operado con el dictamen de cortar el intestino. Después de seis horas
de operación todos los médicos vinieron sonrientes a mi encuentro para decirme
que sólo habían tenido que cortar una parte de mi intestino. Nadie a mi
alrededor pudo encontrar alguna explicación sobre lo que sucedió durante ese
tiempo. Yo lo único que recordaba era
que durante la espera Juan Antonio Pérez tomó mis manos y me dio suficiente
fuerza durante este tiempo crucial, lo que juzgo como un gran favor celestial para con este su
joven devoto”.
Se dice que Juan Antonio era atento,
servicial e interesado en las necesidades de los demás. En el noviciado cuidó a
un compañero enfermo con especial dedicación durante seis meses, a pesar del
peligro e ser contagiado por la infección. “Vivió la pobreza desde su
nacimiento, en familia, en los Oblatos, en la vida y en la muerte.” Destacaba
por su inteligencia. Terminados los estudios de humanidades fue enviado a Roma
donde se licenció en Filosofía e hizo
doctorado en Teología. En sus apuntes de cada día va anotando los acontecimientos que suceden en el mundo., en España y las
orientaciones que recibe del Papa, entonces Pío XI. Después de asistir a una celebración en la Basílica de San Pedro, comenta en sus
apuntes. “Las violencias contra personas
y cosas, a los edificios sagrados, abren para la infeliz nación (España) una
página de historia que tiene todo el
sabor de prólogo de una cruel tragedia… Si no interviene la mano de Dios,
España resbalará fatalmente hacia el abismo”. Todo esto es como una visión
anticipada de lo que había de vivir y padecer con el martirio.
Fue ordenado sacerdote el 26 de junio de 1932.
En el 34 fue destinado a la comunidad de Las Arenas, en Vizcaya. Al año
siguiente, por su preparación filosófica y teológica, fue destinado como
profesor al Seminario Mayor de los Oblatos en Pozuelo de Alarcón. Terminado el
primer año, el 22 de julio de 1936, un grupo de milicianos asalta el convento y
detienen a toda la comunidad.
En la noche del 23 al 24, a las dos de la
madrugada, es llevado con otros seis estudiantes y un seglar al martirio, lugar
desconocido hasta el día de hoy. En el Archivo Histórico Nacional aparece una
denuncia contra “El Fornalino” a quien acusan de haber asesinado al P. Juan
Antonio Pérez y a otros Religiosos y vecinos de Pozuelo. Hace cinco días
celebramos en Pozuelo la memoria de su muerte, cuando se cumplen 76 años.
En nombre de mi familia y en el mío, quiero
agradecer al P. Joaquín Martínez, al P. Eutimio González, a los Padres Oblatos
en general y a cuantos de forma anónima han colaborado para que la
beatificación de los 22 Mártires Oblatos y el seglar Cándido Castán fuera
posible el 17 de diciembre del año pasado.
Y para terminar, una petición a quien
corresponda: que se dedique una calle o una plaza a los Mártires de Santa
Marina, en común en particular. Muchas gracias.
Pedro Antonio Pérez
Efigies de los dos Mártires Oblatos, en el templo parroquial de Santa Marina del Rey
Pedro Antonio Pérez
Efigies de los dos Mártires Oblatos, en el templo parroquial de Santa Marina del Rey
Beato
Juan Antonio
Pérez Mayo
Beato
Marcelino
Sánchez Fernández
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