En la liturgia de las beatificaciones y canonizaciones,
después de proclamarse el Decreto pontificio y descubrir el cuadro de los
nuevos Beatos o Santos, se inicia una procesión con alguna reliquia que se
expone a la pública veneración. El Cardenal Amato, Prefecto de la Congregación
para las Causas de los Santos, con ocasión de la beatificación de los 23
Mártires Oblatos (Madrid, 23.12.2011) quería que presentáramos alguna reliquia
o recuerdo. Ante mi insistencia que no teníamos nada, dado que no se habían podido
identificar sus cuerpos (excepto el de Serviliano Riaño que, al terminar la
guerra civil, se exhumó en Torrejón para trasladarlo al Camposanto de Paracuellos)
y los ornamentos, imágenes y demás enseres de la casa martirial de Pozuelo habían
sido quemados por los milicianos, sugería que podría suplirse con algún objeto
significativo relacionado con los Mártires. Se pensó presentar el
Cristo o Cruz oblata de San Eugenio, por coincidir la celebración con el 150
aniversario de su dies natalis (nacimiento
para el cielo). Un miembro de la catedral de la Almudena se opuso. Entonces se
optó por un gesto simbólico: 23 palmas, llevadas por otros tantos familiares de
los nuevos Beatos y el gesto resultó más llamativo.
Con frecuencia nos llegan peticiones solicitando reliquias de los Mártires. La respuesta es
siempre negativa: no tenemos ninguna. Ahora se ha encontrado una interesante,
que poseía la familia del beato Publio Rodríguez.
Su madre, Catalina Moslares, nos habla de un
Crucifijo que le dio su hijo al ingresar en el noviciado. Al entregárselo, le dijo: Bésalo muchas veces y, venga lo que venga,
piensa que todo lo que suframos por Él, por mucho que nos parezca, será poco
para lo que Él nos ama y sufrió por nosotros. Ese crucifijo de junior se lo
habían dado a él en Urnieta. Ciertamente la madre de Publio lo conservaría como
una verdadera reliquia; pero ¿dónde
habrá ido a parar? Ya se ha localizado: lo tiene una sobrina.
He aquí su foto.
He aquí su foto.
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