El 29 de julio, a las 11.30 de la mañana se presentaba en Villamor de Órbigo (León) Don Camilo Lorenzo Iglesias, Obispo de Astorga, para bendecir la hermosa talla del nuevo Beato Cecilio Vega Domínguez. Ésta, muy bien lograda y destacadamente colocada en la nave central del templo, al lado del presbiterio, fue bendecida por el Obispo. Antes de comenzar la Misa, una joven familiar del Mártir Cecilio ilustró larga y magistralmente la semblanza y martirio del nuevo Beato, que sería reiterada por D. Camilo en su hermosa homilía.
El Celebrante episcopal estaba acompañado por dos concelebrantes: el
párroco D. Ricardo y por el que esto
escribe, Postulador de la Causa de Beatificación. Al final de la Misa dije unas
palabras. Me sentía ligado a ese pueblo, no sólo por la cercanía del mío, sino
porque uno de sus hijos, el P. Angel Vega García OMI, había sido, primero, mi
formador en el juniorado, y después compañero de comunidad en Pozuelo. Impresionante
el entusiasmo de los numerosos sobrinos y el fervor religioso de la numerosa
asamblea. Yo no podía contener la emoción. Después de la celebración, un suculento
bufet en la calle aumentó la alegría de la fiesta. ¡Lástima que acto seguido teníamos
que repetir la celebración en Santa Marina del Rey! Acompañando al Obispo en su
coche, que él mismo conducía, salimos de aquella localidad por la vía rápida
rumbo al pueblo vecino, sin despedirnos de la gente. Beato Cecilio, ruega por
nosotros.
Ver la homilía del Obispo en Villamor y Santa Marina, pinchando en "Más información"
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El Obispo de Astorga
Homilía de la Misa de acción de gracias por la
beatificación de los Religiosos Oblatos de María Inmaculada de Villamor: Cecilio Vega Domínguez y de Santa Marina del Rey: Marcelino Sánchez Fernández y Juan Antonio Pérez Mayo.
La Iglesia ha recibido
con profundo gozo la beatificación de los Religiosos Oblatos de María
Inmaculada martirizados en Madrid por odio a la fe cristiana. Hoy celebramos la
Misa de Acción de Gracias por a Beatificación
de tres jóvenes mártires de nuestra diócesis, que sufrieron el martirio
en los primeros días del comienzo de la persecución religiosa en España que se
prolongó durante tres largos años.
Entre los que fueron beatificados recientemente se encuentran los mártires beatos Marcelino Sánchez Fernández y
Juan Antonio Pérez Mayo naturales de esta parroquia de Santa Marina del Rey, y
el mártires Cecilio Vega Domínguez de la parroquia de Villamor. Los familiares
y vecinos de Santa Marina del Rey y de toda la Iglesia han recibido con
entusiasmo y gozo profundo la
beatificación de los Beatos Marcelino y Juan Antonio que por haber permanecido
fieles a su fe en Jesucristo tuvieron que renunciar a su vida y al ser declaraos
Beatos, como testigos de la fe, son ya nuestros intercesores.
Pero es importante recordar que la mayor parte de estos mártires
Oblatos eran jóvenes, por lo que nos impresiona su fortaleza, su entrega, su fe
y su amor a Dios. Jóvenes, ¿por qué no os preocupáis de cuidar vuestra fe viviendo
según el Evangelio de Jesús? Lo que entonces fue una generosa entrega y al
mismo tiempo un triunfo y honor al ser reconocidos por la Iglesia mártires de la
fe. Y, aunque parezca mentira, debemos recordar que la realidad del martirio
por la fe cristiana se sigue repitiendo en muchos lugares del mundo.
El apóstol S. Pablo desde la cárcel escribía a los cristianos de Éfeso:
“Yo el prisionero de Cristo os ruego que andéis como pide la vocación a la que
habéis sido llamados” (Ef. 4,1). Nuestros mártires estaban llamados a una
vocación y entrega generosa por su consagración y con el deseo de seguir con
fidelidad a Jesucristo bajo la protección de María Inmaculada se esforzaban por cumplir lo que se les
exigía con el fin de ser ordenados o servir a la comunidad con generosidad en
las labores de atención a los trabajos que la comunidad necesitaba, pero luego
tuvieron que entregar su vida hasta la muerte, antes que traicionar su fe.
Recordemos que “si no hay amor más grande que el que da la vida por los amigos” (Jn 15,
13) ¡cuánto más entregarla por Cristo! Porque se necesita una profunda fe y amor
a Dios para tener la valentía de dejarse
matar antes que negar la fe en Jesucristo.
Sabemos todos que estos mártires no fueron los primeros porque desde el
comienzo de la evangelización del mundo por los apóstoles ya empezó la
persecución y son millones de personas las que sufrieron persecución y muchos
el martirio por su fe en Jesucristo. Pero esa situación, también en la
actualidad, la están sufriendo otros
porque en diferentes lugares de la tierra son perseguidos. Incluso en le
siglo XX y en el comienzo de este siglo, por las ideologías sin Dios, en muchos
países no se respeta a los que creen en Jesucristo, sino que se los persigue.
Preguntémonos, ¿por qué existe esta intolerancia? ¿Hay algún país en el mundo
en que se persiga a los seguidores de otras religiones? Tal vez algunos sí,
pero muchísimos menos.
Por eso hemos proclamado una lectura de los Hechos de los Apóstoles en
la que aparece el relato del martirio de S. Esteban descrito con estas
palabras: “Esteban lleno de Espíritu Santo fijó su mirada en el cielo, vio la
gloria de Dios y a Jesús a la derecha de Dios y exclamó: Veo el cielo abierto y
al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios”. Aquellos que escucharon estas
palabras “se abalanzaron sobre él, lo empujaron fuera de la ciudad y se
pusieron a apedrearlo… Y Esteban
repetía: Señor Jesús, recibe mi espíritu, y añadía: Señor, no les tengas en
cuenta este pecado” (Hch 7, 55-60).
No hace falta emplear muchas explicaciones para descubrir la
generosidad de Esteban a quien estaban matando, al interceder por sus
asesinos. Generosidad que tuvieron
siempre los mártires y que la manifestaron cuando entregaron su vida sin odio y
no sentían el deseo de venganza, sino que les manifestaban su amor a aquellos
que los martirizaban. Nuestros mártires y sus compañeros en el momento que iban
a quitarles la vida proclamaban con voz potente: “¡Viva Cristo Rey!”
Preguntémonos: ¿Por qué tuvieron esa fortaleza? ¿Por qué gritaban: “Viva
Cristo Rey?” Porque así manifestaban que creían en Jesucristo y que morían por
su fe en Él. Porque estos mártires
conocían, además de los textos anteriores, los que nos fueron proclamados del
Evangelio de S. Mateo en los que se decía: “No tengáis miedo a los que matan el
cuerpo pero no pueden matar el alma” (Mt 10, 28).
Hermanos, que Dios no lo permita, pero podemos encontrarnos en una
situación en la que tengamos que entregar la vida por la fe en Jesucristo. Es
muy lamentable, porque nadie tiene derecho a quitar la vida a otras personas,
pero el odio que producen ciertas ideologías ateas y contraías a la fe en
Jesucristo, pueden desencadenar situaciones en que haya hombres que se vuelvan
contra los que no piensan lo mismo. Sien embargo desde la fe en Jesucristo el
cristiano no puede corresponder con la venganza. Por lo que Jesús (dijo): “No
tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma”.
Hermanos, contemplando este templo lleno y aclamando nuestros mártires
y a todos los beatificados con ellos, principalmente a los beatos (Cecilio), Marcelino y Juan Antonio, tenemos que
alabar a Dios que, por medio de
Jesucristo y con la fuerza del Espíritu Santo, les dio fortaleza a los que
fueron testigos de la fe en Jesucristo,
hasta sufrir el martirio por confesar su fe en Él.
Pero no puedo concluir esta reflexión si antes referirme a estas dos
comunidades parroquiales, Villamor y Santa Marina del Rey, y deciros que tenéis
tres mártires como protectores de vuestra fe. De ellos recibís una herencia valiosísima, porque ellos prefirieron
perder su vida antes que negar su fe en Dios. Pero ya recuperaron la vida en el
Reino de Dios y allí vivirán para siempre, eternamente, con todos los santos
que también alcanzaron la salvación. Al recibir esta herencia no podéis
olvidarla. Sería una traición no seguir el camino que ellos ya recorrieron. Es
verdad que los acontecimientos del tiempo de esto mártires, en que se
produjeron los hechos que llevaron a tantos seguidores de Jesús a la muerte,
deseamos y pedimos que no se repitan jamás, porque Dios no desea que sus
seguidores tengan que alcanzar la gloria del cielo por el martirio, sino por el
camino de la permanencia en la fe y el bien obrar.
Hermanos, es de justicia respetar la conciencia de los demás. No
podemos obligar a nadie a que siga un camino diferente del que es razonable,
noble y respetuoso con la vida de los demás, aunque tenemos la obligación de ayudar a que los que siguen caminos que no
conducen a la vida bienaventurada, para que descubran el buen camino.
Por eso comprometámonos todos a ser fieles al Evangelio y oremos por la
conversión de los que siguen un mal
camino, para que se cumpla el deseo de Jesucristo nuestro salvador que quiere “que
todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad”.
Hermanos, avivemos nuestra fe en Jesucristo y vivamos en amistad con
Dios, recibiendo frecuentemente el sacramento de la penitencia y santificando
el domingo con la participación en la Santa Misa, para encontrarnos con Dios y
con los beatos que fueron de vuestra familia y ahora están gozando de la vida
bienaventurada.
Jóvenes que participáis en esta gozosa celebración, ¿Porqué os alejáis
tanto de la fe en Jesucristo? MIRAD, Dios es el Señor de la vida y de la
muerte y lejos de Dios no encontraréis la felicidad. La vida es corta y necesitamos todos
encontrar el sentido de la vida para alcanzar la felicidad. Pensadlo.
Por vosotros, jóvenes, hoy especialmente rogamos a María, la Virgen
Inmaculada, que es Madre nuestra, que nos acompañe en la travesía por este
mundo, de tal manera que alcancemos la salvación. AMÉN.
Camilo Lorenzo Iglesias, Obispo de Astorga
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