El Beato Juan Antonio Pérez Mayo nació en
Santa Marina del Rey (León) el 18 de noviembre de 1907. Hizo su primera
oblación (profesión religiosa) el 15 de agosto de 1927. Acto seguido es enviado
a Roma para cursar los estudios obteniendo el doctorado en filosofía y licenciatura
en teología. Ordenado sacerdote, vuelve a España y, pese a su juventud, pronto
ejercerá la docencia en Pozuelo como profesor de filosofía. Ya de niño, en su pueblo natal, era “Tarsicio”, una asociación religiosa que inculcaba la devoción a la Eucaristía y la
práctica de la confesión y comunión frecuentes. Destacaba por su devoción a la Santísima Virgen, una de las características
de la espiritualidad de los Misioneros Oblatos. ¡No en vano se denominan de
María Inmaculada, y con sólo decir su
nombra ya la proclaman, y la han de tener siempre por Madre, en sentir de
S. Eugenio de Mazenod. Entre los escasos escritos que se conservan del P. Juan
Antonio, hemos encontrado la poesía que
publicamos a continuación.
Prisionero en su propia casa con toda la
comunidad oblata el 22 de julio de 1936, es martirizado dos días más tarde con el primer grupo de
Oblatos. Tenía 29 años.
Un
canto que se oyera en tierra y cielo,
Un
canto que sin sombras y sin velo
Dijera
de tus hijos la alegría.
Pues los tiernos amores que enajenan
De
tus hijos las almas cariñosas,
Son
el eco de las (almas) amorosas
Que
Te cantan: y verte amada anhelan.
Recibe,
benignísima María,
Alabanzas
de júbilo y de gloria,
Alabanzas
de dulce y fiel memoria
De
los hijos que a verte irán un día...
Ves, cual otra Susana, calumniada,
Pura,
casta e inocente y perseguida,
Sois
en cielos y tierra conocida,
Con
el nombre de “Toda Inmaculada”.
Vos
sois Débora intrépida, invencible,
Destructora
de tropas infernales:
Alejad
bondadosa nuestros males,
Pues
sois vida y remedio indefectible.
Vos Jahel, atrevida y vengadora,
Al
Sisara infernal habéis hollado,
Vos
habéis vuestro pueblo libertado,
Y
él os canta por siempre: “Triunfadora”.
Vos Judiht, la simpática guerrera,
De
pureza y candor tan sólo armada,
A
Holofernes maldito y su emboscada
Deshicisteis
con su canalla fiera.
Vos
Esther, graciosísima y hermosa,
De
la justa venganza nos librasteis,
Vos
las paces quebradas reanudasteis
Entre
Dios y los hombres, cariñosa...
Y los que así os cantamos, y amamos,
A
vuestras plantas rendidos hoy día,
Esta
plegaria de triste armonía,
Con
esperanza anhelante elevamos:
Protegednos en las lides de Satán,
Asistidnos
en la hora de la muerte,
En
el juicio salid Vos por nuestra suerte,
Y
llevadnos de las almas al Imán.
No ceséis, dulce madre, ni un
instante,
de
velar por los hijos desterrados,
Y
mirad cariñosa a los cuitados
Que
a Vos claman con voz queda, anhelante...
Juan Antonio Pérez o.m.i.
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