El Beato Juan José Caballero Rodríguez nació en Fuenlabrada de los Montes, provincia de Badajoz, archidiócesis de Toledo, el 5 de marzo de 1912. Su padre, Jesús María Caballero, era considerado como la persona más religiosa de la localidad. Labrador, de condición humilde, con una cultura superior a la de sus paisanos, prestaba valiosos servicios al párroco y a la vecindad. Al fiel cumplimiento de sus deberes como cristiano, hay que añadir su valiosa colaboración con la parroquia como sacristán. En esa "iglesia doméstica" inicia Juan José su vida de fe y aprende a ponerse al servicio de los demás. Un compañero de la escuela dice de él: Ninguno llegaba a la altura de Juan José. Éste siempre estaba dispuesto a ayudar a los demás (en las tareas escolares). Era totalmente cumplidor de sus deberes y su ritmo de aprendizaje era ideal.
La Providencia quiso que los familiares del Beato Francisco Esteban conectasen con su familia y orientaran su inquietud vocacional hacia los Oblatos. Ya estaba en el escolasticado (seminario mayor) de Pozuelo, cuando , en 1931, ante el riesgo que se corría en Madrid con la "quema de conventos", toda la comunidad se trasladó temporalmente a Urnieta (Guipúzcoa) donde Juan José había hecho el seminario menor y el noviciado. De vuelta a Pozuelo, es llamado a filas y tiene que hacer el servicio militar en el Norte de África. El tiempo vivido en ese continente afianza su vocación religiosa y acrecienta sus ansias misioneras. Terminada la mili, regresa de nuevo a Pozuelo, donde hace la profesión perpetua y le confieren el subdiaconado, paso firme hacia el sacerdocio. Pero todas sus ilusiones sacerdotales y misioneras quedan truncadas con la prisión y posterior martirio, consumado el 28 de noviembre de 1936 en Paracuellos, junto con sus superiores y compañeros. Tenía 24 años. Puede leerse a continuación el relato de su martirio en una carta que un Padre Oblato digió a un hermao de Juan José.
L. J. C. et M. I.
San
Sebastián a 1 de Junio de 1939
Sr. D.
Epifanio Caballero
Fuenlabrada
de los Montes (Badajoz)
Muy Señor mío y de toda mi consideración:
Acabo de recibir la suya del 20 del
pasado. Comprendo su inquietud por la suerte de su hermano Juan José. Por
desgracia las noticias que le voy a dar le van a causar profundo dolor; pero no
hay más remedio que aceptar la realidad, aunque sea trágica.
Recientemente estuve en Madrid y he
aquí los datos que he podido recoger sobre él y sobre otros varios.
Fue detenido Juan José en la noche
del 12 al 13 de octubre del 36 y conducido a la cárcel Modelo. De allí fue trasladado
a la cárcel de San Antón en la noche del 15 de Noviembre. En la noche del 28
del mismo mes fue sacado con otros muchos, entre ellos 12 oblatos más,
compañeros suyos, el Superior de Pozuelo y el P. Esteban, y llevados con rumbo
desconocido. No se ha vuelto a saber más de aquella expedición, que se llamó expedición de Muñoz Seca, porque en ella iba el ilustre comediógrafo. Se cree
que todos ellos, varios centenares, fueron fusilados en Paracuellos del Jarama,
no lejos de Madrid.
Teníamos confianza de que con la
liberación de Madrid apareciera él o algunos de sus compañeros. Pero esta es la
hora en que ninguno ha dado señales de vida. Con lo que hemos perdido toda esperanza.
A su hermano Juan José hay que contarlo, pues, entre los caídos por Dios y por
España.
Comprendo que esta noticia sea para
Vd. y demás familiares causa de profundo dolor. Pero hay que aceptarla con
resignación cristiana, con la misma entereza con que los mártires marcharon
hacia la muerte, sin asustarse cuando se vieron frente al pelotón. Yo estoy
seguro que Juan José y sus compañeros cayeron perdonando y con el grito de
¡Viva Cristo Rey! en los labios.
Ahora solo nos queda a los que no
sucumbimos procurar que tanta sangre española derramada no sea estéril. Eso es
lo que ellos esperan desde el cielo.
Perdone que antes no le hubiera
comunicado estas cosas; pero, como sabía que su buen padre había fallecido hace
unos años, ignoraba a quien dirigirme. Si en adelante puedo conseguir algún
dato más concreto, ya se lo comunicaré.
Conservo el más grato recuerdo de su
buen padre, a quien Dios quiso llevar de este mundo para que no viera tanta
catástrofe. ¡Qué buen español era! (D.E.P.).
Aprovecho la ocasión para ofrecerme
suyo atto. Y s. s. in C. J.
Emilio
Alonso, OMI
No hay comentarios:
Publicar un comentario