El Beato Justo Pérez González nació en Villaverde de Arcayos el 14 de octubre de 1.915. Ingresó en la congregación en Septiembre de 1.927. Primeros votos el 15 de Agosto de 1.933. En su camino académico hacia la ordenación sacerdotal, había hecho ya 2º año de teología. Fue fusilado en la Casa de Campo, cercanías de Pozuelo, por los mismos motivos que sus compañeros de Martirio: por su fidelidad a Cristo y a su vocación religiosa. Tenía 21 años.
Transcribimos a
continuación unas páginas incompletas de su “diario”, hecho en el 5º año de
Juniorado, en Urnieta (Guipúzcoa). Lo dedica a su hermano Bernardo.
Tomado muy en
serio, está dividido en capítulos, con su correspondiente prólogo e índice como
obra en regla. En el índice hay indicados, como si tuviera prisa, capítulos
futuros posibles.
No hay que buscar aquí la intimidad de un Diario privado, ya que está destinado a la lectura de otros; pero de todos modos no deja de ser un precioso exponente de sus
pensamientos y de su ideal desde sus jovencísimos años de bachillerato. Más
tarde hará el noviciado en Las Arenas (Vizcaya). Lo finaliza con su primera
profesión religiosa y pasa a Pozuelo (Madrid) para cursar los estudios
eclesiásticos. No tenemos escritos suyos de esta última etapa de su vida, sólo testimonios de sus compañeros supervivientes.
MI DIARIO
Dedicatoria: A mi querido
hermano Bernardo.
Prólogo
Querido Bernardo:
Desearía que esta obrita no la rompieses como otra
carta cualquiera. Es un librito donde he dejado escribir libremente a mi pluma;
donde mis ideas se han grabado; en suma donde mi alma se ha retratado; por
tanto debes conservarlo como un compendio de todas mis ideas. Cuando leas el
primer capítulo te dirás sin duda para tus adentros: “Esto, cuando lo escribió
estaba llorando.” Si tal dices, te engañas. Bien se conoce que has leído poco.
Yo conozco a un predicador, que en lo más acalorado de su discurso y cuando ve
que la gente llora rompe también él a llorar aparentemente y se tapa el rostro
con las manos de tal modo que se está riendo, pero a lo grande, Y con esto no
te quiero decir que no me sintiera algo conmovido al escribir este capítulo.
Si no lo lees tú, dáselo a leer
a madre.
¡Qué largo!
(nostalgia de
la familia y de su pueblo natal)
¡Dios mío! ¡Y que ya no vuelva a
ver a mis padres, a mis hermanos y a mis amigos! ¡Y tener que pasar ocho años
sin volver a ver a mis sobrinitos! Tengo dos sobrinos y al uno no le conozco y
hasta que no pasen ocho años no le conoceré. ¡Qué encanto podrá tener para mí
mi sobrino pequeño cuando tenga ya nada menos que nueve años! Sólo mi sobrino
mayor me es conocido; y sus gracias y encantos de ángel aún están grabados en
mi mente y espero y aseguro que jamás se borrarán y mis hermanos se casarán y
yo no asistir a sus bodas. Y tendrán hijos y yo sobrinos y no los conoceré
hasta dentro de ocho años. ¡Dios mío, qué duro y qué largo es el destierro!
¿Te acuerdas, Bernardo, que una vez que hablábamos tú y yo sobre el próximo
sobrino te dije yo que hicieras tú de padrino en nombre mío? Pues bien, hace
dos meses que en clase de catecismo, hablando sobre el Sacramento del Bautismo,
preguntando que quiénes podían ser los padrinos, supe que los religiosos no
podían serlo, a no ser en caso de necesidad. Y, ¡qué pena la mía! Porque si he
de ser religioso no podré ser padrino de ningún sobrino como te decía aquella
vez. Hasta a ser padrino tengo que renunciar. ¡Oh, sacerdocio qué caro me
cuestas!
Condenado estoy a no saber nada, se puede decir, de mi casa. Estoy viendo que
el día menos pensado se muere mi padre o mi madre o alguno de mis hermanos y yo
no lo sabré hasta ocho días después. ¡Oh, insensatez! ¿Por qué no me lo han de
decir? ¿No ven ustedes que cometen una grave falta quitándome a mi el poder
rezar por el alma del que tenga la desgracia de morir? Con mis oraciones,
comuniones y súplicas, podría yo sacarle pronto del Purgatorio. Pero
desventurado de mi y del difunto, si por no avisarme antes, pasa más tiempo,
del que tendría que pasar rezando por él. No carguen ustedes con una
responsabilidad tan grande. Si se muere alguno o cae gravemente enfermo,
díganmelo enseguida. ¿Creen ustedes que me va a dar la “ventolada” de irme a
casa? ¡Vamos! Tengan un poco de más confianza en mí. Lo primero que necesitaba
pedir dinero a casa y lo segundo que ustedes no me lo mandarían, lo tercero que
no soy tan caprichoso como creen ustedes. No se yo qué iba a adelantar con
marcharme a casa y nada más porque se murió uno. Tengan un poco de más confianza
en mí.
Vacaciones.
¡Cuánto siento no ir este año a vacaciones! Es cierto que si voy tendré que
trabajar mucho, pero... se tiene más libertad en casa. Con cuánto gusto no
iría. Aliviaría algo a Julio y nos divertiríamos mucho. ¡Estará Julio con unas
ganas de que vaya yo! Ya se explica, estarán Samuel, Ángel, Lupicinio y
compañía más orgullosos. Porque ahora serán ellos los gallos. Si estuviera yo
allí, ya les enseñaría a bajar la cabeza. Pero, qué le vamos a hacer, Julio.
Nuestro Señor dijo que “el que se ensalza, será humillado y el que se humilla,
será ensalzado.”
Anda, que el día que vaya yo a Villaverde con sotana hecho un cura y que pueda
decir misa, más de 4 se chuparán las uñas; y el día que padre muera, lo cual no
quiero que suceda hasta que yo cante misa y le pueda dar la comunión, el día
que padre muera, digo, y haga testamento, gran parte de lo que me toque a mí te
lo daré a ti, Julio, te lo daré a ti y sin que me des renta alguna. Por tanto
ruega a Dios para que yo siga en la doble carrera de Sacerdote y Misionero.
En cuanto a las vacaciones, siento muchísimo no ir, pero créanme, me quedo
también muy contento. Por un lado querría ir, porque, eso de volver a ver otra
vez Villaverde y todos sus encantos... pero por otro lado me contenta el
tirarme un verano bien tirado. Podré leer muchos libros y qué se yo cuantas
cosas. Estaremos casi solos y somos once. Jugaremos por la mañana, antes que
caliente mucho el sol, y por la tarde, cuando se esté ya poniendo. Nos
encargaremos de la limpieza de la casa, y después de comer, siesta o paseo. En
fin, dos meses de ole y ole. Desearía ir a casa para pasar las vacaciones, pero
también me quedo aquí muy contento. No sé si nos dejarán bañar e ir al río.
Entonces si que... Nada, que pasaremos unas vacaciones alegres. Y si puedo les
escribiré a menudo.
(Como ayudante del enfermero) yo
no hago más que llevar la comida o alimentos que me dice el Padre Enfermero.
Suelo llevar por la mañana, al medio día, por la tarde y por la noche. Y esto
lo hago durante los recreos. No pierdo mucho tiempo de jugar. En un recreo que
hay después del desayuno, tengo que ir a la enfermería que es un cuarto pequeño
donde hay mucha clase de medicinas y allí curo a los que yo sé curar, que no
pasa de dolores de muelas, heridas, catarros, etc., etc. También voy por la
noche. Sin embargo, debo advertirles, para su tranquilidad, que cuando la
enfermedad es contagiosa no asisto yo. Entonces lo hace el Padre enfermero.
Hace tiempo pensé en enviar una revista al Sr. Cipriano para que viera lo que
son los frailes, pero como en su casa vive Mercedes, no quise que nadie tuviera
algo que decir, y por eso no se la he mandado pero buena falta le hacía. Pero se
me ocurre una idea inspirada por el Espíritu Santo, y una vez que vaya usted,
padre a casa del Sr. Cipriano, vaya provisto de La Purísima en
que haya algún capítulo interesante en que muestre claramente los sufrimientos
y trabajos del misionero por convertir un alma. Y sucederá probablemente que mi
buen Cipriano le pregunte por mi; entonces usted hará que la conversación pase
de mis costillas a las de los frailes. Usted entonces le preguntará:
Vamos a ver, Cipriano, ¿qué
entiendes tú, qué crees tú, que es un fraile?
Una gente, dirá él, que lleva
buena vida.
Entonces le sacará usted la
revista y probará lo que son los frailes. Pero tal vez el dirá que eso es
mentira.
- Hombre : dirá usted :
¿Tú crees en la Historia?
- Sí creo.
- Pues esto está sucediendo
ahora. Pero ya que crees en la Historia, dime, ¿quién evangelizó el Nuevo
Mundo? ¿Quién se sacrificó por aquellos indios?.
- Cualquiera se sacrifica
habiendo tanto oro allí.
- ¿Si? Pues si es que iban por
el oro, ¿por qué no hicieron lo que los demás, coger bien de oro y lo demás a
la porra? El P. de las Casas dio parte a los Reyes Católicos que los
españoles maltrataban a los indios… ¿Conoces la vida de S. Francisco Javier?
Y no tendrá nada que decir.
Algo de la
vida.
Los días más felices para los estudiantes aquí, son los días de fiesta y los
domingos: Nos levantamos a la hora de siempre (seis y cuarto), hacemos la
oración de la mañana que dura diez minutos y la meditación que dura quince.
Bajamos a la capilla, oímos Misa y subimos a la sala de estudio, coge cada uno
su libro de lectura y a leer. Tenemos novelas de todas clases, aunque a nosotros
no nos las dan todas a leer. En primer año no se leen novelas, en segundo ya se
leen muchas, pero todas ellas de poco valor literario. En tercer año ya se leen
algunas de bastante valor, en cuarto año se leen mejores, y en quinto año, que
es el que estudio yo, se lee de lo mejor. Dirán ustedes que “total, todas tratan
de frailes”. No señor, son diez veces más las que tratan de otros asuntos que
las que tratan de frailes, excepto las que leen los de segundo año. Al
contrario, conozco varias que tratan de jóvenes enamorados, y no son impuras,
al contrario tratan del amor como debe ser. Nada de actos malos no conversaciones
picantes.
Pues, ¿qué creen ustedes? Estos días hemos estudiado los retóricos (o sea, los
oradores) el sacramento del matrimonio. No se si sabrán qué quiere decir
“retórico”. Retórico significa orador. Por eso a los de mi curso se nos llama
retóricos porque estudiamos la retórica o sea el modo de hacer y pronunciar
discursos.
Aquí hay la costumbre de echar un sermón cada retórico. Este año somos 11
retóricos. Mi sermón trataba de la divinidad de Jesucristo. Tenía que probar la
Divinidad de Jesucristo primero por sus propias palabras, por sus milagros, por
sus profecías y por su Resurrección. Lo eché por la noche. No crean ustedes que
echamos los sermones para convertir a alguno; no es más que para acostumbrarnos,
y el día de mañana, cuando vayamos a misiones, poder pronunciar un sermón
cualquiera. Por supuesto los hacemos nosotros mismos. Ya me comprometía yo a
echársela a algún cura y a muchos diputados que hoy día están en el parlamento
y que antes de la República no eran más que unos limpiabotas. Y esto no sólo
soy yo el primero que lo dice: nuestro profesor de oratoria lo ha dicho varias
veces.
N. B. Todo esto
lo escribió antes de hacer el noviciado y comenta más adelante que aún no saben
dónde lo van a hacer. En esa vida de cada día deja traslucir las inquietudes de
su vocación misionera y sus anhelos de hacer el bien mediante su ministerio
sacerdotal. Testigos de su propio pueblo natal hablan de su ferviente vida de
piedad y de su generosidad de servicio a la parroquia en años anteriores
a este escrito, cuando aún podía ir de vacaciones.
Sus anhelos
misioneros fueron cruelmente segados en la flor de la vida Pero el Señor
de la mies lo coronó con la palma del martirio.
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