El Beato Justo Gil Pardo, navarrico, nació en Luquin o Lukin, un pueblo de la comarca de Tierra Estella, el 18 de octubre de 1910. Hijo de una familia muy numerosa –once hermanos-, sus padres eran cristianos fervorosos y honrados. Al fallecer su padre, los vecinos comentaban: “Ha muerto la mejor persona del pueblo”.
Justo, arropado por tal familia, inicia su formación humana y cristiana en su
pueblo natal, cultivado además desde niño por las Hijas de la Caridad y el
párroco del pueblo, que lo asume como monaguillo. Ayudaba a Misa asiduamente en
las dos iglesias monumentales del pueblo. En tal ambiente no es extraño que despuntara
pronto su vocación sacerdotal. Pero la abundancia de bocas y los escasos recursos
no permitirían a la familia costearle los estudios en el seminario de Pamplona.
Don José María Sola, sacerdote celoso donde los haya, lo orienta hacia los Oblatos,
como había hecho ya con Gregorio Escobar en Estella. Ingresa en el juniorado de
Urnieta a los 15 años. Proseguirá su itinerario vocacional en Las Arenas (Vizcaya)
y Pozuelo (Madrid) donde será ordenado diácono el 6 de junio de 1936. Su sueño
de subir al altar estaba al alcance de la mano. Sus hermanas, ayudadas por las
Hijas de la Caridad de su pueblo, ya le estaban preparando presurosas los ornamentos
para la ordenación sacerdotal. Pero el Señor tenía otro designio sobre él: más
que sacerdote lo quería víctima. Fue detenido con toda la comunidad oblata de
Pozuelo el 22 de julio de 1936 y proseguirá su Calvario en la clandestinidad, para
terminar en la cárcel con varios de sus hermanos de religión y es ejecutado con
varios de ellos en Paracuellos el 28 de noviembre de 1936. Tenía 26 años.
Terminada la guerra y reconstituida la comunidad en
Pozuelo, los nuevos escolásticos querían saber más sobre los Mártires y comenzaron
a recabar datos sobre su infancia y adolescencia, escribiendo a los familiares
y a los párrocos. A continuación puede leerse una carta textual del párroco de
Luquin.
R. H.
José Mª González, Madrid.
Muy
Rdo. Hno.: Están en mi poder sus dos cartas, interesándose de los datos que
pueda adquirir para la biografía del
religioso Oblato, Justo Gil Prado.
He
tardado en contestarle por diversas razones y las principales son: por no
hallarse en esta Parroquia sus familiares cuando recibí la carta y por haber
solicitado de un sacerdote amigo de Justo los informes o datos que me piden,
sin que hasta el presente los haya recibido.
De su
familia he recogido en síntesis los datos que le adjunto:
De carácter dócil y sencillo desde su infancia, pasó
sus primeros años con los demás niños alternando en la escuela y el cuidado de
la familia sobresaliendo por su docilidad.
Hizo a
los siete años la primera Comunión con candidez de niño amante de Jesús Sacramentado,
a quien desde ese día recibió a diario oyendo al mismo tiempo la Santa Misa y
acercándose cada semana al Sacramento de la Penitencia. Ya en esa época comenzó
a manifestar sus deseos de ser Sacerdote del Señor, deseos que fueron creciendo
con la edad, pero sus padres, de familia humilde y faltos de recursos, comenzaron
a inclinarle al estado religioso a fin de poder satisfacer sus deseos de Sacerdocio
y por amistad de sus padres con el que a la sazón era Párroco de Urbiela,
debido a insinuaciones e instrucciones de dicho Sr. Párroco llegó al
conocimiento de los PP. Oblatos, a donde
se encaminó con otros amigos en solicitud de admisión.
Con la
vocación de religioso manifestó un deseo ardiente de dedicarse en tierras de
Misión a la evangelización de los infieles.
Eran
sus devociones favoritas la del Sagrado Corazón y a N. Sra. la Virgen de los
Remedios y del Milagro que se veneran en esta Parroquia, recibiendo culto constante
de los devotos de toda la comarca en su Santuario-Basílica, separada de la Parroquia.
Su
ocupación favorita eran los libros religiosos y de piedad, alternando el estudio
y lectura, ocupándose en sus ocios en trabajos manuales, preferentemente los de
carpintería.
Era
respetuoso con todos y guardaba un cariño especial a sus padres, a quienes
respetaba como a tales y lo mismo en cuanto al cariño con sus hermanos a quienes
entretenía y animaba con sus charlas y dichos ingeniosos.
A su
porte sencillo, unía su jovialidad, sobre todo cuando jugaba con sus amigos a
sus juegos favoritos, la pelota y el fútbol, portándose con ellos afable,
respetuoso y humilde sin que se notara en él deseo de sobresalir entre los
demás.
En
cuanto a su actuación en la escuela, era aplicado y gustaba de aprender,
notándosele afán por asistir a la escuela con puntualidad: mostraba disgusto
cuando tenía que perder un día de escuela.
Estos
son los datos que me da su familia, con los que concuerdan los demás vecinos.
Quizá
el Sr. Párroco de Arroniz pudiera proporcionarles algún dato más, debido a su
amistad y convivencia algunas temporadas con él.
Supongo
que, aunque he demorado en contestarle, no llegarán tarde los datos que
adjunto.
No
tuve el gusto de conocerlo personalmente, ya que me hice cargo de esta Parroquia
el año 1944 y debido al corto tiempo que vivió en su casa no creo que se puedan
recoger muchos datos más; y que, según testimonio de otra persona, no sobresalió
de manera que llamara la atención al pueblo, como que fue una vida sencilla la
suya durante su permanencia en esta Parroquia.
Perdone
mi tardanza y deseando poder servirle en lo sucesivo, se ofrece y le saluda
affmo. y s. s. en Xto.
Miguel Cía Uriz, Párroco.
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