En la cárcel
A los Siervos de Dios los van deteniendo poco a poco y los van recluyendo
en la Cárcel Modelo y es precisamente ahí, en el infortunio, donde, expresando
de manera clara sus profundas convicciones evangélicas, se animaban mutuamente
y animaban también a otros. Todo ello, en cuanto les era permitido, desde la
oración y la vivencia con espíritu de fe de las humillaciones y malos tratos de
que eran objeto. Teniendo en cuenta que en el mes de noviembre en Madrid el
clima, a veces, es frío, en la cárcel se hacía intensamente frío por carecer
del indispensable abrigo, ya que de lo poco que podían disponer hacían participantes
a otros que les parecían más necesitados. Recuerdo que el Padre Francisco
Esteban hizo entrega de su propio abrigo a uno de sus compañeros de prisión.
Además del frío, “compañeros” de prisión eran también el hambre y los parásitos,
que eran tanto porque el número era crecido como por la higiene muy deficiente.
Compañeros de prisión ya beatificados
Fueron compañeros de prisión y de calamidades Hermanos de San Juan de
Dios, ya beatificados, y la Comunidad de Agustinos del Escorial, también en
proceso de beatificación.
Estos conocimientos proceden del Padre Porfirio Fernández, compañero de
cautiverio de los Siervos de Dios en la Cárcel Modelo. De él tengo testimonio
que, el 7 de noviembre, el hermano Serviliano Riaño, previendo que era
conducido a la muerte, pidió al Padre Mariano Martín que le diera la absolución.
Preparándose para el martirio
Los Siervos de Dios preveían el martirio dado el ambiente de hostilidad
que reinaba en todas partes contra la Iglesia y sus miembros. Desde meses antes
de su detención estaban advirtiendo que sus vidas corrían peligro por los
insultos y amenazas de muerte que con frecuencia les hacían por el simple hecho
de ser sacerdotes o religiosos. Esta situación motivaba en todos una
preocupación por prepararse a lo que Dios en su providencia amorosa les tuviera
reservado, manteniendo una actitud serena en un ambiente de fervor como
preparación inmediata a lo que estaban previendo. Convencidos estaban todos que
si la muerte les llegaba era sólo por odio a su fe cristiana y al hecho de ser
personas consagradas.
De los siete primeros ya he dicho que no se conoce con exactitud el lugar
de su martirio. Los restantes fueron fusilados el 28 de noviembre de 1936 en
Paracuellos del Jarama, haciendo excepción de Serviliano Riaño que fue
martirizado el 7 de noviembre en Soto de Aldovea y del Padre José Vega, martirizado
el mismo día 7 de noviembre en Paracuellos.
Fieles a su Oblación
Resulta fácil comprender que la reacción de los Siervos de Dios ante la
muerte y ante los verdugos fue la de auténticos testigos de la fe y de su
consagración religiosa, convencidos de que el martirio era una nueva gracia
extraordinaria que el Señor les concedía y para la cual se habían preparado con
esmero y fervor. Creo que el Padre Esteban dio la absolución a todo el grupo
momentos antes de que fueran ejecutados. Esto lo sé por el testimonio que se ha
publicado recogiendo la información del sepulturero que señala que uno de ellos
trazó la señal de la cruz sobre todos.
Eran libres para poderse escapar de la muerte antes de ser encarcelados,
pero prefirieron arriesgar sus propias vidas urgidos por el deseo de ser fieles
a su consagración religiosa y a su sacerdocio.
Cómo cunde la fama de martirio
Lo que yo sé sobre la fama de martirio de los Siervos de Dios lo conocí,
en primer lugar por mi hermano, Jesús Alonso, que pudo evadirse de la persecución
de la que también era objeto en su condición de miembro de la Comunidad. Quedé
vivamente impresionado cuando él se dedicó, con todo entusiasmo, a informar a
los padres de algunos de los Siervos de Dios, señalando que el único motivo de
su muerte era su condición de religiosos. Recuerdo que en casa de mis padres se
hicieron presentes la madre del Padre José Vega y el Padre de Juan Pedro
Cotillo. Fui testigo cómo la madre del Padre José se desmayó al escuchar el
relato de los hechos y pronto pude apreciar que se iba recuperando en la misma
medida en que mi hermano señalaba que había muerto como testigo de la fe. De
Juan Pedro cabe decir otro tanto, por más que su Padre permaneció con una
actitud de serenidad.
La idea del martirio de toda
la Comunidad de los Misioneros Oblatos de Pozuelo cundió de manera muy especial
entre sus propias familias y también entre todos cuantos les conocían puesto
que provenían de pueblos pequeños donde todos se conocen; así como de modo muy
especial entre los supervivientes de esa situación y de todos los Oblatos,
primero de la provincia de España y posteriormente de toda la Congregación. La fama de martirio
nace desde el momento mismo en que se conoció la causa de la muerte. Como
hechos que testimonian esa fama, viví la experiencia de algo que encontré a mi
llegada al Seminario Mayor de Pozuelo en 1944: cada día, a la caída de la
tarde, ya sea individualmente, y a veces también en Comunidad, acudíamos ante una cruz levantada
en memoria de los mártires expresando nuestra oración, con el
convencimiento de que eran auténticos mártires de la fe y testimonio elocuente
para nosotros. Los superiores ponían especial empeño en que esta nuestra
oración ante la cruz, no supusiese nada de culto público. Otro hecho
significativo de esa fama de martirio era que los Superiores organizaron una
“academia” para estimular, tanto los valores de la vida consagrada, como el
ideal misionero, carisma de la Congregación, viéndonos estimulados por lo que
íbamos conociendo de la vida y escritos de algunos de los mártires.
Demostración de la fama de martirio es el hecho de que el Ayuntamiento dio el
nombre de “Mártires Oblatos” a una calle de Pozuelo; también, que una vez al
año, cuando era posible el 28 de noviembre, íbamos a Paracuellos del Jarama
evocando su memoria. Fue una grata sorpresa que hacia 1976, leyendo el “Codex Historicus” (crónica) de la casa
de Pozuelo, encontré que eran considerados, en el mismo, auténticos mártires.
Con relación a las familias
de los Siervos de Dios, puedo atestiguar que algunas de ellas siempre los han
considerado como mártires.
Si se encomiendan a ellos, me
consta de algunas religiosas que sí lo hacen. Me consta que en las Comunidades
oblatas de la provincia de España se reza por la pronta beatificación de los
mártires y otro tanto cabe decir de las parroquias regentadas por Oblatos.
Personalmente estoy
convencido de que, dada la causa de su muerte, deben ser considerados auténticos
mártires de la fe.
Vida de fe
De su vida de fe dan testimonio la fidelidad de los Siervos de Dios y
perseverancia en la vocación, desafiando el riesgo que suponía una respuesta a
la vocación como don de Dios para mejor servir a los hermanos. Se manifestaba
en el cultivo esmerado de la oración, de manera especial en la celebración y
participación de la eucaristía diaria, en el rezo diario del rosario y en
celebraciones especiales con motivo, tanto de fiestas de la Iglesia universal,
como de la familia religiosa a la que pertenecían. Hecho especial que
manifiesta esa fe, es el contento con que se celebraba la despedida de los
misioneros que salían al extranjero como proclamadores del Evangelio y
pregoneros de la Fe. Todo esto lo he sabido tanto por mi hermano como por los
otros padres ya mencionados anteriormente.
Vida teologal
Manifestación clara de la virtud de la esperanza es también la
perseverancia en la vocación y, de manera muy especial, en los meses que
precedieron a su martirio ante las amenazas y el peligro de muerte que estaban
presintiendo.
La caridad para con Dios la ejercitaron como acción de gracias por el don
de la vocación, por el cultivo de su vida de fe en la oración y, como ya tengo
dicho, ofreciendo sus vidas como un acto heroico de amor a Dios.
Amor recíproco
Con relación al prójimo quiero señalar las muestras de un cariño especial
por parte de algunos de los Siervos de Dios para con sus padres y hermanos agradeciéndoles
el respaldo que siempre encontraron ellos para vivir gozosamente su entrega a
Dios. En relación con sus compañeros de estudio procuraron ser fieles a lo que, como herencia del fundador de la
Congregación, define a la Comunidad oblata: la vivencia profunda de la caridad
en las relaciones mutuas.
Los formadores con delicadeza y discretamente trataban de ayudar a los formandos
en los días en que se sabían perseguidos y, por parte de los otros Siervos de
Dios, en la discreción con que supieron afrontar los insultos y vejaciones.
Fidelidad en su vida
consagrada a Dios
Hay que resaltar el don y la virtud de fortaleza conque supieron afrontar
situaciones tan difíciles en sus vidas que habrían de culminar en el martirio.
Vivieron la virtud y el voto de
pobreza, tanto en el ser, traducido en un compartir dones y cualidades,
como en el tener, conformándose en tiempos de carencia de medios económicos con
lo que la Comunidad les proveía, procurando al mismo tiempo, brindar sus cualidades
en servicios que favorecían la vida de Comunidad. Destacó especialmente la
labor de los hermanos coadjutores.
Resalto en los Siervos de Dios, según las referencias a las que he hecho
mención anteriormente, la virtud y el voto
de obediencia ejercitados en la vida diaria, de manera especial en los días
precedentes a su detención, en los Siervos de Dios estudiantes, mostrándose
enteramente sumisos a las decisiones tomadas por los Superiores.