martes, 19 de junio de 2012

El padre de un Mártir escribe




Respondiendo a la petición de la comunidad oblata de Pozuelo, que quería recabar datos y testimonios de los Oblatos asesinados, el padre del Beato Gregorio Escobar, escribía:

Muy señores míos y de mi mayor aprecio.
Habiendo recibido mi hijo Francisco una carta , comunicando diese detalles de su hermano Gregorio, de su infancia, para ser provechosos para la Comunidad y familia, he tenido el gusto y la satisfacción  de detallar su vida tal y conforme la practicó a mis órdenes como padre. No tuve falta de imponerme para nada con Gregorio, sabía bien su obligación como hijo, como católico y como Religioso. Para mí que tenía algún don de Dios.  Tengo que decirles a ustedes que siento mucho, muchísimo, no se dirigieran a mí como padre. Nunca he olvidado a los Oblatos de María Inmaculada. Las tías monjitas me aconsejan les mande las cartas que poseo como una reliquia de mi hijo Gregorio. Según mi hijo Francisco ese Hno. Angel Arnáez, que escribió, es de Abárzuza (Navarra).

Hilario Escobar, padre del Beato Gregorio Escobar, escribe:

Gregorio Escobar y García nació en Estella (Navarra) en La Rúa, nº 14, el día 9 de mayo de 1912, Parroquia de San Pedro, La Rúa  Mayor de Estella, siendo Párroco D. Felipe Elguezábal, hoy canónigo y Notario Mayor de este Obispado.
A los tres años le llevaron los abuelos a Villatuerta (Navarra), donde pasó en compañía de los abuelos hasta los seis años. En Villatuerta se dedicó como un chico bueno en bajarles a los pobres las limosnas muy contento.
Cuando el abuelo le preguntaba ¿Tú que has de ser?, contesta. Obispo. Siempre la misma contestación. Un día llamó un pobre anciano; al entregarle la limosna, el anciano le dijo: “Tú serás santo”. Al oír esto, Gregorio corrió a contarlo al abuelo saltando de contento.
A los 7 años entró en la escuela de Párvulos que dirigen las Hermanas de la Caridad de Santa Ana en Estella.
Para los 8 años ya sabía ayudar a Misa. Las Hermanas de santa Ana, al ver sus cualidades y su bondad, lo destinaron para Acólito. Le daban tres pesetas al mes, el desayuno y a veces a comer, de contentas que las Hermanas estaban con él.
No tenía amigos, sus amigos eran los libros y sus hermanos. También fue acólito de la Parroquia de San Juna Bautista de Estella.
Para la edad de once años estábamos de Sacristanes de la Parroquia de San Pedro, La rúa Mayor de Estella. Hasta la edad de doce años cumplidos. Él se encargaba de preparar la ropa para la santa Misa y de ayudar, y ayudar a su difunta madre a barrer y a  limpiar la iglesia.
De mayor, de la escuela de Párvulos del Colegio de Santa Ana, pasó a los Señores Maestros.

Su ingreso en los Oblatos

Ya en la escuela de mayores pasó por Estella en Julio o agosto del 1924 un Padre Oblato de María Inmaculada, el cual lo apuntó para religioso. El día 12 de septiembre de 1924 a la 1 ½ de la tarde lo entregué en el convento de Urnieta (Guipúzcoa).
Las primeras vacaciones: El día 22 de junio de 1925 vino a casa. Las vacaciones las pasó en cuidarse de la iglesia y de casa como si fuera un muchacho de servicio, descansado a su padre como sacristán, y a su madre. No se avergonzaba por nada di por nadie, cogía la cesta y la lechera y a la compra. Así eran sus vacaciones los años que vino a casa. El único recreo que tenía era andar con la bici y le gustaba mucho.

La muerte de la madre

El cuarto año de vacaciones, las pasamos amargas, pues Gregorio se encontró con su querida madre enferma de gravedad. Él se cuidaba de todo, a todos animaba a prepararnos para el día que Dios nos tenía asignado.
Gregorio pasaba los días y las noches sentado a la cabecera de su madre, como si fuera ya sacerdote que la preparaba a su querida madre para la hora de la muerte.
Llegó el día en que Dios la llamó. El día 8 de septiembre de 1928.
¡Con qué amor  y con qué cariño hablaba a todos para la resignación! ¡Como un santo! Por la muerte de su querida madre.
Razón tenía el pobre anciano al que entregó la limosna en Villatuerta a los 5 años: Tú serás santo”.
De aquí pasó al convento del Noviciado de Las Arenas (Bilbao). A continuación a Pozuelo de Alarcón.

El servicio militar

Le toca en Pamplona (Provincia de Navarra) durante trece meses. Todos los día iba a la Santa Misa. Varios días le tocaba ayudar  a D. Felipe Elguezábal, Canónigo y Notario Mayor del Obispado.
Venía a casa muchos sábados hasta el lunes. Sus conversaciones con los familiares eran de ir a misiones a buscarse el martirio, por Dios y por las almas. Decía: yo quisiera me dejasen en España mientras viviera mi padre, pero ante todo el martirio; yo no negaré la fe por nadie de este mundo.
Así era mi querido hijo Gregorio. Vivió y murió como un santo. Su querido padre: Hilario Escobar.
Dado en Estella a 29 de septiembre de 1948, día de San Miguel Arcángel.

N. B. Gregorio escribía con frecuencia, muy agradecido, a D. José María Sola, el sacerdote que lo orientó hacia los Oblatos y le pagó el equipo de ropa para ingresar en el Juniorado. Lo consideraba en cierto modo como su primer director espiritual. He aquí el extracto de una carta en la que le da cuenta de su vida de piedad durante el servicio militar:

Bendición y acción de gracias, mentales, a las comidas y el rezo del Santo Rosario que suelo hacer en la cama. Misa y comunión hasta ahora únicamente los domingos que he pasado aquí. Además, casi todos los días por la tarde procuro visitar alguna iglesia, con preferencia la de S. Ignacio, en que está el Santísimo expuesto todo el día. Esto lo hago durante las dos horas que tenemos de paseo todos los días. Ésta es aquí mi vida religiosa. Estoy con otros dos de mi convento. Hemos visitado al Vice-Rector del Seminario que nos ha dado facilidades para pasar algún rato con él. Así mismo he visitado otro conventos, pero como no conocemos a nadie…

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