martes, 16 de abril de 2013

Jesucristo, centro de su vida



El  2 de octubre de 1986 los Oblatos que participaban en el XXXI Capítulo General de nuestra Congregación fueron recibidos en audiencia particular por el papa Juan Pablo II y en su extraordinaria alocución, entre otras cosas, les planteó a quemarropa una pregunta detonante: “La interpelación fundamental. que él (San Eugenio de Mazenod) plantea hoy a todos sus hijos, por boca del Sucesor de Pedro,  es breve y sobrecogedora: ¿Es realmente Jesucristo el corazón de vuestra vida?” Cuanto más ahondo en la vida de nuestros Mártires, más me convenzo de que para ellos sí que lo fue.
Según el actual Sucesor de Pedro, el Obispo de Roma, como él prefiere llamarse, los mártires de todos los tiempos son el mejor testimonio de ello: “Su fe se basaba en una experiencia tan fuerte y personal de Cristo que no tenían miedo a nada ni a nadie, es más, veían las persecuciones como un motivo de honor, que les permitía seguir las huellas de Jesús y de parecerse a Él, atestiguándolo con su vida”.
La breve alocución del papa Francisco no tiene desperdicio. Puede leerse a continuación.



Ciudad del Vaticano, 14 de abril 2013 (VIS).-La página de los Hechos de los Apóstoles que narra la primera predicación en Jerusalén y los intentos de los sumos sacerdotes y los jefes de la ciudad para frenar el nacimiento de la comunidad de los creyentes en Cristo ha sido el tema central del Regina Coeli en este tercer domingo de Pascua.
El Papa ha explicado a los miles de personas reunidas en la Plaza de San Pedro que los Doce que habían sido encarcelados con la orden de no enseñar más en el nombre de Cristo, respondieron a sus perseguidores: “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros padres ha resucitado a Jesús… lo exaltó con su poder haciéndolo Jefe y Salvador… Nosotros somos testigos de estas cosas, nosotros y el Espíritu Santo que Dios ha enviado a los que obedecen”. Entonces hicieron azotar a los Apóstoles y les ordenaron nuevamente de no hablar más en nombre de Jesús. Y ellos se fueron “dichosos de haber sido considerados dignos de padecer por el nombre de Jesús”.
“Yo me pregunto - ha dicho el obispo de Roma- de dónde sacaban los primeros  discípulos la fuerza para dar este testimonio? No sólo: ¿de dónde les venía la alegría y el coraje del anuncio, a pesar de los obstáculos y las violencias? No olvidemos que los Apóstoles eran personas simples, no eran escribas, ni doctores de la ley, ni pertenecían a la clase sacerdotal. ¿Cómo pudieron con sus límites y obstaculizados por las autoridades, llenar Jerusalén con sus enseñanzas? Está claro que solamente la presencia junto a ellos del Señor Resucitado y la acción del Espíritu Santo pueden explicarlo. Su fe se basaba en una experiencia tan fuerte y personal de Cristo muerto y resucitado, que no tenían miedo a nada ni a nadie; es más, veían las persecuciones como un motivo de honor, que les permitía seguir las huellas de Jesús y de parecerse a Él, atestiguándolo con la vida”
“Esta historia de la primera comunidad cristiana nos dice una cosa muy importante, que es válida para la Iglesia de todos los tiempos, también para nosotros: cuando una persona conoce verdaderamente a Jesucristo y cree en Él, experimenta su presencia en la vida y la fuerza de la Resurrección, y no puede por menos que comunicar esta experiencia. Y si esa persona encuentra incomprensiones o adversidades, se comporta como Jesús en su Pasión: responde con el amor y la fuerza de la verdad”
“Rezando juntos el Regina Coeli,- ha concluido el Papa- pidamos la ayuda de María Santísima para que la Iglesia en todo el mundo anuncie con sinceridad y coraje la Resurrección del Señor y dé testimonio válido con signos de amor fraterno. El amor fraterno es el testimonio más próximo que podemos dar de que Jesús está con nosotros, vivo, de que Jesús ja resucitado. Recemos en modo particular por los cristianos que sufren persecución; en este tiempo hay tantos cristianos que la sufren, tantos y en tantos países: Recemos por ellos con amor, desde lo más profundo de nuestro corazón para que sientan la presencia viva y consoladora del Señor”.



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