viernes, 5 de abril de 2013

Recogiendo el testigo


Mons. Félix Erviti es un Oblato navarro, hombre de fe inquebrantable, entusiasta y trabajador incansable. Vivió en Pozuelo, casa martirial, varios años como profesor y superior de la comunidad oblata; pero no fue victima de la persecución: en esa época se hallaba en Francia. Efectivamente, siendo aún niño, las hermanas de la Sagrada Familia de Burdeos, a quienes la familia Erviti había favorecido durante el exilio en Navarra, la invitaron a trasladarse a Martillac (Burdeos) al servicio de la comunidad religiosa. Félix conoció allí a los Oblatos y se enroló en sus filas. Adolescente aún, ingresó en el juniorado de Nuestra Señora de Lumières. El noviciado y escolasticado los hizo también en Francia. Fue ordenado sacerdote en 1933 y más tarde, joven sacerdote, se incorporó a España.
En 1954 la Santa Sede creó la Prefectura Apostólica del Sáhara y la confió a los Oblatos. El padre Erviti fue nombrado primer Prefecto Apostólico y allí permaneció por 4º largos años. Al cumplir los 75 años, conforme a las normas canónicas, presentó al Papa Juan Pablo II su dimisión; pero sólo le fue aceptada 10 años más tarde, bien cumplidos 85. A esa avanzada edad, llega a Madrid y comienza a teclear en el ordenador. Se entusiasma con la informática, que le será muy útil para su labor de traductor impenitente. Los penitentes acudían a su confesionario de la parroquia Virgen Peregrina de Madrid, donde, sin hacer ruido ni molestar a nadie, entregó su espíritu a Dios.
Como él  mismo declara, en la inmediata postguerra convivió con algunos Oblatos supervivientes de la persecución. Ávido de conocer lo ocurrido, les pide información exhaustiva, que depondrá, bajo juramento, ante el tribunal diocesano de Madrid.

A continuación se puede leer su declaración.


Mons. Félix Erviti Barcelona
Prefecto Apostólico emérito del Sáhara


Iglesia de la misión católica,  El Aaiun (Sáhara)

       
 Datos generales del testigo




Me llamo Félix Erviti Barcelona, nacido el 29 de julio de 1910 en Valcarlos (Navarra), hijo de Juan Cruz y Catalina, sacerdote, religioso profeso en la Congregación de los Misioneros Oblatos de María Inmaculada, con D.N.I. 487038.
     El parentesco que me une con los Siervos de Dios es que somos miembros del mismo instituto, la Congregación de los Misioneros Oblatos de María Inmaculada.


El Beato Angel Bocos

Conocí al hermano Angel Bocos siendo yo junior en el Seminario Menor de Lumières (Francia) en los años 1924-1925. Le recuerdo como una persona más bien baja de estatura, regordete, con barba, que hacía muy bien las cosas y que era el encargado del comedor. Decían que tenía una habilidad especial para el tratamiento del vino; en aquella zona cercana a Aviñón nos regalaban una importante cantidad de litros de vino que el hermano Angel Bocos embotellaba. Tenía los calendarios con anécdotas o historias. Cuando había alguna interesante, me la pasaba a mí, como único español en la Comunidad, para que la leyese.
     Yo le vi rezar en la Capilla, lo hacía con piedad y puedo decir que era un hombre muy serio, espiritual y que en su cuarto tenía varias imágenes que expresaban su piedad. Lumières donde vivía la Comunidad era un santuario de la Santísima Virgen y en la cripta íbamos a hacer los ejercicios de piedad, en los que destacaba el hermano Angel Bocos.
     Su carácter era apacible y pacifico, y que yo sepa no tuvo ningún incidente con ningún miembro de la Comunidad. Era humilde y callado.
     Después de 1925 el Siervo de Dios fue trasladado a otra comunidad y yo ya no volví a tener contacto con él.

Los demás Beatos

     Sobre el resto de los Siervos de Dios no conocí a ninguno personalmente, pero sí por referencias, y referencias directas de aquel entonces. Sobre la situación en que se vivía en España, tuve noticias por los Misioneros Oblatos que, o bien fueron repatriados a Francia, por ser de nacionalidad francesa o bien porque a lo largo de la contienda civil pudieron evadirse a la llamada entonces “zona nacional” y desde allí pasar a Francia. Las primeras noticias que tuve fueron las proporcionadas por el padre Pavillet, de nacionalidad francesa que pertenecía a la Comunidad de Hortaleza (Madrid) y que pudo refugiarse en la embajada francesa y ser evacuado a su país. Al llegar a Lyon, donde yo me encontraba destinado nos dijo que, dada la situación que se vivía en España y en concreto en Madrid, si nuestros hermanos no eran sacados con prontitud, íbamos a tener muchos mártires.
     Terminada la guerra civil española, fui destinado como profesor al Seminario Mayor de Pozuelo de Alarcón, por lo que fui compañero en la misma Comunidad, con los que habían sido compañeros supervivientes de los Siervos de Dios.

Detención de los Siervos de Dios

     Las referencias que yo tuve cuando llegué a Pozuelo son que la Comunidad de 1936 era una Comunidad fervorosa, que estaban con perspectivas alarmantes de lo que podía ocurrir, ya que desde abril o mayo veían que había manifestaciones en contra de lo religioso. Incluso había gritos contra los curas y frailes cuando dichas manifestaciones pasaban frente al Seminario Mayor de los Oblatos. Después lo que oí, especialmente del padre Monje, superviviente, y de otros supervivientes como el padre Jesús Alonso, el padre Cincunegui y el padre Emilio Alonso, fue lo que ellos contaban sobre el ambiente de Pozuelo en aquella época y cómo pensaban que los Siervos de Dios habían sufrido un autentico martirio.
     Contaban que los milicianos invadieron el Convento; que a la Comunidad la encerraron en una habitación, en el locutorio de la entrada. La Comunidad se arregló para ir a la Capilla y consumir las formas consagradas.
     Contaban también que los milicianos reunieron a la Comunidad y leyeron una lista de siete Oblatos que fueron sacados junto con un seglar, que, según decían era muy buena persona, buen católico; este señor se llamaba Cándido Castán. A todos estos los sacaron y los mataron sin que se supiese el lugar exacto donde los inmolaron.
     Los Siervos de Dios fueron detenidos por ser precisamente religiosos y la misión que desempeñaban, tanto antes de la detención como en el momento de ser detenidos era la propia del ministerio sacerdotal en los Superiores y formadores de seminaristas que se estaban preparando al ministerio sacerdotal y de sus colaboradores, los hermanos coadjutores. Ninguno de ellos tenía ninguna significación política, ni nunca se había dedicado a la política; tampoco pertenecían a ningún partido político.
     Como ya he indicado anteriormente, todo esto lo he sabido por los supervivientes al terminar la guerra civil.

Vida de los Siervos de Dios en la clandestinidad y en la prisión

     Según las mismas referencias citadas, la Comunidad fue llevada a la Dirección General de Seguridad en Madrid, donde fueron interrogados en varias ocasiones y después puestos en libertad. Entonces, atendiendo a las indicaciones de los Superiores, se dispersaron acudiendo unos a la Casa Provincial de Diego de León, otros a casa de familiares o de personas conocidas que les daban amparo.
     Según contaban, la vida que pasaron en la clandestinidad fue siempre con temor, pero intentando hacer el bien, por ejemplo los padres llevando la comunión a las casas. Como ejemplo concreto puedo citar al padre superviviente Mariano Martín, que aunque sea superviviente, da idea del ambiente que procuraban vivir.
     También, como hecho concreto, el padre Francisco Esteban, que era Provincial, visitaba a los refugiados de su Congregación, preocupándose por ellos y atendiéndoles en lo espiritual.
     Supe que, poco a poco, los distintos miembros de la Comunidad fueron detenidos y conducidos, unos a la Cárcel Modelo y otros a la Cárcel de Porlier, que era un colegio de los padres Escolapios que habían convertido en cárcel. Los Siervos de Dios estuvieron en las prisiones hasta el mes de noviembre, y la detención tuvo lugar hasta el mes de octubre, por lo que estuvieron en las cárceles alrededor de mes y medio.
     Ellos, en la prisión, procuraban unirse lo más posible y rezar, uniéndose también a otros compañeros de prisión, no sólo religiosos, sino también seglares que se encontraban en la misma situación y muchos de ellos el único “delito” que habían cometido era el de ser católicos. Como hecho anecdótico, el padre Monje, superviviente, fue compañero del comediógrafo y dramaturgo Muñoz Seca.
     Como un hecho concreto y por referencias de otro superviviente, supe que al hermano Serviliano Riaño, cuando fue leído su nombre en la lista de los que “sacaban”, se acercó a la celda donde había sacerdotes, en concreto el padre Mariano Martín, y le dijo: “Padre, me llevan, deme la absolución”.

El martirio de los Siervos de Dios

     Sobre si los Siervos de Dios preveían el martirio, se prepararon para ello. Esta preparación venia desde el primer momento cuando los milicianos asaltaron el Convento, y posteriormente, con todo lo que hubieron de padecer tanto en la clandestinidad, como en la cárcel y fueron preparándose para el martirio. Eran conscientes de que si los mataban, era por cosa religiosa y en consecuencia por odio a la fe cristiana.
     El martirio de estos Siervos de Dios tuvo lugar en Paracuellos del Jarama, aunque no todos en el mismo día; la mayoría fue el día 28 de noviembre.
     Según referencias, la reacción ante la muerte fue, conscientes de lo que hacían, y perdonando a los verdugos. Estas referencias son de los contemporáneos de los Siervos de Dios y míos. No pudieron librarse de la muerte una vez en la cárcel, ya que siempre se confesaron como sacerdotes y religiosos. Se contaba que el padre Esteban, en el momento de la muerte, dio la absolución a todo el grupo que estaba con él.
    
 Fama de martirio

     Desde el primer momento en la Provincia Oblata de España, se les consideró como mártires, porque los que estaban en otras casas sabían que era una persecución religiosa, y los que veníamos de fuera, yo mismo que venia de Francia, los considerábamos como mártires.
     En el Seminario Mayor de Pozuelo se les ha tenido siempre como mártires. En los años 1939 ó 1940 se levantó en el patio una cruz conmemorativa de los mártires de Pozuelo. Teníamos los retratos de los mártires en un pasillo, en lugar visible. La cruz fue sustituida por una placa en el vestíbulo de la nueva casa del Escolasticado construida al lado de la antigua. Desde la época de los años 1939-1941 la fama de martirio también cundió entre las gentes del pueblo, prueba de ello es que existe una calle llamada “Mártires Oblatos”.
     Esta fama, no solamente ha ido a menos, sino que se ha incrementado con el paso del tiempo y en toda la Congregación se tiene a los Siervos de Dios por mártires. En la Congregación les rezamos, y en concreto lo hacemos en la Comunidad de Diego de León (Madrid) y Pozuelo. Yo los tengo por mártires y me encomiendo a ellos.

Fe y caridad

     Por referencias directas de los que sobrevivieron y convivieron con los Siervos de Dios supe que el Padre Provincial Francisco Esteban era una persona de fe acendrada, rígido consigo mismo, con gran austeridad personal, y cariñoso con los demás y cuya confianza en la divina Providencia era notoria para todos aquellos que lo conocían, hasta el punto que su confianza en Dios la manifestaba ante todos los problemas que había de solventar en la provincia religiosa, que en aquella época carecía de todo.
También el padre Francisco Esteban destacaba por su profundo amor a la Congregación que era fuera  de lo corriente. También los que conocieron al padre Vicente Blanco se hacían lenguas de él como un religioso ejemplar. Del padre José Vega, que había estudiado en Roma, decían que era muy buen teólogo y un gran defensor de la vida y virtudes religiosas.

Espíritu sobrenatural y pobreza extrema

Entre los supervivientes y lo que yo mismo pude vivir en la Comunidad después de la guerra, heredera de las virtudes de la Comunidad de 1936, era proverbial la regularidad en la observancia de la vida religiosa y en consecuencia de la prescripciones y mandatos de la Iglesia: espíritu de mortificación, de abnegación, de fidelidad a los ayunos y demás leyes de la Iglesia, de dominio en las propias inclinaciones y en los instintos naturales. Esto era algo connatural en todos los que vivíamos la vida religiosa en aquellas épocas.
Hay una anécdota que, aunque vivida en 1940, puede ser orientativa del clima que se vivía no sólo en esa época sino en la anterior: el ecónomo de la casa de Pozuelo, el padre Basilio Leal, vino a Madrid , a la Casa Provincial, para pedir algo de dinero con el que poder comer. Al final hubo de recorrer las celdas de los padres para conseguir 50 céntimos que era lo que costaba el tren de vuelta a Pozuelo.
«Juro haber dicho la verdad  y confirmo cuanto he declarado».

Félix Erviti Barcelona, omi






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