Nuestro Señor Jesucristo fue enviado por el Padre “para dar la Buena
Noticia a los pobres”. Llamó algunos discípulos a tomar parte en su misión, y
desde entonces, sigue llamando a otros para que le sigan. Este fue el
llamamiento que oyó S. Eugenio de Mazenod. Abrasado de amor a Cristo y a su
Iglesia, quedó profundamente impresionado por el abandono en que estaba el
pueblo de Dios. Decidió ser “el servidor y el sacerdote de los pobres” y sacrificar
por ellos su vida entera. Ante la magnitud de la empresa, reunió junto a sí a
algunos sacerdotes, animados del mismo celo ardiente por los más abandonados
y los impulsó a vivir juntos (OMI CC.RR)
1816-2016
JUBILEO OBLATO
Así dio inicio en Aix de Provenza (Francia)
el 25 de Enero de 1816 la primera
comunidad apostólica de los Misioneros Oblatos de María Inmaculada. En la
actualidad algunos millares de Misioneros Oblatos, hijos espirituales de San
Eugenio, intentamos seguir viviendo ese carisma y secundar ese impulso
misionero en más de 60 países por los cinco continentes.
Pero los Oblatos no podemos
acapararnos el monopolio de este carisma, ya que los carismas, sin son tales,
son un don del Espíritu Santo para toda la Iglesia. De hecho a lo largo de
estos 200 años han surgido en la Iglesia unos 40 Institutos inspirados en él o
afines a la familia oblata.
También los laicos tienen derecho a
participar tanto en el carisma como en
esa misión evangeli- zadora que surgió en Aix. Toda esta gran Familia Oblata,
tras un trienio de preparación, nos disponemos a celebrar, con sencillez y
gratitud ese JUBILEO OBLATO. Este
gozoso evento se está celebrando de diversos modos en varias partes del mundo. En
España concretamente habrá una celebración a la que el Vicario provincial envía
a nuestros amigos la siguiente invitación:
Invitación del Vicario
Provincial a los amigos de los Oblatos
Estimados
lectores del Boletín de los Mártires, como ya sabrán, durante este año 2016,
celebramos el bicentenario del inicio de la vida de comunidad
de nuestra querida Congregación de, los Misioneros Oblatos de María Inmaculada,
en la que vivieron, se santificaron y ofrecieron sus vidas, nuestros Mártires.
Doscientos años de una hermosa historia que comenzó el 25 de Enero de 1816,
cuando San Eugenio de Mazenod, quiso reunir entorno así un pequeños grupo de
sacerdotes, con el fin de revitalizar la fe que languidecía en Francia. Su
deseo de evangelizar en su país pronto se convirtió en el deseo de evangelizar
en todo el mundo, especialmente en los lugares más recónditos y difíciles. Una
historia que continúa hoy presente en más de sesenta países. Por este motivo,
queremos darle gracias a Dios, por hacerse presente en nuestras vidas a través
del carisma oblato, y queremos hacerlo a través de un sencillo encuentro que
tendrá lugar el próximo fin de semana del 26 al 28 de Febrero, en el que queremos
combinar la celebración, la oración y el servicio a los pobres. Nos ayudarán a
ello los Padres Paolo Archiati,
Vicario General y Alberto Gnemmi,
Superior Provincial. Para cualquier pregunta o aclaración sobre este evento, no
duden en ponerse en contacto con el P. David
Muñoz, llamando al teléfono 91 3523416
(Email: dav.m.medina@gmail.com). Así
mismo, los que quieran participar basta con comunicárselo a él mismo antes del
21 de Febrero. Feliz Fiesta a todos.
Ismael García Moreno o.m.i.
El Padre
Mario Borzaga, o.m.i.
“Mi vocación: ser un hombre feliz”
Viaje hacia la muerte (continuación del
Boletín anterior)
El
lunes 25 de abril de 1960, fiesta del evangelista San Marcos, portadores de la
Buena Nueva de Jesús y de su amor por los pobres y los enfermos, se pusieron en
marcha,. Entre los testigos de la salida estaba el joven Tito Banchong, futuro
administrador apostólico del Vicariato de Louang Prbang, que tenía entonces
unos doce años. Vieron salir a Mario, con la mochila a cuestas, boina en la
cabeza, todo vestido de negro como un hmong; apenas unos centenares de metros y
desapareció de la vista con su compañero a la vuelta del camino para penetrar
en la foresta y bajar hacia el río Nam Ming. Sus parroquianos y sus hermanos oblatos no volverían a verlo,
ni a él ni a su catequista.
Pasaban
los días, las semanas. ¿Qué había pasado? La búsqueda emprendida tras su
desaparición, evidentemente, no dieron ningún resultado seguro. Se supo
solamente que había llegado a la aldea prevista, Ban Phoua Xua; que allí había
curado a los enfermos, y que después había reanudado el camino con el
catequista prometiéndoles regresar
pasados unos meses. Se dirigían hacia la localidad de Muang Kassi, donde
esperaban encontrar una barca o algún
camión de paso. Se supo también que elementos de la guerrilla se habían
infiltrado por aquella zona y que circulaban sin ser molestados…En efecto,
había que esperar más de cuarenta años para que las lenguas comenzaran a
soltarse, para que se pudiera comenzar a reconstruir los trágicos
acontecimientos de aquellos días. Quienes facilitaron, de modo directo, los detalles
de los últimos momentos formaban parte de la guerrilla. Eran por entonces unos
muchachos.
Viaje hacia la vida
El
día uno de mayo en Muang Met, una aldea laosiana y kmhmu’ entre Ban Phoua Xua y Muang Kassi, una patrulla
de la guerrilla encontraron a Mario, creían que era un “americano”, y a su joven acompañante. No se sabe si el
encuentro fue casual o si habían sido traicionados por la gente del poblado,
simpatizantes con la guerrilla. Ésta odiaba a todo aquel que, a sus ojos, era
americano, cristiano o blanco. Los
Kmhmu’ del poblado habían dicho a los viajeros que se fueran cuanto antes.
Los
capturaron a la salida del poblado. Ataron al Padre, ligándoles las manos y
antebrazos a la espalda, y le dijeron palabras muy duras. El joven catequista
gritaba: “No lo matéis, no es un americano sino un italiano, es un sacerdote
muy bueno, muy amable con todo el mundo. Sólo hace cosas buenas”. No lo
creyeron: decidieron matarlo sin ningún proceso, pero discretamente, sin
testigos, bastante lejos del poblado. Golpearon brutalmente al catequista para
que se callara. Mientras
tanto, Mario permanecía tranquilo y en silencio, como Jesús ante sus
acusadores, como cordero llevado al matadero.
Un
antiguo soldado cuenta:
“A
lo largo de la senda que sigue la parte opuesta del Phou Mun encontramos un espía americano, acompañado de un
hmong. Los obligamos a escavar una fosa.
Fui yo quien disparó sobre ellos. El hmong murió en el acto, pero el americano,
mientras caía en la fosa, lanzó un grito: ‘¿Por qué me disparáis a mí? ¡Soy el
Padre!’ Sin esperar más, los cubrimos de tierra, después registramos la mochila
que el americano llevaba a sus espaldas. No tenía gran cosa: cuerdas con granos
con dos trozos de hierro cruzados, estampas de una mujer resplandeciente, sola
o con un niño, y otras de un hombre con el corazón fuera…”
Rosarios,
estampas del Sagrado Corazón de Jesús y de la Virgen María, eran todo el tesoro
del misionero, las únicas armas. Era el uno de mayo, era domingo. Es probable
que, en aquella aldea no cristiana, solo con su catequista, celebraría de
madrugada la misa: fue su viático.
Los
antiguos catequistas de Mario Borzaga también dan su testimonio:
“En
abril de 1960 se fue al encuentro de la muerte, y yo hasta julio guardaba su
casa y cuidaba de los animales. Entonces vinieron a matar los animales, pollos,
cerdos… Tomaron todo el vino de misa, llevaron sus hábitos, destrozaron la
casa. Yo tuve que abandonar la casa y huir al bosque.
Yo
lo quiero y siempre pienso mucho en él: tenía un buen corazón y era muy
paciente. Quería a todo el mundo, le me quería y murió. Yo lloré y derramo
lágrimas. Actualmente siempre pienso en él porque era como mi padre. Yo creo y
estoy seguro de que él reza a Dios para que me ayude cada día. Estoy seguro de
que Xyooj y él están con Dios; porque los dos tuvieron un camino muy duro.
Xyooj y el Padre son seguramente santos
en la tierra y eternamente en el cielo”.
¿Por
qué ese crimen? Otro antiguo alumno testifica:
“Todos
estamos convencidos. En cuanto
estudiante catequista del Padre Mario, testifico firmemente que fue asesinado
porque iba a aquella aldea a echar fuera a los espíritus y para permitir a la
gente que abrazara el cristianismo. Fue asesinado porque iba a anunciar la
Buena Nueva de Jesús y a curar los enfermos.”
El sueño de un hombre feliz
Los
que mataron a Mario Borzaga interrumpieron para siempre en la tierra el sueño
maravilloso de ese joven misionero. Pero el sudor, las lágrimas y la sangre de
ese joven hoy dan sus frutos en la vida de cuantos lo han conocido o están
comenzando a conocerlo. En la vida verdadera, en Dios, su sueño se ha cumplido.
El
Padre Mario Borzaga nos ha dejado un testamento espiritual de gran valor. Su
vida demuestra con evidencia que la vocación misionera es un auténtico camino
de santidad. Sí, dar su vida por los pobres, viviendo el mandamiento del amor,
puede llevar a la perfección: “Yo quiero hacer crecer en mí una fe y un amor
profundos y sólidos como la roca, escribía. Sin esas dos cosas yo no puedo ser
mártir: la fe y el amor son indispensables. Creer y amar es lo único que hay
que hacer”.
Justo
antes de hacer su oblación perpetua en 1956, Mario expresaba en su diario el
sueño de felicidad para su vida:
“He
comprendido mi vocación: ser un hombre feliz, hasta en el esfuerzo por
identificarme con Cristo crucificado. ¿Cuántos sufrimientos me quedan, Señor?
Sólo tú lo sabes, y yo, en cada instante de mi vida, digo: fiat voluntas tua, ‘que se haga Tu voluntad’. Quisiera ser, como la Eucaristía, un buen pan
para ser comido por mis hermanos, su alimento divino. Por consiguiente tengo
que pasar antes por la muerte en cruz. Primero el sacrificio, después la
alegría de darme a los hermanos del mundo entero…
Si
yo me doy sin pasar antes a través del sacrificio, yo no daré a mis hermanos,
hambrientos de Dios, nada más que un pingajo humano, un residuo del infierno.
Pero si acepto mi muerte en unión con la de Jesús, será Jesús mismo lo que yo
podré dar con mis manos a mis hermanos.
Así pues no se trata tanto de renunciar a mí mismo cuanto de reforzar todo
aquello que en mí es capaz de sufrir, de ser inmolado, de ser sacrificado en
pro de las almas que Jesús me ha dado para amarlas”. (Padre Mario Borzaga,
o.m.i., Diario de un hombre feliz, con fecha del 17 de noviembre e 1956).
El P. Mario (dcha.) con un grupo de gmons, futuros catequistas
En el centro, el catequista Pablo Thoj Xyooj, martirizado con él.
En sucesivos números de este Boletín seguiremos
publicando, si Dios quiere, el relato martirial de los otros
cinco Mártires
Oblatos de María Inmaculada, asesinados en Laos durante la persecución religiosa, entre 1954-1970, sellando así con su sangre la fe
que proclamaban.
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