Beato Gregorio Escobar, OMI, recién ordenado
“¡Pecho a todo! Me dice (mi) padre en la carta. ¡Pecho a todo! Por mi parte estoy en ello. Siempre me han conmovido hasta lo más hondo los relatos del martirio que siempre han existido en la Iglesia, y siempre al leerlos un secreto deseo me asalta de correr la misma suerte que ellos. Ese sería el mejor sacerdocio a que podríamos aspirar todos los cristianos, a ofrecer cada cual a Dios su propio cuerpo y sangre en holocaustos por la fe ¡Qué dicha sería la de morir mártir! Pero no. Las izquierdas en España nos quieren tan mal que ni ese bien nos harán. Demasiado saben que con persecuciones violentas poco o nada han de sacar. Su sistema ha de ser muy otro, sin duda. Aparentarán mansedumbre, para ir asestando golpe tras golpe al catolicismo; pero sin ruido, para que no se despierten las conciencias rectamente católicas”.
Así escribía el Beato Gregorio Escobar poco antes de
su ordenación presbiteral y de su martirio. El P. Escobar nació en Estella,
Navarra, el 12 de septiembre de 1912 y al día siguiente fue bautizado en la iglesia
parroquial de san Pedro de la Rúa, donde su padre ejercía de sacristán. Ingresa
en el seminario de los Misioneros Oblatos gracias a la orientación y ayuda de
un celoso sacerdote, Don José Mª Sola, a quien le quedará por siempre muy
agradecido. A los 16 años y antes de comenzar el noviciado asiste a su madre en
el lecho de muerte. Su padre, viudo y con varios hijos, le consulta a la hora
de contraer segundas nupcias. Gregorio lo anima a dar ese paso. Así la señora
Carmen será su segunda madre. Tras hacer la oblación perpetua y sin haber
terminado sus estudios, es ordenado sacerdote el 6 de junio de 1936. Mes y
medio más tarde será hecho prisionero y posteriormente, el 28 de noviembre, martirizado. No pudo dar a su familia el consuelo de celebrar la primera Misa
en el santuario de Ntra. Sra. del Puy, patrona de Estella.
Escribió muchas cartas. Transcribimos algunas a
continuación.