miércoles, 9 de enero de 2013

Del tren a los altares


Nos ha llegado un artículo sobre cuatro ferroviarios beatificados como mártires de la fe. Encabeza el relato el beato Cándido Castán, bien conocido por cuantos frecuentan este Blog. Transcribimos sus respectivas semblanzas. La del beato Cándido por entero, las otras tres, resumidas.
Cuatro ferroviarios en los altares
         Vamos a presentar muy brevemente la biografía de cuatro beatos mártires de la persecución religiosa del siglo XX en España. Los cuatro tuvieron en común el hecho de ser laicos y desempeñar su trabajo en el ámbito ferroviario español, aunque realizando diferentes funciones, unos funciones más modestas y otros de mayor responsabilidad. Los cuatro fueron perseguidos simplemente por motivos religiosos, por ser católicos declarados y que no ocultaron su condición, e incluso se esforzaron por dar testimonio entre sus compañeros de trabajo, en un ambiente complejo y hostil al catolicismo como era el mundo obrero tan revuelto de entonces. Sus vidas son un vivo ejemplo de compromiso con la fe y de sencillez evangélica también para nosotros hoy.

Beato Cándido Castán San José (1894-1936)
La mayor parte de los datos que tenemos de él proceden del testimonio de sus hijos Teresa y José María. Cándido nació el 5 de agosto de 1894 en Benifayó de Espioca, provincia y diócesis de Valencia, en el seno de una familia profundamente cristiana. Sus padres, Vicente y Eugenia, pertenecían a la clase media. Su padre era jefe de estación de trenes, trabajo que le hizo cambiar varias veces de residencia. Cándido Hizo el bachillerato en el Colegio de los Hermanos de los Sagrados Corazones de Miranda de Ebro (Burgos).
         Estando destinado su padre en Vinaroz (Castellón de la Plana), Cándido conoció a Francisca Guiral Sorlí, con quien contrajo matrimonio el 4 de junio de 1919, después de quince años de noviazgo. De este matrimonio nacieron dos hijos que educaron cristianamente, enseñándoles a amar a Dios y al prójimo.
         Cándido trabajó como empleado de los Ferrocarriles de la Compañía del Norte de España como interventor y también en las oficinas que la Compañía tenía en Madrid.
         Desde marzo de 1926 hasta diciembre de 1930 perteneció a la Adoración Nocturna de Madrid, al turno llamado de San Vicente de Paúl, asistiendo con fidelidad a todas las vigilias. Dejó de asistir cuando, posiblemente hacia finales de 1930, la familia se trasladó a vivir a Pozuelo de Alarcón, a la colonia de San José (fundada por pequeños comerciantes y empleados en 1914). En esta localidad colaboró con otros vecinos en la construcción de una capilla dedicada a San José.
En cuanto a su actividad social y política, también fue un hombre comprometido. En 1919 fue elegido vicepresidente del Comité Confederativo, y en mayo de 1924, en el segundo Congreso nacional de Sindicatos católicos de obreros, fue elegido presidente. En 1928, como presidente de la Confederación de Obreros Católicos, se opuso (en una intervención brillante en el Congreso de los Diputados) a que la crisis económica la sufragasen los mineros con una ampliación de su horario de trabajo. Fue también presidente de los Ferroviarios Católicos, sección de Madrid-Norte.
En la época de la dictadura de Primo de Rivera fue miembro de la Unión Patriótica. En noviembre de 1925 fue nombrado Concejal suplemente del Ayuntamiento de Madrid, y el 23 de abril de 1927 –por designación del Gobernador Civil– pasó a ser concejal jurado propietario por el Distrito Centro-Hospicio. Desde su responsabilidad como concejal se preocupó por asistir a los pobres con ropa y alimentos. A raíz de las elecciones del 12 de septiembre de 1927 llegó a formar parte de la Asamblea Nacional Corporativa como representante de Actividades de la Vida nacional (de hecho ocupó su puesto durante toda la vida de la Asamblea). Igualmente fue miembro de la Organización Corporativa Nacional, primero en 1927 en la Subcomisión de Propaganda, y más tarde, en 1930, ocupando el cargo de representante en el Consejo de Trabajo. El 12 de junio de 1933 fue elegido Consejero Auxiliar de Renovación Española.
Cándido estaba convencido de que «el equilibrio de la sociedad sólo puede ser un hecho real cuando los gobernantes y gobernados están inspirados en el ideal común de amor a la Patria, que exige sacrificios costosos que sólo pueden realizarse cuando se tiene puesta la vista en lo Alto, de donde viene la inspiración que hace a los hombres despreciar las miserias de la política para consagrarse por entero a fomentar lo que pueda representar el bienestar de los pueblos».
         Fue un hombre de profundas convicciones religiosas, que orientaron su vida tanto en el plano personal como en el familiar y público. Desde el punto de vista de la práctica religiosa, hay que destacar su devoción a la Eucaristía; además de la asistencia a la misa dominical y su pertenencia a la Adoración Nocturna, hacía la visita al Santísimo todas las tardes. Era también muy devoto del Sagrado Corazón de Jesús, cuya fiesta se celebraba siempre en su casa donde había entronizado una imagen grande que siempre estaba muy adornada. Su devoción hacia la virgen María se expresaba en el rezo diario del Rosario, práctica que inculco a sus dos hijos. Era asimismo muy devoto de san Rafael, del que siempre llevaba consigo un gran medallón; y también era devoto de san José, de santa Rita, de santa Teresa de Jesús, cuyas imágenes tenía también en casa. Propagó la fe católica entre sus compañeros de trabajo.
         Mantuvo relación con los Jesuitas, con los Misioneros Oblatos de María Inmaculada y con los Hermanos de los Sagrados Corazones. Cuando la quema de conventos en mayo de 1931, acogió en su casa a tres jesuitas, arriesgando su bienestar y el de su familia.
Cuando el 18 de julio de 1936 estalló la Guerra Civil, se presentaron en su casa unos milicianos, quienes después de un registro le ordenaron que no saliera de casa. Viendo cómo iba evolucionando la situación, su esposa le propuso que se marchara a Benicarló, a casa de la familia de ella, y se escondiera allí. Pero él se negó. Permaneció cuatro días sin poder salir de casa, sufriendo y rezando intensamente. El día 23 de julio hacia el mediodía fue detenido por el Comité Revolucionario de Pozuelo y conducido al convento de los Misioneros Oblatos de María Inmaculada, convertido desde el día anterior en prisión. La razón de su detención no pudo ser otra que su militancia católica, que se manifestaba en su compromiso social y político. El día 24 de julio, de madrugada, fue fusilado con siete Oblatos de María Inmaculada. Tenía entonces 42 años. Cándido era muy conocido en Pozuelo de Alarcón por ser interventor.
El sábado 17 de diciembre de 2011 tuvo lugar en la Catedral de Nuestra Señora de la Almudena, de Madrid, la ceremonia en la que fue beatificado juntamente con 22 misioneros Oblatos de María Inmaculada. Su memoria litúrgica se celebra el 28 de noviembre.
La Hna.Conchita, nieta del Beato Cándido Castán, en la beatificación de su abuelo


Beato José María Zabal Blasco (1898-1936)
Nació en Valencia el 19 de marzo de 1898, en el seno de una familia humilde. Cuando tenía doce años murió su padre, y al ser el mayor de los hermanos ayudó a su madre, Mercedes Blasco, a sacar a la familia adelante. Frecuentó una escuela y completó sus estudios primarios asistiendo a clases nocturnas.
Se le orientó para ingresara en la Compañía de Ferrocarriles del Norte. Allí se colocó como «factor» en pequeña velocidad en la estación de Valencia, desempeñando su trabajo con gran competencia, hasta el punto de ser considerado el número uno por ser trabajador, inteligente y buen compañero. Por sus cualidades y su servicio ejemplar, la Compañía del Norte lo nombró instructor para la implantación de un nuevo sistema de contabilidad en las estaciones.
El 3 de mayo de 1929 contrajo matrimonio con Catalina Cerdá Palop, mujer de grandes virtudes cristianas. Del matrimonio nacieron tres hijos.
Desde el punto de vista de su actividad social, José María se afilió al Sindicato Católico San Vicente Ferrer, mientras la mayoría de sus compañeros estaban afiliados a UGT y CNT. Defendió sin descanso ante la Compañía los derechos de los obreros, aunque no le afectaran directamente. Militó también en la Derecha Regional Valenciana con el fin de defender los derechos de la Iglesia católica. Era un ferviente defensor de la orientación social católica.
Al estallar la Guerra Civil, y consciente del peligro que corría su vida, se  escondió.
 Fue detenido en los primeros días de noviembre.
En la cárcel sufrió vejaciones morales.
El fraile dominico P. Buenaventura Blázquez, que compartió la prisión con él, testimonió que durante el tiempo que estuvo en la cárcel fue para todos ejemplo de fortaleza, generosidad y compañerismo.
En la prisión rezaba el Rosario con un compañero y amigo, y pudo comulgar con frecuencia porque durante la noche el mencionado P. Bunaventura celebraba la misa.
El día de la Inmaculada de 1936, en la clandestinidad, rezó el Rosario de la Aurora, luego se confesó, asistió a misa y recibió la Comunión con un fervor y recogimiento extraordinarios. Ese mismo día, a las 10 de la mañana, sin juicio previo, le sacaron de la cárcel juntamente con otras personas y le condujeron al Picadero de Paterna, donde fue martirizado; después de perdonar a los que le iban a fusilar, dijo: «Decid a mi mujer y a mis hijos que los llevo en el corazón y que desde el cielo rogaré por ellos». Tenía entonces 38 años. Una pariente de su esposa, cuando volvió a Valencia, oyó decir: «Ya han fusilado al santo Pepe Zabal». Fue beatificado por el papa Juan Pablo II el 11 de marzo de 2001, al mismo tiempo que otros 232 mártires. Su memoria litúrgica se celebra el día 22 de septiembre.
Valencia

Beato Álvaro Santos Cejudo (1880-1936)
Álvaro Santos nació en Daimiel (Ciudad Real), el 19 de febrero de 1880. El 17 de junio de 1893, a los 13 años de edad, ingresó en el Colegio de los Hermanos de las Escuelas Cristianas en Bujedo (Burgos). El 21 de julio de 1896 tomó el hábito de dicha Congregación. Durante tres años se dedicó a la enseñanza en el Colegio Santa Susana, situado en el barrio de las Ventas de Madrid. Pero en 1901, al morir su padre y quedar desamparadas su madre y su hermana, decidió dejar la Congregación e ingresó en Ciudad Real en los Ferrocarriles Españoles como fogonero y luego como obrero maquinista.
Luego se casó con María Rubio Márquez y se estableció con su esposa en Alcázar de San Juan (Ciudad Real). Del matrimonio nacieron siete hijos.
Álvaro era un católico ferviente. En su casa se rezaba habitualmente el Rosario. Él se confesaba con frecuencia y recibía la comunión. Pertenecía a la Adoración nocturna y asistía a todas las velas que su trabajo le permitía.
Una vez desencadenada la Guerra Civil, fue detenido el 2 de agosto de 1936, cuando se encontraba en el tren, por un fogonero del Depósito de Madrid, apodado «El Loco», quien quiso matarle en el momento, pero lo impidió un maquinista allí presente. Conducido a la cárcel de Santa Cruz de Mudela (Ciudad Real), allí fue maltratado. En la cárcel se encontró con Hermanos de las Escuelas Cristianas que habían sido compañeros suyos de clase en la infancia. Álvaro sufrió el maltrato sin desencadenar el odio hacia los maltratadores, antes bien diciendo que había que perdonar. En la cárcel se le veía orar con frecuencia. Algunos de sus compañeros de prisión quedaron muy impresionados por su testimonio.
El día 17 de septiembre fue trasladado al convento de los Padres Trinitarios de Alcázar de San Juan, convertido en cárcel, y ese mismo día, por la noche, lo fusilaron en el cementerio de esa localidad. Tenía entonces 56 años.
El 17 de septiembre de 1997 fueron exhumados sus restos y trasladados a la iglesia de los Padres Trinitarios de Alcázar de San Juan. Fue beatificado con otros 497 mártires el 28 de octubre de 2007. La memoria litúrgica se celebra el 6 de noviembre.



Beato Antero Mateo García (1875-1936)
         Antero nació el 4 de marzo de 1875, en Valdevimbre (León). Era el mayor de nueve hermanos, de los cuales tres murieron al poco tiempo de nacer. En la gran casa paterna había –y sigue habiendo– una ermita dedicada a san Antonio de Padua. Antero mismo dirigió muchas veces la novena a este santo tan popular.
      Le gustaba el estudio y poseía buenas cualidades para él. Recibió una formación académica elemental y desarrolló una cierta sensibilidad para la poesía; hoy sólo conservamos tres de sus composiciones poéticas, todas ellas de carácter religioso, y es de suponer que pertenecen a sus años de madurez.
Pronto se sintió llamado al sacerdocio y comenzó a estudiar latín bajo la dirección de un sacerdote. Pero tuvo que sacrificar su deseo de ir al Seminario porque sus padres le necesitaban para atender las tareas del campo, así como su modesto comercio y su fábrica de alcohol.
      Su juventud transcurrió en el contexto propio de un pueblo agrícola en el que predominaba el viñedo, entre las responsabilidades laborales y la participación en las sencillas diversiones que permitían los escasos ratos de ocio, sobre todo los domingos y demás días festivos.
      A los 27 años contrajo matrimonio con Manuela Trabadelo Malagón, joven cristiana, huérfana de padre y madre, mujer sacrificada y trabajadora. Los recién casados se instalaron en la localidad de Cembranos, muy próxima a la capital leonesa.
      Del matrimonio nacieron ocho hijos.  En su hogar se rezaba el Rosario a diario. Era Antero quien dirigía el rezo. Pero, a pesar de su vida de piedad, a Antero le llegó también el momento de la prueba y de las dificultades. Al cabo de unos años sobrevino en la región una plaga de filoxera que destruyó el viñedo de aquella comarca y Antero tuvo que cerrar el negocio y afrontar cuantiosas pérdidas.
      En noviembre de 1916 emigró a Barcelona.En septiembre de 1917 comenzó a trabajar en la Compañía de Ferrocarriles del Norte, en la Estación barcelonesa del Norte.
Antero ocupó varios puestos humildes en esta Compañía, y siempre como obrero a jornal. Su conducta en el trabajo fue ejemplar. Nunca mereció ningún reproche por incumplimiento de su deber.
En Barcelona, como en Cembranos y Valdevimbre, Antero dedicó gran parte de sus energías a su familia. A su esposa la trató siempre con una gran amabilidad y con una delicadeza exquisita. Una amabilidad y dulzura semejante dispensó a sus hijos, a sus padres, hermanos, amigos, compañeros de trabajo y a otras personas que Dios fue poniendo en su camino.
Su bondad, su religiosidad y vida familiar ejemplar le atrajo la amistad de algunas personas que luego testimoniaron en su proceso de beatificación.
         Antero era un cristiano ferviente. Su fe, bien arraigada desde la infancia, orientó su vida en todos los ámbitos e inspiró todas sus decisiones.
Antero y su esposa se incorporaron a la Tercera Orden de Santo Domingo. Antero pertenecía, además, a la Adoración Nocturna.
Antero fue detenido el 6 de agosto de 1936 cuando estaba en la Estación de Ferrocarril de Francia en Barcelona, ayudando a una religiosa que intentaba regresar a casa de su familia, y fue recluido en las dependencias de la misma Estación. Y hacia las doce de la noche de ese mismo día 6 de agosto lo dejaron en libertad, intimidándole para que al día siguiente fuera a trabajar. Al día siguiente fue a su trabajo y todo transcurrió con normalidad; pero al otro día, sábado 8 de agosto, fue a trabajar a la hora acostumbrada y no volvió más a su casa.
Es probable que mientras estaba trabajando los milicianos lo detuvieran esa tarde del 8 de agosto, entre las siete y las ocho, y lo llevaran en tren en dirección a San Andrés del Palomar y le obligaran a apearse en el puente del Dragón y lo asesinaran bajo ese puente después de haberlo torturado. Tenía entonces 61 años de edad. Fue beatificado con otros 497 mártires el 28 de octubre de 2007. Su memoria litúrgica se celebra el 6 de noviembre.

Tren de la época de estos cuatro Ferroviarios Mártires

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