miércoles, 3 de abril de 2013

Testigo de los Mártires y de esposos


El P. Angel Villalba, o.m.i., (1913-2008), compañero de nuestros Mártires y prisionero con ellos, es un testigo cualificado de la oblación cruenta (martirio) de todos ellos. Pudo salvar la vida in extremis, acogido por las Hijas de la Caridad que gozaban de la protección de la embajada francesa, y salir rumbo a Francia, como él mismo nos cuenta. De vuelta a España, reanudó su formación oblata y fue ordenado sacerdote en 1939. En su labor apostólica hay que resaltar la pastoral familiar: introdujo en España los Cursos de Preparación Matrimonial (S.P.M.) cuyos pioneros habían sido los Oblatos canadienses en la Universidad de Ottawa. Más tarde se fue al sur de Estados Unidos para difundirlos entre los católicos hispanoparlantes. Así pues no sólo fue testigo cualificado de los Mártires, sino también testigo del sí de por vida de innumerables esposos en la celebración del sacramento del matrimonio. Falleció de muerte natural en San Antonio, Texas, el 22 de enero de 2008 a la edad de 94 años. En sus últimas vacaciones en España fue citado a declarar sobre la vida y martirio de los Oblatos. Lea su interesante declaración.



Citación y Declaración de Ángel Villalba Polanco



“Yo, Angel Villalba Polanco, juro que he de decir toda la verdad y sólo la verdad acerca de las preguntas que se me hagan en este proceso sobre la vida, virtudes, fama de santidad y martirio de los Siervos de Dios Padre Francisco Esteban Lacal y veintiún compañeros, Misioneros Oblatos de María Inmaculada, y del seglar Cándido Castán San José.
   

   
Datos generales del testigo

     Me llamo Angel Villalba Polanco, nacido el  24  de Septiembre de 1913 en Dehesa de Montejo (Palencia), hijo de Fructuoso y Daniela, de estado sacerdote, religioso profeso en la Congregación de los Misioneros Oblatos de María Inmaculada, destinado en la Iglesia de Guadalupe, PO. BOX 6, Sarita, Texas, 78385 (EE.UU.) con Pasaporte nº Z084660.
     He conocido a todos los Siervos de Dios,  tanto profesores como compañeros de estudios, ya que conviví con ellos directamente durante aquellos años.

Infancia y adolescencia

     Todos los Siervos de Dios venían al Seminario de los Misioneros Oblatos por el ambiente religioso que se respiraba en sus familias. En general eran gente religiosa, cristiana, en los que no se observó ningún tipo de inmoralidad. 

Juniorado (seminario menor)

     La mayoría de los Siervos de Dios fueron condiscípulos míos, aunque estuvieran en distintos cursos. En el Seminario Menor había un cierto rigor, consecuencia del origen francés de la Congregación. Teníamos la misa diaria, visita al Santísimo, rezo del Rosario. Recuerdo que los profesores eran un poco exigentes, llegando a expulsar a algunos compañeros por motivos que a mi no me parecían tan graves. En general, puedo afirmar que había un ambiente de estudio y de piedad.
     El Siervo de Dios, Francisco Esteban, era el Superior de la Comunidad. Recuerdo que era un hombre rígido, fruto de la educación de su padre que era Guardia Civil.

Noviciado

     El Siervo de Dios Vicente Blanco era el Maestro de Novicios y Superior de la Comunidad. Era un hombre austero y de buen corazón. Lo que recuerdo de mi época de Noviciado es que éramos unos catorce y entre ellos estaban los Siervos de Dios: Publio Rodríguez, Francisco Polvorinos, José Guerra y Juan Pedro Cotillo. La convivencia entre nosotros era normal, buena. Era un ambiente exigente al que nosotros nos adaptábamos bastante bien. No recuerdo ninguna cosa especial, el Noviciado transcurrió con normalidad. Sólo quiero destacar, aunque no en relación con los Siervos de Dios sino con otros compañeros, que algunos novicios enfermaron y tuvieron que marchar a sus casas a recuperarse.

Escolasticado (seminario mayor)

     Desde el Noviciado me mandaron al Escolasticado de Pozuelo en el curso 1932-33, donde tuve la oportunidad de ser compañero de todos los Siervos de Dios, incluidos los hermanos coadjutores, todos miembros de la misma Comunidad.
     El ambiente del Escolasticado era normal, bueno, el propio de unos estudiantes. Nos gastábamos bromas, incluso el P. Blanco, siendo tan austero como era, estaba orgulloso de los Autos Sacramentales que los escolásticos representábamos.
     Yo no creo que los Superiores fueran conscientes de la posibilidad de una guerra. No recuerdo que se nos preparara, de una manera especial, para afrontar una persecución religiosa, aunque la formación espiritual que se nos daba estaba muy bien fundada. Probablemente ellos no esperaban un desenlace tan fuerte como el que ocurrió.
     El ministerio que realizábamos era el propio de unos seminaristas: ayudar en catequesis en distintos lugares, animar las celebraciones litúrgicas con el canto... Los sacerdotes eran capellanes de algunas Comunidades religiosas de los alrededores del Convento.
     No hay nada negativo que destaque en contra de la vida religiosa de los Siervos de Dios.

Detención 

     En cuanto al ambiente socio-político de Madrid en 1936 era anticlerical. Cuando los escolásticos salíamos de paseo se nos insultaba. La Iglesia, a los ojos de la izquierda, caía dentro de un trípode donde también estaban los militares y los ricos. Creo yo que así lo entendían. Existía un odio a la Iglesia que les llevaba a quemar conventos y templos.
     Cuando los Siervos de Dios fueron detenidos estábamos en casa, en la sala de estudio. Los milicianos entraron en casa, tomándola como posesión suya, y nos llevaron a todos a la planta baja, convirtiendo el comedor en dormitorio común. Ellos se apropiaron de las habitaciones de los profesores convirtiéndolas en “checas”. Uno de los Siervos de Dios, creo que fue Pascual Aláez, fue llamado para ser interrogado. Cuando regresó, Pascual estaba aterrorizado del interrogatorio. Incluso comentó que le habían amenazado con una pistola. Recuerdo que también llamaron a otros a declarar, aunque ya no podría precisar quiénes fueron. Más tarde, los milicianos nos sacaron del comedor y nos pusieron a todos en fila en el pasillo y leyeron una lista con siete nombres. Se llevaron a los siete y nunca más se supo de ellos. Los nombres de los que se llevaron fueron el P. Juan Antonio Pérez, Pascual Aláez, Cecilio Vega, Francisco Polvorinos, Manuel Gutiérrez, Justo González y Juan Pedro Cotillo.
     Recuerdo que antes de esto, estando los milicianos en casa, el P. Vicente Blanco pidió permiso para que fuésemos a la Capilla y allí recibimos la absolución general y consumimos todas las formas consagradas que estaban en el Sagrario. El P. Blanco lloraba desconsoladamente.
     Respecto a la pregunta de si alguno tenía alguna tarea o trabajo con significación política, puedo decir que ninguno tenía adscripción o filiación política; ninguno teníamos ningún carnet de partido político ni nos dedicábamos en absoluto a ninguna actividad política, alguno podía simpatizar con alguna corriente; pero repito que ninguno tenía nada que ver con ningún partido político.        La razón por la que nosotros fuimos detenidos, según mi criterio, es porque nos consideraban anti-marxistas.
     Sobre si preveíamos la detención puedo contestar que al principio no. Nos dimos cuenta de la situación cuando asaltaron el Convento.
     Sobre el ambiente que vivíamos puedo contar una anécdota personal: tenía una foto de la primera comunión de una hermana mía. Ante el temor de que me pudiese comprometer la saqué del pupitre de donde la guardaba y la escondí entre unos matorrales del jardín.
     La reacción y la conducta de la Comunidad ante la detención era de terror; no hablábamos entre nosotros y por dentro temíamos que nos pudiese pasar como a los siete que habían sacado.

Clandestinidad y prisión

     Según quiero recordar, la víspera de Santiago, el 24 de Julio, nos metieron en unos camiones y nos llevaron a la Dirección General de Seguridad, sin que nosotros supiésemos dónde nos llevaban. La Dirección General estaba abarrotada y allí había miembros de otras congregaciones religiosas. El ambiente era de tanto miedo que algún religioso de otra congregación perdió la cabeza. No nos sometieron a interrogatorio, sólo querían desalojar la Dirección General de Seguridad. Al día siguiente nos sacaron a la calle. Algunos que tenían familia se fueron con ellos. Yo, no sé si tenía familia, pero, si la tenía estaba, tan obnubilado estaba que no sabía ni donde vivían. Nos trajeron a la Casa Provincial que estaba en la calle Diego de León, donde estuve durante un tiempo hasta que la casa fue tomada por miembros del Ministerio de Educación. Desde aquí el P. Francisco Esteban nos distribuyó en pensiones, y, en concreto, el P. Francisco y yo fuimos a la misma pensión de la Carrera de san Jerónimo. Quiero recordar que estaba en el piso quinto. Curiosamente los dueños de la pensión, un matrimonio, eran “rojos”. Tenían unos sobrinos, que era un matrimonio, que eran unas bellísimas personas; él era empleado del ayuntamiento. No sé quién pagaría la pensión nuestra, pero pienso que serían ellos.
     No recuerdo con precisión cuánto tiempo estuvimos allí, pero sería alrededor de dos meses. Si puedo testificar que estábamos aterrados, pues cada vez que subía el ascensor no sabíamos si iban a llamar a nuestra puerta para detenernos.  El ambiente que existía entre nosotros era de espera y de oración. Era difícil salir a la calle puesto que los porteros de las casas de vecinos comunicaban a los milicianos cualquier actividad sospechosa. Un día llamaron a la puerta, entraron en la pensión, miraron el libro de viajeros (huéspedes) y nos pidieron la documentación que nosotros no teníamos. Nos detuvieron y nos llevaron a la Cárcel Modelo.
     En la Cárcel  Modelo nos encontramos con más Oblatos; en mi celda había cinco o más Oblatos compañeros míos. Casi no teníamos sitio para sentarnos. Estuvimos juntos en la misma celda el P. Mariano Martín, Máximo Gutiérrez y otros más. No recuerdo con exactitud cuánto tiempo estuvimos en la Cárcel Modelo. Cuando llegaron a Madrid las Brigadas Internacionales se dedicaban a mirarnos por la mirilla de las celdas y a amedrentarnos.
     Los carceleros empezaron a llamar a gente, y recuerdo que nos abrieron las puertas para que mirásemos a los que ya habían sido llamados y escuchar si nos tocaba a nosotros; también recuerdo con viveza que vi a Serviliano Riaño entre los que ya habían sido llamados. Recuerdo que cuando el Hermano Eleuterio Prado fue llamado para ir a otra cárcel, él me animó a acompañarle y yo le respondí que no, que yo esperaba a que me llamaran. Él marchó con otros a otra cárcel. Sufrimos un bombardeo de la aviación de las tropas de Franco y nos metieron en el sótano de la cárcel. En un descanso de los bombardeos nos trasladaron a la cárcel de Porlier, antiguo Convento de los PP. Escolapios, según quiero recordar.
     En la Cárcel de Porlier dormíamos en el suelo. Todas las noches oíamos el ruido de autobuses que venían a llamar a gente, generalmente personas significativas entre los militares y, posiblemente, algún intelectual. Estas personas eran conducidas en autobuses para ser fusilados. Esto lo sabíamos los que nos encontrábamos en la Cárcel. Llegó un momento en que los de la C.N.T., que pasaban por ser los mayores asesinos anarquistas, quisieron lavarse la cara y crearon unos tribunales ante uno de los cuales yo comparecí. Al ser preguntado por el motivo de mi detención expliqué que era un estudiante que había sido detenido sin motivo alguno. Al no encontrar en mi ningún motivo, me dejaron libre.
     Si hubiera hecho caso de la recomendación del Hermano Eleuterio Prado, me habrían interrogado y habría sido fusilado por mi condición de religioso.
     De la Cárcel de Porlier, al ser liberado, regresé a la pensión. Allí me invitaron a alistarme por ser joven. Un día que salí a pasear, al regreso me contó la dueña de la pensión que en mi ausencia alguien preguntó por mí y dijeron que vendrían a buscarme. Yo abandoné la pensión y fui a un Convento de la Compañía de las Hijas de la Caridad en la calle Martínez Campos que estaba bajo la bandera de Francia  porque se trataba de un edificio propiedad de la provincia religiosa de las Hijas de la Caridad, que entonces se llamaba “franco-española”; y por haber allí monjas de nacionalidad francesa la embajada francesa la había puesto bajo su protección. Allí, además de haber un gran número de refugiados, se había improvisado un hospital.
     Del Convento marché hacia Francia con una caravana de coches. Me dejaron en Barcelona a causa de una bronquitis. Allí estuve durante una semana. De Barcelona me llevaron, en un barco de guerra francés, sin documentación, a Francia. Allí me encontré con el P. Monje. Antes de terminada la guerra, nos fueron introduciendo en España por la zona de Irún.

El martirio

     Sobre si los Siervos de Dios preveían el martirio, sabíamos que en cualquier momento podía tocarnos. Cuando los Siervos de Dios eran llamados reaccionaban con resignación cristiana y aceptación de la voluntad de Dios; veían que estaba fuera de sus manos el librarse de aquella situación.
     Sobre si eran conscientes de que les mataban por odio a la fe cristiana, estoy seguro.
     En la cárcel no comentábamos estas cosas sino que estábamos a la espera de si nos tocaba o no nos tocaba. Pero sabíamos que estábamos allí por ser religiosos. El móvil que nos guiaba era sobrenatural.

Fama del martirio

     Sobre la fama de martirio, lo que puedo decir es que los mataron por pertenecer a la Iglesia. Nosotros siempre, en la Congregación de los Misioneros Oblatos, los hemos tenido por mártires; y no solamente nosotros, pues en Pozuelo existe una calle con el título de “Mártires Oblatos”.      
     El Amor a Dios fue parte integrante de nuestra formación religiosa. Como los antiguos mártires nosotros no buscábamos ser martirizados pero, si llegaba la hora, no nos oponíamos y aceptábamos gustosos la voluntad de Dios.
       

«Juro haber dicho la verdad  y confirmo cuanto he declarado».
        Ángel Villalba Polanco, o.m.i.


Ángel Villalba con sus con-novicios, entre ellos, 4 Mártires

1 comentario:

  1. Me emociona saber como ha transcurrido la vida de mi tío Angel, yo le he conocido como un tío mas que venía en verano a Aguilar, naturalmente yo era un crío me compraba cosas y nada mas.
    Si que hice la primera comunión con él y me casó también, pero estas intimidades que cuenta el aquí nunca las había oído, bueno me alegro de haber visto esta página y saber como era.

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