lunes, 12 de noviembre de 2012

¿Sacerdote o víctima?



El Beato Justo Gil Pardo, navarrico, nació en Luquin o Lukin, un pueblo de la comarca de Tierra Estella, el 18 de octubre de 1910. Hijo de una familia muy numerosa –once hermanos-, sus padres eran cristianos fervorosos y honrados. Al fallecer su padre, los vecinos comentaban: “Ha muerto la mejor persona del pueblo”.
Justo, arropado por tal familia,  inicia su formación humana y cristiana en su pueblo natal, cultivado además desde niño por las Hijas de la Caridad y el párroco del pueblo, que lo asume como monaguillo. Ayudaba a Misa asiduamente en las dos iglesias monumentales del pueblo. En tal ambiente no es extraño que despuntara pronto su vocación sacerdotal. Pero la abundancia de bocas y los escasos recursos no permitirían a la familia costearle los estudios en el seminario de Pamplona. Don José María Sola, sacerdote celoso donde los haya, lo orienta hacia los Oblatos, como había hecho ya con Gregorio Escobar en Estella. Ingresa en el juniorado de Urnieta a los 15 años. Proseguirá su itinerario vocacional en Las Arenas (Vizcaya) y Pozuelo (Madrid) donde será ordenado diácono el 6 de junio de 1936. Su sueño de subir al altar estaba al alcance de la mano. Sus hermanas, ayudadas por las Hijas de la Caridad de su pueblo, ya le estaban preparando presurosas los ornamentos para la ordenación sacerdotal. Pero el Señor tenía otro designio sobre él: más que sacerdote lo quería víctima. Fue detenido con toda la comunidad oblata de Pozuelo el 22 de julio de 1936 y proseguirá su Calvario en la clandestinidad, para terminar en la cárcel con varios de sus hermanos de religión y es ejecutado con varios de ellos en Paracuellos el 28 de noviembre de 1936. Tenía 26 años.
Terminada la guerra y reconstituida la comunidad en Pozuelo, los nuevos escolásticos querían saber más sobre los Mártires y comenzaron a recabar datos sobre su infancia y adolescencia, escribiendo a los familiares y a los párrocos. A continuación puede leerse una carta textual del párroco de Luquin.

         
Luquin, 26 de noviembre de 1949

                   R. H. José Mª González,  Madrid.

         Muy Rdo. Hno.: Están en mi poder sus dos cartas, interesándose de los datos que pueda adquirir para  la biografía del religioso Oblato, Justo Gil Prado.
         He tardado en contestarle por diversas razones y las principales son: por no hallarse en esta Parroquia sus familiares cuando recibí la carta y por haber solicitado de un sacerdote amigo de Justo los informes o datos que me piden, sin que hasta el presente los haya recibido.
         De su familia he recogido en síntesis los datos que le adjunto:
De carácter dócil y sencillo desde su infancia, pasó sus primeros años con los demás niños alternando en la escuela y el cuidado de la familia sobresaliendo por su docilidad.
         Hizo a los siete años la primera Comunión con candidez de niño amante de Jesús Sacramentado, a quien desde ese día recibió a diario oyendo al mismo tiempo la Santa Misa y acercándose cada semana al Sacramento de la Penitencia. Ya en esa época comenzó a manifestar sus deseos de ser Sacerdote del Señor, deseos que fueron creciendo con la edad, pero sus padres, de familia humilde y faltos de recursos, comenzaron a inclinarle al estado religioso a fin de poder satisfacer sus deseos de Sacerdocio y por amistad de sus padres con el que a la sazón era Párroco de Urbiela, debido a insinuaciones e instrucciones de dicho Sr. Párroco llegó al conocimiento de  los PP. Oblatos, a donde se encaminó con otros amigos en solicitud de admisión.
         Con la vocación de religioso manifestó un deseo ardiente de dedicarse en tierras de Misión a la evangelización de los infieles.
         Eran sus devociones favoritas la del Sagrado Corazón y a N. Sra. la Virgen de los Remedios y del Milagro que se veneran en esta Parroquia, recibiendo culto constante de los devotos de toda la comarca en su Santuario-Basílica, separada de la Parroquia.
         Su ocupación favorita eran los libros religiosos y de piedad, alternando el estudio y lectura, ocupándose en sus ocios en trabajos manuales, preferentemente los de carpintería.
         Era respetuoso con todos y guardaba un cariño especial a sus padres, a quienes respetaba como a tales y lo mismo en cuanto al cariño con sus hermanos a quienes entretenía y animaba con sus charlas y dichos ingeniosos.
         A su porte sencillo, unía su jovialidad, sobre todo cuando jugaba con sus amigos a sus juegos favoritos, la pelota y el fútbol, portándose con ellos afable, respetuoso y humilde sin que se notara en él deseo de sobresalir entre los demás.
         En cuanto a su actuación en la escuela, era aplicado y gustaba de aprender, notándosele afán por asistir a la escuela con puntualidad: mostraba disgusto cuando tenía que perder un día de escuela.
         Estos son los datos que me da su familia, con los que concuerdan los demás vecinos.
         Quizá el Sr. Párroco de Arroniz pudiera proporcionarles algún dato más, debido a su amistad y convivencia algunas temporadas con él.
         Supongo que, aunque he demorado en contestarle, no llegarán tarde los datos que adjunto.
         No tuve el gusto de conocerlo personalmente, ya que me hice cargo de esta Parroquia el año 1944 y debido al corto tiempo que vivió en su casa no creo que se puedan recoger muchos datos más; y que, según testimonio de otra persona, no sobresalió de manera que llamara la atención al pueblo, como que fue una vida sencilla la suya durante su permanencia en esta Parroquia.
         Perdone mi tardanza y deseando poder servirle en lo sucesivo, se ofrece y le saluda affmo. y s. s. en Xto.

                                               Miguel Cía Uriz, Párroco.

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