martes, 20 de marzo de 2012

QUIEN ES QUIEN Nº 20: Ángel Bocos



Ángel Francisco Bocos Hernández

Natural de Ruijas-Valderrible (Cantabria)

53 años

Hermano oblato, profesión perpetua

De “padre desconocido”, al fallecer su madre, fue recogido por su tío sacerdote del cual recibió sólida y cristiana educación. Con 17 años llama a las puertas de noviciado. En sus 35 años de vida religiosa, estuvo en distintas comunidades oblatas en España, Italia y Francia. Se le destinaba casi siempre a casas de formación y para “hacer la cocina”, como decía él. “Carácter apacible y pacífico, de comportamiento humilde y callado”. Era ejemplar, muy resignado y paciente en sus enfermedades crónicas (dolencias en piernas y estómago) y muy piadoso. En palabras de los prisioneros supervivientes, los tres hermanos oblatos en la comunidad de Pozuelo, eran cooperadores en la formación de futuros sacerdotes con su ejemplo, su interés, su entusiasmo y su oración. Eran un estímulo para todos y  un testimonio admirable para nosotros.

Datos biográficos

El hermano Ángel F. Bocos nació en Ruijas-Valderrible (Cantabria), diócesis, entonces de Burgos, hoy de Santander, el 27 de enero de 1883.  Sabemos muy poco de su familia. En el certificado de bautismo aparece “desconocido el padre”. Al fallecer la madre, fue recogido por su tío Felipe Hernando, párroco de Quinasolmo, de quien recibió sólida y cristiana educación. Cuando llamó a las puertas del noviciado oblato tenía 17 años.
Inició su andadura religiosa con miras a consagrar su vida a Dios como hermano (religioso no sacerdote), el 31 de diciembre de 1900. Hizo su primera oblación temporal en 1901 y su oblación perpetua en 1907.
En sus 35 años de vida consagrada estuvo en distintas comunidades oblatas: Madrid, Aosta y San Giorgio Canavese (Italia), Notre Dame de Lumières (Francia)…
Al regresar a España, en 1925., le destinan primeramente al noviciado de Las Arenas (Vizcaya), luego, en 1929, al abrirse el escolasticado en Pozuelo (Madrid), pasa a formar parte de esta comunidad, prestando valiosos servicios, sobre todo en la cocina.

Detención y martirio

Fue hecho prisionero con toda la comunidad el 22 de julio de 1936, llevado después a Madrid y puesto en libertad el 25 de julio. El hermano Ángel Bocos trata de buscar refugio seguro, pero el 15 de octubre es de nuevo detenido y llevado a la Cárcel Modelo donde se encontrará con casi todos los Oblatos de Pozuelo. Un mes más tarde le trasladan a la cárcel de San Antón y desde allí, el 28 de noviembre de 1936, lo “sacan” para ejecutarlo con otros doce Oblatos en Paracuellos del Jarama.
Era un excelente cocinero, sacrificado, servicial, piadoso y de buen conformar. Con 53 años de edad, era el mayor de los Mártires.

Testimonios

Debido a su edad y a su reducida familia, ha sido difícil encontrar testigos que lo conocieran. Mons. Félix Erviti, ex superior del escolasticado de Pozuelo y primer Prefecto Apostólico del Sáhara Occidental, que había conocido a los Oblatos en Francia, donde recibió su formación religiosa, es uno de los pocos que dan testimonio sobre él: 
Conocí al hermano Ángel Bocos siendo yo junior en el seminario menor de Lumières. Este lugar donde vivía la comunidad oblata era un santuario de la Santísima Virgen. En la cripta íbamos a hacer los ejercicios de piedad en los que destacaba el hermano Ángel Bocos. Su carácter era apacible y pacífico. Era humilde y callado. Después de 1925 fue trasladado a otra comunidad y yo ya no volví a tener contacto con él.

Hay varios testimonios sobre los hermanos de la comunidad de Pozuelo. Dice, por ejemplo,  el P. Ángel Villalba, que convivió con ellos:             
Como comunidad había una caridad colectiva hacia el prójimo. Dentro de la comunidad estaban los (tres) hermanos coadjutores que participaban de esa caridad y eran para nosotros un testimonio admirable.
También el P. Felipe Díez, otro superviviente, subraya: 
Los hermanos coadjutores vivían en un sacrificio ejemplar en los distintos ministerios que ellos tenían.

Al ser detenidos en su casa de Pozuelo, el cabecilla de los milicianos le obliga a seguir en la cocina, bajo vigilancia, diciéndole:  “Tu haz la comida para todos, pero de faltar, que falte para los tuyos y no a los míos”.

De una carta que este Hermano envió al entonces Superior General, Mons. Agustín Dontenwill, podemos deducir su fortaleza, resignación y paciencia ante las adversidades, tales como la dolencias del estómago y de una pierna, y cómo, a pesar de eso, continuaba haciendo el trabajo de la cocina, en el que llevaba 24 años, ofreciendo todo esto “para mayor gloria de Dios y salvación de las almas”, decía.

D. Ricardo Quintana, Delegado diocesano de las Causas de los Santos en la Archidiócesis de Madrid, que presidió, como juez, todo el proceso diocesano, no puede disimular su simpatía hacia este Siervo de Dios y está convencido de que el hermano Bocos, de quien pocos hablaban en el proceso, era un verdadero santo y a su intercesión atribuía su pronta recuperación de un grave incidente.

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