jueves, 22 de marzo de 2012

QUIEN ES QUIEN, Nº 23: Cándido Castán



Cándido Castán San José

Natural de Benifayó (Valencia)

42 años

Padre de familia ejemplar, militante católico

Este "laico"  no formaba parte de la comunidad oblata de Pozuelo ¿Por qué se le incluye en el grupo de los Mártires Oblatos, si él no era un religioso? Es una pregunta legítima y muy recurrente. Un consulor del Vaticano suscita incluso la sospecha de si no habría sido eliminado por ser considerado como posible adversario político. No, no fue asesinado por razones políticas, sino por destacar en el pueblo como un cristiano ferviente. Esto queda documentalmente probado. Es arrestado unos días en su domicilio con la orden tajante de no salir de casa. Su esposa le propone entonces huir a Benicarló (Castellón), donde encontraría refugio en su familia. “Mi padre se negó diciendo que él no había hecho nada malo”.  Pocos días después lo llevan prisionero al convento y de allí lo "sacaron"  aquella misma noche para fusilarlo con el primer grupo de Oblatos.  Fue ejecutado, con ellos y como ellos, únicamente “en razón de su fe y por su notoria práctica de esa misma fe cristiana, y no por razones políticas”.  Hubiera sido una injusticia descolgarle del grupo de los Mártires de Pozuelo.

Datos biográficos

Cándido Castán San José nació en Benifayó, provincia y diócesis de Valencia, el 5 de agosto de 1894. Era un padre de familia que desde hacía seis años vivía con su esposa e hijos en Pozuelo de Alarcón (Madrid), en la colonia de San José.
Empleado de ferrocarriles de la Compañía del Norte de España, había estudiado bachillerato en el colegio de los religiosos de los  Sagrados Corazones en Miranda de Ebro, donde había sido destinado su padre como Jefe de Estación. Después hizo estudios espe­ciales relativos a materiales ferroviarios. En 1936 prestaba sus servicios en dicha Compañía como empleado principal. Tenía dos hijos, Teresa, 15 años, y José María, 7.
Cristiano coherente, militante católico y padre ejemplar, era a la sazón Presidente de la Confederación Nacional de Obreros Católicos. Presidente así mismo de los Ferroviarios Católicos, sección de Madrid-Norte y afiliado a la Adoración Nocturna. ¿Cómo se unió al “martirologio oblato”? Porque fue sacado de su casa y recluido, junto con otros seglares católicos, en el convento de los Misioneros Oblatos, puntualmente convertido en prisión, y asesinado con el primer grupo de Oblatos. Entre sus descendientes, tiene un nieto sacerdote y una nieta religiosa

Detención y martirio

El día 18 de julio sufre en su domicilio un primer registro. Su hija Teresa fue testigo directo de su detención y nos describe vivencialmente este eventó así:  
         “Se presentaron en casa unos milicianos, so pretexto de encontrar armas, que, por supuesto, no existían… Cuando terminaron, le ordenaron que no se moviera de casa. ”Cuatro días más tarde, el 23 de julio hacia mediodía, fue obligado a abandonar su casa por un grupo de “milicianos del comité revolucionario de Pozuelo”.
Fue conducido prisionero a la casa de los Misioneros Oblatos. Recluido en el convento de éstos, al anochecer del 23 de julio, es visitado por su esposa que le lleva comida y cena. Aquella misma noche del 23 al 24 de julio es sacado del convento con otros siete Oblatos y ejecutado junto con ellos en la Casa de Campo, parque situado entre Pozuelo y Madrid.

Testimonio

Interesantísimo y detallado el testimonio de su hija. De él entresacamos algunos párrafos: 
          “Mis padres se casaron el día 4 de junio de 1919. El ambiente de la familia era extraordinario y allá donde iban mis padres íbamos mi hermano y yo. Fuimos educados en un clima de amor y religiosidad, donde en la familia, por parte de mis padres, se nos enseñó a rezar y a amar a Dios sobre todas las cosas y a hacer obras de caridad. Tengo un recuerdo vivo de la gran imagen del Sagrado Corazón de Jesús que tuvimos tanto en la casa de Madrid como en la de Pozuelo. Recuerdo que de pequeña, cuando no me portaba bien, mi padre me mandaba arrodillarme delante del Sagrado Corazón y pedirle perdón. De la preocupación por nuestra educación religiosa, mis padres nos llevaron a colegios religiosos, tanto en Madrid como en Pozuelo.  En mi casa se vivía también un clima profundo de religiosidad. Mi padre rezaba el rosario todos los días y era devotísimo de la Santísima Virgen, enseñándonos a nosotros que era nuestra Madre del Cielo. Hacía la visita al Santísimo por la tarde. Muchas veces yo le acompañaba, en otras ocasiones comentaba en casa que había ido a tal o cual iglesia.
          Era miembro de la Adoración Nocturna. Grandísimo devoto del Sagrado Corazón de Jesús, lo entronizó solemnemente en mi casa. Esta religiosidad no sólo la vivía mi padre en su piedad particular, sino que también fue un propagador de la fe Católica.

          Cuando nos trasladamos a Pozuelo recuerdo que promovió, en colaboración de otros vecinos, la construcción de una capilla, que todavía hoy existe, en honor de San José para oír misa los domingos. Teníamos que llevar las sillas, porque no sólo no había bancos, sino que ni siquiera había suelo.
En vista del mal cariz que tomaban las cosas, recuerdo que mi madre le propuso a mi padre (tras el arresto domiciliario) que se marchase a Benicarló, con la familia de mi madre, y se escondiese allí. Mi padre se negó diciendo que no tenía por qué esconderse ya que él no había hecho nada malo.

          El 23 de julio hacia mediodía se presentaron de nuevo los milicianos para detener y llevarse a mi padre. En casa estábamos sólo él y yo, pues mi madre había salido a comprar acompañada de mi hermano pequeño.       Mi padre me dio el anillo de casado y las llaves de la casa diciéndome que se lo entregase a mi madre. Se lo llevaron al convento de los Padres Oblatos y por el camino se encontró con mi madre y mi hermano que volvían de la compra. Mi madre le preparó la comida y la cena y se lo llevó al convento.  Al día siguiente le preparó el desayuno y cuando se lo llevó ya no estaba.
          En mi casa, mi madre tuvo siempre a mi padre por mártir, porque sabía que la única causa de su muerte fue la Religión.

¿Adversario político o Mártir cristiano?

 Es éste uno de los interrogantes que algunos Consultores del Tribunal del Vaticano plantearon. Esto dio  Postulador la ocasión de estudiar más a fondo esta Causa para despejar esa duda. Admitimos que los testimonios, “de oídas”,  de sus propios hijos dejaban un resquicio a la sospecha. Efectivamente, Cándido Castán fue “designado” (no elegido) “asambleísta” durante la dictadura del General Primo de Rivera y ejerció como Concejal interino suplente del ayuntamiento de Madrid. Pero no militó en las filas de ningún partido, ni fundó sindicato católico alguno: aquellos habían sido suprimidos y éstos, suspendidos durante aquella dictadura. Tal vez formaba parte o frecuentaba algún Círculo Católico de ferroviario y de ahí la posible confusión. De todos modos, desde que trasladó su residencia familiar a Pozuelo, en 1930, y tras la dimisión y auto-exilio del General, se desligó totalmente de todas las responsabilidades sociales que hubiera podido tener anteriormente en el municipio de Madrid. Está además comprobado documentalmente que el Comité revolucionario de Pozuelo, que lo apresó y ejecutó, nada sabía de todo eso, pues en las listas de ejecutados de Pozuelo figura sólo y siempre como “empleado de ferrocarriles” y apolítico.
Cándido Castán era muy conocido en Pozuelo, localidad que entonces tendría como unos dos mi habitantes. El barrio de la Estación donde vivía y cuya iglesia frecuentaba, no llegaba al millar. Todo el mundo lo conocía por ejercer como interventor en los trenes que circulaban entre Pozuelo a Madrid.
Era muy conocido también y sobreto todo  como católico practicante y ferviente. Al no poder frecuentar la Adoración Nocturna, como cuando vivía en Madrid, hacía la visita al Santísimo todas las tardes en la iglesia-capilla (hoy parroquia) del Carmen del barrio de la Estación. En la Colonia de San José, donde vivía con su familia, fue uno de los promotores más activos de la construcción de una pequeña capilla en honor de San José para facilitar la asistencia dominical a Misa al vecindario. Parece ser que los Jesuitas de Madrid, con quienes tenía mucha relación, colaboraron  con esa obra, donándoles ornamentos y vasos sagrados.
Educado en el Colegio de los religiosos de los Sagrados Corazones, en Miranda de Ebro (Burgos),  conservó su amistad y relación también con ellos.
Durante el primer brote de la persecución religiosa con la quema de iglesias y conventos, en 1931, acogió en su propia casa a tres miembros de la disuelta Compañía de Jesús: dos padres y un hermano.
Frecuentaba el colegio de San José de Cluny, donde estudiaba su hija Teresa. Asistía con su familia a la celebración de actos culturales en el convento de los Oblatos, cuando, con ocasión de las fiestas más salientes,  los escolásticos representaban “Autos Sacramentales”.
Es de suponer que frecuentase igualmente el grupo de católicos practicantes que se reunían con el Siervo de Dios P. José Vega. Este celoso y casi “temerario” sacerdote Oblato, desafiando el clima antirreligioso de la II República, ante la tragedia que parecía inminente, los animaba a permanecer firmes en la fe, remando contra corriente.
Gran devoto del Sagrado Corazón, que había entronizado solemnemente en su casa, celebraba su fiesta, con algunos vecinos, en su propio domicilio.

El cuerpo del delito

Cuando los milicianos del Comité Revolucionario de Pozuelo fueron a registrar su casa “en busca de armas” (pretexto que usaban como tópico para entrar en conventos y hogares), encontraron lo que buscaban, el cuerpo del delito: una imagen grande del sagrado Corazón de Jesús, flaqueada por dos imágenes menores, de San José y de Santa Teresa, a los cuales profesaba particular devoción.
Queda patente que era un destacado y notorio “enemigo” a abatir por su fe profunda y por sus prácticas religiosas, bien conocidas por todo el vecindario.
Para despejar las dudas sobre posibes motivaciones políticas en su ejecución, tras un serio estudio de la documentación, el Postulador de la Causa manifestaba el fruto de su investigación con estas palabras:

“Puedo concluir en conciencia que, a mi juicio, el Siervo de Dios Cándido Castán San José fue un laico católico coherente con su fe, de ferviente práctica religiosa. Por consiguiente, este Siervo de Dios fue ejecutado, al igual que los 22 presuntos Mártires Oblatos, en razón de su fe y por su notoria práctica religiosa de esa misma fe cristiana, y no por razones políticas”.

Más de uno nos ha preguntado por qué los Oblatos incluyeron en la Causa de sus Mártires a este padre de familia, si no era un religioso ni pertenecía a su Instituto.  La respuesta del Postulador es clara y contundente: la víspera de su martirio lo recluyeron en el convento de los Oblatos, lo fusilaron aquella misma noche con el primer grupo de religiosos y, sin lugar a duda, por el mismo motivo: “in odium fidei”, es decir, por su claro testimonio de coherencia con la fe que profesaba y vivía. Si no se le hubiera incluido en el grupo de esos Mártires, sería una injusticia imperdonable. Aún más, compartiendo como compartió la "oblación cruenta" del martirio, nos podemos preguntar: ¿No se le podría proclamar laico oblato asociado? Y quizá podría ser el protector de los laicos ascociados al carisma y misión de la gran “Familia Oblata”. Y. ¿por qué no?, hasta patrono de los ferroviarios católicos..

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