viernes, 27 de noviembre de 2009

Publio Rodríguez Moslares




Datos biográficos

Publio Rodríguez Moslares nació en Tiedra, provincia y diócesis de Valladolid, el 12 de noviembre de 1912.
Es el menor de los hermanos. Este detalle será un escollo con el que va a topar su vocación: su madre, muy religiosa, lucha entre la ilusión de tener un hijo sacerdote y el alejamiento del hogardel benjamín de la familia.
“Es Dios quien lo quiere, mamá; no sufras ni me hagas sufrir. Sé generosa y dale a Dios lo que es de Él antes que tuyo”, le escribe.
Sus compañeros dicen que “Publio era el juglar de la comunidad: cantaba, reía, hacía versos y refería anécdotas salpicadas de refranes y dichos populares”.
Incluso en la cárcel, recluido en una misma celda con el P. Mariano Martín y tres escolásticos más, “para entretener el tiempo y hacer más llevadera la prisión, empezamos a hacer entre él y yo una comedia en verso”, nos dice el P. Martín.

Testimonios

Ese mismo Padre añade:
“Tenía un carácter simpático, abierto, luchador, proselitista, francote, bueno. Trabajó mucho para llevar a buen camino a dos de sus hermanos que no comulgaban del todo con sus ideas, aunque por otro lado eran muy buenos. Les escribía cartas desde el juniorado y en vacaciones discutía con ellos.
Tenía espíritu misionero y suspiraba por las Misiones, espíritu que supo infundir en su casa, sobre todo a su hermana, maestra nacional”.
“Supo soportar con entereza y alegría las cárceles de Madrid y cuando provisionalmente le dieron libertad, fue sobre todo él quien hizo de enlace entre sus compañeros de calvario y sus Superiores, yendo de un sitio para otro”.


Después del martirio, su madre escribió una carta a los Oblatos en la cual dice que al pasar del juniorado al noviciado, fue a verlo a Las Arenas:
“Al despedirme, le dejaron venir conmigo a la estación de Bilbao. Allí me dio el Crucifijo pequeño que le dieron en Urnieta, y me dijo: Bésalo muchas veces y, venga lo que venga, piensa que todo lo que suframos por Él, por mucho que nos parezca, será poco para lo que Él nos ama y sufrió por nosotros”.

Martirio

Tras ser sacado del convento y ser liberado de la primera prisión, no teniendo a dónde ir, se refugió, con el P. Blanco y algunos oblatos más, en una familia conocida. Dice la hija:
“Una noche llegaron a casa buscando refugio, porque no tenían a dónde ir. Mis padres habilitaron una habitación, pusieron colchones en el suelo, les dieron ropa para que pudieran dormir y descansar.
Una noche, hacia las tres de la madrugada llamaron a la puerta unos milicianos con fusiles y pistolas, amenazando, que venían a registrar la casa; como teníamos una tienda de ultramarinos, mi padre, pienso que iluminado por el Espíritu Santo, metió a los milicianos en la tienda y al ver todo lo que había, pidieron por teléfono un camión y lo cargaron de tal forma que no podía arrancar. Tuvieron que descarga parte del camión para poder marchar.
A la mañana siguiente mi madre dijo al P. Blanco que tenían que irse, pues si volvían otra vez los milicianos y registraban la casa, los matarían a ellos y a mi padre y que qué iba a hacer ella con cuatro niños pequeños”.
Al abandonar la casa, Publio dijo a mi madre: `No sufras, yo voy a volver,

pero si me pasa algo o me matan, piensa que estaré con Dios y te ayudaré’. Publio parece que tenía muy claro que lo iban a matar”. Y así fue.

Al terminar la guerra su familia fue a Madrid.

“Mi madre se había enterado que Publio había estado en la cárcel Modelo y quería ir allá. Mi padre intentaba disuadirla porque era la primera línea del frente. No obstante, como ella se empeñaba, mi padre quiso que la acompañáramos mi hermana y yo.
Entre aquellas ruinas, ella buscaba en las diversas celdas y corredores. De repente comenzó a gritar: ¡Aquí, aquí! Y se introdujo en un habitáculo pequeño. Entramos con ella y vimos toda la pared escrita. Pude ver cómo en un rincón había unas palabras que destacaban más que las otras, porque estaban escritas en rojo, y que decían: `Madre, me llevan a matar, muero por Dios (…) No llores, me voy con Dios. ’¡Viva Cristo Rey! Y firmaba Publio.
Ella se arrodilló, besó la pared, y con una especie de navaja, cortó un trozo de la pared donde estaba la inscripción. Fue entonces cuando me enteré que lo habían llevado a matar a Paracuellos del Jarama.
Mi padre ya lo sabía; pero no había hecho ningún comentario delante de nosotros”.

Francisco Polvorinos Gómez



Datos biográficos

Francisco Polvorinos Gómez nació en Calaveras de Arriba, término municipal de Almanza, provincia y diócesis de León, el 29 de enero de 1910.
Sus padres, de condición social humilde, eran campesinos y pastores. Se rezaba en casa el santo Rosario cada noche. Lo presidía el padre del Siervo de Dios.
En ese humus cristiano brotó la semilla de la devoción de Francisco hacia la Sma. Virgen y a la Eucaristía y afloró después la vocación religiosa.
Tras llamar en vano a diversos institutos religiosos, se le abrieron por fin las puertas del juniorado de los Oblatos cuando ya tenía 16 años.
Sus formadores ven en él
“un buen alumno, de juicio práctico, capaz para los estudios, muy equilibrado, hecho para la vida real” (Informe para el noviciado).
Su sobrino, Elías Pacho, destaca en él una intensa vida de fe y dice que era una persona muy piadosa, que vivía intensamente la vocación religiosa. Pone de relieve su amor a la Iglesia, manifestado expresamente en el pueblo durante las vacaciones, con una frase que se hizo familiar en su pueblo: “La Iglesia siempre será perseguida, pero nunca vencida”.
Se corrobora esta apreciación con el juicio de sus formadores: “Hombre piadoso, cumplidor de la Regla, franco con sus superiores, cuidadoso de su vocación e interesado por las obras de la Congregación. Su lema: Hacer el bien sin hacer ruido”.

Testimonio del martirio

Otro sobrino, Alberto Pacho testifica:
“Desde que fue detenido hasta la madruga del 24 de julio (cuando fue ejecutado), aparte las vejaciones a que fue sometida toda la comunidad, sospecho que, lo mismo que a los demás compañeros, le someterían por lo menos a desprecios y malos tratos. Tengo entendido que en el poco tiempo que estuvieron detenidos en el convento de Pozuelo, llevaban una vida intensamente espiritual. Recibió la Eucaristía, que, en su caso y el de sus compañeros, fue como el Viático, cuando decidieron consumir la Eucaristía para evitar profanaciones. Todo esto lo sé por referencias de los supervivientes.
En la madrugada del 24 de julio de 1936, los milicianos leyeron la lista de siete nombres de Oblatos, entre los que incluyeron a mi tío.
La primera noticia que yo recibí de su muerte, como martirio, fue la carta enviada a su padre (mi abuelo), a primeros de mayo de 1937, firmada por el P. Matías Mediavilla, cuyo original conservo y que he leído muchas veces. Esta carta se conservó en mi propia familia con veneración. En ella se dice que su hijo es una de las víctimas inmoladas por los enemigos de la fe.
Esta noticia causó en el pueblo una impresión muy fuerte, por lo apreciado que era por todos los vecinos, por su bondad y carácter religioso, con diferencia de los otros que murieron durante la guerra. Esto lo recuerdo porque yo mismo lo viví. Se tenía la conciencia de que su muerte se debía especialmente a su carácter religioso”.


La carta a la que se alude dice:
“Tengo que comunicarle la dolorosa noticia de que (su hijo) fue una de las siete víctimas sacrificadas en los primeros días. Comprendo lo triste que es para sus padres semejante noticia; pero en estos tiempos es un honor ser padres de mártires”.

Memoria viva

Su sobrino, Elías en una carta reciente, escribe:
“Desde que se inició la causa de beatificación de un grupo de Oblatos de María Inmaculada he procurado seguir todo el proceso. Aunque yo era niño cuando le conocí, sí le recuerdo y le sentía mucho cariño. Dentro de la familia en la que vivíamos patriarcalmente -padres, hijos, nietos vivíamos-, se vivía con sencillez.
Yo ya era mayor, doce años, cuando los sucesos de la guerra, y luego nos informaron de la fecha y la forma de su muerte. El funeral que se celebró al recibir la noticia de su muerte fue una verdadera manifestación de piedad y ocasión de que todos manifestaran la fama de bondad y religiosidad que siempre afirmaron de él. Esa fama sigue manteniéndose entre los que le conocieron, sobre todo en la admiración y respeto que por él sentía el Párroco.
Deseo que llegue pronto el momento en que sea beatificado y se le pueda honrar públicamente. (León, 21.10.2009, Elías Pacho Polvorinos)




Juan Pedro del Cotillo Fdez.




Datos biográficos

Juan Pedro del Cotillo Fernandez nació en Siero de la Reina, provincia y diócesis de León, el 1º de mayo de 1914. Vivió en el seno de una familia de labradores, numerosa, nueve hijos, muy cristiana “muy partidaria de cumplir todo lo que manda la Iglesia”. Se rezaba todos los días el Rosario en familia. La madre era muy caritativa y, a pesar de los muchos sufrimientos, nunca perdió la alegría.
Una de sus hermanas ingresó en la Sagrada Familia de Burdeos.
En el origen de su vocación influyó mucho, sin duda, el talante profundamente cristiano de su familia y el hecho de que otros hijos del pueblo hubieran ingresado ya en la Congregación de los Misioneros Oblatos. Uno de ellos, el P. José Vega, sería ejecutado en su mismo grupo.

Cualidades y virtudes

Quienes le trataron dicen de él que era un religioso humilde y tenaz, siempre dispuesto a prestar ayuda. Su gran aspiración, seguir los pasos de misioneros de su mismo pueblo.

Detención y martirio

En sus años de estudio se detectan algunas complicaciones de corazón, pero el médico asegura que podrían curarse con un poco de cuidado.
En el momento de la “saca” interviene el P. José Vega a su favor: “No llevéis a ese muchacho, que está enfermo de corazón”. Ellos replicaron: “Para lo que le vamos a mandar, está bastante bien”. Era una clara respuesta del fin que esperaba a Juan Pedro
El 22 de julio de 1936 fue detenido en su comunidad con los demás miembros de la misma. Dos días más tarde, en la madrugada del día 24, lo “sacaron” con otros seis compañeros y, sin juicio previo, los fusilaron en el parque de la Casa de Campo de Madrid.




Cecilio Vega Domínguez


Datos biográficos

Cecilio Vega Domínguez nació en Villamor de Órbigo, diócesis de Astorga y provincia de León, el 8 de septiembre de 1913. Fueron sus padres Juan y Micaela, humildes labradores que vivían del trabajo en el campo. De buena conducta moral y amigos de hacer muchos favores en el pueblo. Era una familia numerosa, nueve hijos, y profundamente cristiana.
Cecilio comenzó el noviciado el 14 de agosto de 1930. El día 15 del año siguiente hace su primera oblación y pasa a Pozuelo para cursar los estudios eclesiásticos.
El 23 de diciembre de 1934 hace su Oblación perpetua y se inicia en las órdenes menores (actuales ministerios).
También él, al igual que Manuel Gutiérrez, tras dos días de incertidumbre, ansiedad y vejaciones en su propio convento, es “sacado” de su propio domicilio en la noche del 24 de julio de 1936 y fusilado de madrugada en la Casa de Campo.
Tenía 23 años. Era subdiácono y estaba ya a las puertas del diaconado y del sacerdocio.

Testimonios

Su hermana Manuela nos dice:
“Teníamos la Sagrada Familia (capillita portátil) que venía y viene todos los meses por las casas. El Rosario lo rezábamos todo el tiempo, y en verano, cuando había mucho trabajo, mi padre nos rezaba el Rosario de la Buena Muerte, que era más rápido. Y por supuesto íbamos siempre a Misa”.
Cuando estaba en el juniorado (seminario menor) iba de vacaciones en verano. Hacía de catequista en la parroquia y trabajaba con su padre en el campo.
A lo largo de su corta vida, destaca en Cecilio su constancia y tesón ante las dificultades que iba encontrando en los estudios, entre otras causas, por un accidente desafortunado en el trabajo agrícola, que le ocasionó la pérdida de un ojo.
Hombre de buen corazón, dócil, noble, piadoso y franco. De buen espíritu en la convivencia con los demás.

Durante el año de noviciado se entrega con entusiasmo a las tareas propias de ese año de intensa formación para la vida religiosa. Esta actitud provoca en los formadores la firme esperanza de que será un buen religioso y celoso misionero.
Los informes posteriores reiteran esos mismos rasgos.
Su hermana pone de relieve su devoción a la Santísima Virgen y a la Eucaristía y la confianza que depositan ahora en él para acudir a su intercesión:
“Yo creo que (mi hermano) está en el Cielo y que por su intercesión se me conceden algunas cosas. Le rezo como se reza a San Antonio o a San Roque porque, para mí, es un Santo como ellos. Mi difunda hermana Elisa me dijo que le había pedido una cosa y que se la había concedido. Decía que era un verdadero milagro; pero nunca me dijo lo que le había pedido. También decía que en sus necesidades había acudido a él y que muchas veces le había ayudado” (M. V. D.)

Martirio

Su sobrina Virginia Domínguez y su hermana Manuela nos hablan de una carta en la que resalta su disposición al martirio. En dicho escrito, respondiendo a la invitación de su padre para volver a casa porque va a estallar la guerra y van a quemar los conventos, Cecilio le responde que está dispuesto a morir y que no abandonará la comunidad.

¡Lástima que este precioso documento haya desaparecido en un incendio!
El proceso de su martirio es en todo similar al de los anteriores.

Tenemos certificado de su defunción

Manuel Gutiérrez Martín





Datos biográficos

Manuel Gutiérrez Martín nació el 1 de enero de 1913 en Fresno del Río, provincia y diócesis de Palencia (entonces diócesis de León).
Fresno, ubicado a orillas del río Carrión, entre Guardo y Saldaña, se encuadra en una comarca eminentemente agrícola.
Manuel nace y vive en el hogar de una familia numerosa.
Sus padres, Filiberto y Buenaventura, son labradores modestos, de profundas convicciones y prácticas religiosas.

Testimonios

No tenemos muchos. Pero, a decir de sus formadores en los informes oficiales, Manuel era un hombre dotado de talento, equilibrado, con buena memoria. En los exámenes, resultados casi siempre brillantes. Gusto para la música vocal y dotado de buena voz.
Como virtudes, dicen de él que era dócil, sumiso y franco con sus superiores, afable con los otros, consciente de los propios defectos y empeñado en la lucha por superarlos.
Amante de su vocación y de su nueva familia, la Congregación de los Misioneros Oblatos. Buen compañero, fiel cumplidor de la Regla, con espíritu comunitario.
Sus compañeros veían en él un joven con cualidades oratorias y con muchos recursos para convertirse en un verdadero actor. Pero subrayan sobre todo su vida de piedad y su espíritu abierto y abnegado.
Manuel había terminado el 3º de teología. Era Subdiácono y esperaba ser ordenado sacerdote después de algunos meses; pero “mis planes no son vuestros planes, ni mis caminos son vuestros caminos”, dice el Señor.

Martirio

Forma parte del primer grupo de Oblatos ejecutados. El proceso de su martirio es similar al de los demás Siervos de Dios de Pozuelo. Los tres pasos de su corto vía crucis fueron los siguientes:
- Es detenido y hecho prisionero en la propia casa con toda la comunidad oblata.
- Aquella misa noche, “saca” en el mismo convento, junto con seis compañeros más y el padre de familia Cándido Castán.
- Fusilamiento en la madrugada del 24 de julio de 1936, en la Casa de Campo de Madrid.





Justo Gil Pardo


Datos biográficos

Justo Gil Pardo nació en Lukin (o Lúquin), provincia de Navarra y diócesis de Pamplona-Tudela, el 18 de octubre de 1910.
Hijo de una familia muy numerosa, once hermanos, sus padre, Jesús y Vicenta, eran cristianos fervorosos y honrados. Al fallecer su padre, comentaban los vecinos: “Ha muerto la mejor persona del pueblo”.
Justo da los primeros pasos de su formación cristiana y humana, arropado por el calor del hogar familiar y la colaboración de las Hijas de la Caridad, que tienen un colegio en la localidad. En la catequesis parroquial era ejemplar y asistía a Misa a diario.
En Lukin, pueblo más bien pequeño, hay dos iglesias monumentales, una dedicada a la Virgen y la otra a su Patrono San Martín. Con motivo del novenario se celebraban muchas misas en ambos templos. Justo ayudaba en todas.
En ese clima religioso, brota espontánea su vocación al sacerdocio. Pensaba entrar en el seminario diocesano, pero quería ser también misionero.
El cura de un pueblo vecino, D. José Mª Sola, le orientó al Juniorado de los Oblatos. Tenía entonces unos 15 años. Las etapas de su formación religiosa y eclesiástica serán, como para los otros Siervos de Dios, compañeros suyos en el martirio: Juniorado en Urnieta (Guipúzcoa), Noviciado en Las Arenas (Vizcaya) y estudios de filosofía y teología en Pozuelo (Madrid).
Fue ordenado de Diácono en Madrid el 6 de junio de 1936, al terminar tercer año de teología, y esperaba la ordenación sacerdotal en el transcurso del año siguiente.
Sus hermanas ya le estaban confeccionando los paramentos sagrados.
Su hermano, Fray Pedro, monje benedictino en Leyre, nos habla de la ilusión que le hacía a Justo llegar a esa ordenación, ilusión compartida por todos sus familiares:
“Era tal la ilusión (…) que se vivía en la familia, que en casa tenían ya el alba para dicha ordenación, alba que había sido confeccionada por mi hermana con la ayuda de las Hijas de la Caridad, y que luego se regalaría a la parroquia”.

Testimonios

La devoción a Jesús Eucaristía y a la Santísima Virgen, que había mamado en el seno de su parroquia y familia, se acrecentó en sus años de formación religiosa.

J. M. V., siendo Provincial de los Oblatos de España, nos trasmitió lo que había oído en Lukin de labios de una hermana de Justo:
“Durante las vacaciones trataba de recomponer las posibles tensiones en la familia. Era muy devoto de la Eucaristía a la que trataba de no faltar ni un solo día”.
Sus formadores resumen su evaluación en dos frases: “Impresión general muy buena, con esperanzas de que será un buen religioso y celoso misionero”.

Martirio

El 22 de julio de 1936 Justo fue detenido con todos los miembros de la comunidad oblata de Pozuelo y hecho prisionero en su propio convento. Dos días más tarde es conducido a la Dirección General de Seguridad en Madrid y puesto en libertad al día siguiente.
Vive en la clandestinidad, refugiándose en diversas casas. Gracias a su hermano Benedictino, sabemos algo de sus idas y venidas por aquel Madrid alborotado y hostil con todo lo religioso. Había que protegerse y Justo acude primero a casa de un hermano suyo que vive en la Travesía del Horno de la Mata 7.
Veamos el relato de Fray Pedro:
“Mi hermano fue a casa de nuestro hermano Raimundo. Estuvo oculto en ella durante nueve días, hasta que los comentarios de la vecindad hacían peligrar, tanto la vida de Justo como la de su hermano y esposa Teresa. Por esta razón, Teresa llevó a mi hermano Justo a la casa provincial de los Oblatos, donde lo acogieron, y estuvo allí hasta el día siguiente en que pasó a una pensión cuyos dueños eran conocidos de Raimundo. Mi hermano Justo conocía esa pensión porque daba clases de música a uno de los hijos de los dueños. Allí estuvo durante dos meses y medio: desde el 1 de agosto al 15 de octubre de 1936, fecha en que lo detuvieron como consecuencia de un registro general y lo llevaron a la cárcel Modelo”.
Allí en la cárcel Modelo de Madrid se encontró con sus hermanos Oblatos. Después de un mes, lo trasladan al colegio escolapio de de San Antón que había sido convertido en cárcel. Fue su última mansión.
En una de las “sacas” de la noche del 27 al 28 de noviembre formó parte, como varios de sus hermanos Oblatos, de la lista de quienes, bajo apariencia de ser puestos en libertad, fueron llevados a Paracuellos del Jarama para ser ejecutados.





Juan José Caballero Rodríguez



Datos biográficos

Juan José Caballero Rodríguez nació en Fuenlabrada de los Montes (Badajoz) el 5 de marzo de 1912 y fue bautizado el 16 del mismo mes en la parroquia de Ntra. Sra. de la Asunción.
Su padre, Jesús María Caballero, estaba casado en segundas nupcias con Baudilia Rodríguez y de este segundo matrimonio nacieron dos hijos: Elisa y Juan José. Del primer matrimonio habían nacido también dos hijos: Arsenio y Epifanio Caballero Molina.
La condición económica de la familia era pobre; pero profundamente religiosa. El padre, que se dedicaba a la agricultura, era tenido como una de las personas más religiosas de la localidad. Al fiel cumplimiento de todas las obligaciones de cristiano, añadía la ayuda a la parroquia como Sacristán. Pertenecía también a las cofradías del Santísimo Sacramento, de la que era Secretario, y la de Jesús Nazareno, de la que era Hermano Mayor. Por sus conocimientos culturales, poco corrientes entonces por aquellos pueblos, era una buena ayuda, no sólo del párroco, sino también de los vecinos. Existía una gran unión y cariño entre los miembros de su familia.
Juan José sentía la vocación misionera, pero la mantuvo oculta, dadas las necesidades materiales del hogar, que requerían su presencia.
Un compañero de escuela dice de él que “ninguno llegaba a la altura de Juan José y que éste siempre estaba dispuesto a ayudar a los demás (en las tareas escolares), que era totalmente cumplidor de sus deberes y que su ritmo de aprendizaje era ideal”.
La Providencia quiso que familiares del P. Francisco Esteban (quien será más tarde su Provincial y compañero de martirio) entraran en relación con él. La familia Esteban Lacal le prestó ayuda económica y esto facilitó a Juan José el ingreso en el seminario menor de los Misioneros Oblatos en Urnieta (Guipúzcoa). Allí mejoró mucho en su dedicación al estudio y a la práctica de las virtudes.
Terminados los estudios secundarios, pasó a Las Arenas (Vizacaya) para hacer el noviciado e hizo su primera profesión religiosa el 15 de agosto de 1930, fiesta de la Asunción, titular de la parroquia donde fuera bautizado. Acto seguido pasa a Pozuelo (Madrid) para proseguir los estudios requeridos para el presbiterado.
En 1931, ante la persecución desatada contra la Iglesia en Madrid, conocida como la quema de conventos, por razones de seguridad, vuelve con sus hermanos de comunidad a Urnieta.
Más tarde, ya de nuevo en Pozuelo, tuvo que incorporarse al servicio militar y fue destinado al Norte de África.

El tiempo vivido en ese continente contribuyó a aumentar su inquietud y vocación misionera.
De vuelta a Pozuelo, hace su oblación perpetua el 25 de febrero de 1936 y unos meses después recibe el subdiaconado. Pero dos semanas más tarde las ilusiones que había puesto en el sacerdocio, cada vez más cercano, se ven truncadas por el comienzo de un calvario que culminaría en el martirio.

Virtudes

Joven de gran personalidad, vivía con la preocupación de fomentar el buen espíritu en su comunidad. Era emprendedor, metódico y perseverante en cuanto acometía. Su característica más sobresaliente: fuerte inquietud misionera que contagiaba a sus hermanos de comunidad. Con sus 24 años, ya se veía misionero y actuaba como tal.

Testimonios

No tenemos muchos sobre su martirio. Citamos la carta de un superviviente, el P. Emilio Alonso, a un hermano del mártir:
“Recientemente estuve en Madrid y he aquí los datos que he podido recoger sobre él. Fue detenido en la noche del 28 de octubre y conducido a la cárcel Modelo. De allí fue trasladado a la cárcel de San Antón en la noche del 15 de noviembre. En la noche del 28 del mismo mes fue “sacado” con otros muchos, entre ellos 12 Oblatos más, y llevado con rumbo desconocido. No se ha vuelto a saber más de aquella expedición, que se llamó expedición de Muñoz Seca, porque en ella iba el ilustre comediógrafo”.
Recientemente (05.11.2009), uno de sus sobrinos decía:
“Cuando a finales de 1990 o principios de 2000 supimos en esta localidad que estaba terminada la Defensa (investigación de la fase diocesana) de la Causa de Beatificación de los 22 Misioneros Oblatos (…), uno de los cuales, Juan José Caballero Rodríguez, era hijo de este pequeño pueblo extremeño y tío carnal del que suscribe, la alegría fue general y muy especialmente para sus familiares más o menos cercanos.

A todos nos embargó la enorme satisfacción de conocer que, ¡por fin!, la Iglesia contaba con suficientes datos sobre estos Oblatos como para reconocerlos como sus Mártires, y que por consiguiente proceder, más pronto que tarde, a su beatificación.
En nuestra Parroquia, la de Nuestra Señora de la Asunción, se celebró una solemne función religiosa de acción de gracias por el hecho, a la que asistió jubilosa la gran parte de la feligresía”.
Y el actual párroco del pueblo natal de Juan José, nos escribía:
"Muy estimado padre postulador:
Soy el párroco de Ntra. Sra. de la Asunción de Fuenlabrada de los Montes en la provincia de Badajoz y archidiócesis de Toledo, pueblo natal del mártir H. Juan José Caballero Rodríguez. Llevo poco tiempo en la parroquia y nadie me ha hablado todavía del mártir pero me gustaría mucho poder colaborar con la causa difundiendo la figura de estos mártires y en particular la de este hijo insigne de Fuenlabrada. Con todo esto me gustaría que me enviara algunas estampas de los mártires y algún folleto donde explicara vida y martirio.
Le quedaría muy agradecido si atendiera a mi súplica todo para gloria de Dios y exaltación de la fe católica, gloria de los mártires y bien de las almas.
Que Dios se lo pague todo, le queda muy agradecido"


P. Mario Tarjuelo Palmero, pbro., Párroco de Fuenlabrada de los Montes.


jueves, 26 de noviembre de 2009

Gregorio Escobar García




Datos biográficos

El padre Gregorio Escobar García nació en la monumental ciudad de Estella (Navarra) el 12 de septiembre de 1912 y al día siguiente fue bautizado en la iglesia parroquial de S. Pedro de la Rúa, donde su padre, Hilario Escobar, ejercía de Sacristán.
Su madre, Felipa, murió en 1928. Gregorio, con 16 años de edad, estaba aún en el Juniorado. Su padre contrajo nuevas nupcias con una mujer que los había ayudado mucho.
La conducta moral y religiosa de la familia, en uno y otro matrimonio, era profundamente cristiana. Tenían mucha devoción a Jesús Eucaristía y a la Santísima Virgen bajo la advocación de Ntra. Sra. del Puy, Patrona de Estella.
Tanto cuando estuvo en el seno de la familia como durante sus años de seminario y de servicio militar, mantuvo una relación muy cercana y cordial con todos los miembros de su familia. Sus cartas dan fe de ello.
Sus compañeros de seminario lo describen como equilibrado, confidente y buen consejero. Tras la sentida muerte de su madre, aconsejaría incluso a su padre que se casara de nuevo, por el bien de los hijos.
A los 12 años, y gracias a la ayuda económica de su Párroco D. José María Sola, ingresa en el seminario menor de los Misioneros Oblatos en Urnieta (Guipúzcoa). Terminados los estudios secundarios, inicia el noviciado en Las Arenas (Vizcaya) y hace su primera profesión religiosa el 15 de agosto de 1930.
Pasa a Pozuelo (Madrid) para hacer los estudios eclesiásticos, que tendrá que interrumpir en 1934 por ser llamado a filas.
Terminado el año de servicio militar, se reincorpora a la comunidad oblata de Pozuelo y hace su Oblación perpetua el 26 de noviembre de 1935.
Un año antes de terminar los estudios de teología, el 6 de junio de 1936, es ordenado sacerdote en Madrid, aunque, debido a la alarmante situación de España en ese momento, no podrá ir a su ciudad natal para celebrar su Primera Misa, que era la gran ilusión de Gregorio y de su familia.
El padre de Gregorio y la nueva esposa de éste estuvieron presentes en Madrid para asistir a la ordenación sacerdotal y fueron testigos del ambiente hostil que se respiraba en Madrid. Nos lo cuenta su hija María del Puy:
“Estando en el convento de los Oblatos, oían los insultos que dirigían a los frailes los que pasaban por la carretera. Y al ir y al volver de la capilla del seminario conciliar de Madrid, donde mi hermano fue ordenado sacerdote, mis padres con mi hermano y otro religioso cogieron un taxi y hubieron de parar ante una comitiva oficial. Estando parados, se les acercó uno que, por la ventanilla, les dijo: Estos, con una botella de gasolina, qué bien arderían”.

Los Oblatos no solían ir a visitar la familia antes de terminar los estudios. Pero la familia Escobar pensaban que harían una excepción con Gregorio y le permitirían ir a “cantar la Misa” en Estella. Así podría subir a la basílica del Puy para predicar en la fiesta de la Patrona.


Virtudes


Además de lo que emerge de los testimonios de la familia, podríamos añadir la opinión de quienes convivieron con él en comunidad. Dicen que destacó como un religioso equlibrado, confidente y consejero de sus compañeros, afectuoso y pacificador.

Martirio

El comienzo de la guerra civil troncharía todas esas legítimas esperanzas. Efectivamente, el 22 de julio el convento de los Oblatos fue asaltado por los milicianos, y Gregorio, con todos los miembros de su comunidad, quedó hecho prisionero en su propia casa.
Dos días más tarde es llevado a la Dirección General de Seguridad en Madrid, donde el 25 del mismo mes fue puesto en libertad.
Tras una vida en clandestinidad, el 15 de octubre es detenido de nuevo y martirizado con sus compañeros el 28 de noviembre de 1936 en Paracuellos del Jarama.

Testimonios

De su infancia no tenemos más datos que los que nos proporciona su hermana:
“Por las referencias que tengo, sé que mi hermano era un chico muy bueno. Iba a ayudar a Misa como monaguillo. Las mujeres del pueblo le decían que iba a llegar a cura; pero él decía que no quería serlo. Una anécdota: un día vino un pobre a pedir (limosna) a mi casa. Fue Gregorio quien le bajó la limosna y el pobre le dijo que habría de llegar a ser obispo”.
Durante el cuarto año de vacaciones tendría que gustar una prueba muy amarga: muere su madre. Su padre escribe al seminario y dice:
“Gregorio se encontró con su querida madre enferma de gravedad. Él se cuidaba de todo, a todos animaba a prepararnos para el día que Dios tenía asignado. Pasaba el día y la noche sentado a la cabecera de su madre. Como si fuera ya sacerdote, la preparaba para la hora de la muerte. Llegó el día en que Dios la llamó. El 8 de septiembre de 1928. ¡Con qué ánimo y con qué cariño hablaba a todos para la resignación! ¡Como un santo!”
Y tenía sólo 16 años y, por supuesto, ni siquiera había hecho el noviciado…
Hay muchas cartas de Gregorio, celosamente conservadas por su hermana María Puy. Todas son edificantes.


Extraemos un párrafo de una, escrita mientras se preparaba para la ordenación sacerdotal:
“Siempre me han conmovido hasta lo más hondo los relatos de martirio. Siempre, al leerlos, un secreto deseo me asalta de correr la misma suerte. Ése sería el mejor sacerdocio al que podríamos aspirar todos los cristianos: ofrecer cada cual a Dios el propio cuerpo y sangre en holocausto por la fe. ¡Qué dicha sería la de morir mártir!”



Juan Antonio Pérez Mayo




El Padre Juan Antonio Pérez Mayo nació el día 18 de noviembre de 1907 en Santa Marina del Rey, diócesis de Astorga y provincia de León, y fue bautizado el 23 del mismo mes.
Ingresa en el Juniorado, pasa al Noviciado y hace su primera profesión religiosa el 15 de agosto de 1927 en el noviciado de Urnieta (Guipúzcoa).
Después cursó sus estudios eclesiásticos en Roma, donde hizo su Oblación perpetua en 1930 y recibió así mismo allí la ordenación sacerdotal el 26 de junio de 1932. Doctor en Filosofía y Licenciado en Teología.
Terminados sus estudios en Roma, vuelve a España y fue destinado en el año de 1934 a la Comunidad de Las Arenas (Vizcaya).
Al año siguiente, en 1935, fue enviado al Escolasticado de Pozuelo (Madrid) como Profesor de Filosofía.
El 22 de julio de 1936 fue detenido con todos sus hermanos de Comunidad y hecho prisionero en el mismo Convento.
Dos días más tarde, en la madrugada del 24 de julio, fue sacado del propio Convento con otros seis Oblatos más, estudiantes todos, y con el padre de familia y militante católico Cándido Castán San José, encarcelado en el Convento oblato con algunos seglares más. Fueron martirizados esa misma noche en la Casa de Campo, lugar situado entre Pozuelo de Alarcón y Madrid.

Tenía 29 años.

Virtudes

Apasionado y pletórico de vida, vehemente, contagiaba fácilmente su entusiasmo. Dominaba la Filosofía y se ganó pronto la estima y aprecio de sus alumnos.

Testimonio

“Soy sobrino carnal, por línea paterna, del Siervo de Dios Juan Antonio Pérez Mayo. 
El conocimiento que tengo es de referencia por las vivencias que he tenido en mi familia y, también, por el trato que he tenido con los Oblatos, Congregación en la estuve algún tiempo.
Los padres del Siervo de Dios eran Modesto Pérez y Beatriz Mayo. Su condición religiosa era de católicos practicantes y de conducta moral recta. Yo conocí personalmente a los dos.
La familia estaba compuesta, además de los padres, por siete hermanos. Tomás, que es mi padre, es el único superviviente de los hermanos.
El Siervo de Dios era, de niño, “Tarsicio”. Los Tarsicios era una asociación religiosa que inculcaba en los niños la práctica de la comunión y confesión frecuente. En la familia destacaba el rezo diario del Rosario. A los 14 años entró a formar parte de la Adoración Nocturna
Hacia los catorce años, el Siervo de Dios manifestó el deseo de ser misionero Oblato. La razón de querer ser oblato guarda relación con un Oblato de un pueblo cercano.
Tengo entendido que acudía a unas clases particulares que le daba el sacerdote del pueblo para ingresar en el Seminario Menor. Era un chico muy estudioso y de una inteligencia brillante.
Cuando iba de vacaciones al pueblo acudía a misa diariamente, comulgando, ayudando en el servicio litúrgico; por la tarde acudía también al Rosario. Ayudaba a sus padres en las tareas del campo.
Una vez que terminó el Noviciado, lo enviaron a Roma para que cursara los estudios de Filosofía y Teología.
Destacaba por la devoción a la Virgen, que es una de las características de la espiritualidad de los Misioneros Oblatos. Sobre este hecho en concreto, conservo una poesía suya dedicada a la Santísima Virgen y que entregué a la Postulación.
Cursó los estudios de Filosofía y Teología en el “Angelicum”(hoy Universidad Pontificia de Santo Tomás) de Roma.

El primer ministerio sacerdotal que tuvo mi tío fue la predicación, para lo cual fue enviado a Las Arenas, cerca de Bilbao.
En 1935 fue destinado a Pozuelo como profesor de Filosofía. El recuerdo que ha quedado de él en aquel curso es el de una persona tenaz en el trabajo; preparaba las clases con mucha dedicación.
Estaba convencido de que todas las persecuciones tenían su base en el odio contra la Fe cristiana, y, por tanto es lógico deducir que él aceptó su muerte por causa de odio a la Fe.
Es opinión de mucha gente, sobre todo de la gente sencilla del pueblo que le conoció y que se enteró de su muerte, así como de sus compañeros Oblatos, que murió mártir de la religión católica.
Entre la familia tienen la opinión de que murió como mártir y se tenía la ilusión de que algún otro miembro de la familia ocupara el lugar que él dejó en los Oblatos.
Esta fama de martirio se manifestaba en que la gente entendía que su muerte fue debida a la fe que profesaba.
Mi padre le invocaba con frecuencia y ya he declarado que en la familia se le venera como mártir. Yo, personalmente, también le considero mártir, ya que no hay otro motivo para su muerte. (Pedro Antonio Pérez Rueda)





José Vega Riaño


El P. José Vega Riaño nació el 19 de marzo de 1904 en Siero de la Reina, provincia y diócesis de León. Al día siguiente fue bautizado. Hijo de una familia modesta de labradores, muy crisitana. que daría a la Congregación de los Oblatos otro hijo más, el P. Álvaro Vega Riaño, misionero en Uruguay y Argentina, y, posteriormente, Provincial de España.
Profesó el 31 de julio de 1922 en el noviciado de Urnieta (Guipúzcoa).
José fue enviado a Roma para cursar los estudios eclesiásticos en una Universidad Pontificia, hizo allí su Oblación Perpetua en 1925 y el 3 de julio de 1927 recibió la Ordenación Sacerdotal en la Urbe.
Habiendo recibido doctorados en Filosofía, Teología y Derecho Canónico, fue enviado como profesor de Teología Dogmática al Escolasticado o Seminario Mayor de Pozuelo de Alarcón en septiembre de 1930.

Virtudes

Era muy querido por su cercanía y por su capacidad docente que le convirtió en un profesor brillante, claro y profundo.
Fue un Oblato celoso que buscaba tiempo para ejercer ministerios pastorales complementarios. Entre otras tareas, acompañaba y animaba a un grupo de militantes católicos en la parroquia.


Martirio

Fue detenido con toda la Comunidad el 22 de julio de 1936. Dos días más tarde, fue llevado a la Dirección General de Seguridad en Madrid y, puesto en libertad al día siguiente, se refugió con algunos escolásticos en la casa de una familia amiga.
Fue detenido de nuevo el 10 de octubre de 1936.
El siete de noviembre fue martirizado en Paracuellos del Jarama.
Tenía treinta y dos años.

Testimonios

"El P. José Vega, profesor de dogma, daba las clases con mucha preparación y con mucho sentido espiritual. Mi hermano Porfirio Fernández, alumno suyo, decía que algunas de sus clases parecían una lectura espiritual". (Pablo Fernández)
"El comportamiento de los refugiados (durante su clandestinidad) fue de no-actividad, excepto los Padres Francisco Esteban y José Vega que siguieron prestando auxilio espiritual a los Oblatos ocultos y a otras personas, especialmente religiosas, incluso jugándose la vida.
El P. José Vega Riaño se encargó de proteger personalmente a tres escolásticos que estaban con fiebre buscándoles una familia conocida de él que pudiera acogerles.
También se preocupó de su propia vida espiritual, procurando que el P. Mariano Martín, escondido en la pensión de la Carrera de San Jerónimo, les visitara para facilitarles el Sacramento de la Penitencia.
Otro hecho especial fue que en otra casa de acogida, el 12 de octubre, Fiesta de Ntra. Sra. del Pilar, alguien les llevó formas consagradas y pasaron todo el día en adoración al Santísimo. Al anochecer recibieron la comunión, que fue el Viático para casi todos ellos, porque el día 15 todos fueron detenidos y conducidos a la Cárcel Modelo". (Fortunato Alonso)


Vicente Blanco




Datos biográficos

El P. Vicente Blanco Guadilla nació en Frómista, provincia y diócesis de
Palencia, el 5 de abril de 1882. Fueron sus padres Hilario y Lucía. Su familia, humildes labradores, era muy religiosa y de una conducta moral intachable.

Ya desde niño tuvo mucha relación con el párroco y con el capellán de las Hnas. de la Sagrada Familia de Burdeos. En esa relación estuvo sin duda el origen de su vocación, por la vinculación de esas Religiosas con los Misioneros Oblatos.
En 1895 ingresó en el seminario menor de Ntra. Sra. del Soto, en la provincia de Santander, pequeña casa de formación que los Oblatos acababan de abrir. Dos años más tarde dicho seminario se trasladó a Urnieta (Guipúzcoa) y allí terminará Vicente sus estudios secundarios.
En esos años de juniorado aseguran los testigos que llamaba la atención por su rectitud y firmeza en el deseo de ser religioso y misionero. Allí creció su devoción mariana con el rezo del rosario, devoción ya inculcada en familia por su madre.
Durante las vacaciones llamaba la atención por su interés en ayudar a otros y su preocupación por aliviar la situación de sus padres, necesitados de medios para poder sobrevivir.
El 14 de agosto de 1900 el joven Vicente, con sus 18 abriles, es enviado a Francia para comenzar el año de Noviciado en Notre Dame de L´Osier, y allí mismo hizo los primeros votos, el 15 de agosto de 1901.
Trasladado a Roma para hacer los estudios eclesiásticos, hizo en la Ciudad Eterna la Oblación Perpetua. En Roma también, y más concretamente en la Basílica del Salvador (San Juan de Letrán), “Madre y Cabeza e todas las iglesias del mundo”, fue ordenado sacerdote el 14 de abril de 1906.
Profesor en el Juniorado de Urnieta, desempeña allí mismo el cargo de Superior.

Durante ocho años fue Maestro de Novicios en Urnieta y en Las Arenas (Vizcaya). Varios de sus novicios, sobre todo de los últimos años, serán, de nuevo, sus alumnos y miembros de su misma comunidad en el escolasticado de Pozuelo, pues a esa casa fue destinado, como Superior, en 1932.
Entregado principalmente a sus tareas de superior y profesor, el P. Blanco encontraba tiempo también para dedicarse a tareas pastorales, ayudando en la parroquia del pueblo, confesando y predicando a las comunidades de religiosas existentes en aquella localidad...
El 18 de julio de 1936, después de haber predicado el retiro de preparación para los primeros votos al grupo de jóvenes que había terminado su año de noviciado, el P. Blanco regresa a su comunidad de Pozuelo. La guerra civil acababa de comenzar.
En su propia casa de Pozuelo, es detenido con toda la comunidad el 22 de julio de 1936. Es llevado a la Dirección General de Seguridad en Madrid y puesto en libertad el 25 de julio del mismo año. Después de casi tres meses de vida clandestina, el 15 de octubre es detenido de nuevo y el 28 de noviembre es martirizado.

Virtudes


El informe que conservamos de sus superiores en el noviciado, describe al Siervo de Dios como un joven “muy dócil, muy generoso y entregado, modesto, sencillo, equilibrado, muy convencido de su vocación y con un gran amor a su familia religiosa”.
Más tarde, cuando va a recibir su primera obediencia, siendo ya sacerdote, hablan de su “regularidad perfecta, de su gran espíritu religioso, de su muy sólida piedad, su juicio recto, un poco inclinado a la severidad, de su voluntad firme y flexible, de su carácter bueno y entregado…” Así le veían sus formadores.
Por parte de los Oblatos que le han conocido como superior y profesor, abundan también en señalar su gran calidad espiritual. Son numerosos los testimonios. He aquí alguno:
“Ocho generaciones de novicios pasaron por su escuela de formación religiosa. Me atrevo a pensar que no haya ninguno que no le haya profesado veneración, respeto y estima, y es que no era un religioso vulgar, sino un varón de gran virtud, en especial de una gran prudencia, sólida piedad, celoso y abnegado con los intereses de la Congregación, amante de la Iglesia, austero y, al mismo tiempo, hombre de gran corazón; era, además, profundamente humilde, rígido consigo mismo, pero comprensivo e indulgente con los demás”. “Se distinguía por su observancia religiosa, que era estímulo para toda la comunidad” y le llamaban “el Santo Padre Blanco”

Martirio


“En los días inmediatos al 18 de julio se encontraba predicando en Bilbao. Llegó a Madrid en el último tren que entró en la Capital procedente del Norte. Nos contó la angustiosa situación que había vivido, tanto en el Norte como en el viaje”.
Al día siguiente sufre, con todos los miembros de su comunidad, el primer acoso de los milicianos de Pozuelo que registran de modo violento la casa, buscando armas que, lógicamente, no existen. El 22 de julio el Comité Revolucionario de Pozuelo se adueñó del convento que quedó convertido en prisión. El P. Blanco, con todos los miembros de la comunidad fueron los primeros prisioneros en su propia casa, sometidos a todo tipo de amenazas y cacheos.
A la salida del sol del día 23 les permitieron ir al oratorio por muy poco tiempo, ni siquiera el indispensable para celebrar la Misa. Hicieron una breve oración y recibieron la Comunión eucarística. Todos pensaron que aquella comunión era el Viático…

El P. Superior abrió el sagrario y empezó a distribuir la comunión. Se emocionó tanto que no puedo continuar.
Los padres Monje y Vega continuaron repartiendo la comunión hasta dejar el sagrario vacío.
El P. Blanco, en la sacristía, lloraba sin consuelo repitiendo: “¿Qué será de esta casa ahora, sobre todo, que no tenemos al Señor con nosotros?”.
Seguirán después otras estaciones de su vía crucis por Madrid, buscando refugio para todos sus hermanos religiosos, visitándolos, dándoles ánimo y la absolución. Luego, la cárcel Modelo y la de San Antón, para culminar su Calvario en Paracuellos.
Así narra una “saca” el P. Delfín Monje, compañero de cárcel y superviviente:
“El 27 de noviembre a las 6 de la tarde comenzó a vocearse la primera lista de expedicionarios. El penúltimo de la lista era el que esto suscribe. Salimos de San Antón a las ocho y media de la noche. Nos despedimos de los demás compañeros con la emoción que es de suponer. Recuerdo que el P. Blanco me dijo al marchar: ‘Yo creo que va usted en libertad; escríbanos enseguida’. Fueron las últimas palabras que le oí en este mundo a aquel hombre que, mientras estuvo en la cárcel, se mostró siempre animoso y optimista”.
Muy pronto, en otra “saca”, él mismo será conducido al fatídico "paseo", en compañía del Provincial y once Oblatos más, para ser fusilados.

Así se consuma su martirio.
Era el 28 de noviembre de 1936.
"Santo" Padre Blanco, ruega por nosotros.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

P. Francisco ESTEBAN LACAL, O.M.I.






Quién es quién

Con esta rúbrica abrimos una galería de nombres para ir conociendo con más detalles a cada uno de los Mártires Oblatos. Comenzamos por el cabeza de grupo, el  P. Francisco ESTEBAN LACAL
Provincial de los Oblatos en España.

En el relato martirial de los Mártires de Paracuellos (Madrid) se recoge el “gesto” que se atribuye al Padre Provincial de los Misioneros Oblatos, antes de ser fusilados, con otros religiosos. Según el testimonio de Mons. Acacio Valbuena, “se lo contó a los padres Mariano Martín y Emilio Alonso el enterrador, que estuvo presente en la ejecución”. Tras dar la absolución a los futuros mártires, se dirigió a los verdugos con estas palabras: “Sabemos que nos matáis por católicos y religiosos, lo somos. Tanto yo como mis compañeros os perdonamos de corazón”.
¿Quién era ese “Padre Provincial” que, en esa hora decisiva valientemente hizo pública profesión de fe y se dirigió con tanta entereza a quienes los iban a ejecutar, para ofrecerles, en nombre de todas las víctimas, el perdón?

Era el Padre Francisco Esteban Lacal.

Nota biográfica y relato martirial

El P. Francisco Esteban nació en Soria, diócesis de Osma-Soria, el día 8 de febrero de 1888. Era miembro de una familia de seis hermanos.
Hizo sus primeros votos en la Congregación de los Misioneros Oblatos el 16 de julio de 1906 en el convento de Urnieta (Guipúzcoa). En 1911 fue a Turín (Italia) y allí completó los estudios eclesiásticos y recibió las Órdenes Sagradas que culminaron con el Presbiterado el 29 de junio de 1912.
Al año siguiente se incorporó, como profesor, a la Comunidad del Juniorado o Seminario Menor de Urnieta, donde estará hasta 1929. Este año fue destinado a Las Arenas (Vizcaya) como auxiliar del Maestro de Novicios. Un año más tarde, en 1930, regresa a Urnieta como Superior; sigue siendo profesor, primero como Superior y, dos años más tarde, también como Provincial, cargo para el que fue nombrado en 1932.
En 1935 trasladó su residencia a Madrid, a la casa que ya tenían los Oblatos en la calle de Diego de León. Allí acogió, como buen pastor, a un grupo de Oblatos que, detenidos en su Comunidad de Pozuelo de Alarcón y llevados después a la Dirección General de Seguridad, fueron puestos en libertad el 25 de julio de 1936.
Con ellos y con los que ya anteriormente estaban en la Comunidad con él, sufrió las angustias de la persecución religiosa en Madrid y la experimentó directamente cuando el 9 de agosto de 1936 fue expulsado, con sus hermanos Oblatos, de su propia Comunidad de Diego de León.
Con ellos va a refugiarse a una pensión situada en la calle Carrera de San Jerónimo.
El día 15 de octubre fue detenido y el 28 de noviembre fue martirizado con otros doce Oblatos en Paracuellos de Jarama.
Iba a cumplir los cincuenta años. (Extracto del Proceso diocesano).

La familia del P. Francisco nos cuenta:

“Soy sobrina carnal del Siervo de Dios Francisco Esteban. Yo conocí a mi tío desde siempre porque venía a vernos a Madrid donde mi familia tenía una tienda. En verano, mi familia se trasladaba a San Sebastián (Guipúzcoa) y acudíamos a visitar a mi tío que entonces se encontraba en Urnieta. Puedo decir que el trato que tuve con él fue frecuente.
Estando en Pozuelo, mi padre nos llevaba a visitar al tío Francisco.
Mi abuelo era Guardia Civil (quizá esto influyó en su educación de ser heroico cumplidor del deber que se le encomendaba).
Mis abuelos fueron católicos practicantes, el ambiente familiar era de una religiosidad profunda.
La relación del Siervo de Dios con su familia era muy buena. Sus hermanos vinieron a vivir a Madrid y esto le facilitaba la relación frecuente con el P. Francisco.
Muchas veces en mi familia, ante algún problema de discrepancias en la misma, se decía que si hubiese estado allí el “tío Paco”, como se le llamaba familiarmente, no habría habido discordias.
El ministerio apostólico que desempeñaba mi tío durante el curso 1935-36 era el de Provincial de la Provincia Española de los Misioneros Oblatos. Mi padre se mostraba muy orgulloso de que su hermano fuese el Provincial.
Sobre las virtudes que aparecían en él, siempre destacó la de la sencillez. No le gustaba ostentar nada, a pesar de que entre mi familia era considerado como una personalidad.
Sobre el ambiente que reinaba en julio de 1936 en Madrid, puedo decir como hecho concreto que a mí, que tenía diecisiete años, me paraban los de la Casa del Pueblo, en el barrio de Tetuán (en Madrid), cuando iba a Misa, preguntándome que a dónde iba, a lo que yo contestaba que iba a Misa. Me decían que no debía ir y yo les respondía encarándome con ellos.
De aquellas circunstancias de mediados de julio de 1936, y cuál era la situación de peligro, da idea el (hecho) que mi padre adelantó el viaje a Santander, diciendo a mi madre que preparase todas las cosas porque “mañana nos vamos”.
Mi tío vino a vernos y recuerdo que mi padre le decía que por qué no se venía con nosotros porque tal y como se estaba poniendo la situación lo podía pasar muy mal.
Mi tío le contestó que no, porque su responsabilidad era estar aquí con los suyos y que no se debía a sí mismo sino a los demás.
Tanto mi tío como mi padre pensaban que lo que iba a ocurrir duraría pocos días y que sería una cosa sin más trascendencia.
También recuerdo que mi padre le decía que se quitase la sotana, y él siempre se negó a hacerlo. Además de la sotana, llevaba en el fajín y el gran Crucifijo de los Oblatos". Juana Esteban

Otra sobrina testifica:

“Por lo que he leído, fue detenido el 15 de octubre de 1936 con otros Oblatos. Sobre la cárcel, las únicas referencias que tengo es que pasaban miedo, porque nombraban unas listas con nombres indiscriminadamente de los que iban a matar, y que pasaron hambre y frío. Uno de los supervivientes me contó que una persona, que resultó ser una religiosa de la Sagrada Familia de Burdeos, le llevó un abrigo a mi tío. Éste, viendo que un compañero de prisión pasaba frío, le dio su abrigo.
También he oído que procuraban rezar el rosario clandestinamente cuando paseaban por el patio o en las celdas”. (Teresa Esteban).

Cumplidor de su deber, fiel a la misión que se le había confiado como responsable de los Misioneros Oblatos de España, arriesgó su vida poniéndose al servicio de sus hermanos, buscándoles alojamiento y llevándoles, en la medida de lo posible, ayuda material para sobevivir y sobre todo los auxilios espirituales.
Expulsado de su propia casa, se alojó con un grupo de ellos en una pensión, donde vivían clandestinamente en máxima estrechez y en continuos sobresaltos.
En un registro minucioso dieron con ellos. Al verse descubiertos, él se adelantó a decir a los milicianos que él era el responsable del grupo, que eran todos religiosos y que se habían refugiado allí porque el gobierno de la República les había confiscado el convento.
De allí iría con todos ellos a la cárcel Modelo (en Madrid) y luego al martirio, como queda dicho más arriba. El P. Esteban encabeza el grupo de los 23 mártires (22 Oblatos y un padre de familia) cuya Causa de Canonización está en Roma esperando la firma del Santo Padre para su Beatificación.


P. Francisco Esteban y compañeros mártires, rogad por nosotros.

Joaquín Martínez Vega, OMI

miércoles, 18 de noviembre de 2009

English


Spanish Martyrs Madrid 1936

OBLATES MARTYRSVICTIMS OF RELIGIOUS PERSECUTION




The three-year period from 1936 until 1939 was a time of bloody martyrdom for the Church in Spain. During this religious persecution, there were thousands of persons who suffered violent death, who were tortured and shot solely because they were believers; or because they wore a cassock or religious habit; or because they were priests or religious who conducted pastoral ministry in parishes, schools and hospitals; or because they were dedicated laity, committed to their faith in Jesus Christ.


The priest and journalist, Antonio Montero, now a retired archbishop, in his doctoral thesis entitled History of the Religious Persecution in Spain (Historia de la persecución religiosa en España) presents a statistic of 6,932 members of the clergy and religious sacrificed in this persecution: 12 bishops, 4,172 secular clergy, 2,365 religious men and 283 religious women. It was impossible to come up with the number of Catholic laity murdered because they were believers.


It is justifiable to speak of martyrdom in the proper and true sense. Even at the time, Spanish bishops and the pope himself, Pius XI, did so. That was how the faithful who witnessed the events understood it and who now await the day when the Holy Church will say so publicly.




THE STORY OF THE MARTYRS OF POZUELO




Within this general climate of hatred and antireligious fanaticism, one may justly place the martyrdom of 22 Oblates: priests, brothers and scholastics from Pozuelo de Alarcón (Madrid).The Missionary Oblates of Mary Immaculate had established themselves in the Estación neighborhood of Pozuelo in 1929. They served as chaplains in three communities of sisters. They also provided pastoral service in the surrounding parishes: confessions and preaching, especially during Lent and Holy Week. Oblate scholastics taught catechism in four neighboring parishes and the Oblate choir sang at liturgical celebrations.


This religious activity began to worry the revolutionary committees (socialists, communists and the radical lay labor unions) in the Estación neighborhood. They were greatly worried that the “friars” (as they called them) were the driving force behind religious activity in Pozuelo and the surrounding area.It irritated them that the religious went around in the streets in cassock with the Oblate cross very visible in their cincture.Because of these exclusively religious activities, the seminary of the Missionary Oblates was becoming more and more intolerable to these Marxist groups.


The Oblates did not allow themselves be intimidated. They simply adopted an attitude of prudence, composure and calm, committing themselves not to respond to any provocative offense. And of course, none of the religious got mixed up in political activities, not even occasionally. In spite of that, they maintained their program of spiritual and intellectual formation and carried on the various pastoral activities that were part of the priestly and missionary formation of the scholastics.


Even though the demands of the revolutionaries were ever more hostile, the Oblate Superiors could not imagine that things would go as far as they eventually did. It did not even enter their minds that they could be victims of so much hate for their faith in God and for being messengers of Jesus Christ.


On July 20, 1936, socialist and communist youth took to the streets and began again to burn churches and convents, especially in Madrid.


The militia of Pozuelo, on the other hand, attacked the chapel in the Estación neighborhood; they threw vestments and images into the street and set them afire in a gigantic and sacrilegious orgy. They then burned the chapel and went on to repeat the same scene at the local parish.


On July 22, at three in the afternoon, a large contingent of militia, armed with shotguns and revolvers, attacked the Oblate house. The first thing they did was to round up the religious, some 38 of them, and lock them into a small room where they were closely guarded and threatened by the guns. It was a terribly tense moment because they all thought that they had arrived at the moment of their death. They couldn”t expect anything else, given the edgy, vulgar and chaotic attitude of the militia.


Next, the militia began a meticulous search of the house looking for guns. All that they managed to find were religious pictures, crucifixes, rosaries, and sacred vestments. They threw all of these objects into the stairwell to the lower floor so they could set fire to them in the street. The Oblates were made prisoners in their own house, brought together in the refectory where the windows were barred. It was their first jail.


On the 24th, at about three in the morning, there were the first executions. Without an inquest, without an indictment, without judgment, without defense, they called out seven of the religious. The first ones sentenced were:


Juan Antonio PÉREZ MAYO, priest and professor, age 29.


Manuel GUTIÉRREZ MARTÍN, scholastic brother and subdeacon, age 23.


Cecilio VEGA DOMÍNGUEZ, scholastic brother and subdeacon, age 23.


Juan Pedro COTILLO FERNÁNDEZ, scholastic brother, age 22.


Pascual ALÁEZ MEDINA, scholastic brother, age 19.


Francisco POLVORINOS GÓMEZ, scholastic brother, age 26.


Justo GONZÁLEZ LORENTE, scholastic brother, age 21.


Without any explanation, they were loaded into two cars and taken to their martyrdom. The rest of the religious stayed at the Oblate house and dedicated their waiting hours to prayer and preparing themselves to die well.


Someone, probably the mayor of Pozuelo, informed Madrid of the threat the rest were facing. On that same July 24, a truck arrived from the police with orders to bring the rest of the religious to the General Security Office. On the next day, after filling out some forms, they were unexpectedly let go. They sought refuge in private homes. The provincial put himself at risk by going around to encourage the others and bring them communion. But in October, they were hunted down again, captured and imprisoned in the jail.


There they endured a slow martyrdom of hunger, cold, fear and threats. There are testimonies from some survivors as to how they accepted with heroic patience this difficult situation that implied the possibility of martyrdom. Among them, there reigned a spirit of charity and an atmosphere of silent prayer.


In November, the final moment in that calvary would come for most of them.


On the 7th, two of them were executed: José VEGA RIAÑO, priest and formator, age 32, and scholastic brother Serviliano RIAÑO HERRERO, age 30, who, when summoned by his executioners, was able to get near the cell of Fr. M. Martin to ask for sacramental absolution




Twenty days later it would be the turn of the 13 others. The procedure would be the same for all. There would be no formal accusation, no judgment, no defense, no explanations: only the calling of their names on powerful loudspeakers.


Francisco ESTEBAN LACAL, Provincial Superior, age 48.


Vicente BLANCO GUADILLA, Local Superior, age 54.


Gregorio ESCOBAR GARCÍA, recently ordained scholastic priest (June 6, 1936), age 24.


Juan José CABALLERO RODRÍGUEZ, scholastic brother and subdeacon, age 24.


Publio RODRÍGUEZ MOSLARES, scholastic brother, age 24.


Justo GIL PARDO, scholastic brother and deacon, age 26.


Ángel Francisco BOCOS HERNÁNDEZ, coadjutor brother, age 54.


Marcelino SÁNCHEZ FERNÁNDEZ, coadjutor brother, age 26.


José GUERRA ANDRÉS, scholastic brother, age 22.


Daniel GÓMEZ LUCAS, scholastic brother, age 20.


Justo FERNÁNDEZ GONZÁLEZ, scholastic brother, age 18.


Clemente RODRÍGUEZ TEJERINA, scholastic brother, age 18.


Eleuterio PRADO VILLARROEL, coadjutor brother, age 21.


We know that on November 28, 1936, they were taken from the jail, driven to Paracuellos de Jarama and executed there. A scholastic who was in another truck, bound elbow to elbow with Fr. Delfin MONJE, both of whom were mysteriously given a reprieve near the place of execution, said to his companion: “Father, give me general absolution and you pray the act of contrition since the end is near.” The priest, 18 years later, lamented: “It”s too bad I didn”t die then! I would never again be so well prepared!”


It has not been possible to obtain direct information from eyewitnesses about the moment of execution of these 13 Servants of God. Only the gravedigger has declared: “I am completely convinced that on November 28, 1936, a priest or a religious asked the militia if he could say goodbye to all his companions and give them absolution, something he was allowed to do. Once he had finished, he said these words in a loud voice: “We know that you are killing us because we are Catholics and religious. That we are. My companions and I forgive you from the bottom of our hearts. Long live Christ the King!”


There were also members of other religious congregations, but from what this witness has told us, it was the Provincial of the Oblates who said this.


The newly ordained priest, Gregorio Escobar, had written to his family: “I”ve always been deeply touched by the stories of martyrdom that have for all time existed in the Church, and while reading them, I would feel a secret desire to have the same fate as they did. That would be the best sort of priesthood all of us Christians could desire, each of us offering to God our own body and blood as a holocaust for the faith. Wouldn”t it be great to die a martyr!”


It was evident in the diocesan process that all of them died professing the faith and forgiving their tormentors, and that, in spite of the psychological torture during their cruel captivity, none of them denied nor lost the faith, nor did they lament the fact that they had embraced a religious vocation.


For that reason, their family members, their brother Oblates, and the Christian people who know of their fidelity till death, have unanimously considered them martyrs from the very beginning and are praying to God that the Church will recognize them and present them to all the faithful as authentic Christian martyrs.


The Cause for Canonization, for which the diocesan phase ended in Madrid on January 11, 2000, is now in Rome, waiting for a decision from the Holy See to include in the List of Martyrs these 22 Oblate Servants of God.




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