miércoles, 25 de noviembre de 2009

P. Francisco ESTEBAN LACAL, O.M.I.






Quién es quién

Con esta rúbrica abrimos una galería de nombres para ir conociendo con más detalles a cada uno de los Mártires Oblatos. Comenzamos por el cabeza de grupo, el  P. Francisco ESTEBAN LACAL
Provincial de los Oblatos en España.

En el relato martirial de los Mártires de Paracuellos (Madrid) se recoge el “gesto” que se atribuye al Padre Provincial de los Misioneros Oblatos, antes de ser fusilados, con otros religiosos. Según el testimonio de Mons. Acacio Valbuena, “se lo contó a los padres Mariano Martín y Emilio Alonso el enterrador, que estuvo presente en la ejecución”. Tras dar la absolución a los futuros mártires, se dirigió a los verdugos con estas palabras: “Sabemos que nos matáis por católicos y religiosos, lo somos. Tanto yo como mis compañeros os perdonamos de corazón”.
¿Quién era ese “Padre Provincial” que, en esa hora decisiva valientemente hizo pública profesión de fe y se dirigió con tanta entereza a quienes los iban a ejecutar, para ofrecerles, en nombre de todas las víctimas, el perdón?

Era el Padre Francisco Esteban Lacal.

Nota biográfica y relato martirial

El P. Francisco Esteban nació en Soria, diócesis de Osma-Soria, el día 8 de febrero de 1888. Era miembro de una familia de seis hermanos.
Hizo sus primeros votos en la Congregación de los Misioneros Oblatos el 16 de julio de 1906 en el convento de Urnieta (Guipúzcoa). En 1911 fue a Turín (Italia) y allí completó los estudios eclesiásticos y recibió las Órdenes Sagradas que culminaron con el Presbiterado el 29 de junio de 1912.
Al año siguiente se incorporó, como profesor, a la Comunidad del Juniorado o Seminario Menor de Urnieta, donde estará hasta 1929. Este año fue destinado a Las Arenas (Vizcaya) como auxiliar del Maestro de Novicios. Un año más tarde, en 1930, regresa a Urnieta como Superior; sigue siendo profesor, primero como Superior y, dos años más tarde, también como Provincial, cargo para el que fue nombrado en 1932.
En 1935 trasladó su residencia a Madrid, a la casa que ya tenían los Oblatos en la calle de Diego de León. Allí acogió, como buen pastor, a un grupo de Oblatos que, detenidos en su Comunidad de Pozuelo de Alarcón y llevados después a la Dirección General de Seguridad, fueron puestos en libertad el 25 de julio de 1936.
Con ellos y con los que ya anteriormente estaban en la Comunidad con él, sufrió las angustias de la persecución religiosa en Madrid y la experimentó directamente cuando el 9 de agosto de 1936 fue expulsado, con sus hermanos Oblatos, de su propia Comunidad de Diego de León.
Con ellos va a refugiarse a una pensión situada en la calle Carrera de San Jerónimo.
El día 15 de octubre fue detenido y el 28 de noviembre fue martirizado con otros doce Oblatos en Paracuellos de Jarama.
Iba a cumplir los cincuenta años. (Extracto del Proceso diocesano).

La familia del P. Francisco nos cuenta:

“Soy sobrina carnal del Siervo de Dios Francisco Esteban. Yo conocí a mi tío desde siempre porque venía a vernos a Madrid donde mi familia tenía una tienda. En verano, mi familia se trasladaba a San Sebastián (Guipúzcoa) y acudíamos a visitar a mi tío que entonces se encontraba en Urnieta. Puedo decir que el trato que tuve con él fue frecuente.
Estando en Pozuelo, mi padre nos llevaba a visitar al tío Francisco.
Mi abuelo era Guardia Civil (quizá esto influyó en su educación de ser heroico cumplidor del deber que se le encomendaba).
Mis abuelos fueron católicos practicantes, el ambiente familiar era de una religiosidad profunda.
La relación del Siervo de Dios con su familia era muy buena. Sus hermanos vinieron a vivir a Madrid y esto le facilitaba la relación frecuente con el P. Francisco.
Muchas veces en mi familia, ante algún problema de discrepancias en la misma, se decía que si hubiese estado allí el “tío Paco”, como se le llamaba familiarmente, no habría habido discordias.
El ministerio apostólico que desempeñaba mi tío durante el curso 1935-36 era el de Provincial de la Provincia Española de los Misioneros Oblatos. Mi padre se mostraba muy orgulloso de que su hermano fuese el Provincial.
Sobre las virtudes que aparecían en él, siempre destacó la de la sencillez. No le gustaba ostentar nada, a pesar de que entre mi familia era considerado como una personalidad.
Sobre el ambiente que reinaba en julio de 1936 en Madrid, puedo decir como hecho concreto que a mí, que tenía diecisiete años, me paraban los de la Casa del Pueblo, en el barrio de Tetuán (en Madrid), cuando iba a Misa, preguntándome que a dónde iba, a lo que yo contestaba que iba a Misa. Me decían que no debía ir y yo les respondía encarándome con ellos.
De aquellas circunstancias de mediados de julio de 1936, y cuál era la situación de peligro, da idea el (hecho) que mi padre adelantó el viaje a Santander, diciendo a mi madre que preparase todas las cosas porque “mañana nos vamos”.
Mi tío vino a vernos y recuerdo que mi padre le decía que por qué no se venía con nosotros porque tal y como se estaba poniendo la situación lo podía pasar muy mal.
Mi tío le contestó que no, porque su responsabilidad era estar aquí con los suyos y que no se debía a sí mismo sino a los demás.
Tanto mi tío como mi padre pensaban que lo que iba a ocurrir duraría pocos días y que sería una cosa sin más trascendencia.
También recuerdo que mi padre le decía que se quitase la sotana, y él siempre se negó a hacerlo. Además de la sotana, llevaba en el fajín y el gran Crucifijo de los Oblatos". Juana Esteban

Otra sobrina testifica:

“Por lo que he leído, fue detenido el 15 de octubre de 1936 con otros Oblatos. Sobre la cárcel, las únicas referencias que tengo es que pasaban miedo, porque nombraban unas listas con nombres indiscriminadamente de los que iban a matar, y que pasaron hambre y frío. Uno de los supervivientes me contó que una persona, que resultó ser una religiosa de la Sagrada Familia de Burdeos, le llevó un abrigo a mi tío. Éste, viendo que un compañero de prisión pasaba frío, le dio su abrigo.
También he oído que procuraban rezar el rosario clandestinamente cuando paseaban por el patio o en las celdas”. (Teresa Esteban).

Cumplidor de su deber, fiel a la misión que se le había confiado como responsable de los Misioneros Oblatos de España, arriesgó su vida poniéndose al servicio de sus hermanos, buscándoles alojamiento y llevándoles, en la medida de lo posible, ayuda material para sobevivir y sobre todo los auxilios espirituales.
Expulsado de su propia casa, se alojó con un grupo de ellos en una pensión, donde vivían clandestinamente en máxima estrechez y en continuos sobresaltos.
En un registro minucioso dieron con ellos. Al verse descubiertos, él se adelantó a decir a los milicianos que él era el responsable del grupo, que eran todos religiosos y que se habían refugiado allí porque el gobierno de la República les había confiscado el convento.
De allí iría con todos ellos a la cárcel Modelo (en Madrid) y luego al martirio, como queda dicho más arriba. El P. Esteban encabeza el grupo de los 23 mártires (22 Oblatos y un padre de familia) cuya Causa de Canonización está en Roma esperando la firma del Santo Padre para su Beatificación.


P. Francisco Esteban y compañeros mártires, rogad por nosotros.

Joaquín Martínez Vega, OMI

No hay comentarios:

Publicar un comentario