Juan Antonio Pérez Mayo
Juan Antonio Pérez Mayo
Natural de Santa Marina del Rey (León)
29 años
Natural de Santa Marina del Rey (León)
29 años
Formador y
profesor de Filosofía
Recién
terminada su carrera, jovencísimo, le encomiendan la delicada tarea de
formador de futuros misioneros. Apasionado y pletórico de vida, vehemente,
contagiaba fácilmente su entusiasmo. Como profesor, dominaba y enseñaba la Filosofía y se ganó pronto la estima y aprecio de los alumnos. Destacaba por su devoción filial a la Virgen. Sobre ella escribió algún artículo en la
revista oblata La Purísima y le compuso alguna poesía.
Nació el día 18 de noviembre de 1907 en Santa Marina
del Rey, provincia de León y diócesis de Astorga, y bautizado el 23 del
mismo mes. Hace su profesión religiosa el 15 de agosto de 1927 en el noviciado
de Urnieta. El 26 de junio de 1932 fue ordenado sacerdote en Roma. Es Doctor en
Filosofía y Licenciado en Teología. Fue destinado en el año de 1934 a la Comunidad de Las
Arenas (Vizcaya). Al año siguiente, en 1935, fue enviado al Escolasticado de
Pozuelo como Profesor de Filosofía. Fue detenido con todos sus hermanos de
Comunidad el 22 de julio de 1936 y hecho prisionero en el mismo Convento. Dos
días más tarde, en la madrugada del 24 de julio, fue sacado del propio Convento
con otros seis Oblatos, estudiantes todos, y con el seglar Cándido Castán San
José y fue martirizado ese mismo día en la Casa de Campo, lugar situado entre
Pozuelo de Alarcón y Madrid. Tenía 29 años.
Testimonios
Soy sobrino carnal, por línea
paterna, del Siervo de Dios Juan
Antonio Pérez Mayo. El conocimiento que tengo es de referencia por las
vivencias que he tenido en la familia y también por el trato que he tenido con
los Oblatos, congregación en la que estuve algún tiempo.
Los padres del Siervo
de Dios eran Modesto Pérez y Beatriz Mayo. Su condición religiosa era de
católicos practicantes y de conducta moral recta. Yo conocí personalmente a los
dos.
La familia estaba compuesta, además de
los padres, por siete hermanos. Tomás, que es mi padre, es el único
superviviente de los hermanos.
El Siervo de Dios era, de niño,
“Tarsicio”. Los Tarsicios era una asociación religiosa que inculcaba en los
niños la práctica de la comunión y confesión frecuente. En la familia destacaba
el rezo diario del Rosario. A los 14 años entró a formar parte de la Adoración Nocturna
Hacia
los catorce años, el Siervo de Dios manifestó el deseo de ser misionero oblato.
La razón de querer ser oblato guarda relación con un oblato de un pueblo
cercano. Tengo entendido que acudía a unas clases particulares que le daba el
sacerdote del pueblo para ingresar en el Seminario Menor de los Oblatos. Era un
chico muy estudioso y de una inteligencia brillante.
Cuando iba de vacaciones al pueblo
acudía a misa diariamente, comulgando, ayudando; por la tarde acudía también al
Rosario y ayudaba a sus padres en las tareas del campo.
Una vez que terminó el Noviciado,
lo enviaron a Roma para que cursara los estudios de Filosofía y Teología.
Destacaba
por la devoción a la Virgen ,
que es una de las características de la espiritualidad de los Misioneros
Oblatos. Sobre este hecho en concreto, conservo una poesía suya dedicada a la Santísima Virgen
y que entregué a la
Postulación.
Cursó
los estudios de Filosofía y Teología en el “Angelicum” de Roma. Sé que fue
ordenado sacerdote en esa ciudad en 1930.
El primer ministerio sacerdotal que
tuvo mi tío fue la predicación, para lo cual fue enviado a Las Arenas, cerca de
Bilbao.
En
1935 fue destinado a Pozuelo como profesor de Filosofía. El recuerdo que ha
quedado de él en aquel curso es el de una persona tenaz en el trabajo;
preparaba las clases con mucha dedicación.
El Siervo de
Dios estaba convencido de que todas las persecuciones tenían su base en el odio
contra la Fe Cristiana ,
y, por tanto es lógico deducir que él aceptó su muerte por causa de odio a la Fe Cristiana.
Es opinión de mucha gente, sobre
todo de la gente sencilla del pueblo que le conoció y que se enteró de su
muerte, así como de sus compañeros Oblatos, que murió mártir de la religión
católica.
Entre
la familia tienen la opinión de que murió como mártir y tenía la ilusión de que
algún otro miembro de la familia ocupara el lugar que él dejó en los Oblatos.
Esta
fama de martirio se manifestaba en que la gente entendía que su muerte fue
debida a la fe que profesaba.
Mi
padre le invocaba con frecuencia y ya he declarado que en la familia se le
venera como mártir. Yo, personalmente, le considero como mártir ya que no hay
otro motivo para su muerte.
Pedro Antonio Pérez
Rueda
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