Vicente Blanco Guadilla
Natural de Frómista (Palencia)
54 años
El de más edad, era el Padre Superior de la comunidad oblata de Pozuelo
El 23 de julio les permitieron subir al oratorio. El P. Superior abrió el sagrario y empezó a distribuir la comunión. Todos pensamos que aquella comunión era el Viático. Se emocionó tanto que no pudo continuar. Los PP. Monje y Vega cotinuaron hasta dejar el sagrario vacío. El P. Blanco, en la sacristía, lloraba sin consuelo repitiendo: "¿Qué será de esta casa ahora que no tenemos al Señor con nosotros?"
Datos biográficos
El P. Blanco nació
en Frómista, provincia y
diócesis de Palencia, el 5 de abril de 1882. Fueron sus padres Hilario y
Lucía. Su familia, humildes labradores, era muy religiosa y de una
conducta intachable. Ya desde niño
tuvo mucha relación con el párroco y con el capellán de las HH. de la Sagrada Familia de Burdeos. En esa relación estuvo sin duda el
origen de su vocación, por la vinculación de esas religiosas con los Misioneros
Oblatos.
En esos años de juniorado aseguran los testigos que llamaba la atención por su
rectitud y firmeza en el deseo de ser religioso y misionero. Allí creció su
devoción mariana con el rezo del rosario, devoción ya inculcada en familia por
su madre. Durante las vacaciones llamaba la atención por su interés en ayudar a
otros y su preocupación por aliviar la situación de sus padres, necesitados de
medios para poder sobrevivir.
El 14 de agosto de 1900 el
joven Vicente, con sus 18 abriles, es enviado a Francia para comenzar el año de
Noviciado en Notre Dame de L´Osier, y allí mismo hizo los primeros votos,
el 15 de agosto de 1901.
Trasladado a Roma para
hacer los estudios eclesiásticos, hizo en la Ciudad Eterna la Profesión Perpetua. En Roma también, y más
concretamente en la Basílica del Salvador (San Juan de
Letrán), “Madre y Cabeza e todas las iglesias del mundo”, fue ordenado
sacerdote el 14 de abril de 1906.
Después de algunos años
como profesor en el Juniorado de Urnieta, desempeña allí mismo el cargo de
Superior. Durante ocho años fue Maestro de Novicios en Urnieta y en Las Arenas
(Vizcaya). Varios de sus novicios, sobre todo de los últimos años, serán, de
nuevo, sus alumnos y miembros de su misma comunidad en el escolasticado
de Pozuelo, pues a esa casa fue destinado, como Superior, en 1932.
Entregado principalmente a
sus tareas de superior y profesor, el P. Blanco encontraba tiempo también para
dedicarse a trabajos pastorales, ayudando en la parroquia del pueblo,
confesando y predicando en los conventos de religiosas existentes en
aquella localidad.
El 18 de julio de 1936,
después de haber predicado el retiro de preparación para los primeros votos
al grupo de jóvenes que dos días antes había terminado su año de
noviciado, el P. Blanco regresa a su comunidad de Pozuelo. La guerra civil
acababa de comenzar. En su propia casa, es
detenido con toda la comunidad el 22 de julio de 1936. Es llevado a la Dirección General de Seguridad en Madrid y
puesto en libertad el 25 de julio del mismo año. Después de casi tres meses de
vida clandestina, el 15 de octubre es detenido de nuevo y el 28 del mes de
noviembre es martirizado.
Virtudes del Siervo de Dios
El
informe que conservamos de sus superiores en el noviciado, describe al Siervo
de Dios como un joven “muy dócil, muy generoso y entregado, modesto, sencillo,
equilibrado, muy convencido de su vocación y con un gran amor a su familia
religiosa”.
Más tarde, cuando va a
recibir su primera obediencia, siendo ya sacerdote, hablan de su “regularidad
perfecta, de su gran espíritu religioso, de su muy sólida piedad, su
juicio recto, un poco inclinado a la severidad, de su voluntad firme y
flexible, de su carácter bueno y entregado…” Así le veían sus formadores.
Por
parte de los Oblatos que le han conocido como superior
y profesor, abundan también en señalar su gran calidad espiritual. Son
numerosos los testimonios. He aquí alguno:
“Ocho
generaciones de novicios pasaron por su escuela de formación religiosa. Me
atrevo a pensar que no haya ninguno que no le haya profesado veneración,
respeto y estima, y es que no era un religioso vulgar, sino un varón de gran
virtud, en especial de una gran prudencia, sólida piedad, celoso y abnegado con
los intereses de la Congregación, amante de la Iglesia, austero y, al
mismo tiempo, hombre de gran corazón; era, además, profundamente humilde,
rígido consigo mismo, pero comprensivo e indulgente con los demás”. “Se
distinguía por su observancia religiosa, que era estímulo para toda la comunidad”
y le llamaban “el Santo Padre Blanco”.
La hora de su martirio
“En los días
inmediatos al 18 de julio se encontraba predicando en Bilbao (como queda
dicho). Llegó a Madrid en el último tren que entró en la
Capital procedente del Norte.
Nos contó la situación que había vivido, tanto en el Norte como en el viaje”.
Al
día siguiente sufre, con todos los miembros de su comunidad, el primer acoso de
los milicianos de Pozuelo que registran de modo violento la casa, buscando
armas que no existen. El 22 de julio el Comité Revolucionario de Pozuelo se
adueñó del convento que quedó convertido en prisión. El P. Blanco, con todos
los miembros de la comunidad fueron los primeros prisioneros en su propia casa,
sometidos a todo tipo de amenazas y cacheos.
A la salida del sol del día
23 les permitieron ir al oratorio por muy poco tiempo, ni siquiera el
indispensable para celebrar la Misa. Hicieron una breve oración y
recibieron la comunión. Todos pensaron que aquella comunión era el viático… El
P. Superior abrió el sagrario y empezó a distribuir la comunión. Se emocionó
tanto que no puedo continuar. Los padres Monje y Vega continuaron repartiendo
la comunión hasta dejar el sagrario vacío. El P. Blanco, en la sacristía,
lloraba sin consuelo repitiendo: “¿Qué será de esta casa ahora, sobre todo, que
no tenemos al Señor con nosotros?”.
Seguirán después otras
estaciones de su vía crucis por Madrid, buscando refugio para todos,
visitándolos, dándoles ánimo y la absolución. Luego, la cárcel Modelo y la de
San Antón. Así narra una “saca” el P. Delfín Monje, compañero de cárcel y
superviviente: “El 27 de noviembre a las 6
de la tarde comenzó a vocearse la primera lista de expedicionarios. El
penúltimo de la lista era el que esto suscribe. Salimos de San Antón a las ocho
y media de la noche. Nos despedimos de los demás compañeros con la emoción que
es de suponer. Recuerdo que el P. Blanco me dijo al marchar: ‘Yo creo que va
usted en libertad; escríbanos enseguida’. Fueron las últimas palabras que le oí
en este mundo a aquel hombre que, mientras estuvo en la cárcel, se mostró
siempre animoso y optimista”. Muy pronto, en otra “saca”, él mismo será
conducido a Paracuellos, en compañía del Provincial y once Oblatos más para ser
fusilados. Así se consuma su martirio. Era el 28 de noviembre de 1936.
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