Marcelino Sánchez Fernández
Natural de Santa Marina del Rey
(León)
26 años
Hermano oblato, profesión
perpetua
Nació y creció en una familia profundamente cristiana muy probada: de ocho
hijos, seis murieron en vida de los padres. La madre, paralítica, en silla de
ruedas. También Marcelino tuvo serios problemas de salud en el juniorado y se
vio obligado a regresar a la casa paterna. Recuperado, reinicia su itinerario
vocacional. Acepta con humildad el no poder ser sacerdote, debido a su precaria
salud, y profesa como hermano. Se le recuerda como un religioso dócil, piadoso, sumiso, dotado de buena
voluntad, amante de su vocación y observante de la Regla. Trabajador y delicado con todos, prestaba a la comunidad
múltiples y valiosos servicios: confeccionaba las sotanas, como sastre, atendía
la portería, etc. Muy devoto de la Virgen, llevaba el rosario siempre consigo.
Datos biográficos
Marcelino
Sánchez Fdez. nació en Santa
Marina del Rey, provincia de León y diócesis de Astorga, el 30 de diciembre
de 1910.
Sus padres, Nicolás y Ángela, tuvieron ocho
hijos, los cuales murieron todos en vida de los padres, excepto Marcelino y
otro llamado Ángel. Era una familia cristiana con una conducta moral buena.
Ingresa en el juniorado de los Misioneros
Oblatos de Urnieta (Guipúzcoa). La salud de Marcelino era precaria, lo que le
obligó a regresar a la casa paterna. Una vez que se hubo recuperado, volvió al
juniorado, y al no verse capaz de seguir con los estudios por motivos de salud,
se le orientó hacia la vocación como hermano Oblato. Así, el 24 de marzo de
1927, comenzó el noviciado en Las Arenas (Vizcaya) en calidad de Hermano
coadjutor y profesó el 25 de marzo de 1928, fiesta de la Encarnación del Señor.
Permanece en la comunidad del noviciado, prestando valiosos servicios como
sastre y portero. En 1930, inaugurado el escolasticado o seminario mayor de
Pozuelo, es destinado a esa nueva comunidad y se dedica a prestar sus servicios
a distintas tareas, principalmente la sastrería.
En 1935, después de siete años de votos temporales, hace su oblación perpetua y se siente ya plenamente integrado en la Congregación a la que siempre ha mostrado gran cariño. Se le recuerda como un religioso ferviente, devoto de la Virgen, cuyo rosario lleva siempre consigo, obediente, responsable y servicial.
Detención y martirio
El 22 e julio de 1936 es detenido con toda la
comunidad oblata en Pozuelo de Alarcón; prisionero con todos, es llevado a la
Dirección General de Seguridad situada en la plaza Puerta del Sol, centro de
Madrid. Al día siguiente recobra la libertad.
En una redada general es detenido de nuevo y
llevado a la Cárcel Modelo en Madrid. El 15 de noviembre de 1936 es trasladado
a la Cárcel de San Antón (colegio de los Escolapios transformado en prisión), y
durante la noche del 27-28 del mismo mes es “sacado” para ser martirizado en
Paracuellos del Jarama, a pocos kilómetros de Madrid. Tenía 26 años.
Testimonios
Durante su infancia Marcelino vive en un
ambiente bueno, apacible, religioso. Pertenecía a la asociación de los
“Tarsicios”, movimiento católico para inculcar a los niños la devoción a Jesús
Eucaristía y la comunión frecuente.
En el origen de su vocación se manifiesta con
fuerza su fe para seguir el llamamiento de Dios, a pesar de la situación de su
madre, paralítica. Dotado de buena voluntad y amante de su vocación religiosa,
sigue fiel a ella, a pesar de los contratiempos y achaques de salud que le
impiden continuar sus estudios y acepta con humildad el abandonar su proyecto
de ser sacerdote para continuar en la vida religiosa como hermano coadjutor.
Un superviviente, el P. Felipe Díez, dice de
estos hermanos oblatos, religiosos como los demás Oblatos, pero no sacerdotes:
Vivían en un sacrificio ejemplar en los
distintos ministerios que ellos tenían. Entre otras tareas, recuerdo que el
Hno. Bocos se dedicaba a la cocina, el Hno. Eleuterio atendía el cuidado y
limpieza de la casa, y el Hno Marcelino Sánchez se dedicaba a la sastrería,
arreglando sotanas (…). Vivieron la virtud de la pobreza aceptando la realidad
de nuestra vida llena de carencias en cuanto a lo material, viviendo el
Evangelio en el amor y fidelidad al trabajo, buscando, como dice el Evangelio,
“servir y no ser servidos”.
De manera especial quiero destacar el ejemplo
de los Hermanos Coadjutores que desempeñaban con alegría las tareas más
humildes en la comunidad y eran un estímulo para todos. Concretamente, recuero
a los Hermanos Bocos, Sánchez y Prado dándonos un ejemplo alegre y sencillo en
el trabajo cotidiano.
En cuanto a las penalidades y vivencia
durante la prisión y martirio, puede verse lo señalado referente a los otros
Oblatos, Siervos de Dios, martirizados. Baste evocar un breve pasaje del
elocuente testimonio del P. Felipe Díez, superviviente:
En el momento de la muerte, he oído que
alguien, que por las descripciones coincide con el P. Esteban (nuestro Provincial), pidió permiso para dar la absolución a sus compañeros. Y sus palabras
últimas fueron: “Sabemos que nos matáis por ser sacerdotes y religiosos. Os
perdonamos. ¡Viva Cristo Rey!”
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