Serviliano Riaño Herrero
Natural de Prioro (León)
20 años
Religioso profeso, tres años de votos
temporales
Brillante en los estudios, aficionado a la
historia y a la literatura. Con la filosofía sigue cultivando sus cualidades de
poeta, compuso varios poemas. Siempre sonriente, buen comunicador, muy piadoso
y a la vez extrovertido y jovial. En la frecuente relación epistolar con sus
dos hermanas religiosas, nos da a conocer
su deseo de vivir la consagración a Dios en el servicio a los más
abandonados, con clara proyección misionera. De niño ya decía: “Yo voy a ser
fraile misionero”. El P. Mariano Martín,
compañero de prisión en la Cárcel Modelo, escribe: “El día 8 de noviembre
sacaron una gran expedición. En la lista estaba su nombre. En cuanto lo supo,
vino a mi celda y llamó diciendo: ‘¡P. Martín, P. Martín , deme la absolución,
que me llevan!’ Por el ojo de la puerta se la di, y no volvimos a saber más de
él hasta que, al terminar la guerra, identificaron su cuerpo en Torrejón y fue
trasladado a Paracuellos”.
Datos
biográficos
Serviliano
Riaño Herrero nació
en Prioro. Provincia y diócesis de
León, el 22 de abril de 1916. En 1927 ingresa en el seminario menor de los
Oblatos de Urnieta (Guipúzcoa), donde cursa estudios secundarios hasta 1932,
año en el que pasará al noviciado de Las Arenas (Vizcaya), donde hará su
primera oblación el 15 de agosto de 1933. Se traslada a Pozuelo de Alarcón para
incorporarse a la comunidad del escolasticado y proseguir los estudios con
miras al sacerdocio. Serviliano sigue siendo el joven humilde, sencillo y
siempre muy piadoso, extrovertido y jovial, se preparaba para dar salida a su
celo apostólico en cualquier misión extranjera.
Detención y martirio
El 22 de julio de 1936 fue detenido con todos
sus hermanos de comunidad, en Pozuelo. De modo no del todo inesperado y siempre
violento, el convento fue convertido en cárcel. De ella fue sacado Serviliano
con sus compañeros de prisión hasta la Dirección General
de Seguridad, situada en la Plaza del Sol, centro de Madrid.
Liberado al día siguiente, comienza una vida
en clandestinidad con algunos de sus compañeros, hasta que el día 15 de
octubre, en una redada de búsqueda y captura, fue de nuevo detenido y
encarcelado.
El 7 de septiembre de 1936 oye su nombre
entre los que son llamados a ser “puestos
en libertad”. Consciente de lo que esto significaba y preparado
para aceptar el sacrificio de la oblación cruenta que Dios le depara, llama al
P. Mariano Martín o.m.i. por la mirilla de la celda. Le pide y recibe la absolución. Con
ánimo decidido sube a la camioneta que le trasladará hasta Soto de Aldovea,
lugar cercano a Paracuellos. Allí fue martirizado. Tenía 21 años.
Testimonio
Su hermana Sabina, religiosa de la Sagrada Familia de
Burdeos, nos habla del ambiente profundamente religioso que se vivía en familia
y en todo el pueblo de Prioro, comunidad cristiana donde han florecido muchas
vocaciones sacerdotales y religiosas:
“Cuando él
fue al seminario, yo ya estaba en el convento. Después nos escribíamos con
cierta frecuencia. Me solía recordar que la generosidad y el sacrificio son
piedras preciosas y esenciales para los cristianos y más para los religiosos.
En las cartas se mostraba siempre muy entusiasmado con su vocación, sobre todo
con su vocación misionera.
Cuando me
escribió con motivo de mi profesión dice que se siente orgulloso de tener una
hermana religiosa (dos, porque
le seguirá después Consuelo), y
dice que mi profesión es el reflejo de un día grande y futuro que él espera
para sí mismo:
“Sí, tú lo sabes, la mañana aquella
yo lloraré de
gozo y esperanza
porque tu profesión es un reflejo
del
sueño de mi alma”.
Era muy aficionado a escribir poesías y
también en ellas dejaba entrever el entusiasmo por su vocación sacerdotal y
misionera. (Durante la
persecución religiosa) yo le
decía a la hermana
Clotilde : ‘Tantos
religiosos mártires de una congregación y de otra, y nosotras, ¿no seremos
ninguna digna del martirio?’ Se lo decía
de corazón.
Cuando llegó la noticia de que habían
fusilado a Serviliano, me dice esa madre: ‘Ahora estará usted contenta, ¿no?’
Yo le dije: ‘Tengo una pena enorme, porque quería muchísimo a mi hermano; pero
por otra parte tengo también una gran alegría al pensar que tengo un hermano
mártir’. Desde entonces siempre le he tenido como un mártir.
“Pasamos mucho tiempo sin saber nada más de
él. Vivíamos angustiados de no saber qué pasaba con él. Y la angustia aumentaba
cuando llegaba la noticia de la muerte de otros del pueblo (dos Agustinos de El Escorial, también
martirizados). Después ya
nos dijeron que a Serviliano lo habían identificado por un papelito que llevaba
en la chaqueta.
Entonces fue mi padre a Madrid. Cuando volvió, a mi madre le
contó sólo algunas cosas, pero a mí me
dijo que le habían dicho cómo había muerto: le ataron por el brazo con otro, le
ataron las manos a la espalda, le cortaron sus partes (los genitales), le
dieron un tiro y cayó en la zanja con todos. Lloraba mi padre al contármelo. A
la vez manifestaba su gran convicción de que su hijo era mártir”.
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