Eleuterio Prado Villarroel
Natural de Prioro (León)
21 años
Hermano oblato, profesión perpetua
Era piadoso, amable y servicial. Su tarea en la casa, como la de san José, era sobre
todo la carpintería. A Teyo siempre se le veía
contento y era el animador de su entorno, incluso en situaciones adversas. Escribe el P. Monje:
“Veo entrar por la puerta del calabozo a
una cara conocida, era el Hermano Eleuterio Prado. Venía sonriente, como joven
que era y no había adivinado la tragedia que había comenzado”. Otro testimonio:
“Siempre he oído que era un hombre muy optimista, alegre, en todos los
momentos, incluso en la cárcel, como quien vive seguro de que Dios no nos deja nunca de su mano. Destaca el ánimo que infundía
a sus compañeros en la cárcel y en el proceso hasta el martirio”. El 27 de
noviembre, se comentaba entre los religiosos en prisión que se estaba preparando
una gran “saca”. Por si les tocaba el turno a alguno de ellos, a modo de
despedida, decían: “Si no nos vemos más, ¡hasta el Cielo!”
Datos biográficos
Eleuterio
Prado Villarroel nació en Prioro provincia y
diócesis de León, el 20 de febrero de 1915. Pertenecía a una familia de
humildes labradores, de una conducta moral intachable y profundamente
religiosa. Destacaba en la familia la devoción a la Eucaristía y el rezo diario
del Rosario. Su madre, “Tía Dominga”, tenía fama de santa. Era muy conocida no
sólo en Prioro, sino también en los pueblos vecinos como apóstol y fundadora de
las llamadas “Marías de los Sagrarios”, movimiento que aún perdura y que
fomenta la devoción a Jesús Eucaristía.
Teyo, como se le llamaba familiarmente, desde
niño se sintió llamado a seguir los pasos de su hermano, el Padre Máximo (en la foto, en medio de Eleuterio y
Serviliano), que sería un gran
misionero en Texas. Inició los cursos secundarios en el juniorado de Urnieta
(Guipúzcoa). Tenía alguna dificultad para los estudios y optó por seguir en la
Congregación como Hermano Oblato.
Así pues, hizo el noviciado en calidad de
Hermano Coadjutor y emitió los primeros votos el 25 de abril de 1928.
En 1930 se abre la nueva casa del
escolasticado en Pozuelo y es destinado a esta comunidad. El 28 de abril de
1935 hace la oblación perpetua y queda integrado para siempre en la
Congregación de los Misioneros Oblatos hacia la que siempre ha demostrado gran
cariño.
Era piadoso y afable. A Teyo siempre se le
veía contento, servicial y animador. Era muy mañoso sobre todo en ebanistería,
que fue su principal cometido.
Detención y martirio
En su comunidad de Pozuelo le sorprende la
invasión de los milicianos que se adueñan de la casa el 22 de julio de 1936.
Detenido con sus hermanos de comunidad, tras la ejecución nocturna de seises
Oblatos y un padre de familia, es trasladado a Madrid y, puesto en libertad,
acude buscando refugio a la casa provincial de la calle Diego de León. Allí
permanece hasta el 10 de agosto, fecha en que expulsan a toda la comunidad,
incautándose de la casa, y encuentran refugio en una pensión en la Carera de
San Jerónimo.
Allí vive escondido hasta que el 15 de
octubre, fecha en que es detenido de nuevo y llevado a la Cárcel Modelo y
trasladado después a la de San Antón, de la que se “sacarán” el 28 de noviembre
de 1936 para ser martirizado. Tenía 21 años.
Testimonios
En la comunidad de Pozuelo destacaba por la
alegría y generosidad con las que prestaba toda clase de servicios en las
faenas más humildes. Eleuterio no perdió su carácter jovial y optimista, no
exento de virtud sobrenatural, en los momentos de persecución y cautiverio
previos al martirio, dando ánimos a los compañeros de prisión. Así lo
manifiesta una sobrina, Felipa Prado:
Siempre
he oído que mi tío era un hombre muy optimista, alegre, en todos los momentos,
incluso estando en la cárcel. Creo que esto es un signo de confianza en Dios,
como quien vive muy seguro de que Dios no nos deja nunca de su mano. Esta
confianza en Dios es la que le hacía mantenerse alegre cuando las
circunstancias que vivía eran adversas y, en el caso de la cárcel, podían
hacerle prever una muerte próxima. Destaca el ánimo que infundía a sus
compañeros en la cárcel y en el proceso hasta el martirio.
A propósito del martirio, el P. Delfín Monje
detenido también, y que le precedió en la Cárcel Modelo, escribe:
Serían las ocho de la mañana cuando veo
entrar por la puerta del calabozo a una cara conocida: era el hermano Eleuterio
Prado. Venía sonriente, como joven que era y no había adivinado la tragedia que
había comenzado. Detrás de él, otras caras conocidas:
el hermano Publio Rodríguez y el hermano Ángel Villalba. Comprendimos que los
Oblatos refugiados con el P. Esteban en la pensión de san Jerónimo habían sido
detenidos igualmente. Las condiciones en la cárcel -prosigue su
sobrina- eran durísimas, les
hacían pasar hambre y, a consecuencia de los malos tratos, algunos de ellos
llegaron a morir. Estaban hacinados y las condiciones higiénico-sanitarias
simplemente no existían. Los
carceleros buscaban fundamentalmente la apostasía de la fe, cosa que no sucedió
en ninguno de los religiosos de distintas congregaciones (Oblatos, Agustinos,
Hospitalarios…) que había en la cárcel. Era tal la firmeza en la confesión de
la fe, que algún miliciano llegó a decir que le daban ganas de seguir su
ejemplo, al verlos tan firmes en la fe.
En la cárcel de San Antón, Eleuterio se
reunía casi todos los días en el patio con otros religiosos, entre los que
estaba el P. Felipe Fernández, Agustino, de su pueblo. Otro sobrino de Teyo,
que se llamaba como su tío, y sobrino a su vez de ese otro religioso, recoge el
testimonio de este segundo tío superviviente:
Entre ellos estaba el P. Felipe Fernández,
familiar mío, que me contó cómo se encontraban prácticamente todos los días en
el patio de la cárcel y que (mi tío) estaba siempre sonriente. Comentaban que
ya habían “sacado” a dos del pueblo que eran Genaro Díez, Agustino, y
Serviliano Riaño, Oblato. Comentaban, y mi tío Felipe insistía mucho en ello,
que estos dos muy probablemente ya hubiesen sido asesinados y que eran mártires.
Mi tío Felipe ponía mucho énfasis y a mí me
quedó muy grabado, que en ese grupo, el 27 de noviembre de 1936 se comentaba el
hecho de que se estaba preparando una gran “saca”, como así fue, que era muy
fácil que les tocase a alguno de ellos, y que a modo de despedida comentaban:
“Si no nos vemos más, hasta el Cielo”.
El 28 de noviembre por la mañana este grupo
de religiosos del pueblo que estaba prisionero fueron a buscar a Eleuterio y ya
no lo encontraron.
Aquella noche del 27 al 28 de noviembre había
sido “sacado” de
la prisión para ser inmolado en Paracuellos. Su nombre con el de otros 12
Oblatos está en la lista de quienes, bajo la apariencia de “orden de libertad”,
son llevados al hoy llamado Cementerio de los Mártires de Paracuellos.
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