Clemente Rodríguez Tejerina
Natural de Santa Olaja de la Varga (León)
18 años
Religioso profeso, un año de votos
temporales
Eran 12 hermanos. De ellos, 2 capuchinos, dos oblatos y dos religiosas de
la Sagrada Familia de Burdeos. “Esto da idea del ambiente religioso de la familia”.
Fueron sus hermanas religiosas las que influyeron en la orientación vocacional de Clemente y de su hermano Miguel hacia los
oblatos. Hombre bueno y servicial, “ayudaba a los ancianos, con los que tenía
muchos detalles de cariño y atención”. “no pisaba con ruido, pisaba con
seguridad”. En sus años de formación religiosa, tenía muchas ilusión por las
misiones. Prisionero en el convento de Pozuelo y luego puesto en libertad, se refugió con algunos de sus compañeros en la casa provincial de Madrid. Aquí lo visitó su hermana, que nos dice: "Estuve con él
durante unos momentos. Recuerdo que le pregunté cómo estaba de ánimo y me dijo: 'Estamos en peligro y tememos que nos separen; juntos, nos damos ánimo
unos a otros. Con todo, si hay que morir, estoy dispuesto, seguro de que Dios
nos dará la fuerza que necesitamos para ser fieles'. Fue martirizado con sólo 18 años recién cumplidos. Es el benjamín del
grupo.
Datos biográficos
Clemente
Rodríguez Tejerina nació en Santa Olaja de la Varga, provincia
y diócesis de León, el 23 de julio de 1918. Su hermana Josefa, religiosa de la
Sagrada familia de Burdeos, nos dice: “la
condición socio-económica de mi familia era sencilla, era la propia de los que
trabajaban en el campo”.
Eran doce hermanos, de los cuales, seis
consagrados: dos Capuchinos, dos religiosas de la Sagrada Familia y dos
Oblatos: Clemente y Miguel. Sólo este hecho da idea del ambiente religioso de
la familia. Su madre era una mujer muy
religiosa y, aunque no había tenido una gran educación cultural, había leído
muchos libros que le procuraron una buena formación religiosa, que intentaba
inculcar a sus hijos. “Todas
las noches, escribe Maruja, hermana de Clemente, nos reunía a todos los
hermanos en el comedor y rezaba una oración ofreciendo a sus hijos al Sagrado
Corazón. Además pedía por la perseverancia de todos nosotros. Pertenecía a la
asociación de las “Marías de los Sagrarios” y las fiestas eucarísticas tenían
para ella una importancia muy singular, haciéndonos participar a todos los
hijos en la preparación de los altares, cuidando hasta los más pequeños
detalles, mostrando en todo ello un gran amor al Señor”.
En ese calor hogareño pronto comenzó Clemente
a ser consciente de su vocación. Así, con sólo 11 años sale ilusionado de la
casa paterna para dirigirse al juniorado o seminario menor que los Oblatos
tenían en Urnieta (Guipúzcoa). El 5 de julio de 1934 comenzó el noviciado en
Las Arenas (Vizcaya) e hizo su primera oblación el 16 de julio de 1935, día
emocionante, pues salieron llorando todos los neo-profesos. Ese mismo día por
la noche viajaron en tren hacia Pozuelo (Madrid) y, pasado el tiempo de
vacaciones en comunidad, Clemente comenzó sus estudios eclesiásticos. Se
dedicaba con mucha seriedad a su formación religiosa e intelectual. En el trato
era todo bondad y mansedumbre. No pisaba con ruido, pisaba con seguridad. Era
el hombre bueno y servicial.
Detención y martirio
Apenas terminado el primer curso, el 16 de
julio de 1936, Clemente renovó sus votos y seis días más tarde, el 22 de julio,
fue detenido con toda la comunidad en el propio convento y, dos días después,
llevado con todos a Madrid, a la Dirección General de Seguridad, para ser
puesto en libertad al día siguiente.
Después de refugiarse primero en la casa
provincial y después, al ser esta confiscada, pasó a una pensión. El 15 de
octubre de 1936 fue detenido de nuevo y llevado a la Cárcel Modelo. En ella
encuentra a aquellos Oblatos a quienes no había visto desde la salida de
Pozuelo y posteriormente, junto con sus hermanos religiosos, será trasladado a
San Antón. De allí es “sacado” junto con otros
12 Oblatos y martirizado en Paracuellos del Jarama el 28 de noviembre de 1936.
Testimonios
Clemente, como queda dicho, se refugió en la
casa provincial, que fue finalmente incautada el domingo 9 de agosto. Así
describe el hecho el P. Delfín Monje, milagrosamente liberado cuando lo
llevaban a fusilar:
A las once y media de la mañana sonó la
campanilla de la portería. Un nutrido grupo de maestros laicos, armados de
pistolas, irrumpió en el jardín y nos invitó “cortésmente” a abandonar el
local. Como el P. Esteban (Provincial de España) se quejara de la arbitrariedad
de aquella medida, siendo así que nosotros éramos ciudadanos pacíficos, ellos
le contestaron: “Creemos que ustedes no se han metido en nada, pero muchos
curas y frailes sí se han metido; y es lo que pasa, los unos pagan por los
otros” Al marchar dejamos a los nuevos
propietarios ocupados en colocar sobre la tapia del jardín un enorme trapo con
esta inscripción: “Incautado por el Ministerio de Bellas Artes”.
Josefa, la hermana de Clemente, pudo
visitarlo antes de ser expulsados de la casa provincial. De la conversación
mantenida con él, pudo deducir la entereza y espíritu de fe que reinaba en su
hermano y su clara disposición al martirio. Nos dice
:
Estuve con él durante unos momentos. Recuerdo
que le pregunté cómo estaba de ánimo y me dijo: "Estamos en peligro y
tememos que nos separen; juntos, nos damos ánimo unos a otros. Con todo, si hay
que morir, estoy dispuesto, seguro de que Dios nos dará la fuerza que
necesitamos para ser fieles”. Estas son palabras textuales de mi hermano, que,
pronunciadas en aquellos momentos, no se me olvidarán jamás. Mientras estábamos hablando, vino el P.
Francisco Esteban y me pidió que me marchase enseguida puesto que la comunidad
se encontraba muy vigilada y yo también peligraba por mi condición de
religiosa. El Provincial también dijo: “Aquí vamos a perecer todos”.
Siempre Josefa, gracias al testimonio de un
compañero que estuvo con él en la misma cárcel de San Antón, se enteró de las
condiciones en las que estuvo Clemente:
Me contó que los tenían almacenados en el
sótano, donde se hallaban las duchas del colegio en malas condiciones, lo que
hacía que con frecuencia estuviesen con los pies en el agua y careciendo del
más mínimo espacio vital para moverse. Me
decía también que no todos los días comían y que, encima, cuando los carceleros
llevaban el rancho, se mofaban de los presos preguntando: “¿Quién no ha comido
ayer?” También me dijo que todos los que estaban allí eran católicos, que se
juntaban y rezaban.
Esta misma hermana, desconociendo el hecho de
su muerte, continuó intentando visitarlo en la cárcel de San Antón. Veamos cómo
conoció, después de muchas averiguaciones, la noticia de la muerte de Clemente:
La última vez que intenté verle fue en
diciembre de 1936. El miliciano de turno, de malos modos, me dijo que no
volviera por allí si no quería quedarme dentro. Como insistí en saber si estaba
todavía en la cárcel, me contestó que si quería saber de Clemente me fuese a la
calle Santa Bárbara, al Ministerio de Justicia, que en una sala enorme con
caballetes y tableros encontraría cajas repletas de fichas. Así lo hice y
después de una larga investigación, encontré una ficha que textualmente decía:
“Clemente Rodríguez Tejerina puesto en libertad el 28 de noviembre de 1936”.
Después de cerciorarme que nadie me veía, cogí la ficha y me marché al
Consulado de Chile. Allí me informaron que todas las personas que habían sido
“puestas en libertad”, sacándolas de las cárceles, los días 27 y 28 de
noviembre de 1936, habían sido fusilados inmediatamente en Paracuellos del
Jarama. Desde aquel momento pensé que mi hermano era mártir, porque él estaba
seguro de que lo iban a matar y que la causa de la muerte no era otra sino la
de ser religioso.
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