Gregorio Escobar García
Natural
de Estella (Navarra)
24 años
Sacerdote escolástico, ordenado 2 meses
antes de ser apresado
“Siempre
me han conmovido hasta lo más hondo los relatos de martirio. Siempre, al
leerlos, un secreto deseo me asalta de correr la misma suerte. Ése sería el
mejor sacerdocio al que podríamos aspirar todos los cristianos: ofrecer cada
cual a Dios el propio cuerpo y sangre en holocausto por la fe. ¡Qué dicha
sería la de morir mártir
Datos biográficos
Nació en la monumental
ciudad de Estella, provincia
de Navarra y diócesis de Pamplona-Tudela, el 12 de septiembre de 1912 y al día siguiente fue bautizado en la
iglesia parroquial de S. Pedro de la Rúa, donde su padre, Hilario Escobar,
ejercía de Sacristán. Su madre, Felipa, murió en 1928 y su padre contrajo
nuevas nupcias con una mujer que los había ayudado mucho. La conducta moral y
religiosa de la familia, en uno y otro matrimonio, era profundamente cristiana.
Tenían mucha devoción a Jesús Eucaristía y a la Santísima Virgen
bajo la advocación de Ntra. Sra. del Puy, Patrona de Estella. Tanto cuando estuvo en el seno de la familia
como durante sus años de seminario y de servicio militar, mantuvo una relación
muy cercana y cordial con todos los miembros de su familia. Sus cartas dan fe
de ello. Sus compañeros de seminario lo describen como equilibrado, confidente
y buen consejero. Tras la sentida muerte
de su madre, aconsejaría incluso a su padre que se casara de nuevo, por el bien
de los hijos.
A los 12 años, y gracias a la ayuda económica de su
Párroco D. José María Sola, ingresa en el seminario menor de los Misioneros
Oblatos en Urnieta (Guipúzcoa). Terminados los estudios secundarios, inicia el
noviciado en Las Arenas (Vizcaya) y hace su primera profesión religiosa el 15
de agosto de 1930. Pasa a Pozuelo (Madrid) para hacer los estudios
eclesiásticos, que tendrá que interrumpir en 1934 por ser llamado a filas.
Terminado el año de servicio militar, se reincorpora a la comunidad oblata de
Pozuelo y hace su profesión perpetua el 26 de noviembre de 1935. Un año antes
de terminar los estudios de teología, el 6 de junio de 1936, es ordenado
sacerdote en Madrid.
El padre de Gregorio y la nueva esposa de éste estuvieron
presentes en la ordenación y fueron testigos del ambiente hostil que se
respiraba en Madrid. Nos lo cuenta la hermana de Gregorio, María del Puy: “Estando en el convento de los Oblatos,
oían los insultos que dirigían a los frailes los que pasaban por la carretera.
Y al ir y al volver de la capilla del seminario conciliar de Madrid, donde mi
hermano fue ordenado sacerdote, mis padres con mi hermano y otro religioso
cogieron un taxi y hubieron de parar ante una comitiva oficial. Estando
parados, se les acercó uno que, por la ventanilla, les dijo: Estos, con una
botella de gasolina, qué bien arderían”.
Los Oblatos no solían ir a visitar la familia antes de
terminar los estudios. Pero la familia Escobar tenía la ilusión de que hicieran
una excepción con Gregorio y le permitieran ir a “cantar la Misa” en Estella.
Así podría subir a la basílica del Puy para predicar en la fiesta de la Patrona. El comienzo
de la guerra civil troncharía todas esas legítimas esperanzas. Efectivamente,
el 22 de julio el convento de los Oblatos fue asaltado por los milicianos, y
Gregorio, con todos los miembros de su comunidad, quedó hecho prisionero en su
propia casa. Dos días más tarde es llevado a la Dirección General
de Seguridad en Madrid, donde el 25 del mismo mes fue puesto en libertad. Tras
una vida en clandestinidad, el 15 de octubre es detenido de nuevo y martirizado
con sus compañeros el 28 de noviembre de 1936 en Paracuellos del Jarama.
Testimonios
De su infancia no tenemos más datos que los que nos
proporciona su hermana: “Por las
referencias que tengo, sé que mi hermano era un chico muy bueno. Iba a ayudar a
Misa como monaguillo. Las mujeres del pueblo le decían que iba a llegar a cura;
pero él decía que no quería serlo. Una anécdota: un día vino un pobre a pedir
(limosna) a mi casa. Fue Gregorio quien le bajó la limosna y el pobre le dijo
que habría de llegar a ser obispo”.
Durante el cuarto año de vacaciones tendría que gustar
una prueba muy amarga: muere su madre. Su padre escribe al seminario y dice: “Gregorio
se encontró con su querida madre enferma de gravedad. Él se cuidaba de todo, a
todos animaba a prepararnos para el día que Dios tenía asignado. Pasaba el día
y la noche sentado a la cabecera de su madre. Como si fuera ya sacerdote, la
preparaba para la hora de la muerte. Llegó el día en que Dios la llamó. El 8 de
septiembre de 1928. ¡Con qué ánimo y con qué cariño hablaba a todos para la
resignación! ¡Como un santo!”
Y tenía sólo 16 años y, por supuesto, ni siquiera había
hecho el noviciado… Hay muchas cartas de
Gregorio, celosamente conservadas por su hermana Puy. Todas son edificantes.
Extraemos un párrafo de una, escrita mientras se preparaba para la ordenación sacerdotal:
“Siempre me han
conmovido hasta lo más hondo los relatos de martirio. Siempre, al leerlos, un
secreto deseo me asalta de correr la misma suerte. Ése sería el mejor
sacerdocio al que podríamos aspirar todos los cristianos: ofrecer cada cual a
Dios el propio cuerpo y sangre en holocausto por la fe. ¡Qué dicha sería la
de morir mártir
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