Ángel Francisco Bocos Hernández
Natural de Ruijas-Valderrible
(Cantabria)
53 años
Hermano oblato, profesión perpetua
De “padre desconocido”, al fallecer su madre,
fue recogido por su tío sacerdote del cual recibió sólida y cristiana educación.
Con 17 años llama a las puertas de noviciado. En sus 35 años de vida religiosa,
estuvo en distintas comunidades oblatas en España, Italia y Francia. Se le destinaba casi
siempre a casas de formación y para “hacer la cocina”, como decía él. “Carácter apacible y pacífico, de
comportamiento humilde y callado”. Era ejemplar,
muy resignado y paciente en sus enfermedades crónicas (dolencias en piernas y estómago) y muy piadoso. En
palabras de los prisioneros supervivientes, los tres hermanos oblatos en la
comunidad de Pozuelo, eran cooperadores en la formación de futuros sacerdotes con su
ejemplo, su interés, su entusiasmo y su oración. Eran un estímulo para todos y un
testimonio admirable para nosotros.
Datos biográficos
El
hermano Ángel F. Bocos nació en Ruijas-Valderrible (Cantabria),
diócesis, entonces de Burgos, hoy de Santander, el 27 de enero de 1883.
Sabemos muy poco de su familia. En el certificado de bautismo aparece
“desconocido el padre”. Al fallecer la madre, fue recogido por su tío Felipe
Hernando, párroco de Quinasolmo, de quien recibió sólida y cristiana educación.
Cuando llamó a las puertas del noviciado oblato tenía 17 años.
Inició su andadura religiosa con miras a
consagrar su vida a Dios como hermano (religioso no sacerdote), el 31 de
diciembre de 1900. Hizo su primera oblación temporal en 1901 y su oblación
perpetua en 1907.
En sus 35 años de vida consagrada estuvo en
distintas comunidades oblatas: Madrid, Aosta y San Giorgio Canavese (Italia),
Notre Dame de Lumières (Francia)…
Al regresar a España, en 1925., le destinan
primeramente al noviciado de Las Arenas (Vizcaya), luego, en 1929, al abrirse
el escolasticado en Pozuelo (Madrid), pasa a formar parte de esta comunidad,
prestando valiosos servicios, sobre todo en la cocina.
Detención
y martirio
Fue hecho prisionero con toda la comunidad el
22 de julio de 1936, llevado después a Madrid y puesto en libertad el 25 de
julio. El hermano Ángel Bocos trata de buscar refugio seguro, pero el 15 de
octubre es de nuevo detenido y llevado a la Cárcel Modelo donde se encontrará
con casi todos los Oblatos de Pozuelo. Un mes más tarde le trasladan a la
cárcel de San Antón y desde allí, el 28 de noviembre de 1936, lo “sacan” para ejecutarlo
con otros doce Oblatos en Paracuellos del Jarama.
Era un excelente cocinero, sacrificado,
servicial, piadoso y de buen conformar. Con 53 años de edad, era el mayor de los Mártires.
Testimonios
Debido a su edad y a su reducida familia, ha
sido difícil encontrar testigos que lo conocieran. Mons. Félix Erviti, ex
superior del escolasticado de Pozuelo y primer Prefecto Apostólico del Sáhara
Occidental, que había conocido a los Oblatos en Francia, donde recibió su
formación religiosa, es uno de los pocos que dan testimonio sobre él:
Conocí al hermano Ángel Bocos siendo
yo junior en el seminario menor de Lumières. Este lugar donde vivía la
comunidad oblata era un santuario de la Santísima Virgen. En la cripta íbamos a
hacer los ejercicios de piedad en los que destacaba el hermano Ángel Bocos. Su
carácter era apacible y pacífico. Era humilde y callado. Después de 1925 fue
trasladado a otra comunidad y yo ya no volví a tener contacto con él.
Hay varios testimonios sobre los hermanos de
la comunidad de Pozuelo. Dice, por ejemplo,
el P. Ángel Villalba, que convivió con ellos:
Como
comunidad había una caridad colectiva hacia el prójimo. Dentro de la comunidad
estaban los (tres) hermanos coadjutores que participaban de esa caridad y eran
para nosotros un testimonio admirable.
También el P. Felipe Díez, otro
superviviente, subraya:
Los
hermanos coadjutores vivían en un sacrificio ejemplar en los distintos
ministerios que ellos tenían.
Al ser detenidos en su casa de Pozuelo, el
cabecilla de los milicianos le obliga a seguir en la cocina, bajo vigilancia,
diciéndole: “Tu haz la comida para todos, pero de faltar, que falte
para los tuyos y no a los míos”.
De una carta que este Hermano envió al
entonces Superior General, Mons. Agustín Dontenwill, podemos deducir su
fortaleza, resignación y paciencia ante las adversidades, tales como la
dolencias del estómago y de una pierna, y cómo, a pesar de eso, continuaba
haciendo el trabajo de la cocina, en el que llevaba 24 años, ofreciendo todo
esto “para mayor gloria de
Dios y salvación de las almas”, decía.
D. Ricardo Quintana, Delegado diocesano de
las Causas de los Santos en la Archidiócesis de Madrid, que presidió, como
juez, todo el proceso diocesano, no puede disimular su simpatía hacia este
Siervo de Dios y está convencido de que el hermano Bocos, de quien pocos
hablaban en el proceso, era un verdadero santo y a su intercesión atribuía su
pronta recuperación de un grave incidente.
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