Publio Rodríguez Moslares
24 años
Religioso profeso de votos perpetuos
Defiende con tesón su
vocación misionera. Frente a la resistencia de su madre a que se fuera de casa
(era el benjamín de la familia), le escribe: "Es Dios quien lo quiere, mamá; no
sufras ni me hagas sufrir. Sé generosa y dale a Dios lo que es de Él antes que
tuyo”. Satisfecho de la aprobación de su madre, le decía bromeando: “Verás qué
contenta estarás cuando veas a tu hijo obispo misionero con unas barbas así…” Era
el juglar de la comunidad: cantaba, reía, componía versos…Incluso en la celda
de la cárcel comenzó a escribir una obra de teatro en verso con el P. Mariano Martín.
Pero ante todo cultivaba con la oración y el estudio su vocación misionera. Tratando
de averiguar la vivencia de sus días de prisión, su madre y sus hermanas fueron a la cárcel Modelo y encontraron en la pared de su celda este escrito, en rojo, con su firma: “Madre, me llevan a
matar, muero por Dios. No llores, me voy con Dios ¡Viva Cristo Rey!"
Datos biográficos
Nació en Tiedra, provincia y diócesis de
Valladolid, el 12 de noviembre de 1912. Es el benjamín de la familia. Este
detalle será un escollo con el que va a topar su vocación: su madre, muy
religiosa, lucha entre la ilusión de tener un hijo sacerdote y el alejamiento
del hogar.
“Es
Dios quien lo quiere, mamá; no sufras ni me hagas sufrir. Sé generosa y dale a
Dios lo que es de Él antes que tuyo”, le escribe.
Sus
compañeros dicen que “Publio era el juglar de la comunidad: cantaba, reía,
hacía versos y refería anécdotas salpicadas de refranes y dichos populares”.
Incluso
en la cárcel, recluido en una misma celda con el P. Mariano Martín y tres
escolásticos más, “para entretener el tiempo y hacer más llevadera la
prisión, empezamos a hacer entre él y yo
una comedia en verso”, nos dice el P. Martín.
Testimonios
Ese mismo Padre añade:
“Tenía un carácter simpático, abierto,
luchador, proselitista, francote, bueno.
Trabajó mucho para llevar a buen camino a dos de sus hermanos que no comulgaban del
todo con sus ideas, aunque por otro lado
eran muy buenos. Les escribía cartas
desde el juniorado y en vacaciones discutía con ellos. Tenía espíritu misionero
y suspiraba por las Misiones, espíritu que supo infundir en su casa, sobre todo
a su hermana, maestra nacional”. “Supo soportar con entereza y alegría las
cárceles de Madrid y cuando provisionalmente le dieron libertad, fue sobre todo él quien hizo de enlace entre sus
compañeros de calvario y sus Superiores, yendo de un sitio para otro”.
Después
del martirio, su madre escribió una carta a los Oblatos en la cual dice que al
pasar del juniorado al noviciado, fue a verlo a Las Arenas:
“Al
despedirme, le dejaron venir conmigo a la estación de Bilbao. Allí me dio el
Crucifijo pequeño que le dieron en Urnieta, y me dijo: Bésalo muchas veces y,
venga lo que venga, piensa que todo lo que suframos por Él, por mucho que nos
parezca, será poco para lo que Él nos ama y sufrió por nosotros”.
Martirio
Tras ser sacado del convento y ser liberado
de la primera prisión, no teniendo a dónde ir, se refugió, con el P. Blanco y
algunos oblatos más, en una familia conocida. Dice la hija:
“Una
noche llegaron a casa buscando refugio,
porque no tenían a dónde ir. Mis padres habilitaron una habitación, pusieron
colchones en el suelo, les dieron ropa para que pudieran dormir y descansar.
Una noche, hacia las tres de la madrugada llamaron a la puerta unos milicianos
con fusiles y pistolas, amenazando, que
venían a registrar la casa; como teníamos
una tienda de ultramarinos, mi padre, pienso que iluminado por el
Espíritu Santo, metió a los milicianos en la tienda y al ver todo lo que había,
pidieron por teléfono un camión y lo cargaron de tal forma que no podía
arrancar. Tuvieron que descarga parte del camión para poder marchar. A la
mañana siguiente mi madre dijo al P. Blanco que tenían que irse, pues si
volvían otra vez los milicianos y registraban la casa, los matarían a ellos y a
mi padre y que qué iba a hacer ella con cuatro niños pequeños”.
Al
abandonar la casa, Publio dijo a mi madre: `No sufras, yo voy a volver, pero
si me pasa algo o me matan, piensa que estaré con Dios y te ayudaré’. Publio
parece que tenía muy claro que lo iban a matar”.
Y
así fue. Al terminar la guerra su familia fue a Madrid.
“Mi
madre se había enterado que Publio había estado en la cárcel Modelo y
quería ir allá. Mi padre intentaba disuadirla porque era la primera línea del
frente. No obstante, como ella se empeñaba, mi padre quiso que la acompañáramos
mi hermana y yo.
Entre
aquellas ruinas, ella buscaba en las diversas celdas y corredores. De repente
comenzó a gritar: ¡Aquí, aquí! Y se
introdujo en un habitáculo pequeño. Entramos con ella y vimos toda la pared
escrita. Pude ver cómo en un rincón había unas palabras que destacaban más que
las otras, porque estaban escritas en rojo, y que decían: `Madre, me llevan a
matar, muero por Dios (…) No llores, me voy con Dios.’¡Viva Cristo Rey! Y firmaba Publio.
Ella
se arrodilló, besó la pared, y con una especie de navaja, cortó un trozo de la
pared donde estaba la
inscripción. Fue entonces cuando me enteré que lo habían llevado a matar a Paracuellos
del Jarama. Mi padre ya lo sabía; pero
no había hecho ningún comentario delante de nosotros”.
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