Cecilio Vega Domínguez
Natural de Villamor de Órbigo (León)
23
años
“Es un hombre de buen
corazón, noble, piadoso, dócil, franco y de buen espíritu”, a juicio de sus formadores. Destacaba en él su
constancia y tesón ante las dificultades con las que iba topando para su entrada
y permanencia en los Oblatos, a causa de un accidente laboral: en vacaciones, trabajando en el campo con su padre, le saltó una china al ojo y lo perdió. Cuando el
párroco del pueblo le dijo que ya no podría ser sacerdote lloraba desconsolado. Los Oblatos le aseguraron que
podría proseguir el itinerario de su vocación. Ante la quema de conventos y la
previsión de la guerra civil, su padre le escribió proponiéndole volver a casa
para estar más seguro. Él le contestó que no abandonaría la comunidad y que estaba dispuesto a morir.
Nació en Villamor de Órbigo,
provincia de León y diócesis de
Astorga, el 8 de septiembre de 1913. Fueron sus padres Juan y Micaela, humildes
labradores que vivían del trabajo en el campo. De buena conducta moral, eran
amigos de hacer muchos favores en el pueblo. Era una familia numerosa, nueve
hijos, y profundamente cristiana.
Cecilio comenzó el noviciado el 14 de agosto de 1930. El
día 15 del año siguiente hace su primera oblación y pasa a Pozuelo para cursar
los estudios eclesiásticos. El 23 de diciembre de 1934 hace su oblación
perpetua y se inicia en las órdenes menores (actuales ministerios). También él,
al igual que Manuel Gutiérrez, tras dos días de
incertidumbre, ansiedad y vejaciones en su propio convento, es
“sacado” de su propio domicilio en la
noche del 24 de julio de 1936 y fusilado de madrugada en la Casa de Campo. Era subdiácono y estaba ya a las puertas del
diaconado y del sacerdocio.
Testimonios
Su hermana Manuela nos dice: “Teníamos la Sagrada Familia
(capillita portátil) venía y viene todos los meses por las casas. El Rosario lo
rezábamos todo el tiempo, y en verano, cuando había mucho trabajo, mi padre nos
rezaba el Rosario de la
Buena Muerte , que era más rápido. Y por supuesto íbamos
siempre a Misa”.
Cuando estaba en el juniorado (seminario menor) iba de
vacaciones en verano. Hacía de catequista en la parroquia y trabajaba con su
padre en el campo. A lo largo de su
corta vida, destaca en Cecilio su constancia y tesón ante las dificultades que iba encontrando en los estudios a causa
de un accidente desafortunado en el trabajo agrícola, que le ocasionó la
pérdida de un ojo.
Hombre de buen corazón, dócil, noble, piadoso y franco.
De buen espíritu en la convivencia con los demás. Durante el año de noviciado
se entrega con entusiasmo a las tareas propias de ese año de intensa formación
para la vida religiosa. Esta actitud provoca en los formadores la firme
esperanza de que será un buen religioso y celoso misionero. Los informes posteriores
reiteran esos mismos rasgos. Su hermana
pone de relieve su devoción a la Santísima Virgen y a la Eucaristía.
Martirio
Su sobrina Virginia Domínguez y su hermana Manuela nos
hablan de una carta en la que resalta su disposición al martirio. En dicho
escrito, respondiendo a la invitación de su padre para volver a casa porque va
a estallar la guerra y van a quemar los conventos, Cecilio le responde que está dispuesto
a morir y que no abandonará la comunidad. ¡Lástima que esta preciosa carta
desapareció en un incendio! El proceso de su martirio es totalmente similar al
de los anteriores. Tenemos certificado de su defunción.
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